Partida Rol por web

Tiene usted razón Thomas, este lugar es un lugar de muerte y peligroso - la adrenalina del momento estaba pasando y encontrarme en aquel sitio lograba ponerme nervioso, quería ayudar, pero había llegado demasiado tarde - Ayudenme a salir de aquí, y agarren bien la cuerda que estas estacas me ponen los pelos de punta.

Mientras intentaba subir mi mente analizaba el grito mujer, será la princesa en peligro? Podríamos salvar por lo menos a uno de los Vadja o ya estarían condenados desde antes que nosotros llegáramos al castillo...

Con la ayuda de Thomas y Frederick, Modesto sale del pozo. Siente un gran alivio cuando se aleja del agujero, sin saber lo cerca que ha estado de acabar ensartado en aquellas estacas como ha ocurrido con el Principe.

El eco del grito sigue presente en vuestras cabezas, aunque en realidad ya no se escucha. Un silencio sepulcral se ha asentado sobre el lugar. Solo se escucha el latido de vuestros corazones, y vuestras respiraciones.

Dios, que tragedia, ni a Constantine pudimos salvar. Miro hacia el cuerpo del cochero y pienso maldito... arde en el infierno.

La suerte no esta de nuestro lado, pero no podemos dejar a la señorita Vadja ahí, sufriendo peligros inimaginables, es nuestro deber como caballeros socorrer a una dama. Tras decir esto miro a mis compañeros en busca de complicidad.

Tiene que haber otra forma de llegar ahí abajo; tal vez en esta ocasión podamos hacer algo para impedir una catástrofe total... acabo diciendo apesadumbrado.

Como dije antes es mejor que regresemos al pueblo y busquemos ayuda allí. parecía firme en su propósito de abandonar el castillo de una vez por todas. Además creo sinceramente que la señorita Vadja tiene mucho que ver en todo este asunto. Quizás no de forma voluntaria... quizás todo sea parte de un terrible encantamiento... Pero si queremos salvar nuestras vidas debemos salir de aquí

Casi no soy consicente de cómo hemos vuelto a conseguir una cuerda, no recuerdo en qué momento mis manos tomaron ese hacha a modo de arma, nis iquera soy el primero en decir lo del nudo a pesar de eprcibirlo en seguida. Suspiro y vuelvo a tratar de centrarme, pues en un momento, todos mis compañeros han bajado a ese agujero de muerte. Vuelven a subir después de un rato, justo cuando el grito de ¿la señorita Vadja? rompe el sielncio. Todo mi bello se eriza y en cuanto mis compañeros vuelven conmigo me encamino al pasillo con el hacha en la mano y mi maletín en la otra.

-Vamos-es todo lo que digo-. Yo no iré al pueblo, creo que sería demasiado tarde-comento algo serio tratando de pasar al primer plano después de haber permanecido tanto rato en el segundo.

¿Tarde? en la voz de Thomas aquella palabra parecía un campo de minas que evitar. ¿Tarde para que? ¿Quiere usted explicarme que piensa encontrar allí abajo para que salvar nuestras vidas le parezca "tarde"?

Una vez más huir era la opción más lógica, la que la mente racional debía seguir, pero… como vivir con aquello, con la conciencia manchada por la muerte de esta joven inocente.  Quería correr, dejar el castillo atrás y volver a meterme en la cama de la posada, o mejor aún, volver al carruaje y abandonar este bosque oscuro antes de que sea tarde…. Pero no podía, o tal vez no quería abandonar a la princesa a su merced.

- No puedo… – fue lo único que logre decir antes las palabras de Thomas… no puedo huir, no puedo abandonar a aquella mujer. Un sin fin de razones querían salir de mi boca, pero ninguna se pronuncio. Me encontraba detrás del doctor con el arma en la mano esperando, esperando que la muerte llegue a nosotros.

Por todos los dioses han perdido la razón les gritó mientras avanzaban ignorando sus advertencias.

Sin embargo no puedo abandonarles a su suerte señores. Thomas desenfundó de nuevo el arma. Repasó que estuviera a punto y bien cargada antes de santiguarse un par de veces con un gesto automatizado.  ¡Que sea lo que Dios quiera! a pesar de estar totalmente convencido de que era un estupidez, Thomas sigió a aquellos dos locos de atar hacia las profundidades de aquel misterio

-Señor Thomas... ¿podría explicarme qué pensaría usted de mí ahora mismo si yo, en lugar de ayudarlo y curarle sus heridas, me hubiera marchado de aquí asustado por las historias que nos han contado y a sabiendas de que una bestia le atacó? Elegí ser médico, tal vez ser héroe no sea lo mío, pero quiero ayudar a esta familia, a esa chica y mi conciencia no se mantendrá tranquila si no lo hago. No pido que lo entienda, sólo que lo respete del mismo modo que yo respetaré que usted decida abandonarnos-le digo todo lo edicadamente que sé, tratando de sonar tranquilo aunque por dentro me siento nervioso y asustado, muy asustado.

Avanzáis por el tenebroso túnel, más allá del pozo donde yace el cuerpo sin vida de Constantine. El suelo excavado en las entrañas de la tierra, poco a poco se ve cubierto de un fino polvo blanco que se levanta cada vez que posáis un pie. La atmosfera resulta opresiva, viciada, y la conversación va decayendo hasta que se hace el silencio. Tenéis la sensación de que os adentráis en un lugar en el que no ha estado ningún ser vivo en varios siglos.

En un momento la pequeña gruta acaba en una cámara amplia de techos altos llenos de estalactitas, pese a que el ambiente es seco incluso el aire parece raspar vuestras gargantas a medida que lo respiráis.

La luz apenas ilumina la débil sala cuando de entre las sombras una figura se mueve, temerosa durante un instante, y de pronto con una exclamación de alivio se revela a la luz de los candiles. Se trata de la princesa Vadja, vestida con unas extrañas y raídas  ropas negras, pero sin duda es ella.

La mujer con una expresión de alivio en la que se vislumbra también cierto temor se acerca corriendo hasta vosotros y se lanza a los brazos del doctor sin darle tiempo a reaccionar.

Gracias exclama gracias a dios, creí que iba a matarme.

Al decir eso señala hacia el fondo de la estancia y podéis ver sobre una losa de piedra el cuerpo tendido de otra mujer casi exacta a la princesa. Solo las arrugas de su piel, desvelan que sin duda se trata de alguien con más años que ella.

Es Asa Vadja. Tenéis que matarla antes de que despierte. Por favor, no dejéis que me haga daño.

Las lagrimas de la princesa comienzan a rodar por sus mejillas empapando el cuello de la camisa del doctor Heideck.

!!Princesa¡¡ un grito carraspeado emergió por la boca de Thomas. Era la incredulidad de ver la imagen arrugada de la princesa Vadja tendida en la fría losa. Como un castillo de anipes destruido por una brisa repentina, aquella situación desordenó las ideas con las que había llegado hasta allí. ¿Habria culpado a Katia antes de tiempo? ¿Sería  solo una victima más de la maldicin?

Señorita Katia diganos ¿Qué ha sucedido aqui?

Hazte a un lado Katia digo mientras me acerco a examinar a la mujer desmayada. Parece que respira. Mirando con más detenimiento... pero que es esto... lleva un crucifijo...

En ese momento me inundan las dudas, ¿podría ser que...?

Se me ocurre una cosa: con cuidado de no moverla demasiado, le desabrocho la gargantilla con el crucifijo en ella y sin que me vea nadie, sobretodo Katia, me la guardo en el bolsillo rápidamente.

Me giro hacia el grupo, y digo doctor, parece que respira, échele un vistazo, en un intento de que el doctor se separe de la joven. Me encamino hacia ellos preguntándole a Katia ¿Qué es lo que ha sucedido? con el crucifijo en la mano dentro del bolsillo.

Las manos de la mujer suben por los hombros del Doctor, abrazandolo entre lagrimas. Sin volverse hacia la losa donde descansa el cuerpo de la otra mujer responde.

¡Es esa bruja! Esta... descansando o algo... no lo se.

-Relájese-le digo mientras paso mi ruda mano por la coronilla de su pelo.

Puedo sentir el aroma dulce de su piel y su respiración entre cortada. Estoy algo tenso pues, sin duda, esto me recuerda demasiado al sueño del que ella era la protagonista.

Miro a Abberline y asiento suavemente. Luego, miro a la señorita Katya a los ojos.

-Bien, la mantendremos lejos de usted, pero tranquilicese y cuéntenos qué ha pasado-le susurro suavemente.

Luego imploro con la vista que thomas se haga cargo de ella para acercarme a la mujer extraña y mirar qué le puede ocurrir.

Pero hay algo que no entiendo Thomas retrocedió un paso. Parecía no estar por la labor de hacerse cargo de Katia como el doctor le imploraba. Parecía que la fragua de su mente se forjaba alguna duda. 

¿Que ha hecho usted aqui todo este tiempo? le preguntó a la versión joven de la princesa

Sin separarse de Heideck Katia muestra su rostro surcado por lagrimas a Thomas.

No lo recuerdo, desperte de pronto, y ese... ser, estaba tumbado ahi. Escuche sus pasos y me asuste, pero eran ustedes, gracias a dios.

La mujer vuelve a apoyar su rostro en el hombro de Heideck.