Partida Rol por web

Von Neuman miró a todos los allí presentes con los brazos cruzados y el labio torcido, estaba claro que esperaba que la gente se pusiera en movimiento cuanto antes, y que la espera lo empezaba a impacientar.

-Si ha terminado de interrogar a sus nuevos colaboradores, señor Artzman, ya va siendo hora de que se pongan en camino. Le dijo al nuevo líder del grupo de templarios. El tiempo apremia y no quiero que pierdan ni un puñetero minuto más. Hagan los preparativos pertinentes para el viaje, y pongánse en camino, sabe que el departamento de logística de la orden les proveerá de todo cuanto sea posible, de modo que no hay excusas para seguir perdiendo el tiempo en esta celda.

Al malhumorado hombre ya se le empezaban  a notar las ansías por hacer la visita de rigor al Arzobispo Conrad para tratar de manera diplomática el asunto de la seguridad de sus cámaras, o al menos, de lo que Verner entendía por diplomacia si le tocaban demasiado la fibra, algo que ya había ocurrido demasiado en lo que llevaban de mañana.

—Ya han oído al cardenal: ¡en marcha! —dijo Heinrich en tono autoritario— Viajaremos hacia Middenheim en el transporte que los caballeros de logística nos ofrezcan y con la información que puedan proporcionarnos. Tomaremos la carretera principal en busca de los restos del carro asaltado. Si los encontramos, perfecto, si no, continuaremos el trayecto hacia la ciudad lo más rápido posible. Ya hemos perdido suficiente tiempo.

Se volvió hacia von Neuman e hizo una ligera reverencia musitando un "Su Eminencia" antes de salir por la puerta con la cabeza bien alta (y el cuello estirado como el de una cigüeña).

Thalber puso los ojos en blanco ante el espectáculo de grulla en celo de Heinrich. A ver si se le pasa pronto el pavoneo, que humillación tener a semejante enjendro como superior... En mis tiempos para comandar un grupo de cazadores hacía falta... El cazabrujas se perdió en sus pensamientos mientras caminaba hacia la salida de la celda. Saludó instintivamente a Von Neuman, pero internamente seguía reviviendo aquellos recuerdos de cacerías, emboscadas, batallas épicas, no tan épicas y momentos dolorosos...

Parece que por fin han decidido partir, nos estan devolviendo las armas cuidadosamente, no sin antes echarnos un largo vistazo a modo de advertencia. Cuando cojo mis armas las beso en los pomos a modo de reverencia, y rezo una pequeña oración. En este preciso momento me acabo de prometer, que es mil veces morir con ellas en la mano que estar apunto de bomitar por puro nervio, acosta del infortunio de no saber que pasara. Siendo esto el peor de mis problemas, las torturas parece a verse prorrogado.

-Gra... gracias...- se me escapa entre los labios, casi sin creelo cuando recibo las armas. Mirando al escualido y feo señor Artzmann - sin animo de ser un oportunista señor Artzmann, y podiendolo finaciar nosotros mismo, hablo en nombre de mi grupo y mio cuando digo que necesitaremos unas horas de descanso, se que el viaje apremia, pero llevamos 2 jornadas sin dormir y no llegaremos a ningun sitio si salimos ahora mismo, si usted me entiende.- ademas las hospitalidad de AltDorf puede ser un aire fresco en los pulmones.

Mientras los mercenarios recibían su equipo Heinrich inquirió entre los colegas de la orden acerca de las últimas noticias que tenían de Middenheim. Especialmente todo lo relacionado con la plaga —si había llegado allí— y los últimos movimientos de pielesverdes.

El inquisidor meditaba sobre el transporte que les habían asignado y cómo se organizarían. Le parecía importante que Lázar actuara como avanzadilla en su propio caballo, así que ya era una persona menos. No veía claro quién conduciría el carro —ni el ni sus otros tres compañeros parecían capaces— y no quería desperdiciar al explorador en una tarea tan rutinaria.

¿Quizás alguno de los mercenarios? —pensó rascándose la barbilla para después desechar la idea. No confiaba lo suficiente en ellos como para dejar sus vidas en las manos de aquellos truhanes—. ¡Seguro que nos despeñan a la menor oportunidad!

No quedaba otra opción. Se acercó de nuevo a los encargados del material y les dijo:

—Queridos colegas, ¿hay disponible algún conductor capacitado para que lleve nuestro carro? Es de máxima importancia que lleguemos a nuestro destino cuanto antes y me temo que bajo nuestro mando la diligencia iría a velocidades irrisorias.

Uno de los mercenarios, el líder (sagaz como era Heinrich ya le había identificado), se le acercó hablando de no se qué paparruchas sobre descansar.

—Imposible, Herr de la Mancha —dijo poniendo cara de que le importaba y, al fracasar en el intento, dejando claro que eso de fingir sentimientos no era lo suyo—. El enemigo nos lleva demasiada delantera. Les aconsejo que descansen cuanto puedan mientras se finiquitan los preparativos.

Ya pararían durante el camino en alguna de las casas de postas o posadas cuando los caballos estuvieran cansados. Al fin y al cabo el viaje no podían hacerlo de un tirón.

—Sin embargo —continuó con una sonrisa en la boca—, hombres duros y acostumbrados al camino como ustedes no tendrán problema en dar una cabezada una vez en la diligencia. Es más, suyo es el techo para que puedan tenderse.

...unos encimas de otros. Perfecto, otros tres con plaza adjudicada —se felicitó Heinrich al haber despachado a los mercenarios.

—Así pues, ustedes tres iran en el techo —siguió hablando para todos esta vez, organizando la comitiva— y Herr Harish hará de avanzadilla en su caballo.

Miró a sus compañeros en busca de alguna objeción. Que no se dijera que Heinrich Arztmann no aceptaba sugerencias.

Maul dejo a el nuevo jefe hacer cabalas; poniendo en su sitio a los mercenarios de paso...la salida del techo le parecio una cojonuda; ademas ya la habia experimentado el, en anteriores grupos y si uno era mañoso con los equipajes podia perfectamente dormir de maravilla y arropado; algo duro al despertar pero en general servia a la perfeccion para dormir, cosa que el pretendia hacer en el interior de la carreta con la cabeza apoyada en el mango del martillo, vieja tecnica que le hace a uno parecer rezar cuando en realidad se duerme...habia que tener algo de cuidado pero con la practica.

Bueno, eso dando por sentado que su jefe no le ordenaria ir en el pescante del conductor a modo de escolta para que los mercenarios no la caguen y salten pretendiendo huir o algo asi; de todos modos, el no podia hacer nada el respecto asi que con su martillo a los hombros se posiciono cerca de la carreta abriendo la puerta para que entraran todos, el iba a ser el ultimo para asegurarse de que no habia sorpresas de ultima hora...

Kat seguía en su hueco junto a la pared, empezaban a dolerle los pies de tanto rato allí sin apenas moverse. Sentía las rodillas agarrotadas y, una vez salieron y comenzaron los preparativos para el viaje, fue la primera en dedicarse a ayudar a coger las cosas, a poner todo bien en el carro y, en definitiva, a mantenerse ocupada y en movimiento.

Las tripas le rugían y sintió un poco, sólo un poco, de lástima hacia el señor Alvaro cuando comentó que el trío llevaba días sin dormir. Tendrían tiempo de hacerlo durante el viaje, de eso no cabía duda, pero la salida acerca de viajar en el techo del pequeño Arztman hizo que la mujer soltara una tímida risilla sin dirigir la mirada a ninguno de los dos.
En el techo... sí. Y si logran dormir ahí entonces es que realmente tenían tanto sueño como dicen... pensó riéndose sola. Y yo en cuanto pueda me agenciaré un poco de comida que ya va siendo hora.

El grupo al completo se puso en marcha y comenzaron los preparativos para el viaje.

Verner se despidió de ellos con la severidad característica en él, y marchó junto a Heinz a finiquitar los asuntos que había dejado pendientes en el edificio, para ir cuanto antes a tener una "amistosa" charla con el Arzobispo Conrad.

El departamento de logística no puso ningún reparo, y dejó a disposición del grupo una diligencia de dos caballos, y otro más para Lazár. Con solo dos caballos tirando de una diligencia grande como aquella, y con todas las plazas ocupadas, no podrían alcanzar velocidades muy grandes, pero era más que suficiente para el viaje que debían hacer. Además, las diligencias de la orden no se asignaban sin cochero, y estos eran máximos encargados de aquellas a las que eran asignados, por lo que tampoco había problema alguno en esa petición, y el grupo pronto tuvo a su disposición una diligencia preparada para el viaje, con los alimentos de camino suficientes como para llegar a Middenheim, e incluso acreditación con la que poder hospedarse en las postas del camino.

Sobre la ciudad poco pudieron enterarse. Las noticias no viajaban lo suficientemente rápidas, y mucho menos tras la invasión de Archaon. Aunque si que se sabía de la existencia de un ejercito orco que había comenzado a congregarse en los bosques cercanos a Delberz. Si se trataba de una incursión menor, o de una guerra de saqueo a gran escala, no se sabía, y los informes llegados al respecto databan de hacía bastantes semanas, por lo que la situación sobre eso podría haber cambiado.

Y así, no tardaron mucho en tenerlo todo preparado para el viaje, y el grupo pronto se encontró en el patio trasero del edificio de la orden, observando cómo los mozos de los establos terminaban de colocar los caballos en el vehículo, mientras ellos finiquitaban con todo lo necesario para el viaje.

Había que reconocer que el nuevo líder de los templarios y, por ende, líder del grupo entero, tenía cierta habilidad para la sutileza. Había mandado a los mercenarios a lidiar con los bártulos y las curvas, mientras que los demás podríamos disfrutar de un viaje un poco más cómodo...

Había que preparar el viaje, y Thalber se dió cuenta de que le faltaban un par de cosas para estar completamente equipado.

- Caballeros, alguien debería encargarse de reunir víveres para varios días de viaje. - sugirió - Yo voy a recoger algún que otro objeto necesario para... ejem, una correcta purificación de los herejes que nos encontremos a nuestro paso. Nos veremos en los establos en breves minutos.

Dicho esto miró a Heinrich, sin pedirle permiso, pero con una mirada de "más vale que no me pongas pegas" mientras comenzaba a girarse para abandonar la estancia.

Entre las últimas peticiones de los templarios se encontraron las de Thalber y Katherina. Pero mientras que el primero se marchó a por lo que quería por su cuenta, y de paso, supervisar los víveres para un viaje que auguraba problemático y en el que parecía no esperar a tener la oportunidad de descansar en las postas pertinentes, a la segunda le trajeron lo que había solicitado a los mismos establos en los que esperaban a que terminaran de colocar los caballos en la diligencia.

Un amuleto de Sigmar, y una veintena de clavos pasaron de manos en un instante, y la mujer se lo guardó todo en su mochila mientras se terminaba de ensillar el caballo que serviría como montura de Lazár.

Afuera, el sol de la tarde calentaba el patio de la orden, y deberían darse prisa si querían pasar la noche en una posta en lugar de a la intermperie, puesto que los caminos del Imperio eran muy peligrosos cuando se escondía el sol, y eso no dejaría de serlo ni para un grupo bien armado de templarios.

Heinrich chasqueó con disgusto. Los preparativo tardaban demasiado y ya tenían el atardecer encima. El inquisidor quería haber partido mucho antes para no transitar de noche por las carreteras del Imperio. Debían llegar cuanto antes a Middenheim, pero sobre todo debían alejarse de la ira del cardenal.

Heinrich temblaba al imaginarse la que les podía caer encima si von Neumann les encontraba todavía allí.

Quizás todavía nos de tiempo, por viajar un par de horas tras el anochecer no nos va a pasar nada —pensó esperanzado.

—Caballeros y damas, apresuren la adquisición del material cuando puedan —apremió a los demás mientras calculaba si podrían llegar a la siguiente casa de postas no mucho después de cayese la noche—. No sería bueno tener que pernoctar aquí.

Heinrich conocía poco las carreteras y los territorios alejados de núcleos urbanos. Había realizado misiones en el exterior, pero las tareas de reconocimiento y exploración siempre recaían en otros, dejando al interrogador los trabajos de índole más... personal. Así pues, se acercó a Lázar —que al fin y al cabo era el explorador del grupo y debía conocer la zona más rural del Imperio— y le preguntó.

—Herr Harish, usted conoce bien las carreteras y caminos de la zona. ¿Cuándo estima que llegaríamos a la casa de postas? —ya se imaginaba que sería después del anochecer, pero esperaba que el experto fuera más concreto— ¿Cree seguro viajar durante la noche? No debería ser mucho tiempo y aún estaríamos lo suficientemente cerca de la capital como para que el bandidaje y los maleantes se redujeran al mínimo.

Nunca lo admitiría, al menos no de primeras, pero valoraba el consejo de Lázar en aquellos asuntos. ¿Para qué tener un experto en algo sino para utilizarlo?

Estupido Artzmann, algo que me ha enseñado mi intensa vida, es que todo termina en su sitio, y a cada uno le toca su manzana verde, y su manzana podrida, es solo una cuestión de tiempo.

Los hombres y bartulos se movian cada uno a su lugar, yo con las armas al cinto y atusandome el bigote bajo el capote, me sentia mas relajado, mis manos habian vuelto a una templanza digna de mi profeción y con buen gusto hubiera despachado uno o dos templaros. Los perros del imperio, hacedores de sufrimiento innecesario, que se mezclan con palabras como justicia, deber acerrimo e ignominia. Palabras de muy alta calaña, para los cuatro tunantes que las enarbolan.

El carro ya parecia pertrecho y dispuesto, solo hacia falta un poco de decisión y de marcialidad, algo que yo llevaba perfectamente bien en mi grupo y que la inquisición se perdia en su esfuerzo, quizas faltaba algo mas de papeleo para estar como en casa y engañar al incauto. Miraba con cara pensativo a un lado y a otro, me hacerque casi despistado a Wolfgang y ha Lollenda he intentado que nadie me viera, hice un pequeño gesto con la barbilla, queria unas opiniones y quien mejor que mi hermano y mi amiga. Solo esperaba una total *circunspección, como solia decir el marido de mi tia, que Sigmar la guarde mucho años, en este asunto. Algo que porsupuesto esta a la orden del día en nuestras vidas.

Wolf estaba apesadumbrado. Tenía ese estado de ánimo en el que se sumía cuando las cosas no les salían bien a los Recios. Llevaba el gesto torcido, la cabeza gacha y los miraba a todos con una mirada enturbiada por un ceño fruncido. No se sentía cómodo entre tanto inquisidor. Ni se sentía cómodo sabiendo que tendrían que salir de viaje en plena noche. Ni se sentía cómodo sabiendo que sería uno de los que ocuparían las plaza del techo de la diligencia, si es que a esas plazas se la podía llamar así. Wolf, al contrario de lo que pudiera parecer, era un hombre acostumbrado a la vida cómoda. Si, se había pateado cientos de caminos, pero sus mejores momentos los había pasado en posadas, burdeles y otros locales de similar índole. Lo suyo no era dejarse arrastrar por las circunstancias, pero en ese momento le tenían tan cogido por los machos, que poco más podía hacer que dejarse llevar de un lado a otro sin rechistar. Y curiosamente, sin abrir la boca.

Sin embargo, al final acabó acercándose a su amigo y líder, asegurándose bien de que sus palabras llegaran a oídos de Arztman.

- Viajar de noche no es buena idea, Álvaro, alguien debería decírselo a nuestro nuevo patrón. Los caminos carecen de iluminación, cualquier falla en el empedrado, cualquier charco de lodo, cualquier rama mal colocada o raíz oculta podrían desestabilizar la caravana y hacernos perder un tiempo que no habríamos tenido que perder de día intentando volver a poner el vehículo en marcha. Por no decir que avanzaríamos muy, muy despacio, que a los caballos, por muy imperiales que sean, les da miedo la oscuridad y van con mil ojos esperando el momento para encabritarse y mandarlo todo al diablo... Eso por no hablar de los salteadores, que por muchos que seamos, seguro que ellos son más, ya viste lo que le pasó a las dos caravanas imperiales escoltadas por soldados. ¡Por soldados nada menos! Y acabaron todos muertos. Y eran muchos más que nosotros y mejor armados. Y si aún no nos encontráramos con salteadores o bandidos, nos quedan los pieles verdes, con sus lobos y sus armas dentadas. Que si, que a lo mejor deberíamos confiar un poco más en nosotros y nuestros compañeros, pero no creo que sea buena idea tener una pelea contra una banda de pieles verdes en mitad de la noche a sabiendas de que a esas cosas les da igual que se de día o de noche para rebanarte en pedazos... - Hablaba con desgana, claramente afectado por el cansancio acumulado de dos noches sin dormir adecuadamente y el estrés que había sufrido en las celdas de la inquisición. - Pues eso, que alguien debería decírselo. No es demasiado adecuado salir al atardecer para hacer noche en mitad de ninguna parte, teniendo que montar guardias y todo eso, no se si me entiendes...

Como una sombra salió de las mismas y se colocó a la siniestra de Wolfgang, le miró de soslayo y con una medio sonrisa le palmeo una vez el hombro a su compañero; pero en seguida dejó de sonreír, como acostumbraba... eran muy raras y extrañas esas contadas ocasiones en las que mostraba algo de afecto.

 - Si ellos deciden viajar de noche, por mucha razón que tengas, no nos quedará otra... - le dijo con su tono de voz dulce y apenas audible - lo que tenga que ser, será; saldremos airosos, como siempre - le dijo mirando al horizonte, como si viera algo que no estuviera allí. Se encogió de hombros, gestó que le gustaba hacer al habérselo "copiado" a Alvaro tiempo atrás y se quedó a la espera con los brazos cruzados y el rostro imperturbable

Creo que Wolfgang tiene razón. No me gustaría que esto acabara antes de empezar. Pero si decidis salir aceptaré la decisión. Aunque si que es cierto que el tiempo corre en nuestra contra, y que me gustaría darme toda la prisa posible

Viendo que aún Thalber no había vuelto, que la decisión de viajar de noche o no estaba trayendo diferentes opiniones (y ella no iba a meterse en las mismas), Kat se disculpó para abandonar los establos con sus recién adquiridos objetos peculiares en busca de algo más.
- Vuelvo en un momento, tal vez encuentre a Herr de Wurtbad por el camino. - comento mirando a Heinrich sin pedir permiso realmente, solamente para no desaparecer sin más, aunque no sería la primera vez. La mujer se quitó la capucha y salió.