Partida Rol por web

INTRODUCCIÓN

Fue durante la noche. Altocerro cuenta con algunos milicianos a modo de guardas de la aldea, pero su preparación era para abatir algún lobo descarriado... no una jauría de orcos a lomos de huargos. Los que se resistieron cayeron ante sus hierros, y otros que trataron de esconderse fueron masacrados sólo por diversión. Prendieron fuego a algunas cabañas, pisotearon huertos y cultivos, y robaron la carne, los fermentados, y el oro que pudieron, pero ahí no acaba todo. El que parecía su líder, el más grande de todos ellos, cuya piel era roja y sus colmillos enormes, se encaprichó de Alhirä, la hija del Gran Anciano, llevándosela con él. 

Cuando despuntó el alma, Altocerro era la imagen de la desolación. Los fuegos se consiguieron sofocar, pero varias viviendas habían sido reducidas a cenizas, además de muchas plantaciones. Los caídos que no se pudieron salvar ascendían a la docena, casi un décimo de la población; pero la cantidad de heridas -varios de gravedad- ascendía a la treintena. El Gran Anciano, un cargo de respeto más que de ordenanza, convocó para el mediodía una asamblea de emergencia en la que se decidiría qué hacer ante esta desgracia.

Reunidos, casi todos estaban de acuerdo en que se debía pedir ayuda a Alma y avisar cuanto antes a las poblaciones vecinas para prevenirlas y solicitar suministros. No obstante, unos pocos estaban decididos a tomarse la justicia por su cuenta, estaban dispuestos a perseguir a esos orcos, rescatar a Alhirä, y hacerles pagar por su pueblo. Pese a que hasta el más tonto se daba cuenta de que era una misión suicida y de que la hija del Gran Anciano no tenía salvación... ¿quién se iba a atrever a enfrentarse al espíritu y coraje de un auténtico andorano? 

El Gran Anciano os ha pedido tras la asamblea que descanséis y os reunáis con él al anochecer en La Mula Indómita, la taberna de Otto Grizzler... o lo que queda ella. La puerta ha sido echada abajo, varias mesas y sillas han sido partidas, los barriles de cerveza y vino han desaparecido, muchas botellas de licor se han desparramado en pedazos por los suelos, y hasta en la fruta se ha meado uno de esos... desgraciados. Por suerte, el tabernero y sus dos ayudantes -Mathilde y Rouben, siendo este uno de los valientes de la asamblea- aún pueden dar gracias de seguir intactos. 

Al momento citado, el sabio y curtido viejo, calvo y arrugado, apenas vestido con una túnica y apoyándose en una vara nudosa, ya espera dentro a los héroes de Altocerro. Su mirada luce tan triste como cansada, pero la edad le ha enseñado a mantenerse estoico ante los palos de la vida.

Durante tales eventos, los hermanos huérfanos se ocultaron en su pequeña habitación mientras temeroso Rouben sostenía su lanza apuntando a la puerta, orando a los dioses que ningún ser intente atravesar el umbral. Temeroso, frustrado e incapaz de defender al único ser que le importaba en el mundo, el joven tuvo que enfrentar la desesperante situación, mientras su hermana sollozaba desesperadamente bajo la cama, sosteniendo su boca con sus manos para ahogar la desesperación de gritar con todas sus fuerzas, mientras oía como desde todas direcciones, la gente que conocía, las casas que visitaba, el pueblo entero, estallaba en llamas, se despedazaba y crujía como una rama al fuego que no puede hacer más que arder... las horas se hacían eternas, mientras ambos esperaban que el alba llegara y toda la noche quedara atrás, solo rezaban porque nadie, ningún ser, ningún orco o bestia, nadie, absolutamente nadie, intentara pasar el fino umbral que lo separaba a ellos dos del caos, por fuera, destrucción y muerte, rugían y corrían libres, solo esperaban que nada de esto, intentara pasar por el fino portal que los protegía.

Cuando todo acabo, los jóvenes esperaron que el febo alzara para ver todo con la claridad del día, apenas salieron, la desmoronada taberna ya ofrecía los atisbos de destrucción que el pueblo demostraría en exceso por todos lados. Otto, desde un banquillo en el rincón de la taberna, miraba el suelo y unas botellas rotas de licos, producto del pillaje, reflexionando sobre lo ocurrido, su atención, se quebró solo cuando Mathilde se acercó a unos pies, las miradas de los 3 se llena de algún atisbo de alivio al ver que estaban todos a salvo, sin decirse nada, Otto se levanta pesadamente, dejando caer un resto de vidrio de una botella destruida, desmoronándose en camino Otto llega a los jóvenes hermanos, casi sollozando, y los abraza fuertemente, el cantinero nunca había hecho alguna demostración de afecto hacia los huérfanos, aunque claramente tenia debilidad por ellos… el resto del día transcurrió entre intentos de refacción del lugar, arreglar sillas, descartar lo irrecuperable, limpiar el lugar, era como volver a empezar, cuando se corrió el rumor de que el gran anciano, haría un concilio para decidir qué hacer para recuperar a la joven cautiva, Rouben sabía que debía hacer algo, le tomo unos minutos organizar sus ideas y descubrir que esta sería su oportunidad de cambiar las cosas, nunca más quería sentirse indefenso, incapaz de proteger a quien mas amaba.

Durante el dia tomo las labores que pudo para ayudar, pero durante algunos ratos muertos, fue preparando sus cosas para emprender la arriesgada empresa que se le anteponia. Compro algunas cosas que podria necesitar, y cogio otras tantas del establo y la taberna, y dedico algunos largos y duros minutos para discutir sus futuros con su hermana.

Ya para el atardecer, las tareas continuaban, pero Rouben ya estaba listo cuando el anciano llego a la triste posada...

Herido en la lucha con los orcos Hoid pasó las siguientes horas posteriores al ataque inconsciente perdiéndose la asamblea que el Anciano había organizado mientras sanaban sus heridas, cuando finalmente despertó en una de las casas que los aldeanos habían habilitado para atender a los heridos tenia la cara vendada y todo el cuerpo dolorido, tras enterarse de lo ocurrido con mas voluntad que fuerzas como pudo se puse en pie y ayudo durante un rato a tratar a los demás heridos con una expresión llena de tristeza y rabia causada por la frustración que sentía al comprender su ineptitud para defender a la gente del lugar.

A media tarde cuando su ayuda con los heridos ya no era requerida finalmente dejo el lugar solo para contemplar la destrucción. De la impresión que le causó la visión de la aldea medio arrasada sus fuerzas le fallaron haciendo que sus rodillas tocasen suelo ante la imagen de desolación que los orcos habían dejado tras de si y con lagrimas que humedecían sus vendajes pregunto entre sollozos a los dioses porque habían permitido que sufriesen tal calamidad las buenas gentes de Altocerro mientras sostenía el símbolo sagrado de Shelyn que el mismo tallo cuando era niño.

Cuando por fin recuperó la compostura se puso en pie y arrastro sus pesados pies hasta lo que quedaba del cuartel de la milicia donde estuvo retirando escombros y los cadáveres de sus compañeros para recuperar las pocas cosas que quedaban de utilidad. Tras enterrar a los difuntos y rezar para que Pharasma fuese justo con sus almas abatió el único caballo de la milicia que había sobrevivido al ataque, se trataba de uno de los caballos más jóvenes que apenas acababa de ser entrenado para montar, no era un gran corcel pero por lo menos le serviría para llevar las pocas pertenencias que le quedaban y lo que había podido recuperar de las ruinas del cuartel.

Durante su estancia en la casa enfermería Hoid había oído que durante la asamblea hecha tras el ataque algunos de los aldeanos se iban a reunir esa misma noche con el anciano del pueblo en la taberna de Otto para organizar una partida de caza que acabase con las bestias de piel verde y los huargos que atacaron la aldea, sabia que no era una buena idea pero ya había visto suficiente gente buena morir a manos de esos monstruos así que decidió ir a la reunión para quitarles esa idea de la cabeza o unirse a ellos en caso de ser inevitable, ya había visto suficientes aldeanos muertos y no permitiría que muriese otro grupo por culpa del deseo de venganza.

Así pues limpió de barro su armadura, afilo su espada y tras una breve plegaria a la diosa para pedirle perdón por sus palabras a media mañana tiro de las riendas del caballo cargado con sus pocas pertenencias hasta la posada, llego al lugar justo antes del anochecer justo antes de que el anciano empezase la reunión y tras atar al corcel para que no se fuese de vuelta al cuartel como había sido entrenado entro a la destrozada taberna mientras retiraba sus vendajes y miraba a los presentes.

El bueno de Hoid había despertado en su casa y su madre, Anea, había atendido sus heridas lo mejor que supo. Cuando por fin despertó se encontró a Baz tendido con la espalda contra la pared, al lado de la cama de su padre, el noble de Gánamar, quien ya no volvería a levantarse más.

La cara de su gran amigo estaba enrojecida por el dolor y sus puños pelados. El que Hoid le posase una mano en el hombro antes de retirarse pareció despertarle de su estupor y consiguió sacarle un asentimiento antes de cruzar el umbral de la puerta. Tumbalobos meneó el rabo, abrió sus fauces y babeó al cruzarse con él.

Estando entonces solo Baz se incorporó torpemente y trató de ser de ayuda para su madre y los demás heridos que quedaban en su casa, pasadas las horas y una vez pudieron caminar o ser llevados hasta sus casas, o lo que quedase de ellas, la familia Corzo encontró su hogar todavía ocupado por los huérfanos de la familia vecina de los Daren, un joven de doce años y un niño de cinco que no podía alejarse de la pierna de Anea sin estallar en llanto lastimero. No hubo nada que decir al respecto, Baz comprendió que había perdido a un padre pero encontrado dos hermanos.

Cuando tuvieron lugar los funerales por los caídos Baz volvió a ver a sus amigos, con quienes intercambió miradas de pesar mientras su brazo era acuchillado por las uñas de su madre, quien según marcaba la tradición no podía venirse abajo mientras palazo de tierra tras otro cubrían en característico rostro con bigote de Gánamar. La respiración del gigante parecía la de un pesado fuelle a punto de ceder pero el tener a sus vecinos, amigos y familiares con él le permitió mantener la compostura también a él.

Al llegar la noche y entrar en La Mula Indómita, cualquiera podría pensar que venía solo a ahogar su dolor bajo los brebajes de Otto Grizzler, pero cuando los parroquianos comenzaron a abandonar el lugar, no queriendo saber más acerca de aquella locura que planteaba el anciano, Baz se quedó en su sitio, bebiendo, sí, pero con la vidriosa mirada puesta sobre el anciano y aquellos que se quedaban.

Duric regresaba de su agotadora exploración por los bosques cargado con un cervatillo a los hombros que acababa de cazar con su pequeño arco, conforme se acercaba a la aldea de Altocerro, el cielo estaba iluminado intensamente de un destelleante rojo anaranjado.

Al salir del espeso bosque la estampa era horrorosa, todo el pueblo estaba en llamas. Rápidamente soltó su carga sobre el suelo y corrió desesperado hacía la granja de sus padres, donde se encontraban los dos extinguiendo a duras penas las llamas que la engullían parte del tejado de la granja. Cuando consiguieron extinguir las llamas, la desolación de la aldea era aterradora.

Poco después se realizó una asamblea, en la que Duric se pronunció diciendo que la primera prioridad sería encontrar a Alhirä, ya que cuanto más tiempo pasase más difícil de encontrarla con vida sería. El mismo se ofreció para ir en su busca. El Gran Anciano pidió calma y que todos los que estaban dispuestos a sacrificar su vida en busca de Alhirä se reuniesen con él en La Mula Indómita al anochecer.

Cuando terminó la asamblea su padre Dan reparaba los destrozos, Duric y su madre Erika se dirigieron a casa de Baz para ayudar en todo lo posible, ya que era una de las casas habilitadas para tratar los heridos.

Cuando calló la noche, Duric fue a lo que quedo de su casa y recogió lo que le podría hacer falta para una expedición en busca de Alhirä. Y seguidamente se dirigió a La Mula Indómita, donde ya se encontraban el joven huérfano Rouben, el valiente miliciano Hoid que sufría varias heridas por la lucha contra los orcos y el corpulento labrador Baz al que se acercó y con la mano en el hombro le dio el pésame. 

Allí se sentó en una mesa junto a los demás, esperando a que el anciano se pronunciase...

Fähramon Dietegrix, popularmente el Gran Anciano, se alegró de ver que el coraje o impetuosidad de los jóvenes dispuestos a perseguir a aquellos orcos no se había sofocado con el pasar de las horas. Girándose a Otto le indicó:

- Creo que es momento de sacar aquel brandy, compañero, que me comentaste...

El tabernero sonrió. Agachándose tras la barra, sonó como si abriera un fondo falso, y de repente asomó con una botella de Brandy de la destilería de los Dos Caballeros. El Gran Anciano se acercó a la mesa donde los muchachos se habían reunido y, con algo de esfuerzo por la artitris y la gota, se dejó caer en una silla. Otto no tardó ni dos segundos en colocar cinco vasos de chupitos tallados en madera.

- Pon uno más por si acaso, por favor -recuerdó Fähramon mientras se servía la primera. Una vez hecho esto, alzó el que le correspondía y brindó-. Por Andoran, por la libertad.

El viejo carraspeó. El alcohol quemaba su garganta, pero también podía ahogar sus penas.

- ¿Cuál es vuestro plan?

Nuage se despertó en su pequeña cabaña, a un par de millas del poblado. Siguiendo con su rutina habitual, se aseó en el pequeño riachuelo que recorría el claro, tomó el desayuno con parsimonia, afiló las flechas que había utilizado en la caza del día anterior y se encaminó hacia el pueblo.

Cuando surgió de entre los árboles, la imagen era desoladora. Tan solo pudo pensar en una cosa, ¡Ielthem! Corrió cruzando las ruinas y sorteando a los supervivientes, y llegó hasta el pequeño colmado de la aldea. La puerta estaba destrozada. Entró sin detenerse, y gritó su nombre.

- Tranquilo, muchacho, ella está bien.

Era su padre, Angelio. Jamás le había gustado que rondara a su querida niña. Era un forastero. Vivía en el bosque, en una choza que había encontrado medio derruida. Y, por encima de todo, jamás había ocultado su atracción por su pequeña.

Ielthem salió de las trastienda, al ver a Nuage se le iluminó el rostro, pero su padre se interpuso rápidamente entre ambos. Ella siguió observándole, a un par de metros, a un mundo de distancia.

Nuage hizo un gesto con su sombrero de ala ancha, demasiado extraño para esos lares, y que siempre provocaba las risas de los más pequeños del pueblo. Después salió, y comenzó a ayudar en las labores de socorro que se iban sucediendo.

Llegada la noche, el anciano de la aldea convocó una reunión en la taberna. Nuage acudió, viendo la posibilidad de hacer que todo el pueblo, y el padre de cierta chica en particular, pudieran cambiar la opinión acerca de él.

- Ah, por fin. Ya estamos todos. Toma asiento -invita el Gran Anciano intentando servirle un chupito del brandy con su temblorosa mano-. Como iba comentando. ¿Qué tenéis en mente, chicos?

Hoid sorprendido de que el chismoso de Otto jamas le contase sobre la botella con la de horas que habian pasado de charlas agarró con dos dedos uno de los basos y brindo con el pareado -Por Andoran, la libertad y las buenas gentes de esta localidad! Tras eso bebio el brandi de un sorbo y girando el baso en sus dedos dejo el baso del rebes sobre la mesa con un sueve golpe.. Finalmente tras carraspear un poco se puso a hablar -Shelyn sabe que me gustan las gestas heroicas como al que mas, pero he venido a haceros entrar en razón, deberiamos enviar mensajeros a Almas o avisar a las poblaciones cercanas, si nos an atacado ellos son los proximos, ir tras ellos es un suicidio ya visteis lo que hicieron con mis compañeros y conmigo. Hoid respiro profundente y miro a las caras de los presentes. -Pero si estais decididos por la diosa que os seguire aunque sea a la muerte, ya os falle una vez y esa sera la última y aunque no os pueda ayudar a encontrarlos mi espada y mis plegarias a Shelyn estrán a a vuestra entera disposición.  Finalizó con determinación en su mirada mientras palmeaba la el hombro de Baz

Lo hermoso de la amistad es que cuanto más aprecias a una persona menos palabras necesitas para comunicarte con ella, el gesto de Duric y Hoid provocó en Baz un grave suspiro que parecía llevar conteniendo una eternidad. Miró al joven cazador y asintió con la cabeza. Él y su madre habían pasado por su casa temprano, antes incluso de que su padre abandonase este mundo, y el muy cabezota, pese a tener el vientre abierto y estar muriéndose, insistió en dirigirse a ellos.

- ¿Sigues cazando, flaco? -espetó Gánamar dirigiéndose a Duric- Le habéis educado bien Erika, díselo a Dan de mi parte. Por favor, sed bienvenidos y servíos de mi aguardiente, lo haría yo mismo pero estoy ocupado... haciendo esperar a la Parca -con esto sonrió de oreja a oreja, pues nada le gustaba más que salirse con la suya y ser una insufrible molestia a veces.

Quiso saber lo que había dicho el Gran Anciano y demostró su aprobación, luego palideció y comenzó a sudar copiosamente, con un hilillo de voz pidió intimidad para despedirse de su mujer e hijo. Baz estaba lívido y Anea apenas se tenía en pie, pero lo último que vio Duric al abandonar la habitación fue al viejo temblorosamente atusarse los bigotes para poder dedicarles un último adiós a sus seres queridos. Anea abrió la puerta al rato, ojos hundidos y falta de palabras.

Aquello había sido hace ya muchas horas pero Baz parecía seguir en un estado de confusión y con el rostro lívido, el que estuviese bebiendo presagiaba que quizás estuviese a punto de saltarle al cuello a alguien pero Duric había encontrado el valor para acercarse a su amigo y darle el pésame por su padre, eso pareció sacarle de su estado y separando los dientes como quien abre una trampa para osos logró articular palabra para un sentido "hola" y alzó en vaso para beber junto con sus amigos.

Ante la petición del Gran Anciano Baz guardó silencio de nuevo, Duric era cazador, Nuage vivía en el bosque y Hoid era guardia, Rouben y él jamás habían matado nada que pudiera defenderse y menos podían saber acerca de qué hacer contra un grupo de orcos. Su madre le había enseñado a guardar silencio cuando no tenía nada inteligente que decir y, aunque se moría de ganas de bramar que habían de armarse y matarlos a todos, esta vez, solo esta vez, le hizo caso.

No se podía sino admirar el temple del anciano ante lo ocurrido. Unas bestias le habían arrancado a su hija, se la habían llevado con ellos y dios sabe que penurias pasaría la muchacha allá a donde se la llevaran. Si algo así le hubiese pasado a su amada... probablemente Nuage no habría podido emprender más que lo que cualquiera con dos dedos de frente calificaría de estúpido suicidio premeditado. 

Miró al resto. Era difícil creer que el pequeño grupo de aldeanos que allí habían congregado pudiera hacer ante una unidad de orcos y lobos como la que le habían descrito. Sin embargo, contaban con una pequeña ventaja, ya que los asaltantes huyeron cargando una pesada carreta, con lo que no sería difícil rastrearles y darles caza. Pero el problema de la desventaja militar seguía presente.

- Necesitamos más hombres -se atrevió a comentar Nuage- con un grupo mayor, si conseguimos llegar hasta ellos y tenderles una emboscada... tal vez podríamos acabar con su líder antes de que sean capaces de organizar una respuesta.

El Gran Anciano asentía a las palabras de Hoid. "Muy mala idea. Muy mala idea", coincidía. El viejo sabía que esa empresa era una locura, pero admiraba el valor de los jóvenes... y la egoísta esperanza de salvar a su hija también le empujaba. Entonces, Nuage, quien siempre le había parecido un tipo extraño pero pacífico, esbozó una estrategia militar.

- Sí. Sin duda se podría pedir ayuda a las aldeas vecinas. Brazos fuertes y corazones valientes. Hace unas horas envié palomas mensajeras a Alvis, el Risco de Piren, Augustana y Almas avisando de lo ocurrido; por lo que Alvis y Risco de Piren es probable que estén organizándose por si pudieran ser atacados. No obstante... el tiempo es oro. Temo que el rastro de los orcos pueda llegar a perderse si nos demoramos demasiado -opina. Pero, en el fondo, lo que realmente pretende es no perder el rastro de Alhirä.

Anea y él ya habían hablado de esto y sabían que con los críos de los Daren adoptados su madre podría mantener la granja, menos cultivo y más gallinas, buen trabajo para el el joven y un juego para el canijo. Solo faltaba la aprobación del Gran Anciano para que no se considerase un secuestro, pero aunque sabía lo que tenía que decir Baz era incapaz de encontrar la manera de articularlo, en parte porque desconocía las leyes y en parte porque aunque Baz era querido por muchos también era el único de sus amigos que había probado el cepo por provocar disturbios.

Miró a sus amigos con gesto desesperado, él quería partir con ellos pero no podía dejar a su madre sola.

Hoid como buen guardia entrenado en las corruptas calles de Almas sabia distinguir cuando alguien ocultaba algo aficionado a cotillear en la taberna no le costó demasiado darse cuenta de las verdaderas intenciones del anciano, o los verdaderos motivos de Nuage ademas había oído a Baz hablar con su madre sobre el tema de los pequeños. Sabia que el anciano solo era un pobre viejo preocupado por su hija y el amor de Nuage era algo que Hoid aprobaba, no era ningun secreto en la aldea y por Shelyn ambos hacían buena pareja y dado que ninguno de ellos albergaba malas intenciones procuró no decir nada hasta ver la cara de Baz cuando Hoid comprendió que no podría convencerlos y con los cuarteles destruidos, el poblado casi destruido y la milicia tan mermada la opción de encerrarlos a todos por su propia seguridad durante un par de días no era viable así que decidió ayudarles en lo que pudiese.

-Baz amigo que no te preocupe tu madre, dada la situación no creo que sea problema que se quede con los pequeños de Daren verdad Fähramon dijo mientras miraba suspicazmente al anciano -Tu madre es una buena mujer, los criará para que estén sanos y fuertes como tu ademas necesitara de toda la ayuda que pueda conseguir para mantener la granja si no llegamos a regresar, eso si espero que no se vuelvan tan testarudos como tu con el alcohol, aun me duele la ultima bofetada que me propinaste la ultima vez que me vi forzado a arrestarte Dijo medio bromeando para relajar un poco a su amigo.

-Nuage es buena idea pero no creo que la joven Alhirä tenga tiempo a que vengan más hombres y a que organicemos una gran emboscada, si lo vamos a hacer ha de ser en cuanto antes por lo que solo estamos nosotros Comentó Hoid con quizás una sinceridad demasiado cruel para el anciano.

-Aunque algunos no aprecien tus talentos se que Duric y tu sois buenos cazadores capaces de rastrear a las esquivas criaturas de Arthfell durante días si es necesario asi que supongo que no tendréis demasiados problemas para seguir las profundas marcas de una carreta cargada o los rastros dejados por esas criaturas infernales, os necesitaremos a ambos. Dijo mirando a ambos cazadores esperando que estos estuviesen deseosos de cooperar.

Conmigo y Baz somos un total de cuatro ya que necesitareis de su fuerza y por la diosa yo no voy a abandonaros ante tal arriesgada empresa, iré os guste o no ademas acaban de atacar y llevarse un buen botín, dudo que vuelvan en una buena temporada saben que no queda nada aquí y si me quedo solo serviría para llorar a los muertos puesto que no se de reparaciones ni tengo conocimientos de cultivos Afirmo convencido de sus palabras -Solo falta decidir si viene alguien más y buscar algo de equipo mejor que el que poseemos, quizás en los restos del cuartel quede algo si no supongo que por el bien de su hija quizás usted pueda ayudarnos hablando con *Herrero local* a ver si nos puede prestar algo Finalizó mirando al anciano en busca de su aprobación

La inexperiencia de Rouben se mostraba a cada paso, aunque determinado a emprender la avanzadilla, sabia que debia de oir de voces mas experimentadas antes de poder expresar su opinion, se arremangaba su camisa de trabajo mientras traia algunas hogazas de recio pan del dia anterior, y algunos trozos de queso, no eran las acciones que uno podria esperar en ese tipo de reuniones, pero sabia que la jornada habia sido dura para todos, Hoid todavia mostraba su corte en vivo, Hoz habia perdido a su padre esa misma tarde, y le sirvio al mismo Rouben para recordar aquella angustia inexorable que se siente al ver morir a un progenitor, la compasion lo invadio y se sintio movido a hablar con el mas tarde. Duric era un buen amigo que visitaba a menudo la taberna para traer algunas presas que le sobraban o arrimar copas con ellos, Nuage le era extraño, pero no desconocido, cuando vives en una taberna, cada persona tiene historias alrededor, Nuage tenia varias, por lo que le parecia siempre un personaje divertido.

Cuando deja todo sobre la mesa, pesa su mano sobre el hombro de Otto y le pide que se lleve a Mathilde fuera de la taberna mientras discuten sus propositos, lo ultimo que quisiera es que su hermana cometa alguna estupides por preocuparse de mas por él. Otto devuelve la mano en el hombro opuesto y con gesto de orgullo inclina la cabeza afirmando.

Se sienta junto a los demas, es mas joven e inexperto pero los mira con orgullo, son jovenes y valientes, cualquier empresa es posible ahora, pero que hacer primero, piensa.
Los orcos son fuertes y superiores militarmente, pero obtener refuerzos a tiempo para emprender un ataque frontal puede tomar mucho tiempo, incluso a lomos de caballo y viniendo de manera directa, tomarian al menos 2 dias en lograrlo, enfrentarlos de manera directa en el camino tambien podria resultar muy mal. Pero piensa, si logramos seguirlos hasta su guarida o campamento, podemos ingeniar un plan para rescatar a la joven y huir, algun tipo de distracción o engaño podria ayudar. Solo le urge si podran seguirles el rastro luego de casi un dia, tal vez Duric o Nuage sepan como, son mejores en esto que Rouben.

Mientras corta un trozo de queso, dice, simulando algo de tranquilidad, creo que si podemos seguirles el rastro podamos llegar a tiempo, se interrumpe para mirar al anciano a los ojos rescatar a su nieta parece ser el mayor objetivo de esta empresa, ya que poco podremos hacer para acabar con los orcos nosotros solos, no dudo de las capacidades de todos retoma al mirar a todos sondeando el animo del equipo pero debemos ver a que nos enfrentamos si queremos albergar esperanzas de ver a Alhirä alguna vez muerde el trozo de queso esperando respuesta

-Una ingeniosa respuesta joven Rouben Dice Hoid mientras afirma con la cabeza -Pero estas seguro de dejar a tu hermana sola? Pregunto mientras miraba fijamente a Rouben -Se que es tu ultimo familiar vivo y dado que también soy huérfano puedo entender un poco tus sentimientos y dudo que te agrade dejarla atrás o ponerla en peligro por eso no te conté en un principio pero si es lo que quieres no te obligare a quedarte como no puedo obligar al resto Dijo mientras miraba al resto -En cualquier caso mas vale que nos pongamos a preparar el viaje cuanto antes, yo ya tengo mi caballo ensillado y con mis pertenencias listo para partir, tendremos tiempo durante el camino para pensar una buena distracción Afirmo Hoid mientras se ponía de pie esperando que el resto le siguiesen.

El trozo de queso se le atraganta cuando Hoid le pregunta por su hermana, no puede menos que apartar su mirada y endurecer su rostro, hace una pausa para dejar que baje con normalidad, extendiendo su brazo, toma el vaso con brandy y se lo manda al fondo, apenas el liquido pasa por su garganta, quema como mil demonios pero le da tambien la fortaleza que necesita, levanta su vaso vacio diciendo Por Andoran, la libertad y la familia luego mantiene el brazo levantado, esperando que sus compañeros le acompañen.

El momento es propicio, todos aqui tenemos algo que perder, algo que arriesgar, pero tambien algo que ganar, algo por lo que luchar, algo en que creemos, los dioses estan mirandonos, somos la sangre que hierve, el hierro fundido a punto de tomar forma, la tormenta que se avecina, podemos hacer una diferencia o ser corderos para siempre. Nunca mas quiere sentirse incapaz de defender a los suyos, los motivos son los de todos, los de él tambien.

Duric solo pensaba en encontrar a los orcos, acabar con ellos y rescatar a la joven Alhirä, pero al escuchar el plan de Rouben le devolvió un poco de sensatez, ya que sería un suicidio atacar a los orcos sin ir bien preparados con un plan.

Rouben levanta el brazo para brindar y Duric hace lo propio bebiendo de un trago el brandy que baja por la garganta abrasándole ya que no estaba acostumbrado a beber bebidas tan fuertes. 

Rouben tiene razón, ¡grrrr! ¡¡¡grgrgr!!! - ruge y carraspea por la bebida que acaba de tomar y todavía le quema la garganta - no podemos enfrentarnos a ellos de cara, debemos de seguirlos, ver donde se esconden y trazar un plan para liberar a Alhirä. Y cuanto más tardemos en salir más difícil va a ser de seguirles el rastro.