Partida Rol por web

Concentrada como estaba en observar al hombre de la montaña para ver cuándo va a abrir la jaula de Khan, no me doy cuenta de que mi compañero está intentando robar las llaves del guardia en vez de pasarle el tornillo a Jondo.

- Skrish! Du joka! - maldigo con un insulto al ver lo que está haciendo. Al menos el compañero de Khan tenía dos dedos de frente e intentaba atraer la atención de los guardias, por muy útil que fuera para abrir la cerradura, acaba de echar por tierra todo el plan.

¡La cerradura! Los guardias se dirigen hacia nuestra jaula y lo primero que van a ver es que estaba abierta. Aunque parece que sólo querían llevarse a Jondo y a mi compañero, en cuanto vean el cerrojo forzado los dos estaremos perdidos. Miro a Khan varias jaulas más allá, sabiendo que no va a poder hacer mucho por ayudarme esta vez. Sin embargo, asiento con determinación; no voy a quedarme aquí sin hacer nada como un conejo esperando a que el águila acabe con él.

El guardia está justo frente a nosotros, pero se distrae un momento mirando a Jondo. Me apoyo en el fondo de la jaula, como si quisiera alejarme de la puerta, sólo para, un segundo después, darle una fuerte patada abriéndola de forma que golpee al guardia, desequilibrándole.

- ¡Ahora! - le digo a mi compañero mientras me lanzo sobre el sorprendido guardia. Tal y como se ha comportado hasta ahora, es posible que le dé por tirarle el tornillo, porque la gente de su tribu parece salida de otro planeta, pero ya no tengo tiempo para pensar en otro plan de acción.

Quizás había sido el pánico del momento. La desesperación de saberse muriendo. Quizás había tomado confianza al alcanzar el clavo y abrir la jaula, y había pensado que lograría hacer algo más. Quizás...quizás solo estaba loco. La verdad era que cualquiera de esas opciones era posible, porque cuando sacó su mano de esa maldita jaula que lo había contenido durante un tiempo que se le había hecho interminable, ni siquiera se había dado cuenta de lo que hacía. Y cuando le tomaron la mano y despertó del trance que lo hubiese llevado a eso, era demasiado tarde, y él lo sabía mejor que nadie. 

Siente como le retuercen la mano e instintivamente gira en la misma dirección, esperando aminorar en algo el dolor, sin demasiado éxito. Se muerde el labio inferior, pero entre que le torcían la mano y su cuerpo inclinado, doblado, y la herida abierta, es imposible evitar un gruñido de dolor. Entonces el guardia se distrae, y al levantar la mirada para ver que lo hace darle un respiro, se encuentra con Jondo, también atrapado de manos en la masa. Frustrado, da un golpe con el puño al suelo. - Que manera de mandarlo todo a la mierda, Scott. Esta vez te has ganado el premio - piensa enfurecido consigo mismo. 

Pero entonces su compañera de celda hace algún tipo de movimiento maestro y abre la jaula de una patada, golpeando al que le sujetaba la mano y dándole oportunidad de soltarse al atacarlo ella misma. Inmediatamente, sale de la jaula como puede, lanzándose contra el otro guardia, aquel que se había librado de la agresión de su compañera. Aunque en ese estado dudaba hacer mucho daño, en el peor de los casos le daba tiempo extra al resto.

Todo se acelera, sin saber como antes de que Clover pueda hacer nada, tanto su compañero como el mismo Jondo intentan robar las llaves de los guardias, con tal mala pata, que les pillan a ambos. Maldito Dios Cazador y su jodida forma de mostrar su ironia ante el momento. Los guardias sin duda se lo toman a broma, sin saber por supuesto que al menos una de las jaulas estan abiertas. miro a mi compañero, el bocazas y despues al viejo pero lo que realmente mis ojos calculan es la distancia desde la jaula hasta el hombre de gafas. Quizas, solo quizas con un poco de suerte podria golpearlo, llamar la atencion lo suficiente sobre mi mismo, por mas que odie ese tipo de situaciones.

Sin esperar ningun tipo de aviso, a sabiendas de que Clover saltara al combate como unica ultima opcion tras el fiasco del intento de fuga, me lanzo contra la verja, intetando colar uno de mis brazos por entre los barrotes para alcanzar al sin mascara. Golpearlo seria la opcion mas simple, pero si la distancia me lo permite, lo cogere de la bata y le estampare la cara contra la jaula, sin perder de vista la aguja que portaba en una de las manos. Sea lo que sea esa porqueria, no puede ser buena, asi que si puedo quitarsela y colocarsela en la yugular, seguro que sacamos algo en claro... siempre y cuando mi brazo llegue tan lejos.

Scott intenta liberarse de la presa del guardia pero el tipo es fuerte y lo tiene bien agarrado. Más, éste no se espera el movimiento de Clover que le estampa la puerta de la celda en toda la cara, tirándole hacia atrás. Mientras su espalda se estampa contra los barrotes de las jaulas de enfrente, Scott siente su mano liberada a la vez que se cae hacia el suelo, fuera de la jaula, con el brazo enganchado en los barrotes, pero libre al fin y al cabo. La cazadora rubia tiene el campo libre para salir y seguir con su ataque de amazona ante la mirada estupefacta del hombre de la bata, que no se esperaba aquella rebelión.

Mientras, Khan aprovecha la distracción generada por Finn y por Jondo para atacar a lo primero que pille. Aunque tiene los movimientos limitados por los barrotes*, consigue agarrar al guardia que ha atrapado a Jondo y darle tal empujón que se lleva al de la bata blanca también de por medio, tirándolos a ambos al suelo, ante su perplejidad. Jondo, que acaba con su cara estampada en los barrotes de su jaula por el tirón, en cuanto el guardia le suelta la mano, con una sonrisa enseña las llaves en la mano libre. Ha aprovechado que le han cogido con las manos en la masa para robarle las llaves al guardia, de nuevo, y esta vez lo ha logrado, por los pelos, pero las tiene. En pocos segundos, abre su celda y salta afuera, ágil como un felino, y le da las llaves a Khan en mano.

-Ahora somos más,  Moblan- dice sonriendo siniestramente, sobre todo con esos tatuajes tan tétricos. Los dos guardias y el hombre de la bata blanca están en el suelo, doloridos y pillados por sorpresa, pero están muy lejos de estar inconscientes o muertos. Y no tardarán en usar esas armas tan bonitas que llevan colgadas del cuello…

Alexander se te queda mirando mientras le suplicas que salve al niño salvaje moribundo. Al principio no parece entender por qué quieres salvarle, pero al final acaba cediendo a tus peticiones. La chica de las greñas rubias gruñe al chico de los ojos azules y va a protestar cuando al final se lo piensa mejor y se calla.

-Vale.

Alexander abre la celda de la chica, pero la gente de las demás celdas empieza a ponerse nerviosa y a reclamar que les liberen a ellos también. Empiezan a gritar y a sacudir los barrotes como monos enjaulados, tal es la desesperación. Alexander apenas oye tus últimas preguntas. Pero ve la jeringuilla que has cogido.

-Lo sabrán igual… -es lo único que consigues oír entre el furor de las jaulas.

Newt sale de un salto de su encierro, dispuesta a salir de allí por patas. Y de hecho, es lo que hace, llega hasta la puerta y da media vuelta. Parece que se lo piensa mejor y vuelve.

-¡¿Dónde está mi hermano, monstruo de la Montaña?!- le exige a Alexander, que está paralizado de terror.

Grey, tu paciente, trata de arrastrarse fuera de la jaula con mucho esfuerzo. Consigue salir pero cae como un saco de patatas al suelo, quedándote clarísimo que no puede tenerse en pie por si solo y menos aún va a poder correr para huir. Además, está el tema de tus amigos, no sabes dónde están ni cuán grande es el complejo donde estás encerrado, sólo ves la bóveda donde estás tú… Necesitáis un guía. Si le duermes, perderás esa ventaja y ¿cuán probable es que consigas convencer a alguien más para que te lleve al sitio donde están Finn y los demás?

Los primitivos parecía que se desenvolvían bien... y uno de ellos logra tirar al científico al suelo y de paso al soldado. Por muy brutales que sean, no van a saber usar armas de verdad, de las que no son de la edad de piedra, o del hierro, así que me aparto y espero que abra la jaula con las llaves, si es que sabe, si no, ya le ayudo yo.

Y en cuanto podamos salir, nos abalanzaremos sobre las armas que llevan los guardias. Son ellos o nosotros, mejor morir luchando, defendiéndonos, que como cobayas con una enfermedad.

Clover hace lo suyo, su compañero lo intenta pero parece que la herida que tiene es de las feas, aun asi mientras Jondo intenta quitarse de encima al guardia, mi mano pasa mas alla de los barrotes para coger al desprevenido guardia de la cabeza y empotrarlo contra las jaulas antes de lanzarlo hacia atras, con tan buena suerte que acaba chocando con el de la bata blanca y acaban ambos en el suelo. La fortuna me sonrie, ya era maldita hora porque como Grey haya muerto por esto pienso prenderle fuego a toda esta maldita chabola a base de bien.

Miro un segundo a Jondo mientras este no tarda nada en abrir su jaula y pasarme las llaves. Gran ladron no cabe duda, sino fuera porque casi estabas muerto de no haber actuado yo. Las cojo para acto seguido abrir yo mismo la jaula, no hace falta ser un maldito genio para ello, apartando a mi actual compañero por las malas. Aparte de hablar no habia hecho mucho y sin duda no iba a esperar para ver si ahora resultaba de utilidad. Los guardias estaban atontados, no vencidos y aunque habia visto las armas de los Hombres de la Montaña en accion, esos demonios necesitaban las manos para poder usarlas... algo de lo que iban a prescindir en breve si dependia de mi.

Nada mas salir de la jaula me diriji hacia el hombre mas alejado de Clover, dejandole su presa para ella, mientras mi pie iba directo a donde deberia tener la traquea, para simplemente aplastarsela de un golpe. El niñato habia dicho que eran hombres, eso mataria a cualquier hombre. Tras eso miraria al de la bata con una sonrisa para nada agradable... - Mira quien ha sido el afortunado hoy...

"¿Así que pueden sangrar? No son demonios después de todo...", pienso al ver al tipo al que he empujado ligeramente atontado por el impacto contra la jaula. Las enseñanzas de Shade no tardan en acudir a mi memoria: "Si sangra, se puede matar..."

Pero, a pesar de mis recuerdos, mi cuerpo actúa por puro instinto. Nunca me he enfrentado a los Hombres de la Montaña, pues jamás habíamos estado en una situación tan desesperada como para intentar lo que siempre había parecido un suicidio, pero sí he escuchado historias de sus armas, que pueden matar a distancia como si fuera un arco, pero de forma mucho más ruidosa y letal. Así pues, nada más salir de la jaula, salto sobre el guardia atontado, tratando de agarrar el cañón de su arma para golpearle la cara una y otra vez con la culata, asegurándome de mantener el orificio de disparo bien separado de mi cara.

Esto es un problema de los gordos. De esos en los que no me quería encontrar. Suspiro con resignación, tapándome la boca con la mano mientras pienso a marchas forzadas con la presión de sus miradas encima de mí. «Coño, ¿nadie sabe pensar por sí solo? Bueno, qué pregunta. En realidad no quiero que piensen TANTO por sí mismos o estaríamos jodidos».

— Está bien, calma, no os dejéis llevar por el pánico. —ordeno con voz serena, utilizando una de esas frases predefinidas que hacen parecer que sé lo que me hago mientras realmente pienso qué hacer.

«Si lo que dice Dani es cierto, aquí debería haber algún cadáver. ¿Por qué no lo hay? Es como si toda la resistencia que hubiera habido aquí es la de un conejo revolviéndose inútilmente bajo las garras de un león. ¿Qué hacían Abel y los guardias? Es como si no hubieran estado presentes cuando pasó...»

— Estoy con Dani, si se hubieran llevado a todos esto sería un campo de batalla y veríamos algunos muertos. Por el momento podemos pensar que la mayoría está a salvo y que los capturados siguen vivos, así que los rescataremos.

«Vaya problemón. Un muerto, dos presuntamente secuestrados en el Monte Weaber y todos los demás desaparecidos o capturados por los bárbaros...» Contengo un suspiro. «No puedo decidir nada sin saber qué ha sucedido, pero está claro que la prioridad es rescatar a los que se han llevado de aquí. Lo siento por los otros dos, pero es lo que hay».

Meto una mano en el bolsillo, tocando el trozo de tela de la camiseta de Tara. Mi segunda al mando siempre tan inteligente y competente.

— Por ahora volvamos a la cueva de donde venimos, Tara me ha dejado un mensaje de que está allí. Ella habrá visto qué ha sucedido. Aprovechad para buscar armas o consumibles para llevarnos, nada que pese demasiado ni tardéis mucho. En más o menos 5 minutos nos vamos de aquí.

Ok, primer intento de escape y ataque: fallido. Miserablemente. De hecho, de no haber sido porque había tenido la torpeza de engancharse el brazo en los barrotes seguramente no solo habría caído al suelo, sino que se hubiese caído de hocico a él, pero la suerte parecía seguir de su lado. O al menos eso elegía creer. Mientras sacaba su brazo de ahí y se ponía de pie, pensaba en atacar a algún guardia (probablemente lanzándose a intento fallido número 2) pero cuando se volteo vio muchas cosas ocurriendo bastante rápido para hacerlo descartar esa opción. Por un lado estaba su compañera de celda en lo que era una manera no ortodoxa de usar un arma de fuego como arma letal, pero que no por eso parecía darle peor resultado. Y por otra parte, Finn corría a quitarle la otra arma al guardia al que el bárbaro acababa de dejar absolutamente fuera de juego de una sola patada. 

Entonces vio que el salvaje se le acercaba al tipo de bata con una sonrisa que había visto más de alguna vez dentro de la cárcel y que jamás había traído buenas noticias. 

¡Espera! - levantó una mano hacia el bárbaro. Intentaba usar palabras básicas, recordando su conversación con la mujer de la tienda, sin embargo esperaba que no hubiesen demasiados problemas idiomáticos entre todos - Él conoce la salida. Y sabe dónde hay más gente como él. Sirve más vivo. 

El segundo guardia, contra el que Clover dirige su ataque, consigue espabilarse y esquivar el ataque de la chica de forma casi milagrosa. El soldado enmascarado se aparta justo a tiempo del ímpetu de ésta, aunque a cambio pierde su rifle de asalto en manos de la chica, que se queda con un arma contundente y peligrosa entre las manos. El soldado se levanta y saca otra arma, más pequeña y ligera, que apunta a la cabeza de Clover… ¡y dispara!

Clover ve como el arma le apunta a la cara, ve como el soldado dispara y oye el tronar de la pistola, un arma de cañón más recortado que la que ella tiene en las manos y por un momento ve su entera vida pasar por delante de ella hasta que algo o alguien la empuja hacia el suelo justo a tiempo para que el proyectil pase rozándole el cuero cabelludo y se pierda por detrás suyo. Para cuando se da cuenta, ya tiene al chico tatuado, Jondo, encima, aun temblando por la soberana estupidez que acaba de hacer: salvarle la vida. El rifle ha caído a escasos metros de donde está la muchacha, listo para ser recogido por alguna mano más experta…

-¡Muévete! Esa cosa tiene más proyectiles…- la azuza a apartarse de la trayectoria del arma e intenta empujarla hacia cualquier sitio más resguardado.

Mientras, el otro guardia, más lento que su compañero, cae bajo el peso y agilidad certera de Khan. El experto cazador trata de aplastar la garganta del soldado, que se sacude tratando de liberarse o de agarrar su arma para disparar, con escasa suerte. Cuando parece que deja de moverse, Khan se distrae con el hombre de la bata blanca que os mira a todos aterrorizado, con la inyección todavía en la mano. Camina de espaldas hacia la puerta, no se atreve a darse la vuelta para salir corriendo… Se mueve despacio o al menos a él le parece estar en una de esas películas antiguas donde va todo a cámara lenta, hasta que el soldado que supuestamente Khan había dejado muerto, empieza a toser como un condenado para poder respirar, apenas puede hablar. Saca una caja de metal de entre sus ropas y dice unas palabras incoherentes para vosotros hacia la cajita.

-10-45 coff coff 3-81 coff coff…

Aunque está ya oscuro el cielo y no os atrevéis mucho a encender fuego, conseguís encontrar con relativa facilidad agua y restos de comida no consumida. De las armas no hay ni rastro, es como si con vuestros compañeros se las hubiera tragado un enorme agujero negro… así que tendréis que contar con las que ya lleváis encima. Y de esa guisa os dirigís hacia el punto de encuentro con Tara. El viaje se hace largo y rápido al mismo tiempo, no paráis de tropezar con piedras y plantas varias pero al mismo tiempo, la falta de consciencia del tiempo que da la oscuridad de la noche hace que se pase rápido.  Finalmente consigues llegar con tu grupo al refugio de la noche anterior, donde supuestamente os espera Tara (o eso te dices a ti mismo, para no reconocer que has elegido la opción más cobarde). Llegas reventado, muerto de sed, sudado y lleno de picaduras de bicho. Odias el campo, definitivamente. Lo primero que ves es a Tara, un pequeño fuego disimulado dentro de la cueva y por último un montón de siluetas, entre ellas la de Abel.

-Ya te dije que entendería mi mensaje, Abel- dice la chica con aires de suficiencia. Abel gruñe detrás de ella.

[…]

-Salieron de la nada, eran muchos y bien armados, apenas pudimos escapar con las pocas armas que teníamos acabadas, reventaron el muro de estacas que habíamos levantado como si no fuera nada- Abel te pone al día a ti y a tu grupo de lo que ha pasado en el campamento.

-Se los llevaron a todos…- solloza Tara.

-Parecían salidos de un libro de historia…- dijo otro chico cuyo nombre  desconoces.

-Hay que encontrarles y rescatarles.

-Sí, sí- afirman varios de los presentes. Todos se os quedan mirando a ti y a Abel, esperan que toméis una decisión y los guieis en el rescate, como los líderes del grupo que sois.