Partida Rol por web

Sharn. Torre de la Guardia. La Meseta Central.

De madrugada...

-Bien… A ver si lo he entendido bien- El sargento Dolom, un enano corpulento, se pasó la mano enguantada por su curtida calva- Supuestamente ustedes, los señores Finn Dan Ailell, Powaqqatsi, Ariete, Mug “el Jabalí”…- El enano hizo una pausa para contemplar contrariado al bárbaro antes de proseguir-…Daisy  Sue Demonfly  y Alfrik Throrvald, han llegado a Sharn en busca y captura de un grupo de … Podríamos llamarlos…¿Ladrones furtivos? Si…supongo que podríamos llamarlos así.- El sargento Dolon, de la guardia de Sharn, se mostraba ya algo cansado tras un día de duras investigaciones. De hecho, aquel día había terminado con una trifulca bastante seria en un local supuestamente provocada por el grupo que tenía sentados frente a él-  Según ustedes este grupo de ladrones habían robado un “Vellocino Ilusorio” de una tribu bárbara y habían dado caza a un lobo invernal el cual mantenían escondido en la ciudad.  Así pues se dirigieron al Licántropo de Plata donde uno de ustedes- Dolom señaló al druida forjado de nombre Powaqqatsi-  se disponía a tocar con su grupo de música llamado “La Sonora Lyrandesa”.  Allí se encontraba ya usted, señora o señorita Daisy Sue; quien dice no conocía al resto hasta esta misma noche…– Ahora se dirigía a la semi-orca de ropajes carmesíes- Y usted señor Alfrik- señaló a un enano con aspecto de paladín-  se hallaba escondido en las afueras del local convencido que aquel mismo grupo que perseguía el resto se había reunido con un licántropo al cual pretendía darle caza…- Dolom dejó momentáneamente los papeles sobre la mesa y se frotó los ojos con sus ceporros dedos - ¿Me he dejado algo…?- Volvió a mirar a aquel grupo que tantos problemas le estaba dando aquella noche. Realmente parecía cansado y no  parecía tener muy claro si aquel grupo que le estaba robando horas de sueño eran un peligro o unos héroes…-  ¡Ah! Si…- Prosiguió- Y decidieron tomarse la justicia por su mano y atacar a aquel grupo de ladrones. Y a medida que la pelea se agravaba decidieron unirse a la misma usted y usted – dijo señalando a Daisy Sue y a Alfrik- Y como resultado de todo ello tenemos…

-Aquí tiene señor. – Una de sus ayudantes se acercó desde el fondo de la sala y le tendió un papel.

- Y como resultado de ello tenemos…¡ siete heridos!¡Tres de ellos moribundos! ¡Y un local destrozado he de añadir!- Gritó descargando su rabia al tiempo que lanzaba los papeles por el aire- ¡Debería encerrarles en lo más profundo de Sharn!- Aquello sonaba como una amenaza creíble.

 El enano se puso en pie y se acercó a una ventana. Subió a un pequeño taburete que le permitía contemplar Sharn a través de aquella ventana sin Cristal. Frente a la torre aquel grupo pudo ver como una aerocalesa iluminada con una tenue luz azulada levitaba como si navegase entre las iluminadas torres por un canal de agua invisible . Seguramente transportaba  a alguien adinerado lo suficientemente borracho como para no querer arriesgarse a caer desde cualquiera de las calles hasta las bases de las torres. El sargento Dolom  continuaba contemplando la espectacular Ciudad de las Torres.

-Y sin embargo…- Dolom se giró y saltó con agilidad del taburete. Se plantó frente al grupo de acusados- He de decir que no siento ninguna pena ni compasión por la panda de rufianes que habéis apaleado esta noche. Es cierto que no hemos encontrado ningún Vellocino. Pero también es cierto que si hemos encontrado y capturado un lobo invernal que aquel grupo se disponía a vender a los propietarios del “Licántropo de Plata”.-Pareció meditar sus siguientes palabras- Bien. Pase por esta vez. Dado que parece que no hay fallecidos podéis marcharos. Pero os advierto una cosa. –El rostro del enano pareció endurecerse y enrojecerse como a voluntad- Ni-un-problema-más…Y ahora... marchaos…

El sargento Dolom fijó su mirada en el fuego de la chimenea mientras por el rabillo del ojo veía como el grupo abandonaba la sala. Cuando el enorme forjado llamado Ariete se disponía a abandonar la sala el enano responsable de la guardia le habló sin tan siquiera apartar la mirada del fuego.

-Sr Ariete,voy a intentar olvidar aquello de que le gustaría ver caer una de nuestras torres...

En algún lugar entre las torres de Sharn

Cortinas de agua caen desde el cielo a medida que atravesáis las pasarelas de Sharn. Los caminos de piedra y madera serpentean alrededor de las torres y altos capiteles, o junto a ellos, formando un complejo enrejado que puede resultar muy confuso en noches lluviosas como esta. La lluvia cae con fuerza, formando arroyos desde las pasarelas y balcones más elevados, en oleadas que os dejan empapados, y haciendo difícil la visión más allá de unos pocos pies por delante de vosotros.

El brillo distante de las linternas siemprebrillantes , apenas visible en la acuosa penumbra, tiene poco éxito en iluminar vuestro camino en esta noche calurosa y húmeda. 

Regresáis de la audiencia que ha tenido lugar con el sargento Dolom. Cansados por la lucha en El Licántropo de Plata y el posterior interrogatorio os disponéis a buscar un lugar en el que pasar la noche. Camináis por el empedrado llenos de charcos de las calles. Calles que se elevan sobre otras calles. Calles que unen torres o que cruzan puentes. Calles sobrevoladas por encima y por abajo por algunas pocas aerocalesas. Las pocas que quedan a estas horas y con este tiempo de perros...

-¿Transporte caballeros...?- Os sorprende la voz grave y anciana de un conductor de aerocalesa que de repente aparece a vuestra izquierda hundiéndose entre las torres. Mientras desciende manejando el timón os mira esperanzado de ganarse unas monedas en esta noche tan poco lucrativa.

Pero continuáis vuestro camino...   

Turno 1.

La voz del anciano sacó momentáneamente al semielfo de su ensimismamiento. Tras negar educadamente, siguió con paso cansado al resto de sus compañeros.

Habían sido un par de días de imparable actividad, persecuciones, peleas e interrogatorios. Demasiado condensado en un arco de tiempo tan corto para alguien de la naturaleza de Finn.

Quizá había cometido un pequeño error de cálculo al sumarse a aquella aventura en busca de algo de entretenimiento. No había contado las consecuencias de juntarse con aquel grupo de verdaderos maníacos amantes de la destrucción gratuita. Aunque mirando rápidamente al grupo, una semiorca con más peso en armas que el del propio Finn, un enano loco cuyo entretenimiento era cazar y quemar personas, un bárbaro cuya mejor habilidad social era el asesinato y dos forjados que parecían no haberse dado cuenta de que la Última Guerra había terminado ya, el único culpable de su delicada situación era el propio Finn y su habilidad para mentirse a sí mismo.

Afortunadamente, había conseguido convencer al sargento Dolom de que habían sido más víctimas que agresores en el triste acontecimiento de la noche anterior, y de que tan sólo eran responsables ciudadanos que se habían visto envueltos en aquel vergonzoso caso de hurto. El hecho de que el propio Finn iba desarmado, había ayudado a convencer al testarudo enano.

Habían conseguido salir de allí de una sola pieza y sin dar con sus huesos en una fría celda, ahora sólo quedaba encontrar el abrazo de unas sábanas limpias y un cómodo colchón tras un día realmente agotador.

Su gabardina roja balanceaba sin besar el suelo, al compás de los pasos de sus botas. Bajo el ala de su sombrero, aquellos ojos duros, rocosos, de semiorca hendían las gotas de lluvia como navajas. Su primer nombre era peligro... Bueno, en realidad era Daisy. Su segundo nombre era venganza... O más bien Sue. El caso es que Daisy Sue no estaba muy conforme con cómo le estaba yendo la noche.

Cagüen tó. Ese enano pelón m'ha jodío pero bien. Ahora se va llevar él el mérito de la detensión, y yo no voy a ver una perra de la recompensa que ofresían por esos cuatreros... Esta siudá tá corruta hasta los simientos.

Lo cual es un bonito símil, ya que los cimientos de Sharn son bastante particulares. Pero la semiorca no estaba para símiles ni para nómoles.

"Señora o señorita Daisy Sue", ¡¿támos locos?! ¡¿Dónde me ha mirao el anillo de casá?!

La señorita Demonfly se detuvo un segundo para contemplar su mano abierta, terminada en cinco dedos sin anillo alguno. Los cerró en un puño, de la rabia y la frustración, y lanzó un golpe al aire, imaginando que el puñetazo alcanzaba el rostro del sargento.

Tá lloviendo... Debimos pillar aerocalesa cuando pudimos. ¡Oye, flaco!-soltó, mirando de soslayo a Finn-Menúo piquito de oro gastas, ¿eh? ¡Qué manera de manejar los palabros allá adentro! Paresías abogao, y tó.

Daisy Sue le dió una palmada fuerte que desequilibró al semielfo de modo que no pudiese ver lo que quiera que se pudiese ver en aquel momento en los alrededores.

En sus 24 años de vida Mug había pasado bastantes noches en calabozos y no era la primera vez que estaba a punto de acabar entre rejas después de una escaramuza, pero nunca se habia librado usando la palabra... esta ciudad es realmente extraña.

La dama orco tiene razón, menudo piquito tienes amigo, nunca había visto a nadie usar tantas palabras juntas, debes de tener el gaznate seco.

Dice con una carcajada y soltando otra sonora palmada en la espalda del semielfo que le hace crujir casi todas las articulaciones.

Venga, alegremos esas caras y busquemos alguna taberna que yo invito... de donde yo vengo cuando se sale del talego hay que celebrarlo por todo lo alto.

Las gotas rebotaban alegres y oscuras sobre la superficie metálica y de madera que era Powaqqatsi, se unían en micro-riachuelos sobre sus fibras mágicamente tejidas, hacia abajo, hacia los charcos de aquel puente.  Le vino a la mente aquella canción,  Llueve sobre la ciudad, la de ese grupo de forjados que se hacía llamar "Los Bunkers".  Ojalá nuestra fama creciera igual.

  Sonreía.  Se sentía contento de haber liberado al lobo invernal.  Todo había salido bien.  El sargento Dolom entregaría al animal al Departamento de Bestias Sueltas de la ciudad, donde su secta tenía colocados otros agentes.  Todo en orden.  Le hizo saber que eso sentía a su hermano Ariete a través de darle un casual golpe amistoso en los hombros, claro que ahora cuidó que fuera entre los picos, no sobre ellos.  Eso le había dolido la última vez.  

Se adelantó al grupo de personas que los habían ayudado, voluntaria o involuntariamente, al rescate.  Había estado divertido, le caían bien.  Pero era momento de pensar en los siguientes pasos en su vida.  Se asomó al costado ¿oeste? de aquel puente, viendo a la calesa perderse en la distancia, mientras esperaba a que lo alcanzaran.  Le pareció ver algo... o no, allá. ¿Que era? 

Las circunstancias que habían conspirado para reunir ese grupo tan particular me resultaba interesantes. Otros podrían pensar en el destino, el azar o los dioses, pero para mi nada de eso valía una tuerca. La casualidad era un concepto tan biológico que me molestaba.

Deciden responsabilizar a cualquier entidad o principio de aquellos eventos que no logran comprender, no se dan cuenta de como todo gira en un solo mecanismo..

Hasta ese momento había sido una buena noche. Encontramos a los bandidos y los derribamos, el lobo estaba en manos del departamento competente, la banda había conseguido algunas monedas por su presentación, claro que las decomisaron cómo compensación de los daños pero, ¿quien podía culparme por las mesas rotas y la barra destrozada?

Ellas se atravesaron en mi camino.. Algo parecido a una sonrisa se dibujó en mi metálica faz. Justo como se atravesaron dos de los tres que agonizaban.. Nadie podía culparme tampoco por eso.

Entonces, ¿por qué no estaba de mejor humor? ¿por qué las gotas de lluvia se me antojaban molestas cuando repiqueteaban sobre mi negra superficie? ¿Era acaso por.......

El golpe de Q en mi hombro me sacó del hilo de razonamientos. Por un momento lo contemplé sin reconocerlo, era tan diferente al forjado que una vez fue que a veces me costaba comprenderlo. Siempre tan natural, tan biológico que pronto comenzaría a sangrar.

Yo, por mi parte quería justo lo opuesto: librarme de esas molestas sensaciones que me vinculaban a los orgánicos para poder regresar a mi estado primigenio. Tal vez se debía al hecho de haber sido el último de los míos en salir de la forja, pero no me acostumbraba a esos sentimientos que tanto importaban a todos. Quizá la dureza del metal del que provengo tenga que ver..

Mientras mis pensamientos avanzaban de nuevo sin control, Q se alejó y se quedó mirando al vacío.

¿Por qué miras hacía allá?

-Tan, cerca, tan cerca de atrapar a esa rata y al final.... nada, ese malnacido escapo y manchó mi carrera en su huida, pero ya te atrapare, la llama te alcanzara y arderás en el fuego purificador, ya lo creo que arderás, me ganare la plata.

Alfrik llevaba de morros toda la noche, desde la huida de la rata hasta la salida del cuartel y para colmo llovía, con lo que odiaba la lluvia.

-Baaah, me estoy calando hasta los huesos, condenada lluvia...

Sus nuevos compañeros tampoco le ayudaban a mejorar su animo, parecían buena gente pero demasiado "bárbaros" para su gusto, para lo que estaba acostumbrado dentro de la iglesia de la llama. -Quizás esto sea una manera de expiar mi fracaso con Craster Gramer. -pensaba para si.

-Dejad ya de aporrear la espalda del orejas picudas, no sea que tengamos que volver al hospital. -Sentenció tajante para que parasen las bromas, hoy no estaba de humor.

La tormenta arrecia ahora. Relámpagos iluminan violentamente el cielo. La luz azulada emitida por los rayos ilumina ante vosotros las torres en en las alturas de Sharn. Pero inmediatamente todo queda sumido de nuevo en la oscuridad. Tan solo queda el rumor del trueno y el camino que se abre ante vosotros.

Seguís avanzando. Estáis empapados y deseando encontrar una taberna o posada aunque sea en el oscuro barrio de Linde Norte, en la que echaros a dormir. Pero os queda aún camino. Desde que el sargento Dolom os dejó salir en libertad habéis descendido atravesando puentes y  bajando varios niveles  por el interior de las torres unas veces y por escaleras en espiral que rodean las torres en otras.

El puente colgante que hay ante vosotros salva la distancia existente entre dos plataformas adheridas a las paredes de dos torres diferentes: la torre Dalannan y la aguja Kelsa. Pero tan sumidos estabais en vuestros pensamientos o en que el agua no se colase por vuestro cuello que no habéis visto lo que teníais ante vosotros...

Un cuerpo yace sobre el suelo del puente, y podéis ver una mezcla de agua y sangre condensándose a su alrededor. Un maletín de cuero, aún agarrado con fuerza en la mano del fallecido, sobresale del charco de agua y sangre. 

Powaqqatsi corre hacia el barandal del puente, junto a una de las lámparas siemprebrillantes, la que está más al noreste.  Ahí se asoma al puente, arriba y abajo de este, para detectar alguna calesa o aparato similar en el que pudiera estar escapando el asesino, inclusive calesas que hubiera apagado su lámpara y estuvieran tratando de huir con todo apagado, en la oscuridad, bajo la lluvia.  Estaba preparado para saltar sobre ella si pasaba abajo y la veía a tiempo. 

¡Llamad a la guardia! -gritó-  ¡Ha habido un asesinato!

El Jabalí instintivamente echa mano de su espadón al tiempo que intenta divisar un posible asesino tras cada rincón oscuro. Si hay algo que abunda en esta ciudad son lugares idóneos para emboscar a alguien.

Será mejor que vayas preparando otro de esos discursos tuyos amigo semielfo, a ver como le explicamos esto al sargento cuando llegue la guardia.

Dice mientras procura interponer disimuladamente sus casi 2 metros de bárbaro entre Finn y un posible atacante.

Ten cuidado Powaqqatsi, de donde yo vengo no se mata a alguien y lo deja tirado en plena calle sin robarle hasta las botas.

En momentos como este vuelve a sentirse como en casa.

Impertérrita, la figura de Demonfly apoyó su bota en un gran macetero que formaba parte de la decoración de la plataforma. Descansó sus brazos cruzados sobre la rodilla, apostada como una gárgola, siempre vigilante, con la mirada perdida en el vacío lluvioso y oscuro que se destilaba entre los contornos de las torres, salpicado por la luz decadente de las antorchas siempreardientes de esta ciudad sombría.

Táis flipándoos como unos druidas fumaos tó de hierba. ¿No será solo un borrachuzo durmiendo la mona, pandilla de exageraos?-¿Y el charco rojo?-Tengo entendío que las vomitonas de los caradelata salen rojas por el óxido del estómago, será un forjao bebío.

La verdad es que, como dijo Mug, si el cuerpo era humanoide, y lo rojo era sangre, tendrían que vérselas de nuevo con el calvorota del Sargento Dolom. No era así cómo Daisy Sue pensaba que iba a pasar la noche.

Además, ¿y cómo sabes que lo han matao, Powaqqatsi? A lo mojor se ha caío de más arriba. Un sonámbulo, o un suisida. O un sonámbulo suisida.

Nada. Powaqqatsi no entraba en razones. Y con lo difícil que era pronunciar su nombre, Daisy Sue no iba a volver a intentar razonar con él. Era la hora de que la investigadora privada, cazarrecompensas y defensora de la Justicia, Demonfly, revisase el cuerpo del borracho sonámbulo suicida para obtener las pruebas que demostrasen que no se trataba de ningún asesinato.

¡EEEEEEEOOOOOOO! ¡GUARDIAAAAASSSSS! ¡A LA AGUJA DE KELSA CON DALANNAN!-gritó, mientras sus zancadas le llevaban tras el forjado druídico.

Porque aunque para Daisy Sue no se tratara de un caso de asesinato que debiera investigar la guardia de Sharn, serían los soldados los que debían llevar al borracho a su casa, o retirar el cadáver de aquella muerte accidental.

Parecía que el día no acabaría nunca, la lluvia incesante y sin misericordia, continuaba arropando bajo su manto al grupo, el frío aumentaba, el cielo era iluminado con relámpagos anunciando que la lluvia no tenia intención alguna de menguar, y entre la luz que arrojaban apareció un cuerpo tendido en un charco de sangre y agua.

El druida forjado, que era el ser mas raro que había visto en su vida, y el bárbaro se acercaron sentenciando que había habido un asesinato, pero no fue la rapidez de estos para emitir una sentencia sin saber que ha pasado lo que sorprendió al paladín, fue que la orca tuviese el raciocinio suficiente pare determinar algo lógico, el hombre podría haberse resbalado y caer desde alguna torre, no todo el que muere es por un asesinato. -Una mujer curiosa, creo que los estereotipos de algunas razas no están del todo fundados o siempre hay fantásticos casos aparte.

-No seáis tan raudos al emitir una sentencia, caballeros, puede que la señora...o señorita Sue -Alega mirando su mano para ver si estaba o no casada, sin resultado debido a los guantes que llevaba. -Tenga razón, con el diluvio que esta cayendo es posible que ese pobre desdichado cayese desde una de las torres, pero de ser un asesinato, alejaos del cuerpo ya que podrías borrar las huellas y manchar la escena del crimen.... -Pero al decir esto guarda silencio unos segundos al darse cuenta que no habrá huella alguna- .....maldita lluvia.

Se acerca al cuerpo, -ante todo, prevención- y con la mano aferrada a su medallon de plata sagrado comienza a rezar a su dios para que le diese el poder para ver el mal. 

Con los ojos iluminados de una fuerte luz de plata, observa los alrededores.

Un cuerpo en la vía, unos corren a revisarlo y otros gritan llamando la guardia. Luego dicen que soy impulsivo..

Sin otra cosa que hacer más que contemplar como la mayoría se apresuro a meterse en un nuevo problema, permanecí inmóvil y atento. No me molestaban los problemas pero si que me tomasen por sorpresa.

Aunque por un momento estuve tentado a explicar que los Forjados no tememos la necesidad de consumir alcohol u otras bebidas, opté por guardar silencio. Esa noche no era precisamente el más hablador.

Finn gruñó una maldición en honor a los seis oscuros mientras se adaptaba a la nueva situación. ¿No podían seguir tranquilamente su camino a un descanso reparador? Parecía que no, que tenían que molestar hasta a los pobres asesinos o ladrones que tan arduamente trabajaban en la noche. Eran como polillas atraídas por una llama, y el semielfo no estaba dispuesto a quemarse por un bastardo que ni conocía.

Disimuladamente dejó que sus compañeros se adelantasen, contento de esperar a la espalda de aquel armario de dos metros. - Estoy seguro que el sargento Dorlom va estar encantado de lo que promete ser un maravilloso reencuentro. - Responde con ironía. - Algo inventaremos, pues no parece de los tipos civilizados acostumbrados a la etiqueta y al soborno.

Se quedó a la espera de las noticias de sus compañeros, mientras observaba a su alrededor, por si el muerto no estaba tan muerto o eran ellos los objetos de una emboscada. Echó mano de su látigo mientras se preparaba para la llegada de posibles atacantes o de la guardia misma, lo mismo daba.

Powaqqatsi, te acercas al murete del puente junto a una de las lámparas Siemprebrillantes y miras hacia abajo en disposición de saltar si fuese necesario. Tienes una visión vertiginosa de la caída a ese lado del puente. Ves el agua caer en grandes remolinos y alguna pequeña luz seguramente perteneciente a una aerocalesa pero que se encuentra demasiado lejos y demasiado abajo como para ser lo que buscas. Por lo demás no ves nada más que te llame la atención aunque la oscuridad se extiende a pocos metros de la escasa luz de las siemprebrillantes.

Mug, te posicionas frente a Finn presto a defenderte a ti o a él con tu gran espadón. Buscas por todas partes un indicio o, aún mejor, un asesino y culpable. Pero no ves más sombras y movimientos que los de tus compañeros. 

Finn. Tu látigo cuelga de tu mano. Miras la zona pero no parece haber nada que signifique una amenaza.

Daisy Sue, avanzas tras Powaqqatsi al tiempo que llamas a gritos a la guardia. El rumor de la tormenta y los truenos apagan a momentos tu potente voz aunque confías que alguien que se encuentre en la Torre Dalannan o en la aguja Kelsa consiga oírte; tal vez algún espectador de la tormenta varios niveles por encima os haya visto u oído.

Alfrik, te aproximas al cuerpo tendido en el suelo. Parece alguin de edad avanzada vestido con una capa contra las inclemencias del tiempo. Capa que no le ha ofrecido la menor protección a tenor de la cantidad de sangre que va tiñendo de rojo el pavimento. Te concentras en localizar el mal y la presencia de lo maligno en aquel lugar…Y tras unos breves segundos no encuentras nada que te alarme sobre tal presencia.

Ariete, permaneces cerca de tu posición inicial. Contemplas el movimiento de tus compañeros a tu alrededor. Escuchas los gritos de la semiorca llamando a la guardia. Los relámpagos parecen convertir la escena en cuadros de una escena de misterio. Teniendo en cuenta la presencia de un cadáver reciente todo parece anormalmente tranquilo…

Sin embargo vuestras sospechas son ciertas. Alguien debe andar por allí cerca. Una figura que no podéis ver se mueve, como si de un insecto se tratase, bajo la estructura del puente. Se encarama con gran agilidad por una de las barandillas y aparece justo sobre el cuerpo caído en el puente aprovechando el destello de un relámpago… La figura parece ser una forjada que carga una gran hacha de Batalla. Lleva una capa con capucha que cubre su cuerpo parcialmente. En aquellas zonas que no cubre su piel brilla con una gran pureza metálica. Por desgracia puede que no hayáis sido lo suficientemente conscientes  de esta amenaza...

Todo sucedió tan rápido que el semielfo no tuvo tiempo de prepararse para la temida emboscada. El cuerpo tendido no se había levantado y tan sólo había aparecido una figura, con lo cual las sospechas de Finn de una posible trampa al grupo eran infundadas. Parecía más bien una ejecución. Había que ganar tiempo y eso era lo que mejor sabía.

- ¡Eh amigo! - Gritó intentando llamar la atención de la forjada.- El pobre infeliz parece estar tieso ya, y con los gritos de nuestra compañera la guardia de seguro aparecerá en unos pocos segundos. Tienes poco tiempo para desaparecer, no queremos problemas.- Finalizó diplomáticamente.

Poco a poco se iba concentrando en defenderse de un posible ataque de la forjado mientras buscaba en su mente alguno de sus trucos que pudiera sacarle de aquel aprieto. Afortunadamente había varios compañeros entre él y aquella hacha.

Un relámpago iluminó el cielo y reveló un cuerpo metálico: un forjado de silueta femenina.

Nosotros no nos diferenciamos en géneros como los orgánicos, pero estos nos asignan uno basados en la forma en la que fuimos moldeados y en los rasgos de nuestras personalidades. Gracias a eso no carecemos de impulsos sexuales, con la excepción de algunos vergonzosos casos anómalos, pero si podemos experimentar atracción. En mi caso por sus materiales y no por su forma.

La forma en la que el agua resbalaba y la manera en que las luces se reflejaban sumando a la agilidad de sus movimientos me hizo sospechar que, al igual que yo, poseía componentes exóticos en su aleación. ¿Mitril, tal vez?

Por desgracia, la sorpresa de esa posibilidad provocó que tardase un poco en responder. Lamenté hallarme demasiado lejos y no poder apreciarla mejor.

Mug aprieta con fuerza su espadón y tensa los poderosos músculos de su espalda preparándose para lo peor cuando ve que otra de esas armaduras parlantes se deja caer frente a ellos confirmando sus sospechas y dándole un susto de muerte.

¡Pues ya tenemos problemas semielfo, ¿acaso no has visto el tamaño de ese hacha? quédate detrás de mí, no vayas a cabrearle!

Dice mientras procura sobreponerse de la impresión e interponer su corpachón entre Finn y el filo del hacha de la forjado. Ya ha visto como se las gastan esos trastos en una pelea y sabe que probablemente su fuerza bruta no va a ser suficiente, aunque está más que dispuesto a comprobarlo.

¿Donde quedaron los tiempos donde uno se masacraba honoráblemente con asesinos de carne y hueso?