Partida Rol por web

La máscara de la Muerte Roja

1. Sala Blanca - 2ª parte.

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11/07/2013, 23:35
Director

 

Las horas transcurrieron, marcadas por el eco de las campanadas del reloj, que para la sorpresa de los invitados de Próspero, resonaban en la sala blanca como si de hecho se encontrase en su interior, crispando sus nervios con su tañido y provocando en muchos la sensación de resolución final, de total perdición.

Tras la sugerencia de Fausto, Próspero ordenó a sus guardias forzar todas las puertas y ventanas restantes, así como buscar cualquier posible trampilla o entrada oculta, pero no parecía haber escapatoria. La única salida era la que todos habían decidido omitir, y la que nadie se atrevía a traspasar. 

¿Lograrían salir de ahí? ¿Se aparecería de nuevo aquel espectro diabólico entre los presentes? Con esas preguntas en mente, algunos lograron conciliar el sueño a lo largo de una madrugada que fue quizá más larga de lo normal para la mayoría. Temer por la propia vida parecía dilatar el tiempo hasta límites insospechados. En la mayoría de los casos, aquello no fue más que un duermevela continuo en el que a cada hora, el sonido del reloj traía consigo una vigilia ineludible, y no contar con un lecho apropiado no ayudaba a encontrar un apropiado descanso.

El hambre aún no acuciaba lo necesario, debido al temor que se enroscaba alrededor de todos los gaznates cerrándolos lo suficiente como para que sólo el vino fuese un aliciente lo suficiéntemente atractivo. Pero aquellos que decidieron probar la comida, idéntica en todo a la que había sido servida en la sala opulenta, comprobaron que había perdido su calor y que uno debía llenar su copa un par de veces para lograr ingerirla. 

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11/07/2013, 23:53
Reloj

Llegó el momento en el que, nuevamente, sonaron doce campanadas. El medio día, al igual que la media noche, cayó sobre los invitados de Próspero, llenándolos de un miedo irracional. No tan intenso como el que experimentaron al caer la noche, pero sí lo suficientemente agudo y penetrante como para que se mantuvieran en un prolongado silencio, mirándose los unos a los otros con el terror reflejado en sus pupilas y las manos temblorosas.

Tras aquel intervalo, algunas damas profirieron sollozos de pura desesperación, y varios decidieron volver a revisar las puertas y las ventanas, sin éxito alguno. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Estaban realmente seguros entre aquellas paredes? ¿Era capaz la enfermedad de deslizarse a través de cualquier rendija? El recuerdo de la joven campesina llenaba las mentes de hipótesis y elucubraciones. ¿Había sido ella la que había traido la enfermedad consigo? Si no era ella, ¿entonces quién?

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12/07/2013, 01:45
Chiara

Poco a poco las conversaciones se fueron apagando y Chiara terminó pasando la noche en el mismo rincón en el que se había quedado apartada. Con los brazos sobre una mesa y la cabeza posada sobre estos, consiguió dar algunas cabezadas, de las que despertaba al poco rato, aterrada y con la sensación de ser perseguida, para mirar a su alrededor y darse cuenta de que todo seguía igual.

El corsé le resultaba sumamente incómodo, pero no llegaba a decidirse a aflojarlo delante de tanta gente. Igualmente su vestido amaneció arrugado y de su elaborado peinado no quedaba más que algunos bucles descuidados. Con aire apagado intentó obligarse a comer algunos pastelitos, pero enseguida desistió pues no se sentía con fuerzas de retener nada en el estómago.

Y las campanadas empiezan a sonar de nuevo, llenando el alma de Chiara de inseguridad y temor, mientras un escalofrío recorre toda su espina dorsal lentamente hasta terminar en su nuca. La joven aferra con fuerza el respaldo de una silla mientras el eco de las campanadas resuena en su cabeza y, con ojos asustados, mira a su alrededor, casi deseando ver entre ellos de nuevo a esa aparición enmascarada para terminar con la incertidumbre, que en estos momentos se le antoja la peor de las torturas.

Cuando el reloj se silencia, aún sintiendo su sonido retumbando en su sangre, impulsándola rítmicamente por sus venas, Chiara carraspea levemente y coge fuerzas para alzar una voz temblorosa sin dirigirse a nadie en especial.

¿P-podremos salir de aquí? — Pregunta la joven dubitativamente, posando sus ojos de uno a otro de los hombres y de las mujeres de la sala, esquivando la mirada de Juliana con temor.

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12/07/2013, 02:23
Fionna

Fionna intenta pasar la noche cerca de su familia pero la imagen de su madre cayendo se repite cada que ella intenta cerrar los ojos. Había sido una noche terrible pues todos podían ver cómo temblaba de miedo y cómo sollozaba de tristeza. Intentaba buscar cobijo en la figura de su padre pero la acumulación de personas no le permitía acercársele, así que permaneció lo más cerca que pudo de su hermana.

Llegando el medio día, intenta comer algunos pedazos de los panes y las ensaladas que había allí, a pesar del sabor. No quería morirse de hambre. Guarda un poco para sus familiares y cuando puede, se los entrega. Guarda serenidad y tomando un pedazo más, se lo lleva a Salvatore. - Espero que acepte el gesto, mi señor - le hace una reverencia y con una dulce sonrisa, se acerca. El sonido del reloj acrecentaba su miedo y ella sin más que permanecer al margen de la situación, mira cómo todos comienzan a moverse.

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12/07/2013, 02:32
Juliana

Después de lo sucedido durante la noche, Juliana se encontraba con un leve dolor de cabeza, pero actuando con toda la dignidad de la que podía hacer gala. Alisaba su vestido con las manos, sin disimulo. Tratar de fingir no serviría de nada.

En su rostro comenzaban a marcarse unas feas ojeras, pero su porte se mantiene intacto.

Observa la habitación, buscando alguna posible alternativa a su encierro. ¿Es que iban a seguir allí para siempre? Ella tenía necesidades que atender, y no estaba dispuesta a permanecer días encerrada. Además, probablemente la comida y el vino se agotasen pronto.

- Es mediodía. - dijo hacia toda la sala - No vamos a quedarnos aquí eternamente. Creo que deberíamos levantar parte de la barricada, y algún hombre debería revisar la sala anterior. Lo que fuera aquello no puede permanecer allí todavía.

 

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12/07/2013, 09:36
Roderigo

Sigo con el corazón partido, bastante ausente a mi alrededor y en ningún momento con las fuerzas necesarias para ayudar en las tareas, pues sigo pendiente de mis dos hijas, que ahora son lo único que me queda en el mundo.
En la comida no hago más que fingir que pruebo un par de trozos de lo que me ofrece mi buena Fionna, con una sonrisa en los labios. Al ver como comparte otro trozo con Salvatore sonrío con delicadeza. Mi pequeña Fionna es un sol, un regalo de Dios. Miro a Patricia y le digo en bajo.

- Hija mía, sé que ya lo sabéis, pero ahora vuestra hermana os necesita más que nunca... Seguramente en cualquier momento tenga que ayudar a los hombres a algo, y no querré que la dejéis sóla. - Paso una mano por su pelo dorado y la miro con dulzura. - ¿Entendéis?

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12/07/2013, 11:12
Nicola

Nicola, a pesar de llevar tiempo alejado de los campos de batalla, aún no había perdido las viejas costumbres, y consiguió conciliar el sueño a pesar de la amenaza de morir a manos de aquel extraño ser. Ser despertaba a cada campanada, sólo para comprobar que todo seguía igual y dejar caer de nuevo su cabeza, sentado en una esquina. Finalmente, los primeros rayos del sol tuvieron la virtud de despertarle... Y de recordarle el precio a pagar por una noche con demasiado vino. 

El caballero entrecerró los ojos con un leve gruñido de disgusto, y se levantó y arrastró hasta una de las mesas en que aún quedaba algo. 

"Los efectos de demasiado vino, sólo se curan con más vino..." pensó, al apurar rápidamente una copa. Las horas seguían pasando sin que nada ocurriera. Entonces, surgió una idea, por parte de Juliana. Una idea que, quizás, podría servir de algo. Aunque sea para acabar con su aburrimiento. 

-Si mi príncipe está de acuerdo, yo puedo ser el que atraviese las puertas-dijo levantándose, con la muleta bajo un brazo, y un par de frascas de vino vacías por su mano cerca. 

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12/07/2013, 12:33
Lucrezia

Lucrezia oyó las propuestas algo escandalizada.

- ¿Abrir las puertas? ¿No haréis así que la peste sangrienta pueda entrar mejor y empiece a residir entre nosotros? - Miró con miedo a Juliana y Nicola, que eran quienes más dispuestos parecían a hacer aquella insensatez, y luego a Próspero. - ¿Príncipe Próspero?

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12/07/2013, 13:01
Lautone

Lautone hacía ya mucho que se había quitado la máscara. Estaba cerca de Elisabetta, pero sus propias preocupaciones lo mantenían ausente del resto del mundo... sentía mucho desprecio por ciertas personas que estaban ahí, pero prefirió no empezar una disputa, y menos con las puertas de la muerte abiertas a cal y canto.

El conde se removió en el suelo y se apoyó con la pared más cercana... se le veía cansado, parecía sudar un poco pero estaba de una pieza y mantenía las formas, se levantó con lentitud y tosió levemente... carraspeó para aclararse la garganta antes de hablar - Yo te acompaño Nicola - le dijo al hombre que había propuesto salir a explorar - Estaría bien ver como esta la situación ahí afuera... total, aquí tampoco tenemos muchos alimentos para aguantar indefinidamente... podríamos ir a las cocinas y traer comida

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12/07/2013, 14:26
Cecile

Antes de irse a dormir, Lucrezia se había preocupado por Cecile. - Gracias, no debe preocuparse... Estoy mejor. Espero que vos también. - Dijo, cogiéndola de las manos. - Lo entiendo, lo entiendo... - Le sonrío para tranquilizarla, destinando además un segundo para mirar a Elisabetta y comprobar que se encontraba bien.

Cecile no tenía a su familia cerca, pero no lo necesitaba. Ellos no la entendían.

Cansada de tantas emociones, concilió el sueño enseguida. No obstante, los golpes de ruido del reloj resonaban en su cabeza y aunque parecía que la despertara, podía continuar el sueño. Al despertar, notó la incomodidad en la que había dormido. Se levantó poco a poco para no hacer ningún mal gesto y se arregló un poco el vestido.

Todavía con los ojos entelados, intentó comer algo, como hacían algunos. Pero la comida estaba realmente seca, comparado con cómo estaba anoche. El vino ayudó a ingerir lo suficiente para poder pasar por el momento, pero las palabras de los demás presentes daban a entender que se estaban planteando salir de allí. Asintió a las palabras de Lautone  al acompañarlas con un vistazo rápido hacia las mesas.

Se acercó a Lucrezia, quien parecía no estar de acuerdo y, en gran parte, también tenía razón. - Tiene razón, querida... Pero debemos hacer algo cuanto antes... - Dijo posando su mano en su brazo y mirando a Lautone. Luego se esperó para escuchar la respuesta a la pregunta que le hizo al príncipe Próspero.

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12/07/2013, 15:42
Giuseppe

Giuseppe no pudo conciliar el sueño en toda la noche. Las imágenes de las atroces muertes rondaban en su cabeza como los buitres rondan a la carroña. Destino todos sus esfuerzos en tratar que su hija, Martina, estuviese todo lo cómoda posible y que fuese ella quien descansase y visitase los reinos de Morfeo.

Por la mañana trató de ingerir algo de comida pero lo dio por inútil y su parte la compartió con Martina para que recuperase fuerzas y, su estómago lleno, la provocase una sensación de placidez que aplacase cualquier tormento que la situación le estuviese inflingiendo.

Sin duda Lautone y Nicola eran hombres de acción, con un temple de acero... Giuseppe quería ayudarlos, incluso sus piernas trataron de dar un paso adelante... pero no era una opción, su valentía debía quedarse con su hija y protegerla... Solo esperaba que aquel aliado de Satanás no aprovechase la incursión de Lautone y Nicola para cobrarse más víctimas...

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12/07/2013, 16:03
Salvatore

Devolví una ligera inclinación de cabeza (a modo de reverencia) a Fiona y acepté de buen gusto el alimento que me ofrecía, no había muchas personas en la corte que me hubieran aceptado debido a mi condición y por eso agradecía todos los días a Dios por permitir que Roderigo tuviera unas hijas tan espléndidas.

Cogí aquello que me ofrecía de sus finas manos y sonreí para ella, no solía este tipo de gestos por norma, en cuanto sonríes y te muestras amigable eres la comidilla de todos los miembros de la corte.

-Sois muy gentil Fiona, espero poder agradecéroslo como es debido algún día. -la miré de reojo con una sonrisilla en el rostro.

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12/07/2013, 16:51
Martina

Martina consiguió dormir a duras penas, entre la situación actual y los “cuidados” atentos de su padre apenas pudo pegar ojo. Todos sus pensamientos se volcaban en su amiga Chiara y en lo que podría hacer la mañana siguiente para olvidar lo ocurrido.

Se levanto lo más tarde que pudo para evitar encontrarse con la gente del lugar y acudió presta al encuentro de su padre que ya le esperaba con algo para comer. Sin decir nada y tan solo dedicándole una mirada de agradecimiento acepto el bocado y desayuno sin ganas.

Martina se fijo en una de las cortesanas del lugar, Cecile. Le llamo la atención su forma de actuar y hace tiempo había escuchado de ella pero nunca tuvo el placer de conocerla.

Aun que padre no me dejara hablar con ella… Eso seguro.

Sin más, Martina se quedo al lado de Giuseppe esperando a que pasasen las horas, aburrida y mirando en todas direcciones en busca de su amiga desaparecida.

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12/07/2013, 16:55
Enzo

Enzo dormitó como pudo en una de las paredes de la habitación, le dolía la espalda y el cuello. Se levantó y realizó algunos movimientos para desentumecerse los músculos, cuando la gente comenzó a hablar se aproximó a ellos, en su camino encontró varias bandejas con algún que otro alimento, aunque no tenía mucho apetito decidió comer algo y dar un trago de vino.

Enzo hubiera preferido seguir buscando otra salida, pero si el príncipe decía que no la había tendría razón.

- Caballeros, no me parece prudente que salgáis de esta habitación- les dijo a Nicolai y Lautone- el riesgo a que os contagiárais con la enfermedad es grande... pero tampoco podemos permanecer eternamente aquí... Si tuviera valor os acompañaría. No obstante puedo permanecer en el umbral de la puerta y avisad por si aconteciera algún movimiento extraño.

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12/07/2013, 17:56
Fionna

Fionna se alegra de que su gesto fuera bien recibido. Habiendo llegado hace tan poco a la corte como una doncella, temía aún poder equivocarse pero aquel hombre no siempre era tratado de forma muy cortés, incluso su propio padre lo había hecho durante el baile y para ella era alguien encantador. Devuelve la sonrisa y sus mejillas se colorean un poco, pero mantiene la mirada firma mientras hace la reverencia.

Sus palabras le confunden un poco, más por la forma como las formula que por su intención al decirlas, pero con la misma amabilidad que había llegado, le dice - Es un placer poder ayudar en lo poco que está en mis manos, mi señor. Y será un honor recibir vuestra ayuda - le sonríe de la misma manera que él lo ha hecho y se dispone a acompañar a su familia.

Con algo de tristeza, abraza a su hermana y mira a su padre. Él no estaba con los ánimos muy altos y eso le preocupaba. Se arrodilla frente a él y con voz dulce le dice - ¿Hay algo que pueda hacer para aliviar el dolor de vuestro corazón, querido padre? -. 

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12/07/2013, 18:09
Attilio

Cuándo pensó que todos dormían, Attilio se acercó suavemente a Cecile y se acomodó a su lado mirándola, dormitó lo justo para no caer rendído al día siguiente, desde que despuntó el alba se desperto casi de inmediato y se levantó se sento y observó la sala donde se encontraban, detenidamente buscándo alguna salida o pared falsa, sólo comio algo para no tener el estómago vacio, no era la primera vez que pasaba hambre y sabía que cualquier cosa que le mantuviera ocn energía estaría bien. -Necesitamos salír de aqui, esa cosa nos matará como a ratas en una madriguera.-Dijo para si mismo.

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12/07/2013, 18:14
Fausto

Recupero la conciencia con un bonito suplicio atormentando mi cabeza. No eran claros los sueños de la noche anterior, las pesadillas fueron muchas y muy variadas pero el alcohol es fructífero al momento de adquirir valor. Después de todo, las pesadillas borrosas no son precisamente muy aterradoras.

Levanto la cabeza de la mesa donde termine la noche anterior. Limpio la comisura de mi labio al notar cuan pegajosa está. He debido  ensalivar toda la noche. Uso mi mano a forma de peine para recoger un poco el desorden de mi alborotado cabello. Suficiente sustos han tenido para anexar otro más.

Me levanto sobre mis pies y aprovecho para estirarme fuertemente. Ahhh. De las pocas cosas placenteras a las que puedo acceder en esta mañana. Miro a los presentes junto a el lugar y recuerdo la extraña coyuntura en la que me hallo. Tomo unos trozos de pan duro y rebusco alguna copa que pueda usar, después de haber perdido la mía propia la noche anterior. Mientras como percibo como algunos de los hombres quieren salir de nuestro encierro para buscar una vía de escape. Que idea tan maravillosa.

-Excelente señores. Si no podemos encontrar una ruta de escape u otra sala que habitar, al menos necesitamos una forma de conectarnos con las letrinas.- Digo lo suficientemente alto para hacerme oír sobre las conversaciones. Al ver algunas reacciones de vergüenza me encojo de hombros y replico. -Es decir mis señoras y señores. Imagino que los nobles también urgen de la necesidad de evacuar en algún momento de la jornada y estos aposentos no son particularmente adecuados para ello.-

Por algún motivo tengo la ropa bastante desaliñada y desarreglada. Por lo que después de hablar comienzo a arreglarla tan bien como mi resaca me permite.  Al terminar una idea se cruza por mi mente. Busco una mesa y me paro sobre ella.

-Mis señores y señoras. ¿Ya os he contado la historia de Paquito el pez?-

-Esta historia comienza en un lugar muy remoto y muy especial. Paquito vivía en mar abierto, en el lugar donde nuestra vista percibe el horizonte. Pero no penséis que tomando un navío podéis llegar allí. Nada más lejos de la realidad. El reino en el que vivía Paquito era el horizonte en si. No hay menara que los hombres pudiésemos llegar allí puesto que al alcanzar lo que pensamos es el horizonte este simplemente cambia  a la dirección por la que veníamos.-

Espero un momento para que los demás me sigan.

-Paquito era un pez feliz y sin preocupaciones como todos. Solo se preocupaba por nadar de un lado al otro, conocer una linda chica. Engendrar descendencia y por supuesto esconderse de sus enemigos.- Miro la barricada que nos mantiene seguros.

-Un buen día Paquito  nadaba junto a su chica. Los huevecillos estaban debidamente cuidados y se dieron el gusto de pasear un rato. Estaban tan embelesados el uno con el otro. Que no repararon en ese tiburón que los ansiaba como postre del día.- Tomo un trago de vino, esto de contar historias es más difícil que hacer que las representen. –Paquito noto la proximidad del despiadado enemigo y alerto a su compañera. Huyeron con velocidad mientras eran seguidos de cerca por el tiburón. De repente apareció un barco naufragado y entraron en el pensando tener una oportunidad de perder al gigante. Pero este logro entrar despedazando la pútrida madera. Paquito se separó de su chica y alerto al tiburón para que le siguiera y la dejara en paz. La carrera tomo aún más intensidad, el tiburón ya casi le daba alcance y justo cuando se veía perdido pero feliz de saber que su chica viviría ingresan en una habitación y un terrible golpe le duerme.-

Mantengo la mirada en la puerta. –De alguna manera. Un accidente del destino, la mano de la diosa de la fortuna había tocado a Paquito y este se encontraba en el interior de una estructura cilíndrica y trasparentosa. El tiburón nadaba de un lado al otro y al final resignado de no poder encontrar a Paquito se marchó. Paquito no podía creer su suerte, el estar en el interior de una botella le había salvado la vida. Descubrió el mejor lugar del mundo para escapar de sus predadores. Después de todo, ¿encerrado a cal y canto que podía atacarlo?- Sonrió por un momento y tomo otro trago. –Pero todos sabemos que los finales felices no son mi especialidad. Mientras Paquito buscaba la manera de mover esa vieja botella y dejarla de escondite permanente un misterioso visitante hizo su terrible acto de presencia. Era la llegada de Ernesto el pulpo.- Repaso los ojos de todos los presentes. –Paquito confiado se escondió en el interior de su refugio y esto desconcertó a Ernesto. Pero a diferencia del tiburón. Ernesto era paciente y muy inquieto. Nunca dejo de tantear la suave estructura de la botella. Las  chupas de sus tentáculos se pegaban a ella generando este horrible sonido que atormentaba la paz de Paquito. Chuc, Chuc, Chuc.- Trato de hacer el sonido de succión del pulpo. –Y finalmente el peor horror de Paquito se hizo realidad. Uno de esos feos tentáculos ingreso por el mismo orificio que él lo hiciera antes.- Mi rostro se hace una máscara de terror.

Espero un momento para que las personas interioricen mi historia. Y me giro al príncipe Prospero. -Mi príncipe. A menos que deseemos compartir la suerte de Paquito, necesitaremos salir de este lugar más temprano que tarde.-

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12/07/2013, 19:25
Lucrezia

La viuda sonrió al ver de nuevo a Cecile. Miró cómo posaba su mano en su brazo y aceptó el gesto cortésmente. Escuchó sus palabras y las de quienes se unían a aquella idea.

- Tenéis razón, Cecile. Lo cierto es que nuestra situación es bastante desesperada, y la vida de tantos jóvenes está en peligro. Si salís, caballeros, tened cuidado... - Dijo a quienes se habían ofrecido, y acabó mirando a Lautone fijamente. Escuchó la historia de Fausto y empezó a abanicarse de nuevo. - Oh, maese Fausto. Sabéis que os aprecio, pero... ¿era necesario darnos esa imagen del pulpo entrando con sus viscosos tentáculos aquí, sorteando todo obstáculo para cazarnos sin remedio? - Tuvo un escalofrío. 

De cuando en cuando, a través de miradas furtivas, Lucrezia observaba a la joven Fionna mientras hablaba con Salvatore. Cuando el escalofrío la animó a distraerse del miedo, acabó siguiendo al hombre con la mirada, con el gesto serio mientras se abanicaba, aún de la mano de Cecile.

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12/07/2013, 22:31
Lautone

Lautone, nuevamente, obvió e ignoró las peroratas absurdas e innecesarias de aquel escritor... no tenía ningún tipo de interés en aquel momento como para aguantar semejante verborrea incontrolada, simple y llanamente se quedó mirando a Nicola y después al príncipe como buscando su beneplácito para partir... lo estaba haciendo por pura deferencia y respeto, al fin y al cabo, era su morada, no la de Lautone...

El conde tuerto se paseó la mano por su cabello negro y al final perdió su mirada en el infinito, estaba en otro mundo, y solo salía de él cuando tosía alguna que otra vez, pero más bien parecían "carraspeos largos"

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12/07/2013, 22:47
Patricia

Paso la mayor parte de la madrugada acomodada junto a mi padre pero sin conseguir descansar por temor a que la muerte nos asalte de manera traicionera, como ocurrió con madre. "¿Madre sabía que la Muerte la acechaba? ¿Lo sabremos nosotros cuando nos llegue nuestra hora?..." tales funestos pensamientos me ensombrecían el ánimo, mientras deseaba que la muerte no golpeara nuevamente a mi familia.

Fionna marcha un momento para acercarle algo de comer al señor Salvatore y padre aprovecha para dedicarme unas palabras para nada optimistas. Sonreí, pues en pocas horas su comportamiento ha sido equitativo entre ambas hijas, sin esa distinción tan marcada que usualmente había entre ambas. Es triste que únicamente una situación así nos haga a todos iguales... ante cualquier mirada.

- Padre, cuidaré de mi hermana pero no nos dejeis solas -dije con apenas un hilo de voz, no porque fuera a llorar, sino porque no tenía apenas fuerzas para hacer mi voz más sonora. Mi ánimo se había desvanecido junto con el último aliento de mi madre. Dicho esto apoyé mi cabeza sobre su hombro mientras ambos seguíamos con la mirada a Fionna.

Cuando ella regresa, creo que ambos tratamos de poner buena cara, sacando la sonrisa de donde sea. Pregunta a mi padre sobre qué podría hacer para subirle el ánimo. Niego levemente, con esa fina sonrisa en mi semblante que obviamente se perfila cincelada a conciencia en mi semblante.

- Saber que eres feliz seguro que le llenará el corazón de alegría y de dicha. Madre no está, pero... -pensar en que no está, en la manera tan violenta en la que todo ha ocurrido me apena en demasía, pero continúo tras mi pequeña pausa- pero la vida sigue. Conseguiremos salir de esta situación, la peste que está asolando estas tierras desaparecerá, vos algún día no muy lejano os desposareis, formareis una gran familia y todos podremos seguir con nuestros caminos habiendo aprendido una lección que nos hará mejores personas -o al menos eso quiero pensar yo, porque si no, no le encuentro sentido a todo este dolor y sufrimiento.

Dicho esto, acaricio el semblante de mi hermana deseando que todo lo que he dicho se cumpla, que el dolor cese, que el sufrimiento desaparezca y que podamos salir de esta trampa lo antes posible. Además, el señor Fausto tiene razón. La naturaleza también llama sin importarle en qué situación estemos...