Partida Rol por web

- Mi estimado señor Vohwinkel, no es necesario ser médico para adivinar el origen de las escasas y monótonas destrezas enanas. Pero hace bien en consultarme, demostrando que tiene buen juicio para discernir entre profesionales serios y meros charlatanes...

Otto disparaba una pregunta bastante agria para Ambrosio, pues responder ya requería reconocer el talento enano en las áreas citadas por su compañero de turno. Aún así, Ambrosio elaboró nuevamente su tesis, menospreciando aquello que hubiera sido digno de elogio. Mantener el orgullo en alto no era algo negociable...

- Los miembros de la raza enana son aptos en esas simples tareas pero a su vez son unos completos patanes en disciplinas más elevadas y lejos del alcance de sus burdas mentes. Deben haberse dado cuenta de su natural ineptitud para ellas ya en tiempos prehistóricos, resignandolas para dedicarse de lleno a materias más cercanas a su burda cultura: Golpear metales, golpear la piedra, golpear trasgos, golpear elfos, golpearse entre ellos. En fin, brutalidades en un sentido muy amplio como para detenernos a considerarlas todas..

Thorin se estaba demorando demasiado ya, y Ambrosio comenzaba a aburrirse en su tarea de ilustrar al ignorante y viejo carnicero de Puerta Muerta. Aquél tosco hombre tenía casi tan pocas luces como el gordinflón del Alfredo, pero al menos no debía soportarlo día y noche, y parecía más discreto a la hora de expresar su ignorancia. 

- Por cierto, usted ha vivido bastante tiempo aquí... ¿Ha visto alguna vez a una mujer enana? Existen muchos mitos acerca de ellas, en mi breve estadía no creo haberme cruzado con ninguna aún...

El enano sale de la forja, acompañado de un enano mucho mas mayor y con una presencia imponenete -Este es mi maestro Thorin I Melenarroja -frunció el ceño -y por cierto que me ha parecido oíros de algo de las mujeres enanas -intrigado miro a los dos humanos -bien hermosas que son -dijo mientras cerraba las puertas de la forja

Thorin I, maestro herrero rúnico de Karak Azgal, reyes sin corona de las ciudadelas enanas. El carnicero se puso nervioso ante su presencia.

¿Eres tú el médico que atiende a Louis? ¿Por qué no estás con él?

En su mente solo una frase -Prepárate Ambrosio aquí tiene un hueso imposible de roer -su abuelo era un enano de pura cepa 0 permisismo

- Verá usted, maese... ¿Thorin? Los cirujanos de renombre, como es mi caso, nos dedicamos a tratar puntualmente los males que aquejan a nuestros pacientes. Donde hay que perforar, perforamos. Donde hay que coser, cosemos. Donde hay que serrar, serramos. Y así...

Ambrosio no tenía idea de quién era el recién aparecido enano, ni interés en tenerla a decir verdad, pero supo por las reacciones y comentarios de los otros que aquél sujeto debía ser de considerable valía dentro de la deforme sociedad de Karak-Azgal. Así que el cirujano se tomó su tiempo para ilustrar al viejo cabeza de yunque, que de medicina parecía saber menos que Ambrosio de caridad y modestia. 

- Pero las tareas de cuidado posteriores no requieren de manos especializadas, hasta un afeminado elfo podría cuidar de un enfermo o herido, siempre y cuando declare previamente su cabal renuncia por la sodomía y demás prácticas repugnantes que son bien conocidas en la verde especie.

El racismo siempre era un buen gancho para animar una conversación y acercar a las partes en un odio y desprecio común, y nada mejor que defenestrar a los elfos en presencia de un enano para ganarse al menos un gesto de aprobación. Ambrosio tenía todo eso calculado, casi nada en su calva cabeza era natural o espontáneo.

- Sabrá usted entenderlo mejor que nadie: Para obras maestras, manos maestras...

Sonrió levemente -Esos malditos inútiles de elfos -los elfos realmente era repulsivos y encima perdieron la guerra contra los enanos.

Hablar mal de los elfos era muy útil entre la población enana, Ambrosio logró convencer a un testarudo enano de que su presencia no era necesaria al lado de Louis, que si vivía o moría ya no dependía de su presencia en el lugar.

¿Y qué piensa hacer en lo que resta de noche? Si no va a atender a su paciente...

- Soy médico personal del ilustrísimo Maese Gordin de los Norgunson. Honor conseguido por la gran pericia demostrada al salvar de la muerte a un guerrero Rorganson, quien presentaba una fractura de cráneo que hubiera sido mortal de no intervenir mis salvadoras manos y saberes.

El hecho de que fuera de noche y que la iluminación no fuera exactamente la mejor, no refrenó al calvo Ambrosio de desenfundar con orgullo la licencia que respaldaba su tan extraña historia. Los papeles parecían originales y fieles al relato, al menos a la tenue luz que emanaba el edificio de la forja de los herreros. De cualquier forma, el charlatán de Nuln volvió a guardarse sus licencias antes de que nadie atinara a poner sus garras sobre ellas y arruinarlas.

- A la fortaleza del clan me dirijo entonces, atendiendo a la llamada de mi señor...

El enano miro a su abuelo al escuchar las palabras del Ambrosio -Vas a reunirte con tu señor Gordin

-Ahora si que me fui menos de este humano, haciendo tratos con Gordin que según lo que vi en la expedición puede estar corrompido

Espero la respuesta de Ambrosio, tenia curiosidad si se iba a reunir con ese enano

- ¿No acabo de decirlo claramente? Le recomendaría algún preparado para las deficiencias auditivas, maese Thorin. Son muy comunes entre las personas que trabajan en ambientes ruidosos, como es el caso de los artilleros de mi gloriosa patria. Los cañonazos tienden a dejarlos sordos con el tiempo...

Ambrosio ya sentía que aquella parada en la forja se estaba prolongando demasiado. Los enanos tenían ese ritmo lento que tanto mortificaba al matasanos de Nuln. La explicación que tenía para ello se refería a la longevidad de la raza de patas cortas. Poseían una estúpidamente alta expectativa de vida, y siendo tan simples y secos de mente, tendían a dedicarle demasiado tiempo a casi cualquier cosa que hacían, tranquilos en su longevidad.

El pesimismo hacia ese humano ya se había terminado -Sordo, ya me tienes cansado con tus tonterías y tus palabras no hacen mas que confirmar mis sospechas. Mis palabras están bien pensadas y van mas lejos de los conocimientos que un mero humano como tu puede tener -aburrido del medico tan solo se dio la vuelta y entro en la forja de nuevo

Indignado se retiraba el menor de los Melenarrojas, reafirmando quizás la teoría de Ambrosio de que era imposible discutir civilizadamente con los de su raza. Al cirujano no le importó demasiado la retirada de quién en un principio le había servido de escolta. El carnicero que aún lo seguía no era tan fiable como un enano acostumbrado a la brutalidad, pero era mejor que caminar solo por las calles a esas horas de la fría noche en Karak Azgal.

- Tiene usted un discípulo un tanto volátil, maese Thorin I. Por fortuna, para ello también hay soluciones en la herbología. Si me necesita, podría prepararle unas infusiones sedantes que mejoran en muy buena medida el carácter de cualquier individuo que ingiera una dosis modesta y de manera periódica..

El charlatán necesitaba dinero para su proyecto clínico, y no tenía reparos de buscarlo en donde fuera. El trabajo del farmacéutico era una actividad que aún no había explotado desde que llegara a la ciudad, pero la lógica le decía que a la larga aquella sería su fuente de ingresos más estable y satisfactoria.

Os equivocáis, humano. Son vuestras palabras las que le han ofendido. Te ha escuchado perfectamente. Ahora vete de esta forja. Corre a refugiarte con tu amo, pronto recibirás lo que mereces.

El maestro herrero giró sobre sus pasos y abrió la puerta de la herrería. Dijo algo más antes de cerrar de un portazo.

Mucho cuidado con tus amistades, humano.

Aunque Ambrosio no sabía si se refería a él, o al carnicero.

El carnicero miró a Ambrosio, preocupado.

No debiste haber ofendido a los Melenarroja, no tienen poder pero son muy respetados en Karak Azgal. Algunos podrían tomárselo a mal.

El señor Vohwinkel miró alrededor, muy centrado en algo que acontecía a sus zapatos, sin mirar a Ambrosio.

Creo que volveré a casa, ya he tenido bastantes emociones por hoy.

Así dejó el carnicero al cirujano solo en el Barrio del Templo con la noche iluminada por las estrellas de las Montañas del Fin del Mundo y los fuegos de las farolas de aceite.