Partida Rol por web

Sus papeles están en orden para moverse sin problemas por todo Europa del Este. Sus pasaportes aparentan ser de ciudadanos privados con licencia para desenvolverse por los países eslavos desde 1987 hasta 1991, y los guardias fronterizos y oficiales gubernamentales están entrenados en reconocer ciertos patrones en los mismos para reconocer la verdadera naturaleza oficial de los documentos.

El camino se abre frente a ustedes, una Autobah, que los llevará a la frontera entre Alemanias, de vuelta a Berlín Occidental, y cruzando el muro de Berlín, donde iniciará la misión.

Iván y Dominik se reunieron para formar la vanguardia del equipo. Los primero en llegar a Berlín del Este y los más capaces de sobrevivir por su cuenta si se encontraran con algún tipo de resistencia.

Sweet Chocolate, la niña prodigio convertida en actriz porno, convertida en erudita, convertida en ghoul, convertida en hacedora de milagros para Iván Vladimirovich, tenía el camión listo esa misma noche, dándoles la oportunidad de partir y encomendarse a sus habilidades para mantenerlos vivos y sin molestar durante el día. Los encontró en la perrera donde los animales de Dominik estaban agresivos e intranquilos, pero se volvieron dóciles en cuanto estuvieron en presencia de su Maestro, y parecían tener particular aprecio por Miss Chocolate.

"Vlad," te dice respetuosamente Sweet antes de empezar a hablar en su cariñosa insolencia de siempre. "Acabo de invertir millones -míos, no te cagues encima- en una mierda andrajosa llamada Apple, y no quiero tener que escuchar tu blanco trasero todo el camino, ¿qué hacemos?" sonríe cálidamente.

Coloco la imagen y la subo a perfil

En la estación, todos los adeptos del convoy se reúnen. Suss vehículos forman un círculo, y todos bajan de manera que queden dentro de él:

Darla venía en un Porsche con curvas agudas que recordaban a un tiburón. Jean, de la mano de tres ghouls, había venido en un Mercedes muy práctico, acompañado de un camión, mientras que los Aelker venían en un semi-camión blindado que podía pasar por el juguete de un millonario. Los Tremere, siempre taciturnos y poco colaboradores, habían venido en un auto que enviaba el mensaje de que planeaban dejarlo tirado y meterse en el vehículo de alguno de ustedes, mientras que Bree y el Doctor habían venido en un muy normal sedan. 

El grupo anterior debe estar ya en Berlín del Este, y ustedes deben ponerse de acuerdo antes de partir.

Llego con una mezcla de ansiedad y alegría, sentimiento que hace décadas no tenía. Pues nada lo había provocado. El entusiasmo era inmenso.

Estaciono al ver a mis compañeros. Apago el estero y salgo del auto para recibirlos.

-Buenas noches, espero esten todos preparados.

Un sedán negro impoluto aparcó al lado de los otros automóviles que ya se encontraban en la estación. El motor se apagó con un suspiro metalizado y las luces quedaron encendidas, iluminando el centro del círculo. Breanne abrió la puerta con mala gana, para variar, y su bota militar impactó de lleno en un charco sobre el que había aparcado salpicando así la parte baja de su vehículo.

─Mierda.

Una vez salió del auto se dirigió a la puerta izquierda trasera, justo la que quedaba detrás de la del piloto, tras haber cerrado ésta última con un estruendoso portazo. Abrió la puerta y desplegó una rampa metálica con un chirrido de óxido, dando paso a que Jarek, en su amada silla para minusválidos, pudiese bajar de lata con motor.

El sedán no tenía asientos traseros, habían sido retirados para dar paso a una amplia zona donde poder tumbarse o, como era el caso, atar con los arneses de los cinturones de seguridad una silla para el viejo. También había un par de colchones apilados a la derecha de la silla, y la rampa artesanal, probablemente robada de un camión que estuviese descargando mercancía, y usada para facilitar el manejo del trono de Jarek.

A continuación se dirigió a donde estaban los demás, no parecía apurada ni especialmente motivada con el viaje. De hecho parecía que estaba en otro mundo.

─Bueno ¿nos vamos ya? ─preguntó de forma seca y arisca, reposando sus posaderas en el capó de su auto y sacudiendo su bota ahora empapada─

Una vez llegaron al punto de reunión, los dos tremeres, acompañados por el mayordomo de Dana y sus dos asistentes en un auto genérico aparte, se detuvieron para asegurarse de que todo estuviese en orden. Hasta ese momento, solo Bree, y por consiguiente, Gorski, junto con Darla se habían manifestado, pero el resto no habían dejado saber si faltaba algo.

"Si todo está listo, no veo por que no." Señaló el tremere, bajando del auto por un instante, cabeceando hacia quienes se habían dejado ver a modo de saludo. Entre menos dijese, menos se iba a complicar.

El empeño de Eric por viajar en un automóvil americano algunas veces sacaba la indignación europea de Dana a relucir, como pudo notarse levemente en su impoluto rostro cuando descendió del Chevy para aproximarse hasta donde el resto parecía ansioso por partir. Cabeceó sutilmente y con agrado a modo de silente saludo y observó a su alrededor. 

—¿Estamos todos ya?— Inquirió, entre curiosa y algo ansiosa por ponerse en movimiento, Dana compartía el sentimiento de la emoción, algunas veces pasarse los años estudiando dentro de la capilla, aunque nutritivo para el alma, no lo era tanto para la vida social de una criatura que había nacido para relacionarse. Se sentía algo oxidada en cuanto a relacionarse con más gente que Eric se trataba, y por eso prácticamente permanecía en un segundo plano todo el rato, haciendo acotaciones cuando así lo consideraba oportuno. Es decir, cuando Eric metía la pata con su tosquedad. 

Sin música ni grandes efectos, el compacto todoterreno se aparcó con rapidez al lado de los demás miembros del grupo.

De un salto salí del vehículo y saludé a mis compañeros, con aparentes dudas al ver los impedimentos del invalido al hacer algo tan simple como bajar del coche.

No dije nada. Si lo habían elegido para aquella misión estaba claro que había algo en él que nos podía ser útil.

- Bereit. Todo listo por aquí.

Apunté abriendo los brazos

- Cuando quieran.

No tenía nada más que decirles, moría de ganas de cruzar aquella maldita frontera.