Partida Rol por web

Tenga cuidado, señorita -te dijo Marcus-, los derrumbamientos ocasionados han afectado a toda la mina y hay mucha gravilla, ¿lo ve? No vaya a pisar en falso... -te advirtió el experimentado minero-. ¡Ah! y póngase éste pañuelo al sobre la boca, atándoselo a la cabeza, ¿ve los vapores como salen al exterior?

Efectivamente, numerosos hilillos de vapores procedían del interior y sobresalían desde lo más profundo del agujero.

Es vapor de agua, no se asuste, pero no sabemos si está mezclado con algún otro componente -te dijo-.

Me pongo el pañuelo con soltura, y, diciéndome a mí misma que el hombre no lo sabe, le respondo:

- No se preocupe. De donde vengo incluso el agua de la ducha huele a azufre.

Observo la roca en la entrada, para hacerme una idea de cómo es la montaña por dentro.

Intentaste percibir bien el olor del vapor, por si contuviera algún otro tipo de sustancia, pero nada dedujiste de las características del mismo. Probablemente fuera sólo vapor de agua. Miraste bien las paredes y notaste que aquella mina estaba recien excavada (seguramente hacía unos meses, dado del estado del material de las paredes). El apuntalamiento por parte de los mineros era bueno (Marcus iba pidiendo a Perkins y a ti cuidado para no tropezar o golpearos con tal o cual viga de madera), y poco a poco avanzásteis linealmente por la mina. Además, las paredes estaban húmedas, fruto de las constantes filtraciones de las paredes y las últimas lluvias torrenciales.

Llegó un momento en que el túnel se estrechaba violentamente, cerrándose sin previo aviso, hasta el punto en que entendiste porqué a los alumnos del exterior no les habían dado permiso para indagar en la mina: el paso era dificultoso, no apto para gente poco experimentada. No obstante, tu era suna excecpción. Una estrecha hendidura se os presentaba ahora y por ahí salía el vapor al exterior. Estaba claro que ahora teníais que cruzar por allí, pues no había otro modo de pasar al otro lado, donde se encontraba el hallazgo basáltico del que te habló Thadeus Larson.

Hay que cruzar por aquí -dijo el espeleólogo aclarándote la situación-, el hueco era más grande, pero esta parte se vino abajo en un derrumbe reciente, ¿ve las marcas?

Tras agacharos bien por el recoveco, tardásteis cada uno de vosotros unos dos o tres minutos en pasar arrastrándoos por el húmedo suelo y siendo constreñidos por la roca. Ciertamente era algo asfixiante y claustrofóbico. Y por supuesto el riesgo era evidente.

Una vez que cruzásteis éste primer envite llegásteis a una cámara mucho más amplia que la propia entrada, más larga en cuanto a profunidad. Ahora sí, el minero hizo acopio de su pequeña linterna de gas para alumbrar la mina. Con una pequeña luz avanzábais paso a paso, y el vapor ahora estaba en mayor cantidad.

Lográsteis ver de dónde salía tales hilos, y no eran sino de una especie de losa en el suelo con algún agujero. Pero aquello no fue lo que os sorprendió; lo que llamó toda tu atención fue el monumento basáltico que el espeleólogo te hizo ver: una especie de monolito en forma de prisma, con numerosas y extrañas inscripciones, emergido del suelo.

En una pequeña voladura controlada hace unas semanas se derrumbó parte del techo -explicó el minero-, y hubo que hacer otra voladura para quitar cascotes y sanear la mina: y de repente, apareció ésto...

¿Qué le parece, señorita Snorrdöttir? -te preguntó Perkins-.

Al ver el monumento, me concentro inmediatamente en él, casi aislándome de mi alrededor.

- Veamos. El basalto es una roca magmática, la más común en la Tierra. También las rocas magmáticas se cuentan entre las más antiguas. Esta zona concretamente es abundante en ese tipo de rocas. Tampoco es inusual, ni mucho menos, que el basalto forme columnas prismáticas, sobre todo hexagonales. En Islandia tenemos la playa de Reynisfjall, famosa por sus cuevas formadas por este tipo de columnas.

Entonces, me percato de algo.

- No siempre ha habido vapores en esta mina, ¿verdad? ¿Es esta la única entrada a la sala? - digo, señalando el hueco por el que entramos.

Hago una pausa, hasta aquí ha sido fácil.

- Ahora bien. Aunque son largas y altas, no suelen estar aisladas, ni por supuesto tener unas inscripciones dignas de la piedra Rosetta. Pudiera ser que se hubiera formado en solitario, pero es muy extraño, si cristaliza una cristalizan todas. ¿Qué saben de las civilizaciones que vivieron anteriormente en este territorio? ¿Tradiciones, costumbres, leyendas?

Nunca señorita -dijo respondiendo a lo de los vapores-. Además, como bien dice, la entrada principal es la única entrada o salida al exterior. Hay galerías por otras partes de este sitio, ahora derrumbadas o casi derrumbadas, pero todas desembocan en la salida. ¿Civilizaciones...? ¿Los indios, dice usted? -preguntaba con cierta extrañeza el minero, que no entendía en asuntos más allá que los de su profesión-. Ni idea en ese sentido.

Miraste entonces el origen del vapor: la losa natural parecía haberse abierto y por ahí emananba el tal gas benigno.

Mi primera idea es que esto parece el sello de alguna criatura. Pienso en la antigüedad de la roca y las leyendas, por si me diesen alguna indicación. Mientras le doy vueltas a las ideas, me pregunto con cuánta libertad puedo hablar de cosas paranormales delante de los mineros, y en general la gente que no pertenece a la universidad. 

Me acerco para examinar las inscripciones, por si se pareciesen a algún lenguaje conocido, pero sin tocar la piedra todavía.

Aquel lenguaje era desconocido para tí. Esa especie de glifos eran bastante raro, y no te sonaban o se asemejaban a ninguna cultura (que tu supieras). Lo que sí pudiste datar más o menos, o mejor dicho, constatar, que el monolito era mucho más antiguo que todo el pueblo de Chesire Peak (el cual se fundó hacía 175 años). Esa pequeña estatua debía tener, como mínimo unos 6000 años que tú supieras... y tampoco podía constatarse del todo en aquella mina en semioscuridad y en pésimas condiciones de análisis.

El vapor seguía saliendo por el hilillo de la losa rocosa junto a tus pies...

Sin saber qué más hacer, pues la situación es un tanto inexplicable, rodeo el pilar por si hubiese alguna otra cosa que me llamase la atención. Observo las grietas y si forman algún tipo de figura. Busco losas sueltas.

No encontraste nada fuera de lo comúnen la mina ni en la zona donde estábais y se alzaba aquel monolito. Te fijaste bien y sólo pudiste darte cuenta de la losa natural de la que emanaba el vapor... ¡podía levantarse! Estaba como desprendida, como si el calor natural que se elevaba desde las profundidades de la montaña hubiese hecho mella en la tierra y la roca y ahora saliera al exterior (como así era). Te agachaste un poco y clavaste las uñas en la piedra. Ciertamente aquel era tu hábitat de trabajo natural. El caso es que comenzaste a levantar la losa: no era muy ancha o voluminosa, pero sí que pesaba...

Trato de agarrar la losa con mis dedos, pero es demasiado gruesa y no llego a alcanzar el otro borde, además de ser muy pesada a pesar de su tamaño, pues el basalto que forma estas estructuras es compacto y muy denso. Así que resbala entre mis manos y cae pesadamente de vuelta a su lugar. Me froto las manos doloridas, mientras me giro hacia Perkins y Henry, esperando que no hagan bromitas sobre mi actuación:

- ¿Podrían echarme una mano? Creo que, sea lo que sea que ha provocado esto, ahí debajo encontraremos alguna pista.

Sí, por supuesto, señorita -dijo el minero sorprendido que enseguida te pusieras a levantar la losa-. Entonces Marcus se agacho, y detrás de éste lo hizo Perkins, también dispuesto a ayudar. Entonces lográsteis entre los tres levantar la losa natual suelta, y otra bocanada de vapor salió empapándoos vuestra cara con calor gaseoso. Notabas la sensación agradable en manos y rostro, pero dedujísteis que abajo el calor sería mayor, que tal vapor ahora subía desde alguna profundidad más enfriado.

Marcus Henry miró extrañado el hueco horadado: redondo, vertical y profundo. Debido al vapor no se veía el fondo. Si usted da el permiso, señor Perkins, como conocedor de este sitio opino que se puede bajar, si así lo desean. Perkins lo comprobó, tanteando el agujero (de un metro de diámetro) y con la cabeza dió su aprobación para continuar.

¿Le apetece dar una vuelta, señorita Snorrdöttir? -dijo desembarazándose de una cuerda y estirándola para comenzar a bajar allí abajo-.

- Por supuesto, después de usted. Aunque espero que el calor ahí abajo no sea insoportable.

Prefiero que baje primero para que vaya evaluando si el terreno es practicable o el calor excesivo. Sigo sus instrucciones para anudarme la cuerda con seguridad y para realizar el descenso. No parece muy complicado, al menos la bajada, así que me preparo y bajo lentamente tras él. A medida que desciendo, observo los estratos de las paredes del pozo, por si hubiera algo interesante en ellos.

Está bien -alcanzó a decir Perkins, haciéndose el nudo a la cintura al igual que tú-. Iré primero, tendré que ganarme el sueldo de nuevo -decía el espeleólogo-. Luego baje uste, señoritoa Snorrdöttir y en la vanguardia usted, Marcus, ¿entendido? Descende poco a poco: no sabemos la profundidad del pozo.

Fue entonces cuando bajásteis poco a poco. El descenso era lento y el vapor os inundaba el rostro (aunque no era exageradamente abundante). Perkins descendía observando la roca, o más bien las aberturas y si éstas eran seguras para id bajando cada vez más y más. Llevaba en su mano la lámpara que teníais como única referencia. Por tu parte, nada pudiste contemplar más que estar dedicada al correcto descenso, puesto que en esas condiciones era muy difícil. Detrás iba Marcus, asegurando bien la cuerda tras varios tramos de descenso.

Finalmente llegásteis a una superficie amplia, saliendo del agujero, que no era sino una gran sala (mucho más grande que la entrada a la mina) y la cual estaba en continuo descenso natural (pues no tenía un suelo rocoso plano). Numerosas estalactitas y estalacmitas descendían y crecían sobre vuestras cabezas y entre vuestros pies, y aunque Perkins hubo de alzar bien el candil de la lámpara no podía verse bien el fondo. Tras descender cuidadosamente hasta el fondo de la empinada sala descubierta (ya os habíais retirado la cuerda que os unía los unos a los otros, y ésta quedó colgando para el posterior ascenso) vísteis a vuestros pies... ¡unas escaleras! ¡Bien cinceladas y claramente en espiral! Estaban excavadas en la roca formando un cilindro vertical, y estaban apoyadas con columnatas y arcos que hacían un bello paraje descubierto.

Éstas giraban sobre sí descendiendo verticalmente, y en el hueco central de las mismas el vapor ascendía por el centro del hueco, condensándose en el techo de la cueva y goteando de nuevo hacia abajo. Había, además, una inquietante fosforescencia al fondo del pozo, la cual brillaba al mirar por el mismo hueco de las escaleras...

¡Santo Dios! -exclamó el minero al ver todo aquello-. ¿Cómo diantres no hemos descubierto ésto antes? Incluso a aguantado a las detonaciones mineros de las primeras excavaciones -Marcus se rascó la cabeza mientras miraba hacia abajo-. ¿A dónde irá a parar esta escalera?