Partida Rol por web

En la que un grupo de aventureros llega al último reducto de civilización a las puertas de las Tierras Robadas.

Juramentado 28 de Calistril del 4.710. Mañana.

Nos encontramos en el gélido y desapacible último día del mes de Calistril. Los últimos copos de nieve del invierno caen a rachas sobre un variopinto grupo de viajeros que dirige sus pasos por el descuidado camino del Sur de Rostland en dirección al Puesto Comercial de Oleg. Afortunadamente, la ausencia de viento no refuerza la sensación de frío y con una buena capa y el mismo ejercicio de caminar los cuerpos entran en calor. Aunque no todos cuentan con una montura llevan días viajando juntos ya que han respondido de forma conjunta a la llamada de la nación de Rostland, unos buscando gloria, otro buscando un lugar en el que establecerse, otros un lugar al que huir, y todos ellos cuentan con una carta de exploración entre sus pertenencias con el sello del mismísimo Lord Noleski Surtova, actual Regente del trono de la Escama del Dragón. Si todo había ido bien, Oleg y Svetlana Leveton, los actuales propietarios del puesto comercial, tendrían que haber recibido una carta anunciando su llegada.

El Puesto Comercial de Oleg se encuentra situado en el borde septentrional de Rostland (y por lo tanto, Brevoy). Hacia el sur, la frondosa línea de las Marcas de Narl dominan el paisaje a tan sólo unas millas de distancia. El puesto aparece ante ellos rodeado por una alta empalizada de madera de unos 3 metros de altura. En cada una de las esquinas hay una torre de madera de 6 metros de altura, cada una de ellas armada con una catapulta recuerdo del propósito original del lugar, una fortaleza fronteriza. No hace falta ser un gran ingeniero para darse cuenta de que las catapultas están medio desvencijadas y no se encuentran en condiciones de uso. El camino conduce a la una única entrada de la empalizada, una puerta doble de 9 metros de ancho que seguramente se podrá bloquear desde dentro atravesando un enorme listón de madera. Ahora está abierta, y la proximidad de un fuego y una sopa caliente hace que los viajeros aprieten el paso.

Sandael ralentiza su movimiento al acercarse a la entrada de la fortaleza, intentando hacer el menor ruido posible. Echa un vistazo rápido en su interior y después entra en la fortaleza. No para de mirar a todos los rincones buscando la presencia de algún humano, manteniendose en tensión mientras no advierta que este puede ser un lugar seguro.

Considerando innecesaria la cautela de la joven semi-elfa, Amendil se dirigió hacia el interior de la fortaleza con paso seguro, llamando a gritos a los posibles guardias para que le indicaran el camino a la posada más cercana.

Con una exclamación de júbilo, Undbar palmotea y se sacude, intentando liberarse de los últimos copos de nieve. Guía al jamelgo al interior del puesto, susurrando una rápida plegaria a Erastil, dándole gracias por llegar a salvo, una vez más, a la civilización. Y, por supuesto, sugiere al resto de viajeros el dirigirse a una posada...

 Puñal tirita de frío, no esperaba desplazarse hasta estos parajes y menos en esta época del año. Está deseando ponerse en acción de una vez, le han prometido un montón de oro para llenar su bolsa y hasta ahora sólo se ha encontrado un montón de nada y la mierda blanca que cae del cielo y que le tiene calado hasta los huesos.

Bufa con sorna al escuchar al semiorco rezar

- ¿Pero estas bestias también tienen dioses? - piensa y después exclama - Pídele a tus dioses que la posada a la que vamos esté bien caldeada y sea barata, o tendré que poner a la "juguetona" a trabajar - termina dando un toque en el pomo de su daga.

Caleb, timorato, una vez que el resto de la compañia comienza a entrar en el fuerte, espolea su caballo marron con un casi inaudible "vamos bravo". El, como el resto del grupo, el tambien parecia ansioso por empezar la aventura, parecia fijarse mucho en el otro guerreo del grupo, un paladin que respondia al nombre de Dove, era bastante evidente que la juventud de Caleb, apenas 17 veranos, era la que le hacia tener ese aire de timidez y de buscar la referencia del paladin.

Cuando Bravo atraveso la empalizada, Caleb se sacudio la capa oscura, dejando caer parte de la nieve acumulada, y busco con ojos avidos a alguien que pudiera reconocer, pese a los pocos datos, como Oleg o Svetlana.

Algunos con precaución y otros a grito pelado, atravesaron las puertas de la empalizada para entrar al enorme patio del puesto comercial que, si el día no hubiera amanecido con frío y nieve ahora podría estar lleno de comerciantes, cazadores y mercaderes. Alrededor del patio hay cuatro pequeños edificos desvencijados: unos establos al este, lo que parece un almacén al norte, junto a él el edificio más grande del puesto comerciál, probablemente la vivienda, y en el lado opuesto otro edificio más pequeño, seguramente destinado a dar refugio a los viajeros. Entre estos dos, a la intemperie, dos grandes mesas con un gran fuego encendido entre ellas. Un hombre fornido repara el tejado del edificio más grande deteniéndose sólo un instante para ver quién ha entrado al patio antes de volver a sus martillazos. Si Puñal esperaba encontrar bullicio, muchedumbre y objetivos a los que sisar la bolsa, no sería aquí.

Una mujer joven con el pelo recogido en un pañuelo blanco sale del establo y queda petrificada al veros entrar.

-¡Oleg!- Grita hacia el tejado.- ¡Son ellos, por fin han llegado!- Se limpia las manos en el delantal y os invita a sentaros junto al enorme fuego del patio.- ¡Pasad, sentaos! Atad los caballos a esa vieja carreta, luego los meteremos en el establo. Seguro que venís hambrientos tras un viaje tan largo. - Nerviosa, va entrando y saliendo de la vivienda para serviros un guiso caliente, pan recién hecho e incluso una botella de vino antes de sentarse junto a vosotros.

El hombre baja del tejado con parsimonia y se acerca a la mesa secándose el sudor de la frente. - No son los que estabas esperando, Svetlana. - Dice con brusquedad mientras se quita los guantes y agarra un trozo de pan.- Estos son sólo los exploradores de Rostland, ¿Me equivoco?

-No os equivocáis, mi buen señor. El Lord Noleski Surtova ha tenido a bien otorgarnos su permiso para explorar estas tierras, y mis compañeros y yo no lo dudamos un instante. Permitid que me presente, soy Amendil Delereldor Aer Lebeda, estudiante de los misterios de este y otros Planos -. El elfo saludó a los dos humanos con una leve inclinación de cabeza.  

-Espero que perdonéis mi curiosidad, pero ¿es habitual que el puesto se encuentre este estado tan desolado? -el rostro del elfo mostraba su decepción- Esperaba un lugar más lleno de vida, en la frontera de la civilización...

Sandael hace caso a la sugerencia de Svetlana, acerca su caballo a la carreta y lo ata. Mira con curiosidad a los edificios que hay en la fortaleza, preguntándose si el terreno que iban a explorar era tan peligroso como para que sólo cuatro edificios tuvieran tanta protección. Se acercó al fuego a calentarse y saludó a la pareja - Saludos, mi nombre es Sandael - y se sentó en la mesa mientras miraba a sus compañeros a ver si alguno más iba a aceptar la comida y bebida ofrecida.

Caleb ataba a Bravo al lado del caballo de Sandael y saludaba a los anfitriones con una sonrisa inocente. Se sentó en la mesa mientras se aceraba un plato y un vaso. Vertió  4 o 5 dedos de vino en el y tomo un sorbo, no pudo evitar un pequeño estremecimiento después de notar el fuerte sabor del vino en su boca.

- Yo soy Caleb - dijo presentándose con una amable sonrisa- ¿a quien mas estaban esperando? - pregunto mirando a Svetlana.

 Puñal - dijo entredientes el ladrón, con gesto hosco. 

Puñal coge su plato de estofado y empieza a meterse patatas y los pocos trozos de carne que consigue pescar para calentarse las tripas. 

En cuanto llega la botella de vino prometida se sirve un vaso y no la pierde de vista, ya que se ha hecho la firme promesa de que no vuelva a la bodega de donde salió sin que se haya vaciado.

Con una ancha sonrisa y un amplio gesto con las manos, me aproximo al calor de la hoguera, la comida y la hospitalidad.
- ¡Erastil os dé larga vida, hermanos! - trona Undbar - Mi nombre es Undbar, y aunque no seamos lo que esperábais, seguramente podamos ayudaros... decidnos, hermanos, ¿qué os aflige? - inquiere Undbar, ya con una escudilla en la mano y un buen vaso de vino en la otra.

 Tras esperar a que sus compañeros se presenten, Dove saluda a Oleg y a su señora, y les presenta la carta de exploración. 

- Un placer señores, -dice Dove mientras se acerca al fuego-, me llaman Dove, y tanto yo como mis compañeros esperamos poder ser de ayuda. Cierto es que somos los exploradores que estaban esperando, como bien rezan los papeles.

Se sienta en la mesa, y beberá y comerá de manera frugal, apenas un poco de pan y algo de vino.

Oleg, que así se llamaba aquel hombre, comprobó la carta de exploración que le había entregado el joven Dove. Parecía extraño que un hombre así de... hombre fuera capaz de leer. -Mi mujer, Svetlana, esperaba que fueran ustedes la guarnición que solicitamos a Restov hace un par de semanas. Ya le dije que no podían haber respondido tan rápido a nuestra llamada.

Devolvió la carta de exploración a su legítimo propietario. -Aventureros, Lana.- Dijo secamente a su esposa.- Mercenarios. Es mejor no caer en deuda con este tipo de gente.- Dicho lo cual se levantó de la mesa, agarró a los caballos y los condujo al establo bajo la angustiada mirada de su esposa, que empezó a recoger la mesa cabizbaja y visiblemente alicaída.

Algo estaba ocurriendo aquí y tras una infancia entre conjuras palaciegas no te resultó muy difícil adivinar qué. Claramente había un problema en el Puesto Comercial de Oleg, por lo que habían solicitado ayuda al gobierno de Brevoy. Los Leveton estaban esperando la llegada de una guarnición, no la vuestra. Oleg es muy orgulloso, y no quiere deber favores a nadie, y su esposa le obedece, pero está claro que está desesperada por aceptar ayuda aunque sea del mismo Asmodeo.

Undbar dejó lo poco que le quedaba por comer y beber en la mesa, con una mezcla de vergüenza y suspicacia.
- Aventurero, puede ser, pero no mercenario, hermano. - Dijo en voz alta, mirando a Svetlana.- Este es un enclave ganado duramente a lo salvaje para la civilización; mi deber como servidor de Erastil es luchar para que así siga siendo. - Estas últimas palabras fueron acentuadas con un tinte vehemente, quizá influidas por una leve rabia que surgía del medio-orco...

Amendil contempló en silencio al hombre mientras éste se retiraba en dirección a los establos, antes de dirigirse a Svetlana, con una sonrisa-. No os preocupéis, mi señora, sin duda la guarnición que habéis solicitado se encuentra en camino. Por otro lado, no sé de qué deuda habla vuestro marido, pero si nuestra ayuda os sirve de algo, por el honor de la familia Delereldor que os la ofrezco de buen grado.

Dove se acerca a Lana y le posa la mano en el hombro, con suavidad. No deja que se note la poca gracia que le ha hecho el último comentario de Oleg, aunque por otra parte, él no les conoce, y parece que la situación con la que esta lidiando no es fácil. Con una sonrisa cálida, le dice:

- Undbar ha hablado sabiamente. Tanto el como yo, somos servidores de Erastil, y os podemos garantizar que no somos simples  mercenarios. - pasa la mirada por sus compañeros - Observe las ropas de Orlvsky y su porte. ¿mercenario?. Elfos, magia... Es cosa suya tratarnos como unos o como otros, pero no nos subestime, porque además, por el momento nosotros somos la ayuda que tiene.

Se separa unos pasos de Lana, y vuelve a la mesa. 

- Podemos ser amigos, o mercenarios, ustedes elijen - dice mientras se sienta  y acaba su copa de vino.

Sandael se dedica a comer tranquilamente, mientras echa un vistazo alrededor, buscando signos de violencia o de algún ataque reciente que implique la necesidad de una guarnición, y al final la curiosidad la vence.- ¿habéis recibido ataques recientemente? - pregunta a Svetlana de un modo directo.