Partida Rol por web

Entre el gentío apenas puedo seguir la conversación de mis compañeros. Parece que acuerdan turnarse para tomar un baño, y Modesto ya se marcha para disfrutrar del mismo. Yo quizás me asee un poco por la mañana. Ahora lo que me apetece es irme a la cama.

-Bien, no me importa compartir habitación con cualquiera de ustedes, pero si me disculpan, iré marchando ya a descansar.

Seguidamente tomo una de las llaves, dejo la otra a mis compañeros, y marcho a la habitación*.

Subes los peldaños siguiendo a la joven Etelka hasta el fondo del pasillo donde hay dos puertas. Por su aspecto supones que una da al exterior, por lo que probablemente es la que utilizo la niña para volver a entrar. Etelka abre la otra y te muestra una habitación pequeña con dos biombos, una bañera de bronce, un enorme barreño lleno de agua y dos jarras de metal también llenas de agua que se encuentran sobre un brasero encendido.

La bañera presenta herrumbre en el exterior, y aunque percibes que la joven ha echado hiervas aromáticas en el brasero, estas apenas disimulan el olor a cerrado. No obstante todo esta limpio, y cumple sobradamente las expectativas que podías tener sobre un baño en un pueblecito como este.

La joven te indica que te cambies detrás de uno de los biombos y ella se va detrás del otro.

La posadera deja dos grandes y pesadas llaves de hierro sobre la mesa y Holzer coge una de ellas.

- Al subir la escalera, las dos primeras puertas son sus habitaciones señores.

Mientras miro cómo se marcha Holzer, noto cómo el cansancio me invade cada vez más. Casi me siento tentado de cancelar mi baño y subir directamente a dormir, pero me resisto porque pienso en lo bien que me vendrá un baño caliente. Al irse nuestros compañeros, se forma un pequeño silencio mientras Abberline echa un trago de su cerveza. Aprovecho ese momento para acodarme en la barra y echar un vistazo a los parroquianos.

La taberna esta llena de hombres, a penas hay dos mujeres ademas de la posadera y su hija ahora con Modesto. La mayoria de los parroquianos tienen aspecto de trabajar en el campo, pieles curtidas y manos callosas. El resto tambien parece gente del pueblo llano, el herrero, el panadero, y un par de hombres con aspecto de comerciantes.

La concurrencia de la posada es la que cabría esperar, aunque casi me había hecho la ilusión de encontrar al padre Berky, para poder preguntarle por la capilla. Me encojo de hombros y me vuelvo hacia Abberline. Aprovecho para compartir con él la preocupación que me lleva acompañando desde que llegamos al pueblo.

-¿Cree usted que partiremos por la mañana como estaba previsto? Me parece que nuestro amigo Hans no estaba en muy buenas condiciones. Francamente, dudo que nuestro carruaje esté reparado a la hora acordada.

Mientras bajo la pinta de cerveza miro al doctor - Si, yo también creo que nuestra partida va a tener cierto retraso... supongo que a Hans no se le pase la resaca hasta el medio día, aunque nunca se sabe con esta clase de hombres. digo con un ademan hacia el gentío. Vuelvo a llevarme la pinta a la boca y termino de un trago lo que resta de cerveza.

Poso el vaso triunfante sobre la barra - Aaahhh, que buena estaba digo con cara de gusto.

- Bueno, a mi también me apetecía un baño antes de acostarme, pero la verdad es que el cuerpo me esta venciendo, tendré que posponerlo hasta mañana. Si me disculpa, creo que voy a ir a dormir ahora mismo, supongo que iré a la segunda habitación para no molestar al señor Holzer en su primer sueño de la noche. Si tienen algún problema durante la noche, no duden en comunicarmelo. Buenas noches.

Me doy la vuelta, cojo la llave de la barra y subo las escaleras.

El mundo parece conspirar en mi contra para que abandone toda esperanza de darme un baño, pues sin Abberline para darme conversación, la tentación de irme directamente a dormir es aún más grande. Pero ya empieza a ser una cuestión de orgullo, así que intentaré entretenerme como sea hasta que termine Arrabbiati.

Sigo pensando en que nuestra llegada a Moscú va a retrasarse. Rakov sabe que puedo llegar más tarde de lo que le dije, pero si me retraso más de la cuenta quizá se preocupe. Se me ocurre que, si no partimos cuando debemos, debería mandarle un mensaje. Me doy la vuelta y me dirijo a la posadera.

-Disculpe, señora, ¿hay en el pueblo servicio de correos o posta? Me gustaría enviar un mensaje a Moscú mañana por la mañana.

Llegas a la habitacion que no tiene nada destacable. Es la primera del pasillo como te indicaron, y tiene dos camas dispuestas una a cada lado de la misma. La ventana esta cerrada, y junto a cada cama hay una pequeña palangana con algo de agua y jabon, por si quieres asearte un poco.

Llegas a la habitacion que no tiene nada destacable. Es la segunda del pasillo como te indicaron, y tiene dos camas dispuestas una a cada lado de la misma. La ventana esta cerrada, y junto a cada cama hay una pequeña palangana con algo de agua y jabon, por si quieres asearte un poco.

La posadera te responde mientras sirve dos cervezas a otros dos parroquianos.

- Lamentablemente no, no tenemos servicio postal. La costumbre es que alguno de los comerciantes locales lleve consigo el correo, y lo entregue en alguna ciudad donde haya servicio. Si la da instrucciones y dinero para hacerlo, Pyotr seguro que puede encargarse, creo que mañana parte hacia el norte.

La mujer te señala con un dedo manchado de espuma hacia el mas joven de los dos hombres con aspecto de comerciante.

Miro al hombre que me señala la posadera.

-Muchas gracias, hablaré con él -le digo a la mujer, con una sonrisa. Me acerco a la mesa donde se encuentra el joven comerciante.

-Perdone que le moleste, ¿es usted Pyotr? Soy el doctor Lenhard Heideck, de Viena. Tengo entendido que parte usted mañana hacia el norte, y me preguntaba si sería usted tan amable de llevar una carta por mí, para enviarla en el primer servicio postal que encuentre.

Aunque el hombre tiene frente a si una jarra de cerveza vacia, no parece totalmente ebrio. Cuando te acercas y le hablas se levanta y te ofrece la mano, impresionado por tu aspecto, que le da a entender que eras una persona importante, o al menos mas que el.

- Claro que voy al norte, señor. Partire mañana a primera hora, y por supuesto llevare su carta encantado. No costara mas de 3 Fillers... Hellers

Como usuario habitual del servicio postal sabes que el precio que te esta indicando es el del correo, por lo que no parece que tenga intencion de cobrarte algo.

Sonrío y le devuelvo el apretón de manos.

-Se lo agradezco mucho. Por supuesto, le daría algo más por las molestias. Si me indica dónde podré encontrarle y a qué hora, le daré la carta por la mañana, pues aún no la he escrito.

Reparo en la jarra vacía que hay en la mesa. Echo un vistazo a la barra y compruebo que Arrabbiati aún no ha vuelto del baño. Supongo que aún tardará unos minutos, sumados a lo que tarden en preparar el baño para mí.

-¿Me permite que le invite a una ronda?

Echo un vistazo a la habitación. Es sencilla pero confortable. Todo lo que necesito.

Compruebo mi equipaje para asegurarme que está todo, y acto seguido me cambio de ropa y me aseo un poco. Desde la habitación se escucha el gentío de abajo, pero no muy fuerte. Además, estoy tan cansado que nada impedirá que me duerma como un tronco.

- Muchas gracias señor, acepto encantado.

Dice mientras se levanta y te hace un gesto para que te sientes con el.

- Respecto a su carta, puede entregarsela a Idrich y yo la recogere mañana antes de irme.

Se inclina levemente hacia ti y con un guiño añade

- Por cierto, el sobre, mejor que vaya cerrado. No hay mucho que hacer en un pueblo como Mirgorod, ya me entiende.

Te acuestas y pronto te quedas dormido pese al ruido de la taberna.

Me vuelvo a la posadera y le hago un gesto señalándole la jarra vacía de Pyotr.

-¡Idrich! Una cerveza para este amable caballero, por favor -acto seguido, me siento a la mesa con él-. De acuerdo, entonces escribiré la carta antes de acostarme y se la dejaré a la posadera. El sobre irá cerrado, como usted me aconseja -sonrío-, pero no creo que la misiva calmara las ansias de cotilleo de los vecinos. No tendrá nada interesante, sólo es para avisar de que llegaré a Moscú más tarde de lo previsto.

De inmediato cambio de tema para intentar iniciar una conversación mientras espero que termine Arrabbiati.

-¿Es usted de Mirgorod? Es un bonito y acogedor lugar. Y la gente de por aquí es muy amable. Hemos tenido el honor de cenar en el castillo Vadja. ¿Conoce usted a la familia?

Despiertas repentinamente. Algo te ha sacado de tus sueños dejándote desconcertado, aunque no tienes la menor idea de que ha sido. Te incorporas en la cama y notas que el frió ha aumentado sensiblemente. La estancia esta débilmente iluminada por el resplandor de la luna que entra por la ventana.

Cuando recuerdas donde te encuentras miras a la cama de al lado y descubres que sigue vacía. Puede que tu compañero de habitación este abajo, piensas, y escuchas con atencion. No se oye ningún sonido, y tienes la clara sensación de que algo no encaja.

Estoy tiritando, pero no sé si es el frío o esta especie de inquietud que he arrastrado desde mis sueños. Quizás un poco de cada. Lo malo es que si miro a mi alrededor nada me tranquiliza, más bien todo lo contrario. ¿Por qué no ha venido nadie a la habitación? Parece que el local ya ha cerrado por hoy...

Me levanto y me pongo algo de abrigo encima. Seguidamente observo a través de la ventana, a ver si se ve a alguien en la calle. Quizás haya salido a dar un paseo... -pienso.