Partida Rol por web

Agradecí salir del castillo, que aunque la gente se había portado bien conmigo ya estaba un poco harta de no poder moverme libremente et mis hierbas empezaban a agotarse. De modo que tomeme todo el tema de la escolta no muy en serio. Tampoco era yo el moro para imponer mi voluntad por la fuerza. De modo que iba a lo mio, observando lo que pasaba. Los comportamientos de Aleixo, que de momento non había hecho nada raro, pero seguía yo con la mosca tras la oreja. Et al prisionero....pues ni me iba ni me venía, miraba si comía o si daba muestras de debilidad para ayudarle pero poco más. Y mientras el cuervo volaba libre et era feliz, et diríase que yo también. Ya tocaría el momento de ver al obispo et quien sabe si de volver o no a Jaraceico, quien sabe si como asaltantes. Importaba el agora, et era bueno.

Buena pregunta es esa, Fuco... -dijo Tiago, aunque también miró a Roger, que se interesó por el mismo tema-. Efectivamente, parecía haber recobrado algo de cordura, pero aún tenía tremendas lagunas en su cabeza (lagunas de su vida, no lagunas de la situación del Reino). Poco o nada impórtame esa villa que le dicen de Jaraicejo, pero si llevamos al sobrino junto al Obispo, la Reina sabrá que lo retuvieron y masacrarán a las gentes del castillo. Si llevamos a este tal Gil a Monroy y su fortaleza habrán de negociar la potestad de la villa... Además -dijo ahora mirándole más fijamente-. Son los asuntos reales... Mi padre, que en la Gloria esté, quería que la reina Isabel ganara poco a poco el favor de las aldeas y villa frente al popular rey Juan... ehm... -entonces dudó, como si los recuerdos que veníanle le turbaran o le confundieran-. Un momento... Aleixo... Mi padre...

¿Qué pasa señor? -respondió Aleixo-. ¿Qué ocurre?

Mi padre no apoyaba a la Reina Isabel, ahora que recuerdo -se llevaba la mano a la cabeza, mirando como extrañado-, sino al bando de la Beltraneja... -Aleixo sabía toda la historia, pero no quería tirar del hilo y desvelarle ciertas cosas al suyo señor-. Por eso... por eso cambié mi apellido... -el noble, con la mirada perdida, recomponía el puzzle de su pasado-. Mi... esposa... este viaje... Aleixo, ¿porqué no podemos volver a la Ciudad Rodrigo? ¡Dímelo!

Señor, Tiago -entonces hablaron unas palabras en portugués, vocablos y expresiones en las que claramente uno intentaba calmar al otro-, ¡Cálmese! No... no podemos volver, aún... -le repitió el siervo-. No os lo he querido decir por no importunaros -y seguramente ahora fuera cuando le revelara lo de la esposa... muerta-, pero: ¿Se acuerda de Pedro Pacheco? Un noble de la ciudad, que rivalizaba con vuaced -para sorpresa tal vez de alguno de vosotros, no le reveló lo de su esposa-. Buscamos al obispo para que interceda por nos. Ese Pacheco le ha puesto en los últimos tiempos muchas trabas, señor. Efectivamente... Vuaced tornó al apoyo de la Reina Isabel. Pacheco le acusa de no tener escrúpulos y de su juramento fallido a ella -el tipo tenía labia de oro, aunque no era difícil convencer a don Tiago, dado su estado mental. Y de la esposa... "ni mú". De nuevo, alguno de vosotros habíais oído ese nombre, Pedro Pacheco, en boca del siervo-. ¡Andemos, por favor...! Tenemos que llevar a este señor a donde quiera que le llevemos...

Fue entonces que Francisco de Paredes, que se había adelantado un poco para otear el tramo*, reculó con el caballo, y os encontró hablando, aunque no se enteró de nada de lo que decíais.

¿Pasa algo, señores? -preguntó-. Hemos de apretar el paso.

Gil, el de Maeztu, asintió a las palabras que escuchó de Fuco.

No hay necesidad de inmiscuirnos en los problemas de esta villa - pensaba. Gil quería facilitar el encuentro con el Obispo y partir de una vez por todas hacia tierras lusas escapando de sus problemas. 

-Bueno, Señor, como vos ordene. Poco se yo de los entresijos de palacio. Solo hablo de lo que yo haría para salvar mi pellejo- Le comento a Don Tiago. Mas en viendo que llegaba Francisco.......

¿Pasa algo, señores? -preguntó-. Hemos de apretar el paso.

-Si, si. Allá vamos. Apretemos, apretemos, que eso siempre fue de mi agrado- comento de manera jocosa 

Mientras seguíais avanzando con Francisco de Paredes en la vanguardia* que veíais el terreno en pendiente hacia el sur: era el comienzo del descenso hacia la orilla del Río Almonte. Claro que, aún quedaba mucho, allá en las primeras estribaciones, para que viérais tal río desde tamaña distancia como para poder apreciarlo. El terreno se componía de dehesa propia del lugar, lleno de robles y alcornoques por doquier, así como ramaje y arboleda de baja altura. Fue al final de la tarde cuando delante de la vereda por la que Paredes os guiaba que vísteis cruzarse delante de vosotros, a unas veinte varas de distancia, un trío de lobos. Tres animales que cruzaban perpendicularmente vuestra trayectoria, salvajes todos ellos, y se detuvieron delante del camino para miraros con tranquilidad. Acto seguido siguieron avanzando tras unos segundos de pausa, y desaparecieron entre las lomas contiguas. No hubo, por extraño que pareciera siempre con esos animales**, altercado alguno con ellos.

* * *

El primer día pasó sin más dilación, con el asunto de los lobos, más en su forma de curiosidad que de temor. En el segundo día de marcha no hubo tampoco sucesos relevantes (Tiago no recuperó más memoria, Paredes seguía charlando de buenas con vosotros, y Aleixo andábase pendiente de su amo; amén del "pájaro oscuro" de Katixa, que revoloteaba de acá para allá varias veces al día). Fue al tercer día, durante un descanso en el camino bajo unas encinas, que Gil desechado de sus lazo de las manos durante un instante hubo de escapar al galope. No había dado señales en todo el viaje querer aprovechar alguna oportunidad de huida mas que ahora. Cuando nadie hubo de estar muy pendiente, el sobrino del obispo decidió tomar uno de vuestros dos caballos, y comenzó a trotar sin dilación alguna (y seguramente sin dar importancia al rumbo). Se dirigía rumbo norte (pues al sur más inmediato se encuentra el río Monte, actualmente río Almonte, afluente del Tajo, y sus estribaciones en cuesta no eran lugar para escapar). Se notaba al sobrinísimo aquel porte de quien ha sido versado en el arte de la monta, pues azotaba con presteza y determinación a la bestia.

¡¡Señores!! -gritó Francisco mientras soltaba el odre del que estaba bebiendo un sorbo de agua- ¡¡Que se escapa!!

Entonces, el de Paredes corrió hacia su montura, dió un enorme brinco y se elevó en su caballo, tirando fuertemente de las riendas para girar en el sentido en el que Gil Dávila se estaba fugando. Luego espoleó con los pies y las bridas al animal y marchó a la carrera tras de él... Tiago estaba echando una cabezada y Aleixo andábase con las manos en la nuca, tumbado, mirando al cielo despejado de las tierras de Cáceres... y se levantaron al momento sorprendidos.

¡¡Señores!! ¡¡Que se escapa!!

Sonrío, Et que me paresce perfecto que lo'n faiga! De un brinco, y si nadie me lo impide o quiere facer lo mesmo que yo pretendo, subo al corcel que nos queda y trato, en vano, de seguir la marcha de la persecución, más por curiosidad o por ver como logra escapar el chico o ayudarle en su cometido que por tener el verdadero deseo de capturarlo nuevamente.

-Maldicion!- digo al ver la escena apovechando que Francisco ha salido galopando tras el. -Ahora se ha escapado el sobrino del obispo y hemos perdido la oportunidad de ganarnos su favor. Mas si consigue escaparse informará al obispo sobre como nos le tuvimos preso en lugar de ayudarle. Ademas tampoco creo que les haga gracia al alcaide de Jaraicejo que se nos haya fugado el muchacho. Mal asunto- 

Me quedé sorprendida del intento de fuga, mas entendía que era importante que lleváramos a buen puerto todo aquesto, de modo que grazné al cuervo para que lo siguiera. Poco podría fazer el solo. Pero podía guiarnos hasta do estuviese.-El cuervo lo seguirá et dirá do tenemos que ir. Preparé el hechizo que debía de comunicarme con el cuervo, dije-elkarrizketa-et con aquesto podía oir las indicaciones de mi cuervo, o yo dárselas. Otra cosa es que los allí presentes me creyeran o me tomaran por loca, pero eso era otro asunto. Con esto salí en pos del cuervo que a la vez seguía al sobrino del obispo.

Gil no se esperaba ese desenlace. De hecho, le parecía que la idea de Fuco había sido bastante buena. De no haber sido por la negativa de Tiago probablemente el Gil noble no hubiera huído.

- ¿Y qué hacemos nosotros a pie? - dijo al ver cómo Roger tomaba el último caballo en dirección de los huidos. Y en esas estaba cuando escuchó a Katixa.

elkarrizketa

La relación de la mujer con su cuervo le había parecido siempre extraña. Pero le acababa de decir algo en euskera que reconoció. - ¿Le ha pedido diálogo antes de que el pájaro volase? - Observó cómo la mujer comenzaba a caminar en la dirección que había ido el cuervo y se dispuso a seguirla. 

Salí en pos del tal Gil esperando que el cuervo nos guiase-guíanos- le dije mientras volaba, esperaba recibir indicaciones suyas que nos aclarase por dónde había ido el sobrino del obispo, ví que GIl me seguía y me miraba extrañado. Me encogí de hombros y seguí a lo mio. No esperaba que lo comprendiese, pero ahora las indicaciones del cuervo podían ser cruciales en estos primeros momentos de la huida y no quería demorarme.