Partida Rol por web

¿Qué demonios? ¿Por qué el señor Holzer de repente parece tan propenso a incendiar un cuerpo moribundo? pienso mientras oigo las efusivas palabras de Thomas tras haber escuchado las palabras de Katia en el oído.

Es curioso, Katia ha pasado de los brazos de unos a otros de mis compañeros... será la adrenalina que la hace actuar de forma tan cercana, pero la Katia que yo recordaba era muy pudorosa y recatada, no había tanto "contacto" en su forma de dirigirse hacia nosotros.

¡Ya basta! exclamo, No vamos a quemar a nadie, no somos asesinos, ¡por Dios!. ¿Es que han perdido el juicio?

Doctor, tiene que haber algo que pueda usted hacer por ella.

Es descabellado, pero he de intentarlo.

Me giro hacia Katia, saco el crucifijo del bolsillo y con él en alto al frente me dirijo hacia Katia, la verdad es que todo esto me resulta sumamente raro y creo que deberíamos ir con píes de plomo, ¿no crees Katia?

Cuando Frederick alza el crucifijo Katia se refugia tras Thomas, y su voz desciende hasta un murmullo.

No… por favor… no me hagáis daño Dice la mujer mientras sus ojos aterrorizados se clavan en Frederick, y comienza a susurrar algo inaudible al oído de Thomas.

Salvadme Thomas, salvadme de ese hombre. La bruja le ha hechizado, y ahora quiere hacernos daño. Quiere separarme de vos.

La situación es extraña, pero bien es cierto que la señorita Katia se comporta de manera extraña y que ahora, que la tengo lejos, me doy más cuenta de ello. La mujer del suelo está prácticamente muerta y no sé realmente si puedo hacer algo por ella si ni siquiera sé qué le ocurre realmente, ni de donde viene su dolencia.

"Tal vez Katia la atacó" me sorprendo pensando.

Vuelvo a mirar a la mujer tratando de no escuchar las absurdas excusas de Katia.

Trato de mirar el ritmo de su corazón aunque ya sé que es bajo, y su respiración es entrecortada.

-No sé si podré hacer algo por ella, compañeros-les comento entristecido y no puedo dejar de sentir que la señorita Katia tiene algo que ver con esto.

Cuando Abberline se dirige a ella con el crucifijo y ella se esconde no puedol menos que refozar esa idea.

Dejese de paparruchadas señor Abberline reprochó a Frederick su actitud Deje ese crucifijo. ¿Qué pretende con él?

Ella es la causante de todo. Es que no lo ve. ¿No se da cuenta? señaló con la mano el cuerpo durmiente que reposaba en el suelo.

Esta mujer no es capaz de levantarse señor, Thomas. ¿Cómo insinúa que la atacó?-increpo seriamente-. Miradla bien, esta mujer está envejeciendo por minutos. Estas arrugas de aquí no las tenía antes y su respiración cada vez es más débil, es como si...como si muriera a causa de la edad. No... esta mujer no es una bruja, en cambio la señorita Katia debería explicarnos cómo consiguió hacerla esto-aseguro acusativamente.

Los ojos de Katia parecían mucho más oscuros de lo que recordaba, por un momento me perdí en su interior como si el abismo mismo me estuviese jalando hacia ellos. Me quede inmovilizado, petrificado, un escalofrió recorrió mi cuerpo sin saber cómo reaccionar.  Para cuando logre recuperar el control de mi cuerpo Katia rodeaba con sus brazos a Thomas mientras Abberline se acercaba a ella con un crucifijo. Al estaba mal en esa joven.
 

-¡Thomas, aléjate de ella! – fue lo único que pude decir, a que se debía el cambio tan repentino en nuestro compañero, aquello no era normal.

¿Y qué me dice de esto? increpo señalando el crucifijo ¿Cómo puede una bruja llevar un crucifijo al cuello?...  digo acercándome más y más a la pareja.

Tú No Eres Katia, sino ¡Asa Vadja!

¡Aléjate de ella Thomas!

Maldita sea, porque tiene que ser Thomas el único que va armado...

Thomas se quedó petrificado un instante. Las advertencias de sus compañeros le hacían mirar en aquellos ojos negros de otra forma. ¿Quién era aquella mujer? ¿Era una bruja? ¿Era Katia o Asa Vadja? Sintió un fuerte dolor en la parte frontal de la cabeza. Un punzor que le hizo retorceder un par de pasos hacia atrás para alejarsde de ella.

Apartate de mi su voz estaba cargada de confusion, nerviosismo y tensión

Voy a acabar con esto de una vez por todas el coctel explosivo de todas aquellas sensaciones hizo que Thomas sacara su arma y apuntara a la mujer a la que hacía pocos instantes tenía cerca, tan cerca.

Durante un instante, como si el hechizo se desvaneciese, un rostro antiguo, arrugado, y lleno de agujeros negros asoma bajo el rostro de la joven Katia. Miró a cada uno tomándose su tiempo, el odio de antaño y la maldad podían verse reflejados no sólo en sus ojos carentes de brillo, sino también en cada arruga que parecía portar una telaraña que las hacía más grises. El ambiente estaba inundado de un olor a azufre o algo así que nadie podía asegurar de dónde provenía y una suave brisa que en otro momento habría sido agradable, les movía los cabellos provocándoles un escalofrío que comenzaba en la nuca y terminaba en la columna vertebral.

La voz fría, y carente de emociones de la mujer atravesó el silencio.

La sangre de la bestia aun corre por mis venas, y ni siquiera he tenido la ocasión de agradeceros el papel que habéis jugado en mi venganza.

La mirada de Asa se poso en Thomas para detenerse finalmente en el atónito rostro del Doctor. Una sonrisa más propia de un cráneo desnudo que de una mujer de su belleza surcaba su rostro.

Pero no temáis, con su ultimo aliento Katia restaurara el poder que jamás debieron arrebatarme, y yo sabre recompensaros.

El dedo de la mano que sujetaba el arma pareció actuar por su propio instinto y reflejo a juzgar por la cara de pavor de Thomas.

Un trueno resonó en la estancia cuando la pistola de Thomas escupió su metálica carga. La bala corto el aire impactando contra el pecho de Asa Vadja con un ruido sordo, similar al que hubiese producido de atravesar una bolsa de harina, pero la mujer no se tambaleo, ni tan solo se movió. La oscura sonrisa de la bruja no se altero mientras el oscuro agujero de su pecho desaparecía devorado por las tinieblas que habitaban en su interior.

La verdad es que la situación se nos está llendo de las manos. Thomas está alterado, yo estoy asustado... esto comienza a ser una misión desastre. Lo que menos me espero es que Thomas dispare su arma. Mis ojos vuelan de la mujer del suelo, junto a la que permanezco y a la que está de pié contra la que Thomas ha disparado.

Ni siquiera me da tiempo a reaccionar, aprieta el gatillo y yo sólo puedo ver y esperar la reacción de la mujer hacia la que va dirigida la bala. No llego a entender del todo la situación, ni siquiera cómo debemos reaccionar con lo cual ninguna de nuestras reacciones me parece extraña.

La aparición de Asa fue como un baño helado, las piernas me temblaban, no podía reaccionar. Luego el ensordecedor sonido del disparo, aquello me devolvió a la realidad, pero de todas formas no podía controlar aquel terrible escalofrió. Deseaba con toda mi alma estar junto a un fuego, un hogar cálido en donde calentar los huesos. De pronto una idea surco mi mente, fuego, eso era lo que necesitaba, el padre Berky lo había dicho cuando en el enfrentamiento con el señor Vadja.

- ¡Fuego, necesitamos fuego! -  en un arrebato de heroísmo me encontraba arrojando la lámpara de aceite contra la bruja, sin siquiera recordar en qué momento la había tomado nuevamente del suelo. Pero de algo estaba seguro, aquella criatura debía arder en el infierno. – ¡Déjanos en paz! ¡Bruja asquerosa deja a Katia en paz!

La lámpara vuela girando sobre si misma hasta estrellarse a los pies de Asa Vadja. Sonido de cristales rotos, y el aceite ardiendo vuela en todas direcciones. Varias pequeñas llamas se prenden en el vestido de la mujer, a penas unas chispas que deberían ser inofensivas, pero resultan determinantes.

Los cuatro asombrados viajeros observan como le vestido de la mujer se prende como si estuviese bañado en aceite, apenas tienen tiempo de hacer nada antes de que las llamas engullan a la bruja convirtiéndola en una llameante silueta que se contonea entre desgarradores gritos, que jamás se borraran de la memoria de quienes los escuchan, y aun en los años que les queden de vida, volverán para atormentarles durante las frías noches de los inviernos que están por venir.

En cuestión de minutos el cuerpo de la bruja se consume, dejando tras de si un inofensivo montón de cenizas, que se esparcen en todas direcciones como arrastradas por un viento silencioso.

El doctor Heideck, da un respingo, haciendo que los ojos clavados aun en el lugar donde se encontraban las cenizas, se vuelvan hacia el y después hacia Katia, para descubrir el motivo de su reacción. La chica, poco a poco, esta cambiando. Su piel pálida recupera su color, y las arrugas parecen estar desapareciendo poco a poco.

Aun sin poder entender como es aquello posible, los cuatro hombres saben que de alguna manera el hechizo de Asa se ha roto.

Puede que jamás entiendan lo cerca que han estado de verse arrastrados a la condenación eterna, y que en el futuro, cuando relaten a sus amigos y conocidos esta historia, no les cuenten como una bruja que debió ser quemada hace mas de quinientos años, trato de vengarse en las carnes de la descendiente de su hermano.

Menos aun entenderán hasta que punto tuvo relevancia su papel en el desenlace de la historia, como ellos mismos por accidente despertaron a este oscuro ser al verter sobre su tumba la sangre caliente de un enorme murciélago, o como con sus acciones erradicaron este antiguo mal de la faz de la tierra.

Sin duda nunca serán considerados héroes, ni se escribirán libros sobre ellos, ni tampoco se contara su gesta, pero quien sabe cuantos otros héroes desconocidos habrán contribuido, como ellos, a combatir a las fuerzas de la oscuridad a lo largo de la historia.

Katia abre los ojos.

La fina capa blanquecina que los cubría ha desaparecido. Su piel ha recuperado su color natural, pero aun así se muestra algo pálida, sin duda a causa del miedo. Cuando se incorpora ve al Doctor ante el, le dedica una mirada de agradecimiento, pero sus ojos buscan mas allá, hasta posarse en los de el joven pintor, Modesto.

Olvidando sus maneras nobles, la joven se lanza a los brazos del hombre del que se enamoro la primera noche, entierra la cabeza en sus hombros, y deja que las lágrimas fluyan libres.