Partida Rol por web

No parecen estar especialmente sorprendidos, quizá porque el efecto del truco de Prentis no ha parecido más que el aumento lógico de una fogata que está cogiendo fuerza. Sólo quizá...

La vieja se dirige tanto al mago como a Lareela, bajando ligeramente la voz, inexplicablemente como si hubiese algo de vergüenza o miedo en sus palabras:

-A bastante menos de una hora está la villa de Marais d'Tarascon, y allí seguramente incuentren refugio. 

Al oír  la cercanía de construcciones mundanas Tristan se alegró es bastante cerca si nos ponemos en marcha de inmediato igual no nos pilla la tormenta ¿ustedes no vienen?

Ofreciendo alguno de los trapos a Lareela en una muda respuesta a su ofrecimiento, y tras dejar la olla en el soporte metálico que pende sobre el fuego, se arrodilla junto a la hoguera cucharón en mano y empieza a remover su contenido.

- Nones, nosotros vamos hacia donde nos lleve el camino, como siempre -responde con un tono algo más alegre-. Digamos que no nos gusta permanecer mucho tiempo sobre la misma tierra y bajo los mismos árboles.

Sacando la cuchara veis un caldo espeso, con grumos de verduras algo pasadas, con lo que seguramente esté recalentando la comida. Levanta la cabeza en dirección a la caravana y grita con fuerza:

-¡Niños! ¡Traed platos para los visitantes!

Al oir hablar de un pueblo civilizado, Lareela siente deseos inmediatos de salir en la dirección apuntada por la mujer. Luego se da cuenta de que no ve nada más allá de 10 pasos (lo que ilumina el fuego) y su determinación flaquea. Habla con la señora mientras juntas doblan ropa o la tienden más cerca del fuego si está demasiado húmeda.

- Una hora... no es mucho... Es fácil de encontrar el pueblo? Supongo que es mejor esperar a la mañana e ir con la luz del día, no? Ustedes vienen de allí? Cómo es el pueblo? Qué hicieron allí? Le va bien el negocio?

- Síes, hemos pasado cerca, pero como ha dicho mi espiosa, nuestra gente no es amante de asentar riíses en ninguna parte -dice el viejo mientras sirve sopa en un cuenco para pasarlo hacia vosotros, llenando el aire con un aroma bastante agradable de verduras hervidas-. Y a los fioráneos no les gusta mucho que nos asentemos durante mucho tiempo en sus tierras.

Termina el ritual de pasar los cuencos y masculla unas palabras inenteligibles entre dientes, para luego preguntar al hombretón:

-¿Varlana no viene? Algo debe de comer, o se quedará en los güesos...

Susurro a Tristan y a Prentis, que están a mi lado.

- Deberíamos marcharnos a la ciudad antes de que llegue esa tormenta. No quiero pasar la noche con estos extraños. Y menos bajo la lluvia.

-Todo lo malo será que nos coja a medio camino. Pero sí, supongo que deberíamos seguir-contesta Prentis-.

Tristan encajo la mandíbula al oír al mercenario, aquel hombre que vendía su arma al que pagase mejor se atrevía a poner en duda su moralidad y sus altos ideales y ahora despreciaba la hospitalidad de las buenas gentes que compartían sin recelo su fuego y su comida, bien, partirían de inmediato cuanto antes llegasen a tierras civilizadas antes quedaría libre de su promesa, seguramente la chica querría volver a su casa, la suerte del mago y del mercenario le traían sin cuidado, podían ser hombres de palabra pero carecían de un camino justo que seguir muy bien, agradezcamos a estas buenas gentes su guía y hospitalidad y partamos

-Bien, buenas gentes. Agradecemos su hospitalidad, pero será mejor que sigamos camino si queremos llegar al pueblo antes de que nos coja la tormenta. Que tengan buen viaje. 

La sonrisa de Prentis se acompaña de un gesto con la mano a modo de despedida y se dispone a recoger sus cosas para seguir camino.

Sonrío muy poco y hago lo propio del mago. Recojo a toda prisa.

- Vamos, Lareela. No queremos molestar más a esta gente, ¿verdad?

Vuestros anfitriones no pueden ocultar su extrañeza al ver vuestra repentina premura por marcharos, e incluso podríais percibir cierta nota de recelo por rehusar de la hospitalidad ofrecida.

Mientras, un ruido a vuestras espaldas os sobresalta. Al mirar, veis que se trata de los goznes de la caravana, oxidados por el clima y el polvo de mil caminos, mostrando el hueco de la puerta lateral. Recortada en el umbral se aprecia una figura humana, más menuda que las anchas espaldas de Carloni o el generoso busto de su madre.

La luz de la fogata revela momentáneamente el rostro de una hermosa joven de piel olivácea, pelo oscuro como la noche que rodea el campamento, pero no tanto como el negro profundo de sus ojos.

Lareela no entiende la premura de sus compañeros por irse, pero les ve tan convencidos que no ve más opción que ir con ellos. Llegar a un pueblo o ciudad seguramente le venga bien en cualquier caso.

Qué bicho les habrá picado? A qué tanta prisa? Con lo bien que se está aquí al fuego...

Termina de ayudar a la mujer apresuradamente, y con una sonrisa amable y un encogimiento de hombros cómplice ("ya sabes, cosas de hombres...") sigue a sus compañeros.

"¿Pero qué..?"

Estábamos a punto de irnos cuando una belleza aparece de dentro de la caravana. No hay que ser descortés.

- Disculpad, señorita, no habernos presentado antes. Nos marchábamos ya. Mi nombre es Aegon y estos son Tristan, Prentis y Lareela. Un placer.

Apenas a regañadientes sabiendo que estaba faltando a la cortesía más básica por los recelos del guerrero ya me había hecho a la idea de abandonar el lugar cuando un ruido llama mi atención al girar la cabeza, al mirar al origen del mismo una hermosa joven con el pelo negro  desciende de la caravana, mi cerebro, como otras tantas veces me traiciona y por si fuera poco, mis piernas también lo hacen mientras mi boca balbucea unas palabras ininteligibles mi cuerpo cae sobre la roca que hacia de asiento quedando nuevamente sentado y mirando a la femenina figura.

El viejo esboza una sonrisa fingida, intentando acaparar la atención hacia él, y se despide:

-Bien pues, buenas nochies y cuídenseme de los peligros del pantano.

Mientras, temerosamente sobresaltada ante la amabilidad de Aegon,  la chica se retira, percatándoos sin embargo de que su boca se está moviendo, soltando una retahíla de susurros casi incomprensible en la distancia. "Cuidado con el loco" os parece leer en sus labios antes de que desaparezca tras la puerta del carromato, "cuidado con su  sangre".

Prentis se giró. Estando en tierra extraña, no iba a ser él quien desoyese un consejo gratuito.

-¿El loco?...¿su sangre?...¿quién es ese loco y qué sucede con él?.

Con la cara desencajada, vaticina:

-¡La lluvia se convertirá en sangre! Os ahogara a todos: a vosotros y a todo Marais d´Tarascon.

Y el retumbar de un trueno remata la frase, congelándoos la sangre.

Presto, el hombre robusto se acerca a la chica, y firme pero con delicadeza la vuelve a acompañar a la caravana. Las miradas de disgusto hacia vosotros por parte de los ancianos cada vez son más patentes.

-¡La lluvia se convertirá en sangre! Os ahogara a todos: a vosotros y a todo Marais d´Tarascon.

Y el retumbar de un trueno remata la frase, congelándoos la sangre.

De repente, Lareela tiene muchas ganas de irse de este lugar. Se dice a sí misma que es por el miedo a mojarse, pero en realidad sabe que el miedo es otro. En voz baja se dirige a sus compañeros: 

- Vamos, démonos prisa o corremos peligro de que nos caiga un aguacero encima. Además, parece que nuestros anfitriones ya no están muy contentos de tenernos por aquí... Vamos...

Forzando una sonrisa y una despedida con la mano hacia la familia que los pudo haber acogido, Lareela empieza a caminar hacia el pueblo esperando que la sigan sus compañeros, especialmente el paladín...

-Está bien. Agradecemos el consejo y su hospitalidad-dice Prentis haciendo una pequeña leve inclinación de cabeza a modo de despedida-Andaremos con cuidado. Que la suerte acompañe vuestros pasos.

Dicho esto el mago emprende camino con sus compañeros, preguntándose si detrás de aquella superchería habría alguna amenaza real.