Partida Rol por web

Cuando Atkinson tocó la mano de Jane, notó su temperatura calida y apetecible, la piel de sus manos era suave y tierna. De algún extraño modo pudiste sentir el leve lapso entre el audible latido de su corazón, y el tacto del fluido llegando por sus venas hasta el extremo de sus dedos que atesorabas entre tus manos.

Jane hizó un movimiento institivo de apartarse ante tu fría presencia pero al oir tu voz dejó que tomaras su mano y se levantó a tu lado mientras inspeccionabas la pared. Pero el incesante latido y la calidez de su tacto a penas te dejaban concentrarte en nada más.*

Attila empieza a gatear por la sala cuando de repente sus manos se encuentran un montón de material exparcido por el suelo y unos pasos se echan hacia atrás hasta contactar con la pared. Sin saberlo te encontrabas justo delante de Ahney que en su anterior intento de explorar el perimetro había tirado una mesilla metálica. 

Si agarras uno de aquellos objetos que apartabas sin quererlo con la punta de los dedos al rozar el suelo, te das cuenta al palparlo detenidamente que se trata de una jeringuilla bastante grande con una afilada aguja en el extremo*

Mientras me aferraba a la mano de Jane el hambre se acentuó. Sin lugar a dudas tenía que ver con su presencia, notaba los latidos de su corazón como si fuera una vocecita que me llamaba. Sentí una terrible atracción por ella, pero no por tocarla o besarla, sino como si quisiera comérmela. La tentación era muy fuerte pero conseguí resistirme soltando de nuevo su mano. Puede que fuera un poco brusco, pero en cuanto la solté aquella vocecilla se apagó, sin embargo, fui consciente de lo que aquello significaba. No sentía hambre como lo había sentido otras veces, algo me había pasado, algo había cambiado en mi, pues aquello no era hambre... era más bien sed.

Luché contra aquellas nuevas necesidades, ya habría tiempo para aquello cuando saliéramos de aquel lugar y palpé las paredes tratando de buscar algo. Estaba distraído, pensando en lo que me ocurría, y no fui capaz de encontrar nada, si es que había algo que encontrar. Debía estar loco si se me había pasado por la cabeza comerme a Jane, era muy... extraño.

- Estoy aquí, Jane - susurré - no te preocupes, estoy tratando de encontrar la forma de salir de aquí pero... me siento muy raro, creo que me han hecho algo... ¿tú estás bien?

Attila palpa el suelo encontrando cristales rotos exparcidos pero afortunadamente no se corta con ninguno de ellos ni con la afilada punta de la jeringuilla que sostiene entre las manos atterrorizado.

Los que hayan tenido éxito en la tirada de estudiar el ambiente empiezan a tener la ligera sensación de que hace más calor en la sala por momentos, aun qué se podría deber al efecto de drogas en vuestros cuerpos o lo que fuera que os hubieran hecho para dejaros inconscientes todo aquel tiempo. También localizáis que hay una parte de la sala que exhuma mas calidez, se trata del rincón nor-este.

Se siguen escuchando los sollozos ahogados del bebé, que por alguna razón se os antojan de lo más apetitosos, como si escucharáis el ruido del aceite hirviendo mientras un olor a rica comida entrara por vuestras fosas nasales. Aún que probablemente no asociáis el sonido a aquel bienestar y las ansias por comer, estas se despiertan con cada gemido.

Mi mano libre tiembla ligeramente y con la otra agarro fuerte la de Robert

- ¿Qué? ...no sé, me siento desorientada. Esto es muy raro

Le digo con un filo de voz, casi un susurro, temerosa de que toda aquella gente a mi alrededor pudiera escuchar mis miedos. No me apetecía hablar, solo quería salir de allí.

Al ver la falta de respuesta de todo el mundo, sobreentiendo lo que pensé en un principio: no había salida dejada en nuestras manos. Era lo más lógico.

El hambre en mi estómago rugía, de una manera que no lo había hecho hace tiempo... Y yo permanecía con la mano encima de mi vientre. ¿Sería el mono? Hacía tiempo que no lo pasaba... y realmente hacía mucho que no me metía un tiro... Pero no, tampoco se sentía como el mono.

Comenzaba a sentirme ansioso. Esperaba que tarde o temprano, más lo segundo que lo primero, apareciera alguien para explicarnos porque nos había raptado o algo similar...

Un fluorescente parpadea y los flashes de aquellas paredes salpicadas de sangre  por todas partes se materializan a vuestro alrededor.

El espacio grotesco se ilumina dejandoos rodeados de rostros desconocidos mirándose entre sí desconcertados.

La figura de Ryan encorvada delante de la pared era el mismisimo cuadro de la locura, con la piel pálida como la nieve y los ojos hundidos en un amasijo de pelo rojo alborotado y desordenado. A su alrededor podíais contar a otros 7 individuos incluyendoos a vosotros: Attila arrodillado en el centro con la jeringuilla entre manos tenía a su lado una camilla y un montón de lo que parecía material quirúrgico exparcido por el suelo.

Al extremo opuesto a Ryan había Robert de pié, un tipo corpulento con el pelo recogido en una coleta que sostenía la mano de una chica mucho más jóven con el miedo dibujado en el rostro y al lado de estos dos otra pareja; esta vez dos hembras, una mujer y una niña de no más de 6 años de rásgos parecidos. La pequeña se agarraba a la pierna de su madre, escondiendo entre esta y la pared sus mejillas mojadas y sucias. Aquella mujer de color que parecía su madre era quien había encendido la luz y su mano todavía reposaba sobre el interruptor

Un metro y medio en frente de Attila, estaba Ahney, la chica asiatica que abrazaba sus piernas. Finalmente Richard, al otro rincón completaba el grupo de extraños cuyos ojos oscuros fríos y calculadores recordaban los de una víbora acorralada.

Se podía leer la duda, el hambre y el malestar en cada uno de los presentes, pero había otra sensación que vuestros semblantes derrochaban con mas intensidad que ninguna, el miedo.

Y no había para menos al contemplar el lugar en el que estabáis, digno de la mas espantosa pelicula de terror. Todo el sitio estaba manchado de sangre reseca; eso explicaba el olor metálico y agrio junto aquella espesa humedad. Un olor que no tenía forma de salir de allí debido a la falta de agujeros de ventilación o ventanas de algún tipo.

Y en el centro, una camilla también ennegrecida por la sangre, vuestra sangre probablemente, sin embargo no había cortes o heridas en vuestros cuerpos que corraboraran tal hipótesis.

La única vía de entrada era una plancha de acero con una asa metálica que se encontraba justo encima de Ryan y parecía la puerta de una trampilla. Al lado de esta y también pegada al techo, una escalera metálica desplegable.

Con unos intermitentes destellos, el fluorescente fue tomando vigor poco a poco, y su enfermiza luz azulada empezó a alejar las sombras que cubrían aquel misterioso refugio. Algo dubitativamente al principio, casi con vergüenza… con miedo. Sin embargo, luego de algunos chispazos y un trémulo zumbido, el tubo se iluminó finalmente por completo, aunque apenas si conseguía emitir un aura tenue y malsana. De todos modos, Ryan se llevó la mano al rostro para protegerse de su luz.

Era extraño. La difusa luminosidad era débil. Demasiado débil como para erradicar por completo la oscuridad que se había adueñado del lugar. Pero aún así bastaba para lastimar los ojos del muchacho, para obligarlo a entrecerrar los párpados y a apartar la vista.

Quizás llevaba demasiado tiempo a oscuras. O con los ojos cerrados, en todo caso. Tal vez lo habían dormido, o drogado… ¿pero cuanto? ¿Un par de días? ¿Una semana? Eso explicaría el hambre atroz que le hacía arder las tripas.

A medida que los nuevos contornos se hacían visibles, los pensamientos de Ryan se apartaron momentáneamente de aquella ansiedad desesperante y omnipresente que le atenazaba la garganta. Poco a poco, la curiosidad empezó a ganarle al terror.

Sus ojos fueron estudiando una a una las figuras que ahora se descubrían ante él, tratando de ajustar aquellas nuevas sensaciones con las que lo habían impresionado desde un primer momento.

Allí estaba la niña que sollozaba, y la mujer que parecía consolarla. También estaba la pareja que había hablado entre sí en medio de la oscuridad, y el sujeto que había vociferado su desafío a la negrura. El de las gafas debía de ser el joven ansioso, el que parecía algo asustado, y de seguro había sido él o la muchacha asiática que estaba a su lado quienes habían hecho todo ese escándalo unos momentos antes. Todos parecían tan confusos y desesperados como el propio Ryan. Tan triste como pudiera sonar, no dejaba de ser un alivio…

Sin embargo, antes de que el silencioso joven pudiera terminar su análisis, un nuevo detalle surgió de entre las sombras para absorber por completo su atención. Por puro acto reflejo, o quizás por una macabra broma del destino, sus ojos se posaron en aquellas inmundas paredes cubiertas de sangre seca.

- Que mier… ???

La desagradable sorpresa, o tal vez el puro asco, hizo que se apartara con un respingo de la pared de ladrillos en la que se había apoyado, acercándose un poco al centro de la sala. Tal parecía que, a estas alturas, la repugnancia por su entorno era menos tolerable que la potencial amenaza que podían representar sus compañeros de angustias.

En cualquier caso, su nueva posición le permitió tener una visión mejorada de la habitación, y no tardó en descubrir la trampilla de metal que tenían sobre sus cabezas. Sin perder un instante, se inclinó para recoger la camilla que había en el suelo y procuró acomodarla justo debajo de la salida.

- Sostengan esto. – les dijo a los dos jóvenes que se hallaban cerca de los fragmentos rotos de instrumental – Que no se mueva…

La luz me golpeó como un mazo en la cara y por unos instantes mis ojos no pudieron ver nada. Me tapé la cara con el brazo en un acto reflejo y lo fui retirando poco a poco hasta que mis ojos se acostumbraron a la intensidad de la luz. En la sala había mucha más gente de la que hubiera podido esperar, y muy diversa, no había una conexión lógica (a priori) entre toda aquella gente... aquello era obra de un aténtico perturbado.

Casi sin darme cuenta apoyé mi mano sobre la pared ensangrentada, la sangre no estaba tan seca como parecía y note su contacto, como si tuviera vida propia y ardiese con un fuego interior. En parte esa sensación como de estar quemándote fue la que me hizo apartar la mano, que estaba ahora ligeramente manchada con aquellos restos de sangre.

El movimiento de los otros me sacó de mi fantasía y por primera vez desde que la luz se había encendido contemplé el rostro asustado de Jane. Tenía miedo y se aferraba a mi con fuerza pero, era ella, no había duda... y esa era todo lo que me importaba.

- Saldremos de esta, ya lo verás - le dije sonriendo, a pesar de las circunstancias

Una de las personas de la sala detectó lo que parecía ser la única salida, una trampilla metálica, y se apresuró a llegar a ella subiéndose a aquella desvencijada camilla que "decoraba" la estancia. Atendiendo su llamada de ayuda acudí para sujetar la camilla, tirando de la mano de Jane para que me siguiera.

- Hey, chaval - parecía un chico joven - que bueno que hayas visto la salida... intenta alcanzarla y yo sujetaré la camilla, puedes confiar en mi... Jane, sujeta por el otro lado - le dije señalándole la camilla - Pronto estaremos fuera de este lugar, ya lo vereis.

La luz se hace. Me descubro tirado en el suelo tiritando de miedo con una jeringuilla en la mano. Me doy pena. Por suerte alguien ha encontrado la salida.

Me acerco a la camilla y comienzo a sujetarla. Toda la fuerza que hagamos será poca, así que no escatimo esfuerzos en ayudar.

-Menos mal.-Digo levantandome del suelo.-Empiezo a tener hambre... Y quiero echar un vistazo a esto en un laboratorio.-Digo alzando la jeringuilla.-A ver si nos han hecho algo. Los demás ¿Querréis acompañarme o darme algún número de contacto? ¿O mejor vamos todos a un hospital?

Tras acomodar la camilla justo bajo la trampilla de metal, Ryan se encaramó sobre ella con cuidado, procurando no perder el equilibrio. En verdad, no era un sujeto particularmente acostumbrado a aquellas piruetas, más bien todo lo contrario. Y sus torpes movimientos pronto dejaron clara constancia de ello frente a todos los presentes.

A pesar de todo, Ryan sentía que la creciente ansiedad que empezaba a corroerlo por dentro debía que ser canalizada de alguna forma. Y preferiblemente una que implicara algún tipo de esfuerzo físico.

Tenía que hacer algo, cualquier cosa, pero tenía que hacerla pronto. O empezaría a gritar...

Así tras afirmarse con cierta dificultad sobre la bamboleante estructura, se estiró cuan largo era para intentar aferrarse a la escalerilla de metal que había junto a la trampilla.

- No tan rápido, compañero. – dijo casi en un susurro al muchacho de las gafas, mientras evaluaba concienzudamente la distancia del objeto que tenía sobre su cabeza – Todavía seguimos aquí dentro. Y quizás haya más sorpresas aguardando por nosotros.

- No se que mierda pasó. Pero no creo que termine acá…
 

Guardo silencio, apartándome con cierto recelo de todas esas superficies con sangre y otras inmundicias. Durante un segundo intento pensar el porqué de ese estado de la sala, pero rápidamente decido que es mejor no pensarlo siquiera.

Ahora que el ambiente está iluminado, miro alrededor para ver al resto de compañeros. No me extrañan las reacciones de algunos, pero no puedo evitar confundirme ante los comentarios de aquel joven con gafas. ¿Es que no se fijaba dónde estábamos? ¿Realmente pensaba que, tras esa trampilla, estaba la libertad? ¿Estaba totalmente seguro de que esta trampilla estaría abierta?

- Está claro que no será sencillo - digo, acercándome a donde la camilla, buscando un sitio donde la sangre no la cubriera para procurar tocar sobre metal - Recemos para que nuestro captor sea o un subnormal o un demente y nos haya dejado la salida abierta...

Se hace la luz y la escena que se cierne ante mi no me provoca otra cosa que ganas de gritar que reprimo. ¿Toda aquella gente había sido capturada y nadie sabía cómo? ¿Cómo era aquello posible?

Asentí ante el comentario de Roberte y me dirigí al otro lado de la camilla. Los hombres actuaban rápido y yo asumí la postura de la chica necesitada de protección, si necesitaba creer que íbamos a salir de allí.

Pero no podía quitar los ojos de encima de Robert. Durante aquel segundo que me había sostenido la mano había notado su piel extremadamente helada, como un trozo de metal y no hacía tanto frío como eso en la habitación. Además su rostro también había cambiado, desprendía un enigmático atractivo del que jamás me había percatado antes; había algo diferente en él, pero no puedo explicar el qué.

Agarré con fuerza la camilla mientras Ryan hacía bajar las escaleras

Vuestra vista se adaptaba a la luz que para Atkinson fue como recibir cuchilladas en los ojos.*

Con vuestros nuevos sentidos podíais percibir la realidad con una definición jamás vista, pero todo aquello parecía de lo más natural: las distintas tonalidades de rojo y negro en las manchas de las paredes, el sonido que las ruedas que la camilla producía al deslizarse y el estruendo de las escaleras cayendo con un golpe seco en el suelo y levantando una nube de polvo.

Así pues Attila trato de conservar aquella jeringuilla que encontró guardándola en uno de sus bolsillos. Había otras esparcidas por el suelo. Alguna de ellas rota en pedazos de cristal.

Ryan, con la ayuda de Attila, Richard, Jane y Atkinson empujó la escalera que cedió a su lado, dejándose caer y abriendo un camino hacía la trampilla de metal.

Ahora que Richard tenía a Jane tan cerca, podía sentir emanar de ella un aroma hipnótico. Un olor humano que te recordaba al sexo. La idea de que si conseguías tocar su piel recibirías una descarga similar a una ralla de la droga que tanto ansiabas, se implantó en tu cabeza como una verdad absoluta; sabías casi con total seguridad que un ligero roce con su cuerpo te haría pasar aquel mono insoportable, y ella estaba tan cerca que era solo cuestión de alargar la mano.

Personalmente empiezas a notar grandes cambios en todo lo que te rodea. Lo primero fue la luz, que penetró directamente en tu cerebro produciéndote un grave dolor de cabeza durante unos segundos.

Tras ello te das cuenta que ves las cosas de un modo muy distinto y que incluso percibes cosas antes invisibles a tus sentidos: puedes seguir cada una de las motas de polvo que la escalera levantó, intuyes su patrón de movimientos y puedes aislarlas del resto para verlas bailar.

El sonido del corazón de Jane no ha dejado de sonar a pesar de que te pusiste al lado opuesto de la camilla y si te fijas también puedes sentir el de aquella mujer negra y el de su hija, mucho más rápido. Cada uno de ellos con un ritmo y cadencia distintos y únicos. Incluso piensas que podrías adivinar sus movimientos con los ojos cerrados, solo por aquel ruido particular que cada uno desprendía.

Escuchas incluso el ruido del plástico contraerse en la suela de las botas de Ryan cuando este se incorpora sobre su eje una vez bajada la escalera