Partida Rol por web

El vehículo no tardó en llegar a su destino. Bajo la luz de las farolas que se sucedían a ambos lados de la calle apareció el depósito de cadáveres. Éste se trataba de un pequeño edificio el cual se encontraba convenientemente situado junto al hospital local. De aspecto blanco y antiséptico, una sucesión de pilastras flanqueaban cada uno de los grandes huecos verticales que se abrían en la fachada. Una gran escalinata en un lateral de la fachada rompía la simetría e indicaba dónde se localizaba la entrada.

Tras desconectar el motor el heterogéneo grupo se dirigió al interior. Un desocupado escritorio de secretaria les recibió a un lado de la entrada. Tras avanzar un poco más se advirtió, tras un discreto rótulo situado a la izquierda, una oficina acristalada, el rótulo rezaba "Dr. Franklin, Juez de Instrucción". A la derecha había lo que parecía una pequeña sala de espera, varias sillas, una mesa de café, algunas revistas, una planta y una puerta que daba hasta la parte trasera del edificio.

Cuando se cerró la puerta, un hombre pequeño, calvo, que viste una larga bata, apareció bullicioso a través de la puerta al fondo de la sala de espera. Tras secarse su cara con un pañuelo arrugado, lo utilizó para limpiar su mano...

El hombrecillo tras frotarse la mano la tendió a los recién llegados.

-Buenas noches caballeros... Y señorita. -Añadió tras advertir a la mujer. -Soy el Doctor Franklin, Thomas Franklin.

Poca a poco el ir asimilando la terrible noticia de su tío Freddy, y el hecho de ir acompañado por sus amigos a la morgue; iba reconfortandole y devolviendole la compostura. Una compostura acorde con sus estudios, clase social y personalidad: seguro de sí mismo.
El ofrecimiento de su amigo a llevarles a todos en su coche fue un bonito gesto, puesto que al profesor no le apetecía conducir. Richard demostró ser un excelente conductor, rápido y efectivo, respetando las normas de circulación, aunque a esa hora tampoco es que hubiera demasiado movimiento de coches y peatones.
Al llegar al edificio el motor del vehículo se detuvo. Se bajaron y empezaron a subir por ls escaleras que conducían hasta la entrada principal. La soledad del lugar era acorde con el silencio de la morgue.
El Dr. Franklin, juez de instrucción del condado, hombre de baja estatura y vestido con una bata blanca en cuyo bolsillo superior izquierdo podía leerse su nombre bordado, les recibió en el interior.
-"Buenas noches Dr. Franklin. Mi nombre es Charles Dielh" se presentó el profesor. -"He venido a reconocer el cuerpo de mi difunto tío.....Espero que pueda darme más detalles de los que me dió por telefono....de ese trágico incidente"suspiró.

Al tenderle la mano al forense, Charles no pudo evitar advertir que su mano estaba empapada de sudor.

-Lo lamento, no puedo decirle nada, al menos hasta que reconozca el cuerpo y confirmemos la identidad del fallecido. –Respondió mientras se rascaba la coronilla.

-Sus acompañantes deberán permanecer en la sala de espera. –Añadió al advertir un amago en uno de sus interlocutores

Richard estrecha la mano que le tiende el doctor cuando le llega el turno. Con un poco de suerte, el reconocimiento será rápido y lo más indoloro posible para el pobre Charles, piensa, verle así me hace un nudo en el estómago. Va a echar mano al paquete de cigarrillos en su bolsillo, cuando el doctor, malinterpretando su movimiento, le aclara que no pueden acompañar a Charles. Se encoje de hombros y enciende un cigarrillo.

Catherine, de igual manera que sus compañeros, extiende una mano para saludar al Dr. Franklin. Al advertir el sudor que empapa su mano, dibuja una mueca en su rostro, tratando de mantener la compostura.

Al parecer, la postura del doctor es inamovible. Nada que le preocupe, pues no tenía ni interés ni intención de entrar a una sala a ver cadáveres. Se deja caer en una silla, asintiendo levemente a Charles para mostrarle su apoyo. 

- Encantado Dr. Dice Robert mientras estrecha la mano sudorosa del forense. Cosa que le extraña, pues no hace tanto calor y la morgue debe de ser un lugar refrigerado, o por lo menos fresco. Aunque existen mas motivos que pueden hacer sudar a un hombre. - Verá, el caso es que mi amigo aquí presente, nos ha pedido que le acompañemos y me gustaría estar con el durante el reconocimiento, para que no se sienta solo, ya sabe, los momentos así son muy duros. Siempre y cuando no tenga inconveniente, no pretendo buscarle problemas.

-"Por fin en la morgue, por fin podré reconocer el cadáver y darle sepultura a mi tío" pensó al estrechar la mano del Dr.
Sin embargo, fue ese detalle el que le hizo despertar de ese estado de melancolía, tan pasivo y vanal. Sus sentidos se pusieron alerta, tanto misterio alrededor de la muerte de su tío el aventurero y ... ahora ésto. La actitud y presencia del Dr. fue la gota que colmó el vaso.
-"Agradezco su esfuerzo y trabajo, sin embargo, no me siento con fuerzas para hacer esto sólo." dijo el profesor seriamente -"Les he pedido que me acompañen al reconocimiento, no que se queden aquí.Todo aquel que quiera entrar conmigo lo hará, de lo contrario yo no lo haré" se plantó Charles enérgicamente.
Poco a poco se recuperaba del duro golpe, y la personalidad del profesor Charles: enérgica y segura, se hacía ver.
-"No creo que haiga muchas personas... vivas.. en la morgue, por lo que un par de personas en la sala no les molestará. Además, todos los presentes queremos acabar con esto cuanto antes, por lo que demorar el reconocimiento estando aquí, es absurdo. ¿no cree Dr.?" finalizó su discurso mirando fijamente al Doctor.

-Lo lamento, son las normas. -Sentenció el forense sin intención de discutir mucho. Aquel había sido un día muy largo y una excursión al depósito no era como lo quería terminar.

-Por favor acompáñeme señor Diehl. -Le invitó mientras atravesaba la sala de espera rumbo a una de las puertas la cual se situaba al final del área. Al abrirla se insinuaba un corredor, antes de entrar se volvió a dirigir al grupo que quedaba atrás insistiendo en su mensaje: 

-El resto puede esperar aquí. 

Y la puerta se cerró dando la conversación por terminada

Tras el golpe de la puerta se hizo el silencio, un silencio angustioso y desagradable por el lugar en el que se encontraban. Tras un breve vistazo se confirmó que aquella sala de espera en ningún momento buscaba la comodidad de sus visitantes y su espíritu iba acorde a la poca empatía del doctor.

En aquel momento la puerta que daba hasta la parte trasera del edificio atrajo su atención... Podrían esperar pacientemente a su amigo... O salir y ver lo que sucede en la habitación anexa...

Al cerrarse la puerta el extraño olor que flotaba en el aire se hizo más denso tornándose en desagradable.

-Siento lo del olor. -Se disculpó el doctor.- Verá, nuestra unidad de refrigeración se ha averiado, y la pieza de repuesto no estará disponible al menos hasta dentro de una semana.

La galería en la que se encontraban era bastante ancha. Mientras la recorrían llegaron a una pequeña puerta la cual se situaba a mano izquierda, esta era una puerta metálica con una vidriera que permitía ver su interior. Al final se vislumbraba otra puerta y dada la luz que se filtraba parecía tener también un hueco en esta; frente a esta se encontraba otra puerta de doble hoja.

El doctor se detuvo de nuevo, tras limpiarse su rostro con su pañuelo ya húmedo del sudor se disculpó lacónicamente.

-Lo siento. -Tras tragar visiblemente saliva prosiguió: -Esto será bastante desagradable. Verá, el estado del cadáver es... Uhm... Extraño.

Como si aquellas extrañas palabras fuesen una carta de presentación, rápidamente se dirigió hacia la puerta y la abrió. En el interior se encontraba una mesa sobre la que colgaba una lámpara. Junto a esta una encimera con un fregadero y bandejas de instrumental quirúrgico de diferente índole se encontraban cuidadosamente colocadas, algunas de estas herramientas eran fácilmente identificables, otras de formas más extrañas sólo permitían conjeturar el uso que tendrían. Al fondo se encuentra una puerta doble y junto a la mesa se localizaba una camilla con un cuerpo cubierto con una sábana...

Una pequeña ventana era toda la luz que tenía la estancia.

Richard aspira un poco del humo maloliente que emana su cigarrillo, tosiendo ruidosamente después. Reponiéndose, se vuelve a sus compañeros.

- Parece que tenemos todavía un rato en esta...hum...agradable sala. Se les ocurre algo con lo que ocupar nuestro tiempo?

Anonadada, miraba con expresión de desagrado al doctor. Estaba acostumbrada a recibir un trato, como poco, amable, por lo que la situación consiguió desbordarla. Cuando su compañero salió de la sala, la desgana podía palparse en el ambiente. Richard preguntó si a algunos de ellos se le ocurría algo con lo que matar el tiempo. Suspirando miró a su alrededor, fijando la vista en la puerta cerrada y frunciendo el ceño.

-Ese doctorucho me ha tocado las narices. ¿Quiere que nos quedemos aquí quietos, calladitos y sin tocar nada? Que no cuente con ello, al menos por mi parte. No se juega con Catherine Leed.

Era consciente de que su actitud era la de una niña pequeña a la que le habían negado un caramelo. Pero también sabía que le importaba poco. 

- Estoy de acuerdo con la señorita Leed, creo que deberíamos echar un vistazo, el tipo, no me da buena espina ni tampoco la misteriosa muerte del tío de Charles. No le he dicho nada, por no parecer insensible, pero creo que el también esta empezando a sospechar que algo no va bien. Robert, hace una pausa y mira hacia el pasillo por donde se han ido los dos hombres y luego hacia la puerta de lo que parece un oficina. - Podríamos echar un ojo en la oficina. Richard, usted podría quedarse aquí, y toser fuerte si alguien se acerca. Siempre y cuando les parezca bien y estén dispuestos a pasar la mayor vergüenza de sus vidas si nos descubren. Termina Robert entre risas.

La rapidez y el tono con que le contestó a Charles el Dr. no eran propias de las circunstancias. Eso sólo ponía más en alerta al profesor.
Viendo como se alejaba, y desaparecía tras la puerta el maleducado Dr.
-"Entraré solo, pero estén alerta por si les necesito. Toda esta situación es de lo más extraña" les dijo el profesor Charles a sus acompañantes.
Dicho esto no tuvo más remedio que seguir los pasos del doctor hasta la sala, en la que finalmente podría reconocer a su difunto y querido tío.