Partida Rol por web

Reglas del Club de Duelo: 

Los entrenamientos serán libres, no supervisados por el máster. Los duelos de competición se harán por turnos, en parejas. Comenzará atacando uno, eligiendo uno de los hechizos que se detallan más abajo. Para lanzarlo, deberá realizar una tirada de dados (1d10). El contrincante deberá escoger un hechizo defensivo y tirar de la misma manera (1d10). El que consiga mayor puntuación, se entenderá que gana ese asalto, consiguiendo 1 punto. Los duelos los gana quien primero consiga llegar a 5 puntos.

Hay hechizos tanto ofensivos como defensivos que valdrán 2 puntos en vez de 1, sin embargo, contarán con un penalizador de -2 a la tirada.

Lista de Hechizos:
Se encuentran marcados con * aquellos que consiguen 2 puntos y tienen penalizador -2.

Defensivos:
Arania Exumai, Expecto Patronum*, Expelliarmus, Fianto Duri, Fiendlocked, Impedimenta*, Liberacorpus, Partis Temporus*, Protego, Relashio, Riddikulus, Salvio Hexia*, Vipera Evanesca.

Ofensivos:
Confringo, Confundus*, Deprimo, Depulso, Desmaius*, Diffindo, Everte Statum, Expulso, Flipendo, Glacius, Incarcerous, Levicorpus*, Locomotor Mortis, Oppugno, Reducto, Rictusempra, Tarantallegra, Tragababosas*, Volate Ascendere, Verdimillious

Mis pisadas resuenan en el entarimado azul del vacío Club de Duelo, los pasos de Clarisse en cambio resultan tan silenciosos como los de un gato. A nuestro alrededor las llamas titilan alegremente, proyectando sombras danzantes desde los hacheros de las paredes y la enorme chimenea que preside la pétrea estancia.

A pesar de su considerable tamaño, los numerosos fuegos que arden en la habitación hacen que ésta resulte demasiado calurosa para mi gusto, casi diría que opresiva. Algo con lo que sin duda cuentan los organizadores de la competición para favorecer los intereses de Hogwarts frente a los de Durmstrang.

El movimiento enloquecido de las sombras se entremezcla con los dibujos en forma de media luna dorada del suelo. Sin embargo, me obligo a apartar la mirada de estas distracciones y también de los hipnóticos ojos verde-azulados de mi oponente.

—Tú atacas primero —invito a mi adversaria, realizando el saludo ritual y dedicándole una sonrisa confiada.

La chica tras estar al fin en aquel Club de Duelo con Nikolay y tenerlo frente a ella esperando que atacara, dudó unos segundos. No quería hacerle daño. Se quedó mirándole a los ojos unos segundos que para ella parecieron horas y una vez salió de su ensimismamiento cogió aire profundamente. "Allá voy" Pensó. Tenía ganas de probarse a si misma.

— ¡Levicorpus! — Pronunció sentenciosamente mientras apuntaba al chico con su varita.

Hago un esfuerzo por evitar que la sorpresa se refleje en mi rostro ante el diestro ataque de Clarisse. Su hechizo es complejo y durante un instante fatal me debato internamente sobre qué conjuro puedo utilizar para resistirlo que resulte al menos tan impresionante como el suyo. Ella ha hecho una apuesta arriesgada y yo no quiero malograrla con un sencillo protego pero es lo único que se me viene a la cabeza.

Ni siquiera tengo ocasión de conjurarlo antes de encontrarme suspendido bocabajo en el aire, balanceándome sin control sujeto por el tobillo por una invisible fuerza.

—Muy graciosa —protesto, completamente colorado por la vergüenza y por la sangre que se me acumula en la cabeza.

En tres ocasiones distintas trato de emplear un liberacorpus para soltarme pero lo único que consigo es terminar rodando como una peonza cabeza abajo. 

—¿Quieres hacer el favor de bajarme de aquí? —suplico, haciendo un ímprobo esfuerzo por conservar en mi estómago el almuerzo.

Para cuando mi socia devenida temporalmente en adversaria accede a bajarme, estoy tan mareado que tardo un buen rato en lograr reunir la suficiente presencia de ánimo como para acercarme a la pareja de candelabros de plata con cinco brazos cada uno.

—Lacarnum Inflamarae —susurro, encendiendo a mi orden dos de las cinco velas del candelabro de Clarisse. En el mío, todas ellas permanecen apagadas todavía; esperemos que por poco tiempo.

—Bien, prepárate —advierto a mi rival, regresando al entarimado azul y dorado—. Ahora es mi turno de atacar —le dedico un rígido saludo con mi varita, realizo un par de forzados estiramientos de cuello y apuntándola con mi varita de ébano rujo a continuación—: ¡Desmaius!

La chica al ver que su hechizo es realmente efectivo se sorprende, no se lo esperaba a decir verdad, pero eso no lo mostrará, claro que no. Sonríe complacida, una sonrisa de autosuficiencia chulesca digna de la Beauxbatons, ya era hora de que se mostrara tal y como es. Cuando el chico intentó bajarse él sólo, Clarisse, no pudo evitar reírse, aunque siendo educada tapó su boca. Cuando éste ya cansado de intentarlo sin éxito le pidió a ella que lo bajara, intentó hacerse la dura unos segundos, pensándoselo. Pero finalmente accedió, le daba pena en el fondo. 

Una vez el chico estuvo otra vez frente a ella con dos puntos en su marcador se preparó para lo que viniera. Desde el minuto en que Nikolay apuntó con su varita, ella comenzó a recitar en su cabeza como si fuera un loro de repetición. "Protego, Salvio Hex.." se encontraba a media palabra cuando el chico lanzó su hechizo. No tenía tiempo de pensar más hechizos de protección. Ese valdría.

— ¡Salvio Hexia! — Pronunció apuntando con su varita contra el hechizo lanzado. Justo tras hacerlo, cerró los ojos esperándose lo peor. Despertarse en el suelo rato después. Todo el rato que el chico quisiera en realidad. 

Pero no fue así en absoluto. De hecho, su hechizo protector fue tan fuerte que no sólo pulverizó el desmaius de su compañero, sino que consiguió empujar al chico, incluso para estar a punto de tirarlo al suelo. Clarisse, por unos segundos, no fue capaz de parpadear, totalmente asombrada. Pero, claro... Volvió a sonreír con aires de superioridad al chico. Dejaría que el chico siguiera iluminando las velas de su marcador, así sería más humillante. 

Se dio la vuelta dándole la espalda unos segundos, regodeándose, y además, pensando el siguiente hechizo. Se giró, quedo frente a Nikolay y con aún la sonrisa socarrona en los labios murmuró: 

— Depulso. — Esta vez esperaba que la "casi" caida al suelo del chico fuera efectiva. Tenía ganas de verlo ahora tirado en el suelo, tras verlo colgado del techo.

A penas puedo dar crédito cuando mi conjuro, diestramente ejecutado, se estrella inofensivo contra la barrera levantada por Clarisse. La fuerza del impacto me hace trastabillar y a punto estoy de perder el equilibrio.

Todavía incrédulo por el insuperable conjuro protector de mi adversaria, enciendo dos nuevas velas de su candelabro ya sin asomo de contrariedad. Ha demostrado ser una duelista formidable, mucho mejor que yo mismo y no me queda más remedio que rendirme ante la evidencia. La experiencia está resultando no solo una cura de humildad para mí sino una fuente de conocimiento para futuros duelos, no podría haber escogido una compañera mejor para entrenar.

Dar la vuelta a un 4-0 en mi contra teniendo a semejante adversaria en frente me parece casi imposible pero eso no significa que no esté dispuesto a intentarlo con todas mis fuerzas.

Esta vez sonrío sin afectación a mi compañera cuando realizo el saludo ritual y me preparo para dar lo mejor de mí mismo. Estoy tan cerca de perder el duelo que no encuentro razones para no hacerlo a lo grande, poniendo en práctica hechizos con los que no estoy demasiado familiarizado.

—Partis Temporus —recito con solemnidad, levantando entre nosotros una muralla de viento que ruge como un huracán y se alza hasta el techo devorando su sencillo sortilegio.

—¡Creo que aquí vienen los primeros puntos para el apaleado Kolia! —grito con alegría, tratando de hacerme oír por encima del ruido. Creo que no lo consigo a juzgar por la expresión de mi compañera, que cierra los ojos y se cubre el rostro con sus delgados brazos mientras el vendaval despeina su oscura melena. 

Con un gesto de mi varita hago desaparecer la invisible y ruidosa corriente de aire y no puedo evitar carcajearme sin maldad ante el aspecto desconcertado y desgreñado de Clarisse. Es la primera vez que veo que una Beauxbatons no está "perfecta" y eso la hace tan real, tan auténtica...

—Lacarnum Inflamarae —digo, apuntando hacia mi propio candelabro por primera vez y probablemente por última—. Lo lamento, no era mi intención.

Me doy cuenta de que digo la verdad y miento a la vez. Si bien es cierto que no era mi intención, no lo es menos que no lo lamento. No lamento nada de esto, que está resultando tan entretenido y tan enriquecedor al mismo tiempo. Creo que incluso nos está uniendo. Ya no veo en ella a una aliada puntualmente útil, sino a alguien a quien resulta difícil no admirar y respetar.

—Prepárate, ahora me toca a mí —advierto a mi adversaria, decidido a demostrar que este recién adquirido respeto hacia ella me obliga a no ponerle las cosas fáciles—. ¡Confundus!

Una vez el muro de viento se alza frente a ellos, Clarisse se lleva los brazos a la cara, esa ventisca la despeina entera y apenas le deja abrir los ojos. No escucha lo que dice su compañero, aunque sabe que ha dicho algo. Una vez el viento cesa, ella intenta hacer lo posible por arreglar su melena que hasta hace un rato estaba impecable. Chasquea la lengua con una ceja levantada hacia Nikolay. "Será..." Piensa para si. Se nota que el chico se lo está pasando pipa haciéndole eso. 

Ante sus palabras de disculpa, Clarisse emite una leve carcajada irónica. Eso no se lo cree ni él. ¿Qué lo lamenta? Ja. No es que conozca al chico de toda la vida, pero por lo que lo va conociendo, sabe de sobra, que no siente nada en absoluto. Pero aquello no le ofende ni le hace sentirse mal a Clarisse, al contrario. Le divierte. Sonríe mientras observa como se prepara para atacar de nuevo tras encender su primera vela. La chica preparada para el ataque varita en mano lo mira detenidamente. 

No se lo piensa dos veces, teniendo el hechizo del chico reciente, es el primero que se le viene a la mente, y también tiene curiosidad por ver si es capaz de conjurarlo bien. 

— ¡Partis Temporus! — Murmura con fuerza manteniendo la varita al frente.

El muro de viento se alzó superando al que Nikolay había conjurado hacía unos segundos por muy poco. El hechizo fue bastante potente, pero en defensa de el de su adversario, fue demasiado justo. Ambos hechizos chocan el uno contra el otro emitiendo un fuerte estallido y explotando ambos. Ambos hechizos parecían haber sido igual de fuertes, tanto que ninguno había sido capaz de derribar al otro. Entiendo Clarisse que en este caso, no había punto para nadie, volvió a probar con un nuevo hechizo ofensivo.

— ¡Desmaius! — Gritó con fuerza. Quería acabar con él antes de que pudiera remontar el duelo y ganarle. 

Me cuesta dar crédito a la impresionante muralla de viento que Clarisse interpone entre nosotros. Mi conjuro, prácticamente imparable se desintegra con el hechizo protector de mi rival y ambos conjuros estallan en una lluvia de chispas multicolores. Durante un instante me quedo embobado mirando el resultado de la colisión de ambos sortilegios pero en seguida me llega la voz de socia preparándose para atacar de nuevo.

—¡Salvio Hexia! —recito apresuradamente, con la esperanza de poner en práctica con éxito el conjuro que ya utilizó Clarisse al principio del combate para anular mi desmaius. Está claro que ella es una absoluta experta en este hechizo pero yo quiero demostrarle que aprendo deprisa.

Mi barrera protectora resulta deficiente, pero resiste el impacto de su conjuro más por demérito ajeno que por mérito propio. Mi risa nerviosa pone de manifiesto que me siento tan sorprendido como el que más por el resultado de este asalto. Comparado con su salvio hexia anterior, el mío apenas si puede llegar a considerarse una copia barata. "Defensa contra las Artes Oscuras" no era precisamente mi asignatura favorita en Durmstrang.

—Pareces cansada, ¿quieres que lo dejemos aquí? —pregunto a mi compañera dedicándole una sonrisa lobuna y encendiendo dos velas más en mi candelabro. Contra todo pronóstico, ahora estamos igualados y me toca atacar a mí—. Lo has hecho bien y no quiero que vayan diciendo por ahí que no te di la oportunidad de aceptar las tablas antes de ganarte.

La chica empieza a ponerse nerviosa, claramente. Nikolay está empezando a remontar de forma notable y eso le está alejando la victoria de sus manos. ¿Cómo ha podido darse la vuelta tan rápido? Al ver que el chico para su último hechizo facilmente, entorna los ojos. Se lo esperaba. Su Desmaius no había sido para nada efectivo. Ahora ya estaban igualados. Todo se la jugaban a un último turno. Alza las cejas realmente sorprendida cuando su contrincante le propone dejarlo ahí. 

— ¿Me tomas el pelo? De ninguna manera pienso rendirme. Esto se acaba. Claro que sí. ¿Es que acaso tienes miedo? — Sonríe de forma provocativa, incitándole a seguir. Ella quería ganar. Sabía que ganaría. Ella siempre gana. No hay lugar a dudas. — Vamos, te toca atacar. Lanza. — Murmura preparándose varita en mano hacia él. 

Antes de que ni tan siquiera el chico se prepare ella ya está recitando en su cabeza posibles hechizos protectores para estar preparada.

Me encojo de hombros con fingida despreocupación cuando lo cierto es que me alegro sinceramente de que Clarisse esté tan decidida a llegar hasta el final como yo mismo. Termine como termine el duelo, habrá resultado una experiencia enriquecedora. Ahora solo queda esperar que la victoria se decante en mi favor.

—¡Rictusempra! —exclamo, deseoso de no proporcionarle un final muy amargo a mi esforzada rival.

La chica ya estaba preparada, claro que lo estaba. En el mismo instante en que escuchó como su compañero formulaba el último hechizo, ella ya estaba lanzando el suyo de protección. Varita en mano pronunció con gran decisión:

— ¡Protego! — Justo tras decir aquellas palabras puso todas sus fuerzas en él. "Por favor, por favor, por favor." Pensaba pidiéndole a Merlín un poco de fuerza.

Poco familiarizado con el conjuro que lanzo, su ejecución resulta deficiente frente a la sobria demostración de Clarisse. He pecado de condescendiente y he pagado caro mi error. No necesito que mi adversaria me diga nada para encender de motu propio la quinta y última vela de su candelabro de plata.

—Mi más sincera enhorabuena. Solo espero que algún día me concedas la revancha —digo con sorprendente deportividad y buen humor, sin un ápice de rencor. Ha sido mejor que yo y la justa vencedora de nuestro duelo—. Hasta entonces, me alegro de que esto haya sido un entrenamiento a puerta cerrada y confío en que no vayan circulando rumores por ahí de que he sido vencido por una estudiante brillante de cierta escuela francesa.

Una lechuza entra volando en ese momento para notificarnos que esta noche se harán públicos los resultados de la prueba de Cuidado de Criaturas Mágicas. Tengo que prepararme para la ceremonia de modo que aquí concluye nuestro primer duelo.

—Mademoiselle Delacroix... —me despido, ensayando una afectada reverencia sin poder contener una sonrisa.

Clarisse sonríe triunfal al ver que el chico enciende la última vela de su marcador, el cual anuncia su victoria. La chica se contiene, no da el salto que hubiera dado de no estar frente a él, debe comportarse. Pero en su interior está dando saltos de alegría. La chica asintió ante las palabras de Nikolay, pero no estaba tan segura de si guardaría aquel secreto. Le corría la necesidad de ir contándolo por ahí. Sería genial. Pero al menos por ahora, se contendría. Hizo una reverencia cual princesita, cogiéndose la falda y bajando la cabeza al chico. 

— Monsieur, Poliakov. — Murmuró con voz melosa observándole ir. Tras él, salió ella también para asistir a la ceremonia donde entregarían las medallas.

Tras haber dormido una cantidad de horas considerable, y después de haber tomado un desayuno copioso, Aline acudió al lugar que había acordado con Vitaly el día anterior. Se sentó en un banco, y lo esperó allí.

Despertó en la madrugada como todos los días, pero, a diferencia de otros días, se encontró con la sorpresa de estar encima de la cama, sin siquiera haberse cambiado el uniforme que se había puesto. Suspirando, el muchacho salió de la cama y buscó en su bolso su ropaje para el día. Yendo a la ducha, mientras se bañaba Vitaly miraba el agua fluir de su pecho desnudo, bajando hacia sus piernas; al salir, ya vestido y peinado para otro día, Vitaly fue donde el comedor, donde se sirvió su desayuno matutino, el cual era común para todos los estudiantes de Durmstrang en el barco. Mientras comía, el muchacho pudo ver a la distancia a Kolia, quien estaba ocupado en sus propios asuntos, varios puestos lejanos a él; tras observarle unos segundos, Vitaly suspiró y volvió a comer.

Al finalizar el desayuno, Vitaly miró con atención el estuche que estaba escondido en su abrigo: un estuche que contenía su preciada varita de alerce, la cual desprendía un olor a azufre. Yendo a su habitación, arregló el resto de cosas que necesitaba, y entonces abrió su libro color carmesí, la cual estaba en desuso hace dos días. Al estornudar por abrir el libro olor rosas y azufre, escribió en ella, en su idioma natal, una plana entera. Al terminar, lo cerró y suspiró.

Mientras caminaba en el sendero hacia el colegio, Vitaly notó que su entorno se había tornado más gris. Los alumnos que recorrían los pasillos con entusiasmo, algunos días atrás, ahora paseaban cabizbajos. Un silencio inusual, haciendo que el muchacho se rascase el cuello ante el sonido monótono de sus pasos que rompían un ambiente desolado y, entendiendolo así Vitaly, sepulcral. Para cuando se acercó a la arena gracias a la indicación de algunos alumnos que paseaban por el lugar, Vitaly observó a la distancia a aquella... Aline, la muchacha de cabellos dorados que miraba hacia el suelo. Aquellos ojos verdes que brillaban le hicieron no estar conciente de que, mientras caminaba, uno de sus cordones se había desabrochado; en un movimiento torpe, el muchacho pisó uno de estos y perdió por un momento el equilibrio; aunque pudo incorporarse rápidamente, no pudo evitar soltar un pequeño alarido de advertencia, así llamando la atención de ella. Avergonzado, el muchacho se limitó a mirarla desde la distancia, manteniendo su semblante estoico pero haciendo notar sus manos temblorosas por la verguenza.

> Buenos Días.

Aline se hallaba perdida en sus ensoñaciones cuando, de repente, escuchó un alarido. Alzó la vista, nerviosa, y vio a Vitaly, a unos metros de distancia. Comprobó que no le pasaba nada pero, de todas maneras, se dirigió corriendo a donde se encontraba para preguntarle si estaba bien. Sin ser consciente de ello, comenzó a sonreír a medida que se acercaba a él, y no puedo evitar darle un gran abrazo, que duró un par de segundos.

—¡Buenos días! ¿Qué tal estás? Gracias por la invitación, es una buena idea, así podemos practicar—mientras hablaba con él, retiró su varita, hecha de peral, del bolsillo interior de la capa— ¿Qué te parece si empiezas tú?— le dijo, sonriendo.

Vitaly, tras su bochornoso fallo, vió que la muchacha se acercó lentamente hacia él mientras se agachaba para abrocharse la bota que se había desatado. Para cuando se incorporó, el abrazo de ella lo tomó por sorpresa, mientras sentía que apoyaba su mentón en su hombro, los brazos delgados de ella envolviendo su espalda y el olor a rosas que inundó de golpe en su nariz; en un acto reflejo, justo cuando ella terminó de darle dicho abrazo, acercó su brazo para estornudar con fuerza, suspirando mientras se rascaba la nariz. Para cuando se recuperó, Vitaly escuchaba a la muchacha hablarle mientras sonreía ella, y él, sólamente escuchándole, se fijó en cómo ella sacaba la varita que tenía escondida en su estuche.

Al mirarla, Vitaly notó la extraña y peculiar madera de dicha, y tras unos segundos recordó de qué material pertenecía; cuando ella terminó de hablar, el muchacho suspiró y asintió con la cabeza, sonriéndole a ella, mientras entraba al salón del club de duelo. El salón estaba vacío, dejando un silencio tal que sólo los pasos de ambos subiendo la tarima hacia el pequeño campo de batalla sonaban en dicha; para cuando dió la espalda, su sonrisa se desvaneció, dejó su bolso en la tarima y respiró profundamente; de espaldas a Aline, cerró los ojos y ,por unos tres segundos, Vitaly se quedó inmovil, en silencio, mientras sus manos estaban apretadas en forma de puños. Entonces se dió nuevamente la vuelta y tiró su abrigo hacia un lado de la sala, mostrando así su atuendo de escuela, su estuche donde estaba su varita, el cual abrió y sacó de ella su Varita de Alerce. Para cuando la sacó, esperó un segundo, mientras miraba profundamente a Aline; aquella muchacha... aquella muchacha dulce... no era más que un obstáculo, un oponente...

Debía demostrar que él era más fuerte que ella.

Movió su brazo con vigor, y de sus labios salieron unas palabras de un volumen moderado pero con una voz gutural: "Confrigio".

Mientras el hechizo salía con potencia hacia la muchacha, uno que se veía imponente por su color rojizo, el cual olió a azufre y el cual produjo una sensación de calor mientras pasaba en el aire hacia ella. 

Entraron en el club de duelo, que estaba vacío. Aline se consoló al saberlo, ya que le apetecía disputar el duelo de manera tranquila, sin nadie que la evaluase, como si se tratase de las pruebas del torneo. Antes de subir a la plataforma en la que tendria lugar el combate, apoyó la pequeña mochila en la tarima. Con cierta dificultad, debido a su baja estatura, subió a la plataforma, y no se arrepintió de haberse vestido con ropa «muggle» para la ocasión, ya que el uniforme habría limitado su movilidad. Sin embargo, llevaba una túnica azul con el emblema de la escuela.

Vitaly se despojó de su abrigo, y alcanzó su varita. La miró profundamente, y Aline le correspondió, con expectación, imaginándose cuál sería el hechizo que elegiría para atacarla. De repente, Vitaly movió el brazo con vigor y lanzó un hechizo Confringo. Aline divisó con cierta dificultad la trayectoria de la maldición explosiva, y apuntó con su varita hacia la direción que seguía, y gritó el nombre del encantamiento escudo con el objetivo de impedir que el hechizo la alcanzase. Afortunadamente, la barrera que había creado poseía bastante resistencia, por lo que el hechizo no la atravesó. 

Aline suspiró aliviada, y felicitó a Vitaly por su actuación.

Ató sus cabellos en una coleta, mientras miraba fijamente a Vitaly. Cuando terminó, respiró profundamente, estiró el brazo con un movimiento rápido y seco, y exclamó: ¡flipendo!