Partida Rol por web

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Los siete jóvenes, cuatro muchachos y tres mujeres, avanzaban sin temor por aquel profundo cañón nevado.  Sabían que la prisa los impulsaba, que debían llegar a algún paraje de aquel lugar.  Cinco de ellos reconocían el paisaje, o al menos eso creían, sin embargo todo, sus recuerdos y la realidad misma, se encontraba envuelto por una extraña neblina.  Se sentían ajenos al tiempo, presentes tanto en el futuro, como en el pasado y el hoy.  Era extraño pero comprensible, sobre todo para Grumman quién hacía ya casi veinte años frecuentaba aquella sensación.

Zib se mostraba inquieto, algo preocupado, Bathory en cambio se sentía confiado, sostenía la mano de Miriel con firmeza y le dedicaba una agradable sonrisa mientras la mujer se cubría la cabeza con la capucha de su túnica a causa de la reciente nevada.  Elena dialogaba mentalmente con Dimas, ambos se sentían más cómodos expresándose de aquella forma, Markus por su parte prefería el diálogo físico y con frecuencia le costaba mantener su boca cerrada.  Hoy o quizás ayer o mañana, no podían decirlo con certeza, Markus se hallaba taciturno, mantenía un silencio tenso y sus sentidos se habían agudizado tanto que era capaz de distinguir la caída de los copos de nieve en su pelaje.  El joven Gnoll se detuvo inesperadamente, alzó la mano indicándole a los suyos que guardasen silencio e intercambió una mirada con Grumman, aquello bastó para que se entendieran, no hizo falta palabra alguna, ya fuese física, mental o espiritual.  La mirada del Gnoll había transmitido a Grumman que el peligro estaba cerca, demasiado cerca quizás.

Hacía poco más de veinte minutos Markus se había adelantado y había visto cruzar por el valle un grupo de peregrinos, primero supuso que ellos podrían ser el enemigo que buscaban pero luego, al percibir a los cinco cachorros humanos comprendió que no lo eran.  El hombre que conducía al grupo tenía algo peculiar y la mirada aúrica del Gnoll confirmo sus sospechas, aquel hombre escondía un inmenso poder y las dos mujeres más jóvenes no se quedaban atrás.  Cuando intentó utilizar su visión con la mas anciana de las mujeres y los pequeños todo se volvió negro, intentó nuevamente y el resultado fue el mismo, algo le impedí percibir el aura de aquellos seres y pese a que se sintió intrigado decidió que aquel no era el momento de descubrir por qué.

Poco después de que el grupo de viajeros pasara se topó con los rastros de aquellos a quienes buscaban.  Doce integrantes de la raza maldita avanzaban detrás de la caravana de humanos.  Con premura volvió donde sus compañeros y juntos decidieron emboscar a los cazadores.

El momento había llegado.  Los guerreros adversarios se aproximaban por el cañón, disponían de algunos minutos todavía para terminar de planear su estrategia, contaban con armas, formas híbridas y magia, poderosa magia para acabar con los doce enemigos y sobre todo, poseían la sorpresa, algo que, si se sabía aprovechar, podía decidir la más cruenta de las batallas.

Los Dominios de Morfeo

Elena

Los guerreros venían, lo había sentido. Miré a mi alrededor, no estaba sola, eso era tan bueno e importante como la mejor arma. "No hay que tener miedo", pensé.

-No tengamos miedooo... seamos como el agua, que se adapta, cambia, muta, según su recipiente...

Miré a mis compañeros: Zib, Bathory, Miriel, Grumman y también Markus. La tormenta era fuerte y algunos de sus rostros se escondían en sendas capuchas. Yo también tenía una, y sentía frío y algo de miedo, pero no demasiado. Era ansiedad y expectación lo que emergía de mis entrañas.

"Este era el enemigo. Vamos a enfrentarnos cara a cara..."

Apreté los puños y me pregunté si estaría preparada para tal momento. Pensé que si ahora era el momento por algo sería; no antes, no después sino ahora. Todo tenía un sentido.

-¿Estamos listos? ¿Verdad que sí? Miriel... no temas... estoy contigo.

 Los dominios de Morfeo

Los Dominios de Morfeo

Elena

Mi armadura, debajo del traje de lino, era una coraza de agua sólida. Algo que solamente las gentes de mi pueblo conocían, y ellas me habían transmitido la magia que la creaba a través de los delfines, sus mensajeros. No era hielo, era una mezcla de agua, y magia que la endurecía como el hierro pero la hacía liviana como el aire.

Saqué mi arco y preparé una de mis flechas. Cuando explotaban, ni bien impactaban en el enemigo, las puntas de las flechas se convertían en agua tóxica que envenenava sus cuerpos y los debilitaba.

Si eso no resultaba, podía usar mi magia. Magia poderosa, aprendida en las profundidades del océano.

También podía llevarlos al mar y ahogarlos. Había aprendido un canto mágico, irresistible para algunos, que los arrastraba conmigo pero ellos, muchos al menos, a diferencia de mí... no podían respirar bajo el agua.

-Vamos chicos, estamos preparados... espero que ellos lo estén, porque les va a costar esta osadía de atacarnos.

Despues de quien sabe cuanto tiempo, el grupo volvia a compartir una empresa sin igual. Quizas habian pasado años, habian aprendido a manejar sus cuerpos, almas y espiritus. Conocian o podian intuir y vislumbrar algo mas acerca de sus destinos. Ahora podian decidir, defenderse y pelear por lo que era justo y digno para cada uno de ellos. A pesar de cuanto hayan vivido y aprendido, las esencias basicas y naturales, sin importar apariencias o tamaños, seguian las mismas.

"¡Claro que no tengo miedo!" -respondio con un gruñido Zib a Bath. No, no era miedo. Pero era algo. Una sensacion desagradable. Una sensacion que de de pequeño creia que solo el frio y el hambre podian traer, pero que de grande, para su propio disgusto, se dio cuenta que habian demasiados mas motivos.

"Por cierto, tu estas muy inquieto. Descuida, pronto habra accion para todos, pero por ahora trata de calmarte y no sentirte atraido por el primer objeto rojo y brillante que veas a la distancia" -replico el hombre a su compañero.

Aun asi, cada uno de los presentes a su modo, se iban preparando para la inminente pelea.

Si bien aquellas nevadas, hacian mas lento a Zib, habia aprendido que era una fuente de poder sin igual. Le habia costado mucho trabajo, pero finalmente habia podido aceptar el origen de los elementos. Y asi, poder manipularlos y modificar su entorno para su mayor comodidad. No coveniencia. El mundo no era un juguete. Pero la manera de entender su poder era justificado con el mejor desarrollo posible. Y no se puede combatir si no esta comodo en todos los aspectos posibles. Lo unico que aun le traia problemas era el hecho de que los pelos de las manos se le chamuscaran con frecuencia.

El grupo sabia que sus adversarios se acercaban. Zib acomodo su hacha sobre el hombro, en su estado de quietud, era un gran trozo de hielo que por dentro corria agua como si un maremoto se tratara. Aqulla pieza, como si de voluntad propia se tratase, se negaba a ser una facil y comoda carga, a menos que se la emplease en el fulgor de la una batalla. Entonces, cuando debia ser manipulada, se volvia tan agil como un pez en la corriente, y solo cuando impactaba en el enemigo se volvia solida como el hierro congelado por miles de años.

Salvo Zib, quien poco a poco se acostumbraba a ella, al resto le resultaba imposible cargarla. Al parecer, con su dueño era algo mas ligera, pero cualquier otro individuo intentaba cargarla su peso se llegaba a triplicar. Siempre disgustado por ello, a su vez le divertia al joven, sobretodo porque sabia que cuando se transformaba en medio oso, aquella hoja por mas que lo quisiera, no presentaba peso o dificultad alguna. De hecho, parecia que le molestaba ser cargada por una silueta humana. Pero como Bath, a Zib le agradaba molestarla.

El hombre oso fue concentrando su poder en el centro de su estomago, parecia ironico y hasta gracioso, pero el, como muchos otros, sabian que alli residia toda su capaciadad. Imaginaba una gran esfera azulada con un movimiento ciclico en su interior que desprendia pequeños ases de luz violeta y celeste. Ese era su poder. Mientras lo mantenia quieto, sus capacidades se encontraban dormidas. Pero como su hacha, a medidia que Zib lo desease, podia hacer que el agua que contenia dicha esfera se volviese mas rapida, violenta y poderosa, hasta el punto de estallar por completo, haciendo que la furia interna dormida se expandiese. Nunca lo habia necesitado. Sabia que el dia que tuviese que hacer algo por el estilo, seria durante un breve periodo imparable e incontrolable, pero luego de ello necesitaria, tal vez de dias, para recuperarse.

Pensar en el centro de su poder era siempre reconfortante. Por eso, se preocupaba por proteger bien aquella zona. Llevaba, ademas del pelaje natural, una remera de lino azulada que se acomodaba a sus cambios fisicos a la perfeccion, como una cota de mallas que en este momento le quedaba algo mas grande de lo que deberia ser pero llegado el justo instante le calzaria a la perfeccion. Encima de ella el vapor que se extendia desde su espalda, cubria parte del torso y gran parte del gran estomago tambien.

Aquel vapor, parecia una neblina que acompañaba a Zib a donde este fuera. Era casi imperceptible, aunque esto variaba de acuerdo al clima. Lo llevaba en ese estado cuando no lo precisaba de otra manera, pero siempre podia cambiar su forma a uno mas liquido o solido conforme lo viese la situacion. Aunque no era muy diestro con el escudo, de esa manera, podia manejarlo con la magia.

Zib volvio a acomodar su hacha y alzando la mano derecha, estar se prendio fuego en unas llamas azules que lo envolvian hasta la muñeca. La nieve cercana pronto comenzo a derretirse, pero el agua que caia quedaba suspendida a unos centimetros del suelo esperando las ordenes del joven hechizero.

Respondiendo a Elena, la mujer de las aguas, Zib dijo con mas animo: "Claro, que estamos preparados".

Los dominios de Morfeo (1)

Dimas sonrió ante la ansiedad de Bathory -Sigues tan impaciente por el combate como el primer día ¿eh? Bueno, que se puede esperar de un toro cabeza dura- continuó bromeando.  Luego se puso serio y dirigió una mirada a todos los integrantes del grupo.

-Elena, dirígete hacia esa saliente, cuando Markus los atraiga tu arco nos será de gran utilidad.  Zib ve con ella y protégela si alguna de esas bestias se acerca.  Markus, tu los esperarás en el cañón y los traerás directo hacia aquí, no quiero que hagas estupideces, no queremos héroes muertos.  Le plantas cara, los distraes y corres hacia aquí, luego podrás machar sus cráneos cuanto quieras.  Bathory, tu vendrás conmigo, les cerraremos el paso por si intentan huir.  Entiendan bien, ninguno debe salir con vida.  ¿Entendido?-

El guerrero tan sólo vestía con una desgastada túnica y una especie de alpargatas de tela, desde que lo conocían jamás había utilizado una armadura, en cambio solía combatir con dos katanas de un filo tal que eran capaces de atravesar la más resistente de las protecciones.  La falta de protección la suplía con una agilidad y presteza de movimientos insuperable.  Las leyendas decían de él que jamás había sido herido en batalla aunque sus amigos sabían perfectamente que esto no era cierto.  Dimas había desarrollado un poder que pocos conseguían, su dominio de la regeneración era tal que había logrado recuperarse incluso de aquella terrible herida.  Desde entonces era más precavido en la lucha y se cuidaba sobre todo de las armas que habían sido fabricadas con restos de dragón pues estas, poseían un inmenso poder por si mismas y además podían soportar las energías de los más poderosos hechizos.

Dimas se abstrajo unos segundos y deambuló por los recuerdos de aquel viejo combate, sacudiendo la cabeza alejó aquellas imágenes de su cabeza.

-Una cosa más eviten el uso de sus dominios hasta tanto no haya comenzado el combate, recuerden que así como nosotros ellos también pueden sentirnos si despertamos nuestros poderes– acotó mientras miraba la nieve derretirse bajo los pies de Zib con cara seria. –Grumman  ¿Crees que podrías atravesar el cañón y atacarles desde el flanco? Si es así Miriel podría golpear desde este lado y podríamos contenerlos mejor, los obligaríamos a luchar en una formación cerrada y así el arco de Elena sería mucho más efectivo– hizo una leve pausa donde volvió a revisar los rostros de cada uno de sus compañeros y luego agregó –¿Alguien tiene alguna idea que aportar?-

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El Gnoll se sentía extraño, recordaba a la raza maldita, ese odio ancestral por aquellos que habían sido corrompidos y los habían arrastrado a la decadencia y a ser odiados por la mayoría de los pueblos de Feralis.  Recordaba también a Dimas y a todos sus compañeros, sin embargo las evocaciones de aquellas memorias eran vagas y efímeras, lo recordado parecía cubierto por una especie de niebla que le quitaba identidad y volvía aquellos recuerdos irreales.  Pese a esto Markus confiaba en sus compañeros y aquel rencor hacia los malditos.  Sabía que debían acabar con los doce cazadores que se acercaban aunque no lograba comprender exactamente por qué.

Las palabras de Dimas lo serenaron.  Grumman y el hombre de las espadas eran generalmente quienes tomaban la iniciativa, quienes tenían aquella capacidad de pensar más rapidez y eficiencia, o al menos eso sentía en ese momento.

Lejos de molestarse por las recomendaciones de Dimas se sintió contento pues este, aún sabiendo lo que significaba para Markus un encuentro con esos seres, confiaba en él para desempañar su papel, confiaba en que llevaría a cabo el plan y en que no cedería a sus impulsos y eso lo hizo sentir halagado y seguro de si mismo.

Apretó con fuerzas la empuñadura de su garrote, aseguró las correas de sus armadura de cuero y husmeó el aire con su sensible nariz.

-Están cerca será mejor que nos preparemos.  Miriel ¿Tienes alguna sugerencia?-

No supo exactamente por qué le dijo eso a Miriel, no recordaba mucho a cerca de ellos pero se sentía conectado de algún modo particular a la mujer

Le sonrei a Elena y a Markus.

-No os preocupeis por mi. Estare bien.

Mi armadura era muy comoda y ligera, lo que permitia moverme en total libertad, aunque tambien resistente. Llevo el pelo recogido en finas trenzas. El colgante que pendia de mi cuello seguia igual que el primer dia, aunque no me acordaba que dia fue. Ni de que conocia a los demas. Cada vez que lo intentaba, me venia un horroroso dolor de cabeza.

Desenvaine mi espada con cuidadado en cuanto llegue al lugar indicado por Dimas. Me apoye en la pared, intentando oir o sentir la llegada de los malditos. Volvi a sonreir a los demas, para infundirles animo y seguridad.

Aunque nos habian prohibido por ahora usar la magia, recorde mis hechizos y mis dones: podia volverme como el viento para esquivar los ataques o desaparecer durante unos segundos para aparecer en otro lado y asestar un golpe mortal a mi enemigo; las hojas de los arboles salian disparadas y se clavaban como agujas en la carne a mi volunntad, mientras las raices de los arboles imitaban a las serpientes e inmovilizaban a los enemigos al enroscarse en sus piernas, que contemplaban aterrorizados como acababamos con ellos.

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El grupo se preparaba poco a poco. Todos estaban confiados y no solo por las capacidades de cada uno sino por las de todos en general. Sin embargo cuando Dimas da las pautas de un plan que parecia solo el conocer, Zib no pudo evitar arquear una ceja. La llama de su puño se volvio ligeramente violacea con tintes anaranjados por unos pocos segundos y las gotas de agua que suspendian en el aire se volvieron vapor. En cuanto el muchacho sintio ese atisbo de violencia abrio la mano y la cerro, haciendo que el fuergo se esfumara. Automaticamente la nieve cercana se desplomo a sus pies. Luego recapacito y asintio. Era cierto. No debia precipitarse. "Lo siento. Las ansisas de Bath se me contagiaron. Por mi esta bien. Cuando quieras partimos" -dijo la ultima linea dirijiendose a Elena. Por alguna motivo se sentia orgulloso de poder proteger a alguien que se familiarizara con el mismo elemento primordial que el. Pero pronto aparto ese pensamiento de su cabeza. "Nada de favoritismos. Los elementos son todo uno. Todos hacen a la creacion. No hay mas ni menos". Aunque en su interior la esfera de agua se movio con disgusto y hasta el hacha que portaba se volvio mas maciza y pesada. Hasta creyo recibir un pequeño puntapie de parte de su escudo, a pesar de que este fuese solo vapor.

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Elena

Asentí a Zib indicando que estaba lista. Miré a mis compañeros una vez, sonreí y luego comencé a caminar hacia la saliente. Pronto la batalla comenzaría. No tenía miedo, me sentía lista, pero eso no quería decir que no sabía los riesgos. Sin embargo, había un leve velo que no podía desentrañar, algo que no encajaba. Tenía en mi mente recuerdos inconexos, lagunas, y sensaciones que me parecían irreales. Sin embargo sentía el viento en mi rostro, la poderosa armadura protegiéndome y las flechas, preparadas para que las pusiera sobre la línea del arco tensas y lanzarlas hacia el enemigo.

-Suerte en batalla -dije a todos y me encaminé junto a Zib a lo que sería mi posición de ataque.

Era nuestra primera batalla, ¿o no? Realmente no sabría decirlo, no en ese instante.

Los dominios de Morfeo (1)

Los siete guerreros tomaron sus posiciones y Markus partió para atraer la atención de sus rivales y que no se percataran de la trampa.

Habían pasado ya unos minutos y todavía no había noticias del Gnoll cuando de repente todos percibieron la vibración de la magia seguida de una terrible explosión y un intenso aullido de dolor.

Dimas abrió los ojos y clavó su mirada en Zib transmitiéndole toda la responsabilidad por el fracaso de la emboscada y por el estado en que se encontrase Markus.

-Rápido, algo ha salido mal apresúrense- grito mientras comenzaba a correr hacia el lugar del que había provenido la explosión con la esperanza de no llegar demasiado tarde.  –Zib, tu puedes seguir con tus jueguitos mágicos, después de todo es probable que ya hayan captado tu patrón.  El resto intente evitarlos hasta que los tengamos al alcance.  Es probable que todavía podamos sorprenderlos-

Sus compañeros solían menear la cabeza ante sus constantes negativas a utilizar las artes, al menos en lo que a generar su impedimenta de forma instantanea se refería. Armadura metálica, con doble placaje y piezas mòviles que se adaptaban a su transformaciòn, una pieza de ingeniería que había consumido diez años de aprendizaje y cuatro años de manufactura. El resultado era un conjunto de piezas que se adaptaban a su figura humana, proporcionandole protección añadida en zonas vitales, y cubrían perfectamente su forma dracónica. Teniendo en cuenta que Grumman medía poco mas de metro ochenta, y que su forma hibrida rozaba los tres metros, la cantidad de metal "sobrante" no era despreciable. Afortunadamente Urokron había ayudado a conseguir la materia prima, una veta de adamantita y varias escamas de la muda anterior, lo que hacía que el peso no fuera excesivo.

La espada que portaba le servía de mandoble en forma humana, y el espaldar de la armadura se convertía en escudo cuando el dragón debía pelear y dejaba sus alas libres. Grumman usaba la magia para forjar, y sólo en caso de necesidad la canalizaba en combate a traves de sus armas, o imitando el arma de aliento de sus parientes.

El joven tardó menos en sonreir que en completar el cambio, y Dimas no había terminado de exponer el plan cuando sus alas se extendieron y, tras un salto, lo mantuvieron en el aire a escasos dos metros del grupo. Ya hacía tiempo en que su habilidad de volar sin utilizar la magia se había convertido en una herramiena util a la hora de mantenrse por delante de sus enemigos sin que los detectaran.

El joven cambiaformas volò de forma tal que las montañan lo ocultaran de sus enemigos, ubicandose en el punto opuesto al que sus amigos ocuparían en la emboscada. No le agradaba que Markus fuera la carnada, de hecho no le agradaba que nadie fuera carnada, pero lo cierto era que no podían elegir las tácticas cuando el terreno y el tiempo se imponìan.

Aún a esa distancia podía percibir las vibraciones de los dominios, y sabía que si él podía, seguramente sus enemigos también. Sin embargo era tarde para avisar al resto, pudo ver la llamarada y escuchó el aullido de Markus, y esa fue su señal para entrar en batalla. 

 Los Dominios de Morfeo

Elena

Entramos al terreno del enemigo. Me sentí dispuesta y lista para el ataque así que saqué una de mis flechas y ataqué al Kgnoll más cercano. Pero ya de entrada Marcus es atacado, y fuertemente, con un virote de hielo del enemigo. Mi flecha había impactado en este ser pero seguía avanzando.

“Maldición”, pensé. Pero no era hora de divagaciones, seguí con el arco dispuesto en la asistencia de mis amigos. De todos modos me aterra ver que Zib también es alcanzado.

Ahí bajo mi arco y elevo mis manos sobre la cabeza para invocar el poder curativo del agua. Una esfera se forma, conteniendo en su interior el líquido pero imbuído de propiedades sanativas. Con mi magia lo redirijo a Zib, con el deseo de poder salvar su vida…

Veo ahora que el líder de la tropa avanza hacia Grumman. Vuelvo a ponerme alerta. Zib se está levantando pero nadie está totalmente a salvo. No me cabe duda de que el enemigo es poderoso.

Miriel es atacada ahora.

“Por un demonio, no nos dan tregua”, pienso con fastidio y vuelvo a convocar el poder del agua curativa. Entonces veo que Grumman no se vuelve a levantar.

Tenso mi arco de nuevo, aunque un par de lágrimas asoman a mis ojos ahora. Pero entonces Miriel cae en combate y vuelvo a invocar mi poder de sanación. Tengo que respaldar a mi equipo. La joven puede levantarse y volver a combatir y eso me alegra pero, temiendo quedar muy lejos de la batalla como para ayudar a los míos, avanzo con el arco en mi espalda hasta quedar en alcance nuevamente.

Y entonces veo morir a Bathory. No puedo creerlo. El enemigo está diezmado, es cierto, pero todo lo que se ha llevado consigo.

“Es imperdonable”, pienso y tenso el arco una vez más.

El último enemigo cae muerto, cuando mi flecha impacta en su cabeza. Salgo corriendo ahora hacia el cuerpo de Zib. Lo miro, caído, sin vida, como mis otros dos amigos…

Bajé el arco, el último enemigo había caido, sí. Pero tres de nuestros compañeros también. Me acerqué, despacio, como si estuviera incapaz de ordenarle a mis piernas moverse, hasta el cuerpo de Zib. 

Me agaché y lo toqué, esperando que "despertara"

-Hemos perdido...- dije con tristeza.

-No hay victoria cuando nuestros amigos mueren, no hay victoria para nada.

Cerré los ojos y exhalé una bocanada de aire que había retenido al venir hasta aquí. El corazón se me desgarraba. 

"No quiero que mueran, no quiero perder a nadie... ¿acaso ya no he perdido demasiado?", pensé con suma tristeza.

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Miriel

-Aun asi, seguro que estaran bien adonde hayan ido.-Miriel habia llegado al lado de Elena, y contemplaba triste el destino que sus compañeros habian sufrido. Guardo su espada, y se arrodillo. Observo las heridas con detenimiento. Se levanto, y seco las lagrimas que empezaban a brotar de sus ojos.

-¿No podriamos hacerlos regresar? ¿No podriamos curar sus heridas y revivirlos?-sabia que no era posible, pero ¿no podria haber un modo? ¿Podria haber un hechizo que que resucitara a los muertos?

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Miriel

Nada mas empezar Miriel acabo con un enemigo. Habia sido un golpe certero en el cuello, del que se sentia orgullosa. Pero todo empeoro. Los malditos Gnolls se quedaban fuera del alcance de su espada, y tuvo que correr una larga distancia mientras las flechas volaban a su alrededor. Entonces se quedo paralizada al ver como Grumman recibia una flecha que le dejaba sin vida. Y detras suyo, otra flecha mataba a Zib y a Markus. Cogio una daga y la lanzo, pero la rabia que sentia en ese momento le hizo fallar el ataque. Desde ese momento, los Gnolls se fijaron en ella y empezaron a lanzarle lanzas, pero eso no evito que siguiera avanzando y que matara al Gnoll que asesino a Grumman, mientras sus compañeros se ocupaban de los demas.

Al ver que todos estaban derrotados, observo que sus numerosas heridas habian desaparecido. Durante su batalla no se habia preocupado lo mas minimo por su estado, y tenia que agradecer a Elena sus burbujas curativas. Elena. Miriel se dio la vuelta, y vio que estaba junto a Zib. Enfundo su arma, y corrio hacia ellos. Escucho las palabras de su amiga.

-Aun asi, seguro que estaran bien adonde hayan ido.-Miriel contemplaba triste el destino que sus compañeros habian sufrido. Se arrodillo y observo las heridas con detenimiento. Se volvio a levantar, y seco las lagrimas que empezaban a brotar de sus ojos.

-¿No podriamos hacerlos regresar? ¿No podriamos curar sus heridas y revivirlos?-sabia que no era posible, pero ¿no podria haber un modo? ¿Podria haber un hechizo que que resucitara a los muertos?

Al ver que Bathory que queria enterrarlos, se le acerco y le dijo:

-Te ayudare.

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Los dominios de Morfeo 1

El combate no había resultado como esperaban, se suponía que iba a ser algo sencillo y sin embargo habían perdido a tres de sus compañeros.  Si tan sólo el incompetente de Zib estuviese vivo, al menos Dimas podría descargar parte de su abatimiento.  Lo único que fue capaz de hacer fue utilizar su poder para cavar una tumba digna de un dragón y luego colocar en él el cuerpo de su compañero.

Lentamente las mentes de los supervivientes se fueron embotando, se sentían mareados y desconcertados y poco a poco una especie de niebla fue cubriéndolo todo.