Partida Rol por web

El pequeño enano habia estado pensativo y callado, mas de lo pensativo y callado que iba todo el camino, cuando encontro una roca en el camino que soportara su peso, se subio a ella y señalando con una pipa que fumaba dijo a modo de afirmación a la extraña mujer de pelo rojo:

-He estado meditando, y no suelo dar consejos a desconocidos pero; creo que tú no vas ha durar ni una jornada en la fortaleza enana.- Ser temeroso de los dioses y de las leyes enanas, es algo sabio y digno, una moneda de oro es solo un pequeño tributo a este Karak que nos acoje. Penso para si el enano, que se quedo mirando como pasaba la extraña mujer.

-¿humm?- giro la cabeza con desgana hacia el énano - pues vaya mierda de consejo -pongo la mirada al frente intentando ver más allá - será otra ciudad enana, con sus cuevitas, sus doce mil hijas de su madre normas y sus ancestros dando la brasa por todos lados.

Y Dinero, mucho dinero...

La cara de Jotunn Snorkinson enmudecio unos segundos y una frase se le clavaba en la cabeza;

-y sus ancestros dando la brasa por todos lados.-

La carreta se fue y siguio el camino, el enano se quedo rezagado sobre la piedra con una espresión estupida, al paso que va desayunara acero frio pobre infeliz. Con este pensamiento siguio camino sin entender muy bien ha esta joven raza humana que no terminaba de entender, en la ciudad todo cambiara esperaba en lo mas profundo de su ser.

-GR...uuu...mmm..!!!- una frase no concreta se le escapo por los labios.

Finalmente. Ahí estaba. Karak Azgal, el Pico del Tesoro, el lugar que les concedería todas las riquezas que deseaban, pero ¿cual sería el precio a pagar? Sólo los valientes consiguen riquezas, pero son los valientes los primeros en morir. La ciudad se presentaba como una fortaleza excavada sobre la cima de la montaña, con altos y gruesos muros orientados al valle, imponentes y ornamentadas torres construidas por los más exquisitos artesanos enanos. Se adivinaban las siluetas de latos edificios, llenos de oro y joyas seguramente. ¡Ansias de riqueza! ¡El oro les esperaba!

La fortaleza parecía tener una defensa exterior, un muro más pequeño, algo más alto que un hombre, pero igualmente construido en piedra y con pequeñas torres cada cincuenta pasos. Siluetas de centinelas enanos se adivinaban en él, y una puerta cuyo arco se hallaba decorado por la escultura de la cabeza de un matador. Skalf el matadragones, fundador de Karak Azgal. Asesino del gran dragón Graug el Terrible. A quien los dioses enanos, impresionados por su hazaña, permitieron morir en paz tras no encontrar enemigo que pudiera derribarle. El más grande de todos los matadores.

Las puertas se hallaban custodiadas por enanos de recia armadura, y eran muchos los que portaban las temidas armas de pólvora. Símbolo de la avanzada tecnología de los enanos. ¿Qué era aquel pájaro de metal que recorría el cielo?

El enano siguio cavilando el resto del camino, pensar y meditar le gustaba con mesura, creo que cada cosa necesita su conveniente tiempo para pensar.

La silueta de la ciudad le gusto en exceso, no era una Karak bien enterrado en la roca, pero reconocia en él la mano de las personas de sus raza. Algo realmente fantastico, media sonrisa aparecio en su cara. Esto parecia un prometedor sitio para ganar sabiduria y oro. Podria hacer y desacer lo que se le ocurriera e incluso correr alguna aventura.

Mientras algunos pensamientos se movian por ahi arriba, mas arriba aun se veia algo volando, no sabia exactamente que era pero estaba moviendose a gran velocidad, de la sonrisa paso a una cara de estupefacción y asi se quedo un momento antes de tocar sus armas y ver donde estaban.

-guauuu- fue todo lo que me salió al ver con mis ojos la gran ciudad-.

Por muy dura que quisiera parecer, la vista de esa magnifica ciudad me deja sin habla. Y más sabiendo que sólo es la punta del iceberg, debajo esconde sus verdaderos secretos.

una vez cobro la compostura, y esperando que nadie me haya visto con la mandibula desencajada miro hacia arriba y distingo una especie de pajaro de metal, que no logro asociar.

-¿humm?- entrecierro los ojos como queriendo ver más lejos.

- Bah, deberían ver las maravillas de Nuln... - Añadió con recelo Ambrosio ante el asombro de algunos de sus compañeros de caravana. Lo único que esperaba en su interior era que los enanos fueran tan opulentos a la hora de pagar como lo eran a la hora de levantar edificios o fabricar artefactos para la guerra.

- Dificilmente... - Se contestó a si mismo. - A estos sujetos les gusta más la guerra que sus propias extremidades sanas...

Nuln era una ciudad maravillosa sin duda, y más grande que ésta desde luego, pero la diferencia estaba es que en los hogares de los enanos todos los edificios son hermosos, no sólo los más representativos. El extraño artefacto de metal se aproximó a la fortaleza y desapareció entre los edificios. El árabe condujo la caravana hasta la entrada de la ciudad, cuatro guardias enanos se aseguraban de que todo el mundo respondiera a las preguntas de su sargento. Delante de ellos había tres hombres pertrechados para la guerra, gente del norte del Imperio, quizá más al norte todavía. Hachas y escudos delataban su origen norteño.

Dadme vuestros nombres y vuestra procedencia. Decidme qué buscáis en Karak Azgal y cuál es vuestro oficio.

Nada de cortesías, la típica conversación de los enanos, directos y sin ningún tipo de cuidado. Exigían que los recién llegados pero no hacían ningún tipo de anotaciones. Seguramente sólo les interesaba saber si eran gente que daría problemas o no. Cómo no, había que pagar para entrar. Los humanos y halflings pagaban 10 chelines, los enanos dos chelines, y los elfos una moneda de oro.

Estaba realmente fascinado y me sentia mas en casa que nunca, despues de caminar tantas leguas por la superficie. Mire las largas barbas de aquellos enanos algo con lo que aun solo podia soñar, magnifico, fue lo que llegue a pensar.

Mirando al enano con la barba mas larga:

-Soy Jotunn Snorkinson, hijo de Snorkin busca vetas y aventajado minero, del Gran Clan Cejofruncido- buscando entre sus ropajes saco el dinero que se reclama, mientras sigo mirando fijamente al enano con mas barba.

Salto del carro y mientras rebusco, otra vez, dinero para poder flanquear la puerta. Esta vez sin embargo lo doy sin demasiadas protestas, la inversión bien merece la pena.

- Mi nombre es Florinda Rous, de Reikland, mi profesión es la hostelería- sonrio inocentemente.

Al fin y al cabo soy una mujer, no creo que me tomen como una amenaza, una de las pocas cosas buenas que tienen los enanos, infravaloran a las hembras de otras razas.

Mi nombre es Ambrosio de Nuln, consagrado médico de tierras del Imperio. Vengo a ofrecer mis servicios a los habitantes de esta ciudad.

Siempre que tengan oro en sus bolsillos para pagrame...

Necesitaba encontrar una buena clientera que se quedara contenta y hablara de él a más enanos ricos, y lo fundamental era dar una buena impresión. Pagó las otras monedas, confiando en que fuera la última vez que tuviera que pagar algo.

Nos alegramos de tenerle aquí Jotunn, hijo del Buscavetas, Karak Azgal es célebre por sus minas, estoy seguro de que encontrarás tu lugar, si quieres trabajo habla con el Clan Voragorstodtr, son dueños de varias minas ricas en gemas. Te darán trabajo y un buen salario.

Una vez pagado el peaje el sargento permitió pasar al enano. con la muejr el trato no fue tan agradable.

¿Tan peligrosas son las tabernas de la casa del Emperador que una camarera debe ir cubierta con acero y portando armas? -por el momento pareció impedir el paso a la mujer, hasta que respondiera.

Los médicos siempre son bien recibidos en el Pico del Tesoro, pero te advertimos que no toleramos ni a los charlatanes ni a los nigromantes. No perturbes la paz de nuestra ciudad.

- Ahora mismo estoy haciendo un trabajo de guardaespaldas- suspiro con añoranza- pero mi verdadera vocación es hacer pasteles, quizas en vuestra gloriosa ciudad, permita dar descanso a mi espada y poder impregnarme de todos los conocimientos culinarios que posee la gran raza enana.

Hablo en tono solemne.

¿Yo? Jamás, en mi vida he sanado muchas heridas de valientes soldados y de torpes carpinteros, pero nunca he tratado con los poderes oscuros y no deseo hacerlo.

¿Con los nigromantes? Pero a qué están acostumbrados en este ciudad?

Una vez pagaron el peaje las puertas les fueron abiertas a los aventureros. La pesada madera y metal giró sobre sus goznes sin chirrido alguno, obra de la magnífica artesanía enana y pudieran franquear sus arcos de piedra. El Risco del Dragón se alzaba frente a ellos, con una fortaleza en su ladera. Una delgada escalera de piedra, excavada en las misma roca de la montaña permitía el acceso a ella. Pero según la escalera descendía, y los ojos de los aventureros se acercaban a la superficie del valle comenzaban a alzarse edificios de madera, de tosca construcción, hermosos unos, descuidados otros, con calles adoquinadas o sólo con tierra como base. Una ciudad no enana, llena de humanos y sucia como las ciudades del Imperio.

Puerta Muerta -dijo el árabe-, Ciudad de Vicios.

Apenas puesto el pie en el interior de las murallas les recibieron mozos de cuadra, criados, ganchos de posadas, chicos que se ofrecían a cargar los bultos y todo tipo de gente que ofrecía algo a cambio de unas monedas. ¡Yo le llevaré su equipaje señorita! ¡Angelino, vengan a Angelino, las mejores camas de Puerta Muerta! ¡No se pierdan el combate de esta noche en el Pozo de Sangre! ¡Bertold el Indomable contra Snorri el Muerdeorejas! ¡Pasteles de manteca, cerveza fría, lo que el cuerpo necesita!

Casi tuvieron que empujar a aquellos que se ofrecían a coger sus cosas con demasiado entusiasmo, cogiéndolas sin permiso con un simple !Sígame! Dris, les condujo hasta la lonja de la ciudad, donde intercambió unas palabras con un enano que parecía llevar el albarán de los productos. Cuando terminó de hablar volvió con los aventureros y les dio una bolsa con dinero.

Su paga, mis sidis. Tengan cuidado, en esta ciudad el dinero vuela muy rápido. Demasiadas diversiones.

El bulllicio general de la ciudad me desconsolo, la verdad que esperaba mas orden en una ciudad enana y menos humanos, el siguiente paso era cobrar y el comerciante no se hizo derrogar algo de agradecer. Con todo mi equipo encima me despido con un:

-Hasta mas ver- seguido de un gesto de la mano, la verdad que no tenia especial intención de hacerme amigo de gente tan desarraigada como las que me acompañaban, faltos del honor y el valor de los enanos. El saludo sono hasta con cierto entusiamo por quitarmelos de encima. Apartir de aqui seguiria mi camino en solitario.

Una vez que sigo camino mis ojos buscas una taberna, me habia ganado una cerveza preferiblemente de origen enano, comprobe que la bolsa siguiera pegada en el cinto y busque con ojos curiosos por todos lados, no perdiendo detalle a la idiosincracia de la propia ciudad.

Cuando vi una posada bastante animada me hacerque contento y feliz de poder echar un trago.

- Y digame usted que es mercader, estimado señor Larbi. ¿ Conoce de algún gentilhombre acaudalado que pueda precisar de los servicios de un experto como yo ? Le agradecería en tal caso que me recomendara a alguno de ellos. Le aseguro que mis habilidades estarán a la altura de su buena fe. -  Pidió cortésmente el cirujano de Nuln mientras recibía su paga de parte del mercader árabe. En su patria los enanos tenian fama de ser tan mezquinos como resistenttes a las enfermedades y otros males de la vida mundana, por lo que encontrar mercado cuanto antes era una prioridad absoluta para sobrevivir en la ciudad.

No sabría decirle, mi side, esta ciudad es muy grande y demanda muchos oficios. Los más ricos no viven en Puerta Muerta, sino en la Fortaleza de Skalf -comentó señalando la ciudad enana que había subiendo la zigzagueante escalera de piedra- aquí, en Puerta Muerta sólo tienen dinero los más afortunados aventureros que hans alido airosos de las profunidades cargados de joyas, y los señores del crimen. Pero estos últimos no confiarían su vida a un recién llegado.

Pero siempre podéis presentaros a las sacerdotisas de Shallya, mi side.

- Bah, no me caen muy bien que digamos esas... "mujeres". Además trabajar para ellas sería vivir por el pan y el agua, y creáme que mis pericias merecen mucho más que eso. Pero gracias por el consejo, señor Larbi. - Respondío con cierta decepción el practicante de medicina y otras artes, para luego alzar la mirada hacia la Fortaleza de Skalf, hogar de la elite enana.

- ¿ Hay alguna restricción para los extranjeros en aquella dichosa fortaleza ? Me gustaria ejercer mi oficio en aquél lugar, parece un sitio apropiado para un profesional de mi nivel...