Partida Rol por web

Poco después de vuestra llegada, una feroz tormenta azota el pueblo. Al día siguiente, una castigada caravana de la casa Wavir hace su aparición a las puertas, informando de que un carromato se ha perdido con una carga valiosa a bordo. El jefe del puesto comercial Wavir en Altaruk, un enano de Balic llamado Rhotan Vor, ofrece una recompensa de 100 po al grupo que encuentre el carromato perdido, y recupere su carga de grano, vino, y madera. Tus compañeros y tu formáis un grupo de búsqueda, y a unas cuantas millas de distancia de la población, os encontráis con parte de las huellas de la caravana, no enterradas por la tormenta del día anterior.

Bueno, empezamos de nuevo.

Tras la tormenta no pudimos más que salir a respirar un poco de aire fresco y allí nos encontramos con la sorpresa. ¿Un carromato desaparecido? Es extraño como se pueden dar las situaciones, pero de un momento a otro, un grupo de compañeros que pasaban un rato tranquilo en una taberna, ahora se ha convertido en un grupo de búsqueda y rescate. Por lo menos la recompensa parece jugosa, cien monedas de oro no es algo para despreciar, la verdad.

Tanto así que ninguno de nosotros se negó a aceptar la petición de ir a buscar el carro.

Así pues, salimos en su búsqueda preparándonos inteligentemente. Todos sabíamos que un paso en falso en el desierto podría ser tu último paso, por lo que ninguno escatimo en los preparativos. Y en pocas horas nos marchamos en su búsqueda.

Siguiendo el camino que realizó la caravana, no tardamos en encontrar las huellas en la arena por dónde habían pasado. Era extraño como la tormenta no las había borrado, o tal vez un golpe de suerte para mi y mis compañeros.

- Las huellas. Estamos en el buen camino, compañeros. - Dije mientras me cubría la cara con la capucha y mi nariz y boca con un pañuelo para evitar que la arena entrara en mis fosas nasales.

Si, sigamoslas mientras aun esten visibles a ver a donde nos lleva su rastro, solo espero que no vayan a ninguna parte y se esfumen en mitad de la nada...eso seria terrible. Me movia trabajosamente por la arena y las dunas enfrascado en mis pensamientos y desestimando la posiblidad de no entrar en combate para recuperar el carro, aquellas cien piezas de oro, eran un gran botin, incluso repartiendolas.... 

Solo vamos a saberlo si las seguimos, asi que sigamoslas.- Conocia a sus compañeros asi que sin decir nada más empezó a seguir las huellas de la caravana perdida

Sin decir nada, pues estaba todo dicho y la decisión era compartida, la mujer se acercó al rastro del carromato. Palpó las huellas, olisqueó, miró a un lado y a otro, y en la dirección hacia donde parecían dirigirse.

Asintió a sus compañeros, y canturreando empezó a andar también tras ellos, repiqueteando con las yemas de los dedos en su pequeño tamboril. El ruído era tan quedo que apenas se distinguía del deslizarse de piedrecitas por un margen abajo al paso de un animal pequeño. Chaedi olía a ozono.

Kriv se detuvo.

Soltó un leve gruñido que denotaba su interés por algo mientras se arrodillaba y buscaba en el suelo.

No tengo ni idea de seguir rastros, pero por probar no pasa nada.

Luusi comenzó a seguir las huellas, sin mirar hacia atrás.

Sabía que sus compañeros de trabajo iban a hacer lo mismo que ella, por lo que no se preocupó por si la seguían o no.

Las huellas se dibujaban en la arena bastante bien, por lo que no era difícil perder el rastro.

- Las huellas siguen por aquí. - Dijo en su tono serio y seco de siempre. - Creo que estamos cerca o por lo menos, en el camino correcto. -

El día es brutalmente cálido. Una brisa abrasadora levanta un velo de polvo.

Siguiendo el rastro del carromato, que aparece y desaparece en la arena, llegáis hasta un amasijo de rocas y arbustos de creosota.

Kriv se tapa con su capucha para que el sol no impacte de lleno en su cabeza.

Al llegar alas piedras olfatea a su alrededor esperando que alguien mas diestro que el busque mas pistas.

Um, podría haber salteadores ocultos por aquí ... - Piensa al observar las rocas y arbustos.

Por si acaso, desenvaina su espada y la apoya en el hombro.

Envolviéndose aún más en las telas y pieles que la cubrían la chamanesa parecía ignorar el calor sofocante. No era así, pero como otros habitantes de los pueblos del desierto sabía que el calor era algo con lo que convivir.

Cuando llegaron a las rocas y arbustos se detuvo, y se agachó para comprobar si además de las roderas del carromato podía encontrar algo que le diera alguna idea de qué podían esperarse, o de quién. Quien hubiera robado esas mercancía sabría que le perseguirían, y habría tomado sus precauciones, no sería fácil alcanzarle por sorpresa.

Observó entre las ramas secas y rotas, el sentido de las ramitas aplastadas, las grietas entre ellas...

El calor era abrumador y adran tenía la frente perlada por el sudor. En esta desolada e injusta tierra el sol parecía el único imparcial, impartiendo sus calurosos favores a propios y extraños.

Adran observaba a su alrededor para evitar sorpresas desagradables

Hay dos amontonamientos de piedras de cierto tamaño, separados unos cuantos metros, y arbustos aquí y allá.

Los pedregales, eso sí, son lo bastante altos como para que alguien se oculte detrás.

Id con cuidado, ese es un sitio ideal para una emboscada y desde esta posición nos han podido ver desde lejos.- Instintivamente Adran desenvaino sus armas y se preparo por si las cosas se torcían

Cuando todos se pusieron alerta, comencé a mirar hacia un lado y hacia el otro, cogiendo entre mis manos mi libro de hechizos.

Nunca se sabe cuando van a ser necesarios alguno de ellos.

Mis ojos se quedaron junto a las rocas y a los arbustos, mientras me separaba un poco del grupo, hacia atrás, previendo cualquier problema que pueda surgir en este momento.

- Yo no veo nada raro allí. -

El desierto estalla en una algarabía de sonidos siseantes de tono alto y gritos de batalla en un áspero idioma. Cinco criaturas reptilianas, pequeñas y encorvadas, que empuñan lanzas, dagas y cerbatanas, saltan de sus escondrijos. Sus bocas están llenas de colmillos afilados, y se mueven sobre la arena con gran rapidez.