Partida Rol por web

El coronel O'Lowell regresó al frente oeste. Las batallas contra los confederados se recrudecían y ningún bando parecía ir a imponerse por el momento. Contrastando con los aguerridos soldados de su escolta había dos hombres que parecían fuera de lugar: un científico pie tierno y un sacerdote católico.

Todavía era recientes en la memoria de la Union la serie de derrotas que había encadenado el norte cuando los sudistas habían revelado una tecnología superior y pocos escrúpulos al usarla. Usando Piedra Fantasma en abundancia y espoleada por algunas de las mejores mentes del sur, la ofensiva había llegado a mitad de camino de Washington antes de que los hombres de azul pudieran reaccionar. Todavía se narraban historias de carros a vapor blindados, explosiones amarillas y cañones que disparaban desde la mismísima Richmond.

El general George Meade había aprendido la lección. Fort 51 era el mayor secreto de la Unión, la punta de lanza de la investigación en esta nueva ciencia chiflada.

Pero el coronel O'Lowell era un hombre de visión y también pensaba sacar partido de los recursos sin esperar órdenes de la capital. Él tenía su propio proyecto entre manos y un hombre como Stephen Boyle era todo lo que le faltaba.

El británico, por supuesto, no podía saber nada de estas cavilaciones del militar, de forma que lo que ve cuando llega al campamento le deja con la boca abierta.

—Sr. Boyle, no haga caso a estos hombres— el paisaje estaba repleto de soldados que iban de un lado para otro. Había tiendas montadas hasta donde alcanzaba la vista.

—Su trabajo estará aquí...

Guio hasta la tienda más grande de todo el campamento: una carpa de grandes dimensiones con abundantes aberturas dedicadas a ventilación o luz.

El interior de la carpa era un laboratorio, pero el más impresionante que el ingeniero jamás hubiera visto. Había fogones capaces de alcanzar temperaturas altísimas, una miríada de partes mecánicas por ensamblar y compuestos químicos esperando ser mezclados. También había mesas amplias donde trabajar y cajas, baules, barriles repletos de piedra fantasma.

Media docena de hombres con bata, mascarilla, gafas y guantes se giraron hacia ellos al entrar y saludaron a Boyle con respeto. ¡Sus propios asistentes de laboratorio!

- 'Entiendo ahora el motivo de la insistencia del coronel en que viniera el inglés, pero no se porqué estoy yo aquí entonces...' - Pensé para mi adentros

Boyle observaba todo con ojos abiertos y brillantes de la ilusión (exactamente igual que un niño al que acabaran de regalarle su juguete deseado pero multiplicado por diez). Después de la enorme sorpresa inicial, y recuperando un poco la habitual compostura y flema británica, el ingeniero se paseó un poco entre los distintos juegos de fogones , matraces , decantadores y alambiques , y entre las mil y una cajas con botes perfectamente etiquetados repletos de productos químicos , quizás le desagradaba un poco que las paredes fueran de tela , pero incluso eso dejo de importarle casi al instante al reconocer la utilidad de un diseño de estas características , no solo por lo económico de los materiales , sino por la capacidad de ventilación y la facilidad de sustitución en caso de explosión (algo que no dudaba ni por un instante que iba a ocurir) . Todo el remoloneo tenía el simple objetivo de calmarle un poco antes de acercarse a las cajas que contenía el objeto de sus desvelos.

Cuando por fin pudo tener entre sus manos una de aquellas misteriosas rocas, casi no podía creer que algo de aspecto tan corriente y tan anodino, pudiera tener la capacidad que decían todos aquellos que había logrado tener algunas de esas piedras entre sus manos.

De forma distraída , mientras su mente racional iba asimilando poco a poco las impresiones iniciales de la piedra , su imaginación estaba empezando a volar mientras ideaba mil y un experimentos con los que comprobar cuáles eran las características exactas de la piedra, capacidad energética , peso atómico , capacidad de fragmentación….

En un momento dado se dio cuenta que llevaba varios minutos abstraído en su mundo como era habitual que le ocurriese cunado estaba centrado en su trabajo, con un gesto de disculpa se giro de nuevo hacia el coronel:

-Un laboratorio impresionante señor , y estoy deseoso de charlotear aquí con mis colegas a ver que es lo que han extrapolado de sus experimentos hasta el momento acerca de las propiedades del mineral , pero además de agradecerle tan magnifico laboratorio , me gustaría saber que es exactamente lo que esta usted esperando de mi coronel , porque imagino que no querrá usted un nuevo sistema que mantenga los cuarteles caldeados sin necesidad de quemar leña ni carbón , ni un cafetera instantánea….

—Bien... ¡ejem! Dice usted bien, estábamos pensando en algo más... bélico.

El coronel miró a algunos de los asistentes de laboratorio como compartiendo un pensamiento.

—Hay dos proyectos especialmente que me gustaría ver realizados. El más complejo tiene que ver con aprovechar la fuerza de la Piedra Fantasma en la combustión de pólvora. Ya sabe, creemos que se podrían crear cañones más fuertes, rifles con más alcance, pero hasta ahora los intentos han sido... explosivos.

—Para nuestra segunda idea me encantaría contar con la colaboración del padre Gabriel, si su ética se lo permite.— miró profundamente al cura —La Agencia nos ha insinuado que bendecir armas o munición podría tener un efecto notable al combatir contra ciertas... amenazas.

Vuelve a dirigirse a Boyle.

—Relacionado con eso, hemos intentado con nuestros mejores herreros y armeros crear balas de plata, pero el metal es demasiado fragil. Creemos que puede ser necesaria una aleación, pero no tenemos idea de por donde empezar. Creo que, no obstante, sería tarea sencilla para alguien de sus talentos, señor Boyle. ¿Podría contar con balas benditas de plata para dentro de dos días?

Su mirada incluía de nuevo al sacerdote tanto como al científico.

- Mirando al coronel sorprendido por su propuesta y por fin clarificando el porqué de su necesidad en el frente - Balas de plata... es fácil que se fabriquen aunque la materia prima es altamente costosa, pero lo que me pide podría ser posible en parte, pues por mucha bendición que pudiera imprimir en materiales, la canalización y el máximo efecto provendría de alguien que realmente crea en la Fe, en la creencia y la veracidad de lo que hace y de lo que tiene entre manos, pues no me negará que el partido, eficiencia, efecto y por ende resultado que le pueda sacar un pistolero de una colt 45 será el mismo que esa misma arma en un campesino, ¿no cree?... - Tras lo que guarda un momento de silencio y retoma la palabra - Eso si, si en sus filas posee soldados que crean en el Señor y me permite ofciarles misa a todos los que quieran, estaré encantado de hacer lo posible para ayudarle en esa tarea, pues algo hw oído respecto a esta ola de resurrectos... - Cavilando y volviendo en sí - ¿Qué me dice?

Sthephen observaba a toda la gente que estaba trabajando en el laboratorio mientras rumiaba una respuesta. Muya pesar suyo , estaba encantado con todo lo que tenia alrededor y algunas ideas ya le empezaban a surcar la mente.

- Puede que el problema de la pólvora no sea su explosividad coronel , sino la calidad de los materiales del cañón en sí. Si partimos de la base que los proyectiles de pólvora se basan en crear una combustión controlada para generar una gran presión que impulse el proyectil por el cañón en dirección a la abertura o boca , muchas veces olvidamos que si la presión generada es mayor que la resistencia del cañon , este no es capaz de dirigir esa presión y convertirla en la energía cinética para el proyectil. tal vez mas que intentar trabajar con la carga de piedra en la pólvora seria necesario investigar como endurecer el cañón , o como evitar que se deforme en cada detonación. En cuanto a lo de sus proyectiles de plata , creo que el problema no esta en que el metal sea mas frágil en si , sino en que soporta menor temperatura . han pensado ustedes en probar dichos proyectiles dándoles un estilo mas antiguo , probablemente una buena ballesta pueda disparar un proyectil de plata a una distancia envidiable , y con la posibilidad de luego intentar recuperar los proyectiles una vez finalizada la escaramuza. solo seria necesario dotarlo de un mecanismo de auto recarga automática para que la cadencia de fuego no se viera resentida como le ocurría a nuestros antepasados.

El coronel asintió a las palabras del sacerdote. Parecía quedarse más tranquilo dejando el asunto en otras manos, y estaba dispuesto a negociar los términos.

—Entiendo lo que dice. Para ser sincero, a los soldados no les vendría mal un poco de fe de todas formas. Últimamente están viendo cosas que parecen sacadas de los mismísimos infiernos...

Luego, contento con el entusiasmo de Boyle, pensó en su propuesta.

—Pues... mis hombres son más de una buena carabina, pero lo que usted dice tiene sentido. Se les podría adiestrar en el uso de esas ballestas, ya que no son tan distintas a un rifle. La verdad es que no se me había pasado por la cabeza...

Dio una palmada, mostrando una gran sonrisa.

—Confío en su criterio, pasaré por aquí con frecuencia para que me mantenga informado. Ahora, si me disculpan les dejaré trabajar. Mañana mismo podrá oficiar misa para los soldados mejor dispuestos, padre.

- Muchas gracias coronel. Por cierto, ¿dónde está la capilla? - Pregunta curioso

-Disculpe coronel , antes de que se marche usted , necesitaría toda la información que tengan acerca de esas "amenazas" que menciona , tal vez de esa manera pueda tener mas claro que es lo que se espera de mi.

El coronel contestó, solícito, al cura.

—No hay capilla ahora mismo. Haré que le preparen una tienda para ella.

Después escuchó con interés a Boyle y dudó un momento antes de responder.

—Bien pues... hemos tenido experiencia con muertos menos razonables que sus amigos. Los soldados también hablan de una "criatura". Alguna bestia humanoide que ha devorado caballos y asesinado patrullas enteras.

Se encogió de hombros.

—Por supuesto, también tenemos un ataque confederado en cualquier momento. Eso es todo lo que puedo decirle. Les dejaré trabajar.

Y con eso, el ocupado oficial de caballería desapareció.

- ¿Qué es lo que va a hacer? - Pregunté al inglés - Pues yo prepararé mis cosas en donde me permitan alojarme, sea con el resto en los barracones o donde me digan, aunque no quisiera ningún privilegio ni trato de favor - Mientras resonaban en mi mente las últimas palabras que nos regaló el coronel

- tengo algunos retos a los que enfrentarme , así que supongo que empezare por el principio para no olvidarme nada , y eso es conocer a toda esta maravillosa gente que esta aquí trabajando. y no se apure padre , no e si tiene usted asignado algo , pero no se aleje mucho , creo que usted y yo tenemos que trabajar juntos.- dijo el ingeniero mientras se acercaba hacia el resto de gente que estaba allí presentándose de uno en uno y interesándose por sus labores.

- Le acompaño a ver los aledaños del campamento - Asiento con la cabeza mientras me acerco a ver el ánimo de la tropa allí presente y cavilando mientras veo todo el material allí presente

Tras presentarse y, con poco esfuerzo, memorizar el nombre, apellido y especialidad de los siete asistentes de laboratorio, Stephen Boyle sale brevemente de su lugar de trabajo para hacerse al ambiente local.

Los dos civiles tenían tiendas cómodas y limpias asignadas, descubrieron pronto. Los soldados demostraron ser amables con ellos, a pesar de cierta irritabilidad generalizada que podía explicarse por los rigores de la guerra. Todo considerado, no era un mal lugar donde estar, y no más peligroso que otros donde han estado.

Volvieron al laboratorio y parecía haber llegado el momento de ganarse el pan. Los asistentes miraban a Boyle como cachorritos esperando una galleta.

- Y en esas miradas hacia el británico, buscaba yo no solamente el ansia de esos devoradores de fórmulas químicas pero además la del desesperado por la guerra y al hombre de Fe en cada uno de ellos...