Partida Rol por web

Poco después de que Ethan dejase a Mei y el otro tipo en el suelo, se lanzó de cabeza contra el tipo de los nunchakus y el de las espadas. No obstante, pese a que era extremadamente rápido y sus puñetazos alcanzaban una gran velocidad, aquellos dos tipejos parecían estar habituados al combate, y se defendieron esgrimiendo sus armas, que obligaron al aeriano a echarse atrás o recibir algún tajo o golpetazo. No obstante, se dieron cuenta de que trataban con un guerrero, por lo que extremaron la cautela y tras mirarse y asentir entre ellos, el de los nunchakus se deslizó lentamente a su lado izquierdo y el de las espadas a su derecho.
 

Hong, nada buen luchador que era, aún así intentó esquivar la lanza que se movía como grulla tratando de picar unos peces.  Si predigo donde estará, puedo evitar estar ahí.  Las fortunas estaban con él.  Y en eso, ¡lo reconoció!

¡Eres Lung!  O más bien, eras Lung, Lung Hó.  ¿Que te ha pasado?  ¿Cómo estás haciendo esto?  Tenía la cara de estar viendo un pez fuera del agua, de ver entrar un león a un teatro de burlesque.  Hong no podía creer que alguien tan honorable estuviera haciendo esto.  Ningún luchador con honor seguidor del -do podría estar ultimando inocentes. 

Intentó encontrar palabras para convencerlo. ¡Reflexiona! ¡Aún hay camino!  El dinero vale menos que el honor, pues el segundo siempre encuentra la forma de mantenerte. Era difícil cuando la sangre se agolpa en los ojos.

Me lanzo contra los tres tipos a toda velocidad, y le propino al primero un golpe en la ingle de una patada; me giro y agarro al segundo, intentando lanzarlo contra el tercero.

- ¡¿TRES?! ¿¡SOLO!?

Intento poner algo de distancia entre ellos y yo, para evitar que me rodeen. Aprovecho los escombros para bloquearles el paso a mis lados y a mi espalda.

Dao jugó a su favor, esquivando vigas y escombros de la entrada: las afiladas dagas de los asesinos se clavaron en la madera o dejaron sus marcas en ella mientras lo perseguían, sus planes frustados. Sobretodo, cuando tras dar un giro inesperado, le soltó a uno de ellos tal golpe en la entrepierna que cayó al suelo, incapaz de seguir con la idea y dejando a sus compañeros momentáneamente a solas con el gigante, que jugando con el impulso de uno de ellos aprovechó para lanzarlo contra el tercer compañero que quedaba ileso y a punto de lanzarle uno de los sai al pecho. Los tres se levantaron poco a poco, con expresiones de furia y resentimiento en sus ojos.

Por otro lado, el tipo desgarbado de los nunchakus y el alto y esbelto de las espadas se habían coordinado perfectamente entre ellos y estaban poniéndoles las cosas difíciles a Ethan con un ataque en pinza a punto de iniciarse.

-¿Por qué no rindes, gweilo*? Será más rápido y menos doloroso para ti. -dijo el de los sables con voz serena rostro serio.

Finalmente, en el caso de Hong, aquel tipo de la lanza, Lung, reconoció al agitador:

-Conservo mi honor, por eso estoy aquí. Lucho contra el mal y ese antro en el que estabas y todos sus clientes lo eran. Jamás imaginé que tú pertenecieses a ellos, pero supongo que la codicia finalmente ha hecho mella en ti. Pero incluso en mi ira soy clemente: te mataré rápido y aceleraré tu reencarnación en tu siguiente vida. -tras decir esto, adoptó una pose muy agresiva con la lanza, apuntando con ella directamente su garganta.

En ese momento, un disparo pasó cerca de Lunh, rozándole la mejilla. De la entrada, salió un tipo aeriano con una casaca llena de hollín como su cara, sangre en un costado, apretando los dientes por el dolor y cara de pocos amigos, con un revolver de cuya boca humeaba aún el jade rojizo. A su lado, llevaba a Yugan casi a rastras, que respiraba con mucho esfuerzo y parecía que iba a desmayarse allí mismo, el trozo de madera aún clavado en su cuerpo.

* gweilo: demonio blanco. Término despectivo con que los tuyanganos se refieren a los aerianos.

Ha llegado el momento de usar mi táctica secreta: tirarme encima de todos mis enemigos a la vez y rezar porque se asusten o les deje KO.

- ¡WAAARGH!- Grito con furia, agitando los puños y lanzándome hacia ellos con toda la fuerza de mis músculos.

¡Lung!  ¡Tu eres el que estas equivocado!  ¡Te han hechizado!  ¿Es ese tatuaje de jade blanco?  ¡Liberate hermano! 

Esta es pura buena gente, como tu abuelo el señor trabaja su casa de té.  La chica, su hija, trabaja de sol a noche y no se roba ni las monedas que la gente deja olvidadas.  ¡Si ella misma las va a dejar al templo!    ¡Fíjate en la realidad!

Es mejor el diálogo, los juicios imparciales y equitativos.  Si tu jefe raro aquel escogió hacer ataque artero y secreto, ¡es que quiere ocultar algo!

¡Abre los ojos!  

Estaba en defensa total, no lo quería lastimar, sólo evitar que hiciera más daño, a los demás y a sí mismo. 

Dao se abalanzó contra los tres terroristas, usando su poderío físico para derribarlos. El ataque cogió tan desprevenido a los asesinos, que sólo uno de ellos pudo apartarse a tiempo, mientras que sus dos compañeros fueron cogido por sorpresa en mitad de la embestida, cayendo al suelo como dos sacos de patatas bajo el terrible peso de su rival. El golpe había sido tan fuerte que ambos habían quedado sin sentido al instante, permaneciendo en el suelo como meros peleles, con sus armas en el empedrado de la calle a su alcance. El tipo restante vaciló un tanto, corriéndole una gota de sudor frío por la frente ahora que se encontraba a solas cara a cara con aquel gigantón. Esgrimió ambos sai en una pose más furtiva y menos alocada, buscando un punto débil sobre el que atacarle.

Por otro lado, Ethan había luchado en bastantes peleas, dentro y fuera del ring, y sabía cómo moverse y usar sus juegos de pies para evitar que aquellos matones le rodeasen como evidentemente pretendían. Sin embargo, sus poderosos ganchos y directos, pese a ser mucho más veloces y demoledores que el de una persona ordinaria, no sirvieron de mucho contra aquellos tipos: el de los nunchakus usaba las varas de madera para amortiguar sus golpes, saltando muescas de madera con cada impacto; al tipo de las espadas dobles no podía quitarle el ojo tampoco. Tuvo que esquivar varios mandobles y rápidas maniobras que, aunque no le produjeron daño, le impidieron acertar con un golpe contundente. El tipo de los nunchakus soltó una risilla prepotente de quien se sabe vencedor.

Hong se defendía con palabras, así que esquivar los ataques de su confundido amigo no se le daba nada, nada bien.  

¡Detente!  ¡Estás siendo engañado!