Partida Rol por web

Melissa era agresiva, y cualquiera hubiera caído ante la lluvia de golpes, pero frente a un guerrero experimentado su estrategia puramente ofensiva podría resultar muy peligrosa, para ella misma.

La guadaña se choca contra mi nuevo escudo que la rechaza sin problemas, con un sonoro golpe de metal como metal, un leve arañazo queda en su superficie. Esa guadaña está afilada...

-Podemos estar así todo el día, sacerdote- le faroleo, a ver si hay suerte y da por cuncluido el combate, porque me falla un poco la confianza en mí misma- reconozco, que esa guadaña, no es ninguna broma.

Renuevo mi ataque con furia, uno lo fallo por poco, y opto por hacer ataques bajos, esta vez dirigidos a sus piernas, agachada con el escudo en la cabeza a modo de sombrero y barriendo con mi mortal hoja, con cuidado de no dar a ninguno de los presentes...

No te distraigas, mujer.

El sacerdote no era hombre de palabras, esquivaba,fintaba y se lanzaba al ataque con esa guadaña suya. Intimidaba.

Levanto mi escudo, demasiado lento, su guadaña corta el aire en un ángulo que parece imposible...

La guadaña dio carne, una herida severa que despellejó el brazo de Melissa, dejándolo en carne vivo. No era una herida profunda, sino alargado, lo cual la hacía más dolorosa que severa. Aquel maldito sacerdote era muy peligroso.

¿Has aprendido la lección, mujer? ¡Ve, y no vuelvas a este lugar hasta el día en que mueras!

Grito de dolor y casi se me cae la espada de la mano, aguantádola con unos dedos débiles. Empiezo a trastabillar hacia atrás esperando otro golpe mortal, hasta darme de espaldas contra la pared. Me agarro el brazo con fuerza allí donde mi armadura está cortada y mi brazo tiene una herida fea. Entonces el Sacerdote me echa de allí. Le miro con ojos de fuego, con las lágrimas de la impotencia a punto de salir, mientras, aprieto los dientes con fuerzas, me matará, si le ataco me matará.

Bajo la mirada con gran esfuerzo, me ha vencido, delante de todos, no me atrevo a mirar al Enano, sin poder evitarlo más empiezo a llorar, así que taponandome la herida con la mano. Salgo corriendo sin ninguna frase ingeniosa, ni ningún insulto valadid.

Dejo atrás el cementerio, y vago por las calles sin rumbo durante un tiempo, hasta que soy consciente de la herida.

Duele como mil demonios. Voy a tener que ir a ver a Ambrosio.

Melissa abandonó el cementerio con la mirada de los otrso incursores en su espalda. Maldita su boca, que no para ba de meterle en problemas. Las calles de Puerta Muerta estaban inusualmente vacías, se oía un clamor en el Pozo de Sangre. Claro, el gran combate del Festag noche. Todos estarían pendientes de él.

Melissa dirigió sus pasos hacia la Fortaleza de Skalf, lugar donde Ambrosio tenía el consultorio, aún con severas dudas de si le dejarían entrar a esas horas...

A su espalda, oyó pasos...extraños. Como una pierna que se arrastra...

Por un momento me siento tentada de ir hacia el clamor del público como polilla que va a la luz, pero el brazo me duele a horrores y estas herias largas necesitan curar bien o se infectará.

Me giro lentamente hacia detrás, estoy acostumbrada a que los tios me sigan o me miren, pero me molesta en exceso este ruido en particular. Ya tengo mala cara y todavía no me he terminado de girar...

El cielo noscturno de Karak Azgal se halla cubierto de nubes blancas, las cuales en su errático avance por los cielos del Viejo Mundo ocultan las lunas: Mannslieb y Morrslieb. Era esta última la que se temía en el mundo, al Luna del caos, la más pequeña de las dos lunas. Era esta luna la que impregnaba de magia negra el mundo, o eso decían los sabios...

En aquella oscura calle de Puerta Muerta, donde la única iluminación era la muy débil luz blanquecina que se filtraba a través de las nubes, insuficiente para ilumianr la figura que se aproximaba a Melissa. Era un hombre que se movía con orpeza, arrastrando los pies: borracho, drogado o herido.

Estoy a punto de darme la vuelta e irme, pero algo me hace detenerme y girar la cabeza interrogativamente...

- ¿Que te pasa amigo?- le pregunto de forma brusca, vamos, mi tono normal- ¿todo bien?.

Doy un paso involuntario hacia detrás, la escenaes demasiado siniestra para mi gusto. Buesco con la mirada si hay alguien más por las inmediaciones.

El amigo no se inmutó ante la pregunta de Melissa, y continuó avanzando inmutable por la arenosa calle, arrastrando los pies. Emitía un sonido siniestro, un lamento continuo y repetitivo. Las nubes se despejaron y Melissa pudo ver quién se le acercaba.

¿Qué clase de criatura era esa?

La criatura aterró a Melissa, quien no debía estar preparada para semejante visión. Ella se esperaba algún borracho o ladrón, no una criatura que parecía muerta y caminaba, lenta pero segura, hacia ella.

Estoy completamente paralizada, por un momento me pareció reconocer a ese muerto... no puede ser...

La criatura se aproximó tambaleante hasta Melissa, paralizada como estaba ante la llegada de la criatura. Con su apestosa buscó la carne de Melissa, jugosa carne humana que devorar, pero era una criatura torpe, y al abalanzarse sobre Melissa tropezó y acabó chocando su cabeza contra la de la mujer, en un violento golpe que hizo que Melissa cayera al suelo.

Veo las estrellas y me muerdo la lengua, toda mi boca se llebna de sangre y parte del casco se ha incrustado en mi cabeza, ya que empiezo a notar un liquido pegajoso por la nuca, intento rodar hacia un lado para levantarme y salir corriendo de allí. Todo me da vueltas y tengo ganas de vomitar.

Finalmente lo consigo con solo unas arcadas, el escudo se coloca rapidamente en mi antebrazo protegiéndome la herida abierta, que gotea sobre el suelo. y con la otra busco mi espada pero me concentro en interponerlo entre esa criatura y yo.

La criatura se lanzó una vez más sobre una prevenida Melissa, con torpeza y lentitud. La muchacha no tuvo que hacer demasiado por esquivar aquellas manos muerta que buscaban su carne y sangre.

Bastante herida no me atravo a atacar, a esta critura salida de la tierra del infierno. Sus ojos vacios me dan mucho asco, pero supongo que mi espada podrá cortar su carne como cualquier otro ser humano.

Lazo un potente tajo, pero mantengo el escudo en alto para protegerme tanto el brazo herido como la cabeza, tiene una fuerza sobrenatural y no se si aguantaría viva otro golpe.