Partida Rol por web

No sabéis cuanto lleváis metidos en estas jaulas, oyendo gemidos en la oscuridad, sintiendo como vuestro cuerpo se atenaza por el miedo a lo desconocido y a lo que pueda venir. Las rodillas y los codos os duelen a causa del propio encierro, necesitáis levantaros y estiraros pero la altura de vuestras celdas no os lo permite. El paso del tiempo en aquella extraña cueva de paredes gruesas, lisas y grises es eterno y cíclico, no sabéis si han pasados dos horas o dos días, pero el hambre empieza a acuciaros y la sed, esa tremenda sed que os deja roncos, con la lengua áspera y seca, como si hubierais tragado polvo…, es vuestro mayor azote. Nadie aparece, nadie parece querer daros explicación alguna y menos aún atender vuestras necesidades más que humanas. Pronto vuestros “aposentos” huelen a orina, a sudor acre y a miedo.  

Pronto descubrís no sólo que compartís celda, si no que hay otra persona más con vosotros, un anciano que no para de murmurar extrañas frases, como si estuviera rezando. Vuestras principales ropas y armas han desaparecido, sólo llevais la ropa interior más básica. Y hace frío.

No recuerdas nada de lo que pasó, es como si alguien te hubiera apagado el cerebro y te hubiera arrojado a un pozo sin fondo para dejarte morir, sólo que en vez de hacerlo al lado de tu hermano mayor, como habría sido más correcto, lo estás haciendo al lado de un completo desconocido, que encima habla y se queja igual de raro que el chico grandote que atrapasteis el “otro” día/ayer/en algún momento pasado que no consigues ubicar.

Vale, alguien ha pensado que eres muy inofensivo o le da igual, pero te ha encerrado al lado de una fémina que más que hablar, gruñe y que encima huele aún peor. Es una de esas cazadoras salvajes que casi os matan por dos veces desde que aterrizasteis en la superficie planetaria. Una completa desconocida que encima igual te salta al cuello para beber tu sangre (a saber, no te puedes fiar de ninguno, está claro, si no mira donde estás ahora y justo cuando intentabais ser razonables y hablar con ellos…).

Sean quienes sean vuestros captores, está claro que le dais completamente igual porque ni siquiera ha separado a sus presas por sexos, ya que os ha mezclado y os ha puesto a vosotros dos juntos, sin más, como si todos formarais parte del mismo rebaño. Os han quitado la ropa y las armas, junto con los víveres que llevabais encima, dejándoos apenas cuatro prendas puestas, las justas para no estar completamente desnudos. Y hace frío.

Cuando ya lo dais todo por perdido, cuando creéis que vais a morir de sed, de hambre y de mera suciedad, unas luces blancas os deslumbran al encenderse de golpe. Y unos Hombres de la Montaña, ataviados con sus extrañas pieles entran con unas bandejas brillantes en las manos y os miran de pasada con sus horribles y deformes rostros negros.

-Dadles agua, no queremos que mueran antes de hora- ordena uno de ellos a los demás, que empiezan a moverse como hormigas por la enorme sala abovedada –Y por el amor de Dios, haced algo con ese olor, ¡apesta a cuadra!

Lo siguiente que sentís es la presión y la helor del agua que sale por las mangueras dirigidas contra vuestros cuerpos, calando vuestras finas ropas interiores, dañando la piel que está al descubierto, dejándoos helados y confusos, tiritando, encogidos. Los Hombres de la Montaña repiten el mismo proceso en cada una de las jaulas, que ahora podéis ver mejor. Contáis que hay decenas de ellas. Los cuatro estáis en jaulas adyacentes, pero no conseguís ver al resto de vuestros compañeros correspondientes, todos los demás ocupantes son completos desconocidos.

Tu grupo, en especial Valary, te ha obligado a continuar con aquella pantomima, que tú mismo habías creado con fines políticos, y lleváis dos días y una noche fuera del campamento buscando a los desaparecidos. Todos os habíais horrorizado al encontrar al chico anodino en el bosque, su cuerpo muerto, frío, duro… Y con un disparo en la frente. Eso os impactó a todos, tanto que ninguno quiso volver al campamento hasta no descubrir de donde procedía el arma de fuego que había matado a “Timmy” (bueno, como se llamara, tampoco es que le importara a nadie). Dormir al raso no es tan divertido como se suponía que decían en los libros de la gran biblioteca del Arka: es incómodo, duro y sobretodo se pasa mucho frío. Y miedo, ese miedo primigenio y soterrado a la oscuridad y en especial, a los ruidos que habitan en ella. No pegaste ojo en toda la noche. Dudas que los demás lo hicieran tampoco, bueno, quizás la rubia bestiaja de la pistola igual sí, tenía pinta de ser de las que duermen a pata suelta. Cuando el amanecer llega, con ella viene la esperanza de nuevas caminatas interminables siguiendo los instintos de Dani, que por ti, estás casi seguro de que os hace caminar en círculo porque todos los árboles te parecen iguales y todas las piedras y los animales, todo en definitiva te parece idéntico que el anterior. Eso sí, gracias a la rubia y al enano explorador esquivasteis a un grupo de asaltantes desconocidos y os pudisteis alejar sin ser detectados. Lo último que visteis de ellos fue un humo rosa ascendiendo por el cielo y expandiéndose entre las ramas de los árboles como una enorme niebla antinatural, pero vosotros fuisteis meros espectadores, a salvo en vuestro escondite, encontrado por Jasper (resulta que el bufón de la Corte sirve para algo). Cuando fuisteis a cotillear no quedaba nada, sólo la hierba revuelta, algunos casquillos de bala esparcidos por el suelo y un extraño olor asulfurado… Y de nuevo Dani insistió en que allí había habido alguno de los vuestros, alguien del campamento, de los 100 exiliados, había estado allí.

-Te lo he dicho, es complicado, las huellas se mezclan, pero estoy segura de que…- oyes voces al despertarte. Dani y Valary están hablando en un rincón de la cueva-madriguera donde habéis pasado la noche. Jasper bosteza en alto mientras se despereza. Niko y Tara tratan de preparar algo de comer con unos frutos encontrados el día anterior y hablan por lo bajo, sin levantar la cabeza ni mirar a nadie.

Conocia el miedo a lo inhospito, a lo desconocido, e incluso a la absoluta soledad que puede llevar a la perdida de la cabeza, pero esto era diferente. Siempre en todas esas situaciones habia tenido la naturaleza, o al menos la libertad, esto era otra cosa. El miedo que sentia atenazar mi cuerpo provenia de la certeza de que nada bueno podia salir de todo esto, mientras mis dedos se agarraban con fuerza a las barras metalicas de la jaula donde estaba metido. Ya no era solo que los Hombres de la Montaña habian bajado para llevarnos a su guarida... eso no era lo peor, no. Lo peor era ver como estabamos hacinados en jaulas como animales, unos con otros, para a saber que motivo. Ese era el verdadero motivo, el no saber que venia despues... pero aun asi me sentia obligado a dejarlo atras. Grey estaba malherido, sino muerto, nadie se lleva consigo a los heridos del enemigo... y los demas no sabia donde estaban. ¿Clover?

Suspire levemente llevando mi mano por enesima vez a mi cintura para darme cuenta que aparte del taparrabos no llevaba nada mas. Cerre con fuerza la mandibula mientras miraba a mi alrededor, en la jaula estaba uno de los chicos con los que habia dado gracias a Loki, ademas de un viejo. El chico sin duda no era mi mejor baza en este asunto, asi que mire al anciano que parecia estar hablando para si mismo... quizas él supiera mas. Un escalofrio recorrio levemente mi espalda, la falta de ropa, la estrechez del lugar, el frio y el olor lo hacian sin lugar a dudas el peor lugar donde habia estado en años... y eso que habia estado en sitios realmente malos.

Antes de que pudiera acercarme al anciano, unas luces se encienden como si del mismo sol se tratase. Acto seguido una de las puertas se abrio y entraron mas hombres de las montañas, con extrañas pieles sobre ellos y unas bandejas de algo reluciente en sus manos. Hablan entre ellos y en escasos segundo un chorro de agua fria me golpea con fuerza, intento colocar mis manos delante de mi para evitar lo peor del chorro pero es imposible. Acabo empapado de arriba a abajo, cabreado y ademas con mas frio que antes. Gruño entre dientes mientras miro a esos malditos escarabjos con forma de hombre... les voy a arrancar la cabeza... si... a cada uno de ellos. Lo unico peor que el agua es darme cuenta de que no hay unas pocas jaulas, no, hay muchas, muchisimas de ellas... quizas incluso Cassandra este aqui. Ruego al Dios cazador porque no, por una vez casi podria decirse que suena sincera mi plegaria... antes de mirar al chico. El primer pensamiento podia ser que trabaja con ellos, al menos en el claro de antes pero una vez aqui lo veo dificil. Miro la puerta por donde nos han metido mientras intento buscar mas espacio para mi mismo, sin importarme hacerlo a costa de los demas residentes de mi preciosa nueva y metalica cabaña.

Te despiertas solo, aterido y abandonado en una jaula sin ninguno de tus amigos. Tu única compañía  es un crío tirado en el suelo de la celda, que está medio moribundo. El niño apenas parece respirar ya, sabes que no es normal, pero en la oscuridad poco puedes hacer. Y cuando por fin se hace la luz, las mangueras te imposibilitan hacer mucho más… Entre las decenas de jaulas que hay a tu alrededor no están ninguno de tus amigos y conocidos. Te han puesto aparte, por lo visto.

Preso. Soy preso. Soy como un pájaro. Peor aún, un pájaro no es del todo consciente de que esté encerrado, yo sí lo soy. Jodidamente consciente. Miro alrededor, intentando mantener mi respiración a ralla. Se han llevado mis medicamentos, no puedo permitir un ataque de ansiedad. No puedo permitirme un ataque de ansiedad por nada del mundo. Pensar en eso me causa más ansiedad para mi desgracia.

No encontrar a mis compañeros alrededor hace que me sienta nervioso por ellos y por mí. ¿Por qué nos habían separado? Al mirar al crío que tengo a mi lado me percato de lo débil que está, probablemente no era un chico muy fuerte antes tampoco. Miro alrededor tratando de discernir si los demás en las celdas son débiles, como yo, o si hay gente fuerte, como Finn.

Tras descubrirlo, mi atención se centra de nuevo en el niño. Está mal. A duras penas respira, y no es debido a un ataque de ansiedad como sería mi caso, simplemente está demasiado débil para hacerlo. Es un salvaje, uno de los que nos atacaron y mataron a aquellos chavales (y casi me matan a mí de no ser por la soldad), pero aún así... Es tan pequeño... ¿Nos habrán apartado pro algo?

Ey, hola. Le saludo torpemente, esbozando un amago de sonrisa. Estar sin ropa me hace sentir aún más vulnerable. Me llamo Sean... No te preocupes, todo va a salir bien. Soy médico. Intento que esas palabras suenen creíbles, pero fallo miserablemente. Mentir nunca ha sido mi fuerte. ¿Cómo te llamas? ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Trato de atenderle en lo que pueda, aunque supongo que lo que necesita es alimento y agua. No quiero que se muera, es solo un niño. ¿Qué clase de personas harían algo así?

Cuando los guardas irrumpen en la habitación me hago un ovillo, tratando de pasar desapercibido. Al escuchar las palabras del guarda tomo aire y me armo de valor, todo el valor que soy capaz de acumular. Sé que hablar podría ser peligroso, pero no puedo evitarlo. La vida del niño está en juego. 

Por favor... Suplico, en un hilillo de voz, mirando a los guardas a los ojos. Por favor, traer algo de comer para el chico o se morirá. Una sola hogaza de pan permitirá que viva dos días más por lo menos, pero si lo dejáis así se morirá en unas horas. Por favor... Soy médico, sé de lo que hablo. Su cuerpo está tan débil que apenas puede respirar.

No os servirá de nada muerto. Añado, a medio camino entre pregunta y súplica. No sabía que era lo que querían hacer con nosotros, pero estaba claro que teníamos un propósito, al fin y al cabo había dicho "antes de la hora". Tal vez fuésemos el sacrificio de algún ritual salvaje. A saber.

Las gentes de la Tierra eran más salvajes que las del Arca, si acaso era eso posible, sus celdas eran peores y el ciclo de sufrimiento más extremo.

Nos iban a matar de sed... hasta que entraron y nos enchufaron con mangueras... ¡Con mangueras! Desperdiciando la preciosa agua, esa que trato de beberme mientras nos enchufan, por mucho que me haga temblar y helarme aún más.

Tengo que hacer cualquier cosa, cualquiera, para olvidarme del frío.

—¿Quiénes sois? ¿Quién son esos hombres con máscaras? ¿Por qué... por qué nos hacen esto?

Temblaba y hacía preguntas sin esperar respuesta, pero no podía hacer otra cosa, estaba desesperado. 

Me cubro el torso, más para protegerme del frío que por pudor. Luego miro al chico con el que comparto jaula:

- Chon yu bilaik? Hakom yu kamp raun hir? - pregunto. En estas circunstancias, tardo un momento en darme cuenta de que no entiende mi idioma. Frunzo el ceño, mirando a mi alrededor, y consigo distinguir a Khan no muy lejos de mi posición. Ni siquiera un guerrero como él puede hacer frente a los hombres de la montaña.

- No hablas trigedansleng - le digo con un acento tosco en el idioma antiguo. Al menos he estado practicándolo en las últimas horas, así que he corregido algunos de los errores gramaticales más básicos. - No eres el primero que encuentro de tu gente que no entiende mi lengua. ¿Conocéis a Loki y a su hermana? - Busco con la mirada al chico que era mi prisionero hasta que nos capturaron a todos, pero no consigo verle en las jaulas. - ¿De qué nación sois? ¿Qué hacéis aquí?

Mientras espero su respuesta, intento buscar un punto débil en la jaula. La estructura es demasiado rígida para que pueda hacer nada, a juzgar por los golpes que se escuchan en otras jaulas, así que me centro en la cerradura, mirando a mi alrededor para ver si hay algo que pueda usar para forzarla.

Me levanto con el cuerpo destrozado y con la sensación de que, en vez de descansar, me he cansado aún más. Incluso echo de menos las "comodidades" de la Tienda de Comandancia, por lo menos tiene algo parecido a una cama. ¿De quién fue la maravillosa idea de ir a buscar a los perdidos? Joder, el Líder no debería estar tan expuesto.

Hasta echo de menos al mono salvaje de Abel. Me pregunto si ya habrá destrozado todo lo que he logrado en el campamento.

— Buenos días. —exclamo con voz alta y autoritaria, a pesar de mi aspecto desaliñado con el pelo revuelto y bolsas en los ojos por el mal dormir. Incluso mi expresión, normalmente serena y tranquila (o al menos en apariencia delante de los demás) se muestra ahora irritada y cansada. — He estado pensando en cómo actuar de ahora en adelante. La situación ha cambiado desde que sabemos que hay un grupo armado en el exterior, ya no estamos buscando a gente perdida, sino gente secuestrada. Y a saber qué han hecho con ellos a estas alturas, esos salvajes... —suspiro, pensando en el cadáver de Jimmy. — Necesitamos enfocarlo desde otra perspectiva.

Pero por alguna razón, al mirar a este variopinto grupo a la cara, no me atrevo a decir "necesitamos reagruparnos con los demás y trazar un plan de ataque", una interesante forma de decir "retirada y volvemos a la seguridad de la base".

— No conocemos el exterior. No conocemos si hay peligros, más allá de un grupo armado que ha volado los sesos de uno de nuestros compañeros y que también se ha llevado a uno de los nuestros, según Dani. —miro al encapuchado al mencionarle. Aún no tengo muy claro por qué decido creerle, a pesar de que no tiene pruebas. — Y nosotros somos sólo un pequeño equipo de exploración. Lo veas como lo veas, si entramos en combate tenemos las de perder.

Me pinzo el puente de la nariz con el pulgar y el índice, pensando con los ojos cerrados.

— Quiero oír lo que pensáis. ¿Tara?

El chico, visto de más cerca, se ve muy joven. Está sucio y huele a muerte. En cuanto empiezas a examinarle descubres la causa del olor, un tajo en el vientre que ha sido tapado con hierbas y barro (o eso te parece que es), un método total y absolutamente insuficiente e ineficiente bajo tu ojo experto.  Luego te das cuenta de que tiene una fiebre muy alta, probablemente fruto de la infección de la herida. Necesita antibióticos urgentemente, si sólo tuvieras tus cosas a mano, aún te quedaba algo de eso (las últimas dosis), la comida y el agua no serán suficiente para salvarle…

-Mama…- solloza muy bajito el niño que yace delante de ti, moribundo.

El hombre de la máscara negra al que diriges tu suplica se te queda mirando un momento, extrañado por tu elocuencia. Pero no responde nada, se queda en silencio. Éste continúa con su trabajo de limpiar y desinfectar a cada uno de los capturados y enjaulados aunque va lanzando miradas de soslayo de vez en cuando hacia ti, como quien ve inesperadamente como un chimpancé habla vocablos humanos.

El viejo, que está encogido en una esquina de la jaula, detiene su letanía susurrada, para quedarse mirando a Finn, que bebe agua de una manguera como un perrillo sediento y que no para de lanzar preguntas al aire, sin que nadie le haga ni puñetero caso.

-Son la Wamplei strik yongon, la Muerte. Rezad conmigo porque sea rápido nuestro Camino hasta el regazo de la Señora…- su voz suena quebrada y rasposa. Y continúa con su oración, que ahora sí reconocéis como tal, aunque el nombre de su divinidad parece otra distinta a la vuestra. Con la luz de la Sala podéis ver ambos que tiene el rostro tatuado con dibujos tribales de color negro y sus brazos están adornados con serpientes de tinta azul que recorren de sus hombros a sus muñecas toda su piel.

Todos  oís como uno de vosotros grita desesperado a los Hombres de la Montaña:

—¿Quiénes sois? ¿Quién son esos hombres con máscaras? ¿Por qué... por qué nos hacen esto?

Y veis como uno de aquellos temibles hombres se acercaba a su jaula con violencia.

-¡Cierra el pico Mono!- os espeta uno de los hombres enmascarados, golpeando con una vara metálica a los barrotes de vuestra celda –O serás el próximo, aunque quizás te guste, pequeña basura- su voz suena amortiguada y cuesta entenderla a causa de la máscara de gas.