Partida Rol por web

La joven que acompañaba a Ser Sildar era alta. Muy alta. Suficiente para portar un hacha de unas treinta libras sin mucho esfuerzo, por lo menos. Una melena corta, negra como el azabache y una mirada firme. Miraba siempre a los ojos cuando hablaba; su rictus, sereno. Sus modales, correctos.

Bajó de la montura junto con el caballero. El tintineo de la cota de mallas acompañó todos sus movimientos. Un manto de piel cubría sus hombros, el cual parecía acentuar su complexión.

Se acercó a los aventureros. Curvó los labios en una pequeña sonrisa y asintió brevemente.

- Saludos. Es un placer conoceros, camaradas.

Su mirada se detuvo unos instantes en cada uno de ellos. Un muchacho lampiño, una elfa magi, un enano huraño. Menuda compañía, pensó para si. Tan distintos, y a la vez, unidos en una causa común. Iba a ser una experiencia curiosa.

De entre la creciente multitud de personas que empezaban a congregarse para sus quehaceres diarios, una peueña figura emergió en dirección a un grupo que se reunía en torno a la puerta del énclave. Luego de mirar a los alrededores durante unos segundos, estaba seguro que ese era el grupo al que tenía planeado unirse, a juzgar por sus vestiduras y sus aspectos recios.

Milar llegó en un trotecito suave, pero jadeando, portando una pequeña mochila que a leguas se veía empacada de afán.

—Muy bien día! —Dijo mientras recuperaba un poco de aire. Sacó de uno de sus bolsillos una nota escrita en un pedazo de pergamino. —Es aquí donde quedó de encontrarse los que viajarán con Gundren Buscarrocas?, he dado con esta nota y deseo participar de esta empresa.

Observó a los presentes de arriba a abajo, evaluando suspicazmente a sus compañeros, cuando finalizó esbozó una sonrisa en la pequeña y redonda cara —Pues los saludo, mi nombre es Milar, Milar Daganegra, pero mis amigos me pueden decir Mil, si ustedes viajarán conmigo, será mejor tratarlos como amigos ¿No?— Volvió a sonreir esperando que uno de los presentes se presentara cono Gundren.

Parecía que todas aquellas personas de aspectos tan dispares iban a ser su nuevo grupo, aventureros. Era algo que no había hecho y creía que quizá esta vez un grupo en el que todo el mundo pudiera opinar podía ser algo glorioso, detestaba a aquellos que no permitían al resto decir en voz alta sus opiniones y no las aceptaban sin juzgarlas. Recordó que su primo Gundren le había hablado del caballero Sildar, así que lo observó con casi adoración, pues era un guerrero muy competente y había sido miembro del ejército de Aguas Profundas. Así que se dirigió a éste con actitud marcial:

- Señor, mi pri...Gundren me comentó sus hazañas y que tanto usted como él partirían sin nosotros y que seríamos nosotros los encargados del carro de suministros, ¿Es así señor?

-Así es- afirmó -al parecer todos estamos aquí por la misma causa. Perdonad el método que Gundren ha usado para reunir un equipo de escolta, pero ya le conoceréis, es una persona práctica y sin duda ha resultado efectivo - dijo en respuesta ante la nota que le habían enseñado mientra os miraba a todos. -Incluso llegué a pensar que nadie se presentaría y nos tocaría llevarlo, lo cual no hubiera sido nada bueno, porque debemos adelantarnos...- dijo esta vez, distraído en sus pensamientos. 

-Mirad quién viene- dijo señalando hacia el este, por donde venía un enano con cara divertida montado en un carromato lleno de provisiones tirado por dos bueyes de pelo marrón. 

-Saludos a todos- gritó el enano con una sonrisa en la cara. -¿Ves Sildar? Te dije que acudiría gente - le dijo al humano mientras le daba un golpe amistoso, que no parecía encajar con los modales del guerrero a juzgar por la mueca que hizo.

-Aquí está toda la mercancía, así como algunas provisiones para vosotros durante el viaje- dijo señalando el carromato lleno hasta arriba de suministros de minería, cajas y barriles. -Es un poco tarde para nosotros, así que tendré que ir al grano. Necesitamos estos suministros en Phandalin, lo cual os llevará unos dos días de camino aproximadamente por el Camino Real, y uno más a partir del desvio hacia Phandalin. Debéis entregarlo en el Puesto Comercial de Barthen, el más grande del pueblo.- dijo mientras señalaba a los dos lentos bueyes que debían tirar del carromato debido al peso de éste. -Sildar y yo no iremos con vosotros ya que debemos adelantarnos y llegar antes para atender otros asuntos aún más importantes. Si sois listos y cumplís con ello, he acordado con Barthen que os pagará 10 monedas de oro a cada uno. Para ahorraros hacer cuentas, os diré que es más de lo que hay en el carromato. -aseguró en un tono ahora más serio. -No deberíais tener problemas, aunque ultimamente se han reportado casos de asaltos de bandidos, sólo se han atrevido con granjeros y mercaderes solitarios. Sois los suficientes como para que se sientan intimidados-

Mientras termina, se monta torpemente en el caballo de Sildar tras éste, que le ayuda con un poco de dificultad.
-¿Necesitáis saber algo más?-

Cuando escucha la cantidad de dinero que se les va a pagar por un viaje tan largo y la misión de proteger un carromato con provisiones que deben ser importantes para los asuntos y negocios de su primo en Phandalin se sorprende de que la cantidad sea tan escasa y frunce el ceño antes de decir:

- Como favor personal a un amigo y familiar no me opondré a ese injusto trato que tratas que aceptemos sin más. Creo que yo puedo trabajar por 10 míseras monedas de oro, pero no creo que mis compañeros aquí presentes - muevo la mano para señalarlos a todos - deban trabajar por tan poco, has hablado de días de camino y es bien sabido que pernoctar en cualquier posada un par de días costaría casi una moneda de oro así que creo que estos aventureros cualificados deben cobrar no menos de 100 monedas de oro, yo como un favor personal a ti y por la información que me has dado que en el lugar de destino podría haber otro trabajo para mi, lo haré por la mísera cifra de 10 monedas. Proteger los víveres y suministros para tus negocios en Phandalin no creo que sea una cosa tan nimia, ya conocemos los caminos, seguro que tenemos algún contratiempo. Así que creo que debe pagarse lo justo por cada trabajo.

Ante el comentario y al ver la cara de preocupación de Gundren, Sildar no pudo dejar de esbozar una media sonrisa mientras decidió contestar por él. -Bueno... Creo que Gundren fue claro en el anuncio, 10 monedas de oro, por lo que intuyo que el resto de compañeros si están interesados en acudir es bien por estar de acuerdo con la recompensa, o bien por que necesiten viajar por otros asuntos y les vengan bien aprovechar el viaje, del mismo modo que a ti- comentó de una forma pensativa. -Mi amigo Gundren no es rico, al menos por ahora, y las ganancias con sus negocios aún no están claras, ni tan siquiera aseguradas.- continuó -Reconozco tus galones y que busques lo más justo para todos es admirable, pero podría ser peor. Soy un ex-jinete grifo de la guardia de Aguas profundas, y ahora colaboro con la Alianza de los Señores por todo el norte, y no recibiré moneda alguna por este viaje ni por mi cometido en el pueblo de Phandalin. Míralo por el lado bueno, podría ser peor. - concluyó.

-Y no creo que debas preocuparte por el gasto en posadas, no hay ninguna a medio camino. Tenéis un par de tiendas de campaña en el carromato- Añadió jocoso intentando quitar hierro al asunto.

- Diez monedas es más que suficiente para este encargo.

Alexia asintió ante las palabras de Ser Sildar y miró con cierta incredulidad al enano. De sobra era conocido el amor de los suyos por el oro; todos los rumores, al fin y al cabo, tienen algo de verdad. Pero ¿cien monedas? Aquello no era generosidad, si no quizás una broma jocosa con su paisano.

- De pedir más, pienso que nuestro amigo Gundren se ahorraría dinero si pagara un diezmo a los bandidos.

La muchacha curvó los labios en una sonrisa ladina. Definitivamente, era una broma. No se podia tomar las palabras del enano en serio.

Su atención pronto se volvió hacia el patrón. El encargo estaba claro, aunque en su opinión, faltaba algún otro detalle que apuntar. Era mejor asegurarse de que no se equivocaran, puesto que se habían tomado la molestia de organizar semejante circo para la entrega.

- ¿Cómo es ese hombre, Barthen? ¿Cómo le podremos reconocer, maese?

-Mi objetivo no es monetario sino como bien dice Sildar "necesito viajar por otros asuntos" -Miro a Harvek  -Necesito reunirme con alguien en Phandalin. 

-Por mi cuanto antes comencemos nuestro viaje mejor -Miro a Sildar  con cara burlona riéndome en mi interior de la situación. 

- Pues el mío sí es monetario, 10 monedas de oro son más de lo que gano deslomándome en los muelles.

Harvek desilusionado al ver que la gente se vendía por tan poco a una misión seguramente más peligrosa que trabajar en los muelles o viajar con otros grupos a ese lugar, agachó un instante la cabeza y tras evaluar cada una de las respuestas de sus nuevos compañeros miró con el semblante serio a su primo y luego asintió en señal de aceptación e hizo un gesto con su mano de que avanzase para empezar el camino sin más dilación. 10 monedas de oro era el precio de una armadura de cuero, de un hacha de batalla, de un bote de tinta o una cuerda de cáñamo...pero él no estaba ahí por el dinero, lo hacía por su primo y por salir de aquel lugar para respirar y empezar una nueva vida.

-No tendréis problema para localizar el edificio. Phandalin es pequeño, como llegaréis por el camino del Minero, sólo tenéis que seguir todo recto y pasada una pequeña plaza lo encontraréis. Es el comercio más grande del pueblo.- indicó el enano a la pregunta de la joven. -Elmar Barthen es un tendero calvo y sin grasa alguna en el cuerpo, de unos 50 años. Es amable y de fiar, por lo que no tendrá problema en pagaros lo que acordé con él. Además un par de empleados suyos descargarán todo y guardarán el carromato, no tenéis que preocuparos por nada más aparte de llevarlo hasta allí. Sin más dilación, mis dos hermanos me esperan ansiosos, el tiempo apremia.- concluyó.

-Bueno, ha llegado el momento de separarnos- te dijo Sildar al acercarse. -Cuando llegues, estaré por las dependencias de la alcaldía, o alojado en la La Colina de Piedra, justo al lado.- te indicaba.

-No descuides el carromato, aunque como te dije, todo debería estar en orden. Los caminos son relativamente seguros para un grupo como vosotros, pero aún así no te confíes, todo este asunto de la desaparición de Iarno me trae mala espina. - Concluyó mientras se despedía.

Gundren se te acerca antes de partir para darte un cariñoso golpe en el hombro. -¡Ay Harvek! Tú siempre tan generoso con los demás, siempre lo fuiste y siempre me hablaron de tu búsqueda por la justicia, ya no lo recordaba. Eso es bueno, tienes buen corazón.- de halagó. -Ha llegado el momento, una vez llegues acuérdate de pasarte por la huerta de Daran Edermath por lo del asunto de los bandidos. Yo estaré por allí por el pueblo con mis hermanos y nuestros asuntos, ya los conocerás, han cambiado mucho desde que los vistes por última vez. Hasta la próxima- se despidió.

Antes de que Grunden se marche estrecho mi mano con la suya y golpeo su hombro en señal de amistad dos o tres veces. Luego lo miro y le digo:

- ¡Qué el viaje os sea favorable! No lo dejes tomar demasiadas decisiones - digo mirando a Sildar - y no toméis decisiones de las que luego podáis arrepentiros, pensad antes y no tendréis que arrepentiros. ¡Qué Moradín os proteja!

Mientras amanece y tras despedirse, Gundren y Sildar partieron hacia el sur en un caballo gris, acelerando el paso y dejándoos en la Puerta del Enclave con un enorme carromato con plaza para dos, los dos lentos bueyes que tiran de él y el caballo de Alexia.

Cada vez comienzan a entrar más comerciantes de la zona que se dirigen al mercado a vender sus bienes, por lo que comenzáis a ser un estorbo, comenzáis a temer por que la guardia os llame la atención.

Miro a mi primo y tras los golpes de cariño que ambos nos profesamos respondo a sus peticiones:

- Ya sabes como soy, me pareció muy poco para unos aventureros, pero si a ellos les vale y lo hacen de buena gana, no hay más que hablar. Estate seguro que iré a visitarte y a ver a tus hermanos, cuídate y vigila bien, pues el camino es peligroso a veces aunque no lo parezca, y un empresario como tú siempre debe de tener cuidado, ya se sabe, las envidias y los agraviados. Visitaré al tal Daran y veré si puedo poner a esos bandidos apestosos en su sitio. Qué el viaje sea rápido y exitoso.

Miro a mis compañeros tras seguir unos instantes a Gundren y Sildar partir a caballo hasta que desaparecen de nuestra vista. Luego me dirijo a mis compañeros:

- Bueno pues viendo que la cosa empieza a animarse, y empezamos a molestar, será mejor que nos movamos. Supongo que la señorita -mirando a Selena-  irá en el carromato. El resto podemos ir al paso de los bueyes. Supongo que la amazona -miro a Alexia- irá en su corcel. ¿Si alguno de vosotros desea subir al carro y descansar este primer tramo, que lo haga?- mientras miro a Adan y Milar. 

Luego el enano avanza hasta la cabeza de los bueyes y busca alguna rienda para estirarlos en cuanto el resto haya decidio donde iniciar su viaje.

Alexia intercambió unas cuantas palabras con Sildar antes de que éste se marchara. Le asintió; su semblante permaneció serio mientras hablaban.

Tras despedirse del caballero se incorporó de nuevo al grupo. Y se dirigió a Fronzenbeard cuando éste comenzó a hablar.

- Alexia, maese. Me llamo Alexia.

Curvó los labios en una sonrisa, mirándole unos momentos antes de poner el pie en el estribo. Se subió de una vez. El rocín bufó. La mujer le dió una suave palmada en el cuello y acarició sus crines antes de tirar un poco de las riendas.

- Venga, vamos Sardinilla.

En realidad el caballo no tenía nombre; al menos, uno que supiera. Lo bautizó allí mismo. Había tenido una yegua con el mismo nombre y aquello le salió casi de forma automática. Alzó las cejas. Quienes la vieran, de pronto notarían que en su expresión parecía que algo le había hecho gracia.

Sardinilla echó a andar, siguiendo el carro al mismo ritmo que se movía.

- Por curiosidad, maese. ¿A qué viene tanta sospecha con Ser Sildar? Sabed que él y Gundren son buenos amigos, así que no entiendo vuestro comentario anterior. - preguntó al enano.

Milar no pudo evitar abrir los ojos de par en par ante el comentario del Enano «¿Cien monedas de oro?», ya de por sí sus ojos eran grandes en proporción a su cabeza, pero cuando escuchaba cifras abultadas que podrían llegar a su bolsillo sin hacer mucho, se agrandaban aún más. «Este Enano es de los míos» Pensó, ya le caía bien el barbudo, pero se abstuvo de hacer algún comentario al respecto.

Acató la despedida de Gundred y Sinclar y asintió a las palabras del Enano y respondió a su mirada con una sonrisa y las cejas alzadas. 

—Pues verán...— Dijo mientras sus cortas patitas se movian velozmente y escalaban con gran agilidad el gigantesco -para él- carromato hasta llegar a uno de los puestos vacíos, una vez sentado con los pies sobrando en el aire, siguió lo que iba a comentar. —Mis patas son muy cortas y supone un gran esfuerzo seguir el paso a estas mulas, mientras que sus esbeltas patas siguen el paso de mula sin mucho esfuerzo.

Con sus sonrisa dio a entender que se quedaría con el puesto restante, solo esperaba que fuera durante todo el viaje y no durante "el primer tramo".

—¿Alguien conoce o ha estado en Phandalin?— Preguntó cambiando el tema.