Partida Rol por web

-¡¿Cerrar el paso?!, ¡pero tu has visto lo que apenas hacemos con un par cómo pretendes que nos enfrentemos con lo que viene! Las exclamaciones en tono de protesta del herrero no tardaron en hacerse de oír, a él era al que más le molestaba la huida de aquel maestre renegado, sin embargo la perspectiva de volver a tentar al séptimo dios, al otro, el sin nombre no le parecía en absoluto alentadora, dos veces habían sido más que suficientes.

-Si damos con él podemos obligarlo a que detenga a los gigantes! Si escapa, perderemos nuestra unica pista! Ya habeis oido a la sacerdotisa roja!

-Con una hoguera en medio del camino -respondió Duncan secamente, los dientes apretados. El artesano no tenía por qué atenerse a la disciplina militar, pero no iba a permitir que le faltaran al respeto de aquella forma-. ¿Acaso no sabes mantener un fuego encendido, herrero?

"¡Maestre! -continuó, sin esperar la respuesta de Adran-. Bajad, por lo que más queráis. ¡Hay heridos aquí!

"¿Quién ha visto por dónde ha escapado ese criminal? -preguntó a los demás, empuñando de nuevo la espada-. ¡Por El Guerrero que he de espetarlo y cocerlo en su propia sangre!

Maldiciendo en voz baja Barkas baja de la muralla con una cierta agilidad, impropia de una rata de biblioteca.

Una vez en el suelo, se dirige a Martin. Echa un ojo por encima a los heridos pero sabe que no es momento de preocuparse de los individuos, sino del colectivo.

-Martin, tienes que tomar TU la decision. Nadie mas puede hacerlo.

Ser Darren aun podía sentir el hormigueo en sus brazos. La fuerza de aquel horrible gigante no era de este mundo.

Con un suspiro de alivio miro a las llamas donde se consumía aquel monstruo y luego a todos los que tenia a su alrededor. No les dijo nada, pero no hacia falta, aquella mirada iba cargada de complicidad. Se habían enfrentado juntos a un temible adversario y habían salido victoriosos.

-CERRAD EL PORTON! VIENEN MAS GUERREROS GIGANTES! DECENAS DE ELLOS! CERRAD EL PORTON!

Dioses... Que haremos casi nos cuesta la vida acabar con una de esas cosas. Pensó el caballero apesadumbrado.

Los allí presentes comenzaron a hablar exponiendo sus ideas. Darren escucho a cada uno de ellos e intervino cuando lo creyó oportuno.

-Debemos huir al bosque. Tenemos heridos, ponerlos a salvo debería ser nuestra prioridad. Dijo uniéndose a una de las voces que sugería esa idea.

-El hombre que buscáis entro en el castillo. Dijo el caballero mientras indicaba la dirección con la espada. Pero no deberíamos seguirlo, no estamos preparados, quien sabe que horrores nos aguardan en la oscuridad. Continuo diciendo dejando clara su postura.

¡Oh mierda! El hermano -pensó Emir -Los problemas nunca vienen solos.

Bien pensado era una buena oportunidad para ver de cerca la relación tan "estrecha" que se suponía tenían Livia y Leroy.

Ató un trozo de tela de su manga a la punta de la flecha y la mojó en aceite. Prendió el trapo en la hoguera un faro para esas bestias.

Luego, con la destreza de años de práctica disparó una sola flecha a la cabeza del engendro que atacaba a Leroy. Tardaría en hacer efecto pero al final, ardería.

¡Por aquí! -acertó a gritar -Debemos refugiarnos en la fortaleza.

Finn, Greta, haced más flechas incendiarias, por favor, y retroceded con los demás.

Finn -dijo guiñando al chaval -protege a la Dama. 

¿Cuántas flechas sería capaz de disparar antes de que cayeran sobre él? ¿Con cuantos engendros podría acabar? ¿Saldría de esta con vida? ¿Volvería a besar a su amada?

Clavó los ojos en Livia mientras preparaba otra flecha incendiaría en su arco. Quería decirle que la amaba. Quería besarla. Fundirse con ella en un abrazo y un largo beso. Parar el tiempo en ese momento y vivirlo por siempre. Pero la llegada de su hermano le impedía hacerlo. Jamás dejaría en evidencia a su joven dama. Livia Llyfren, su amada... su enemiga...

Con una lagrima surcando su rostro se giró hacia el enemigo dispuesto a conseguir más tiempo para el grupo.

-Id tras Duncan -añadió en el tono más gélido que pudo.

Ató un trozo de tela de su manga a la punta de la flecha y la mojó en aceite. Prendió el trapo en la hoguera un faro para esas bestias.

Luego, con la destreza de años de práctica disparó una sola flecha a la cabeza del engendro que atacaba a Leroy. Tardaría en hacer efecto pero al final, ardería.

¡Por aquí! -acertó a gritar -Debemos refugiarnos en la fortaleza.

Finn, Greta, haced más flechas incendiarias, por favor, y retroceded con los demás.

Finn -dijo guiñando al chaval -protege a la Dama.

¿Cuántas flechas sería capaz de disparar antes de que cayeran sobre él? ¿Con cuantos engendros podría acabar? ¿Saldría de esta con vida?

-Id tras Duncan -añadió en el tono más gélido que pudo.

Sorprendida de ver a su hermano y a su escudero, la joven dama se disponía a llevarle una rama con fuego para ayudarlo a destruir aquel ser. Pero el montaraz, con rapidez, insertó la flecha con fuego en el rostro del gigante.

-Hermano ¡Corred! ¡Son demasiados! – el arquero tenía razón, el lugar más seguro era el patio de la fortaleza, pero Livia no se movería hasta que su hermano la acompañara.  Viendo la indiferencia de la joven Blackford ante las órdenes del arquero, la empujó apartándola. – Espabila muchacha, avisa a los otros- Ordenó mientras se colocaba  cerca del montaraz, para ayudarlo a preparar las flechas incendiarias.

Arrancó en dos su velo y envolvió la tela ahora roída en una flecha para después mojarla en el aceite.

Finn no daba abasto preparando las fechas incendiarias que requería el montaraz. No importaba ni lo rápido que mojara él las puntas de los proyectiles en el aceite ni la extraordinaria habilidad con el arco de Emir para acertar en aquellas horribles criaturas, pues los engendros eran cada vez más numerosos.

Finn, Greta, haced más flechas incendiarias, por favor, y retroceded con los demás.
Finn protege a la Dama.

El joven aprendiz de herrero asintió y le devolvió el guiño al montaraz.

“¡Vamos! Marchemos tras los pasos de Ducan ¡A la fortaleza!”, la tranquila presencia de Emir había infundido valor al corazón de Finn. Por fin se sentía útil y no, no dejaría que la profecía que se le mostró en sueños se cumpliera.

Al ver que su hermana estaba bien Leroi se levanto con mas fuerzas, y corrió junto con ella hacia al lado del montaraz, seguido por su escudero al cual le debía la vida.

-"Bien hecho muchacho"-

Los terribles seres a los que se enfrentaban no parecían ir a dar cuartel y estaban empecinados en acabar con ellos.

Escuchando al montaraz que lanzaba flechas prendidas fuego ordeno a su escudero:

-"Protege a mi hermana y no te separes de ella yo me quedare con el montaraz, necesitara cobertura en cuanto lleguen a el a distancia de cuerpo a cuerpo"- y acomodándose el cabello hacia atrás se preparo para resistir los ataques que vendrían. 

Hasta que no llegaron a la zona que defendían los demás fue incapaz de articular palabra. Había estado completamente asustado, pero viendo que aquellos seres podían morir y rodeado con más aliados había perdido gran parte de ese miedo.

- Así lo haré señor, protegere a su hermana. -

Descolgó el arco que había recogido antes de salir, pero solo en ese momento se dió cuenta de lo que le faltaba. Flechas.

Anna recuperaba el aliento, con largas respiraciones, después de la batalla. No estaba tan acostumbrada al combate como lo podía estar un caballero.

Ya no quedaban engendros, pero varios de los allí presentes, presentaban heridas de diversa gravedad, siendo los mas graves un hombre de la casa Blackford y Elaine. Sin embargo uno de los allí presentes, desde una de las almenas, dio la alarma de que se acercaban una docena más de gigantes.

Con los heridos que hay, va a ser difícil enfrentarse a tantos a la vez, aunque sepamos su punto débil.—Pensó Anna.

Pero tanto Elaine, antes de quedar inconsciente, como varios de los Blackford presentes en el patio, expresaban su voluntad de ir a la búsqueda y captura de un hombre llamado Qyburn. Anna no conocía a ese hombre, ni sabia que motivos tenían aquellos hombres para querer atraparlo, con tanta prisa que incluso lo priorizaban sobre huir al bosque y curar a los heridos, tal como exponía el hombre de la capa.

Darren expuso su opinión después de escucharlos a todos y les indicó por donde se había marchado el hombre que buscaban, pero creía que era mejor atender a los heridos y escapar de los engendros que se acercaban. Anna estaba bastante de acuerdo con el caballero. Para ella también era prioritario atender a los heridos, pero como no conocía a la mayoría de los allí presentes, no quiso inmiscuirse en la discusión, así que miró a Darren y dijo:

—Ser Darren, estoy de acuerdo con vos, hay heridos que necesitan atención medica o no sobrevivirán mucho tiempo.— Aunque las palabras iban dirigidas a Darren, Anna las dijo lo suficientemente alto para que todos pudiesen oírla.

Seguidamente dirigiendo su mirada hacia el hombre de la capa, le dijo:

—Señor, si lleváis a los heridos al bosque, contad conmigo para ayudaros.

-ESCUCHAD! Si cogemos a qyburn, los gigantes caerán! Tiene que ser él el que les da las órdenes! Es su creador!

Los gigantes ya casi estan aqui! No tiene sentido llevar hombre heridos a un bosque solo para pegarle fuego! Moriran entre los gigantes y las llamas! Encerrémoslos en una sala segura hasta que hayamos acabado con Qyburn y cortado la cabeza de esta serpiente de nueve colas! Yo me quedare a cuidarlos si asi lo deseas!

Martin, por los siete! Al menos manda a alguien a por él! A Duncan o a Fargus! Alguien tiene que obligarle a retirar a sus criaturas y capturarlo para que pague por sus crímenes! Quizás hasta pueda sanar a Lady Blackford!

¡Emir! ¿Dónde estará ese arquero cuando se le necesita...? sin duda una flecha sería la mejor solución.

Miro a Barkas y a Darren.

- Barkas y tu - señalo a Darren- no sé si conozco su nombre, si lo conozco digo su nombre - Id al castillo, coged al bicho ese si así lo estimáis, con algo de suerte o lo que sea esas cosas no repararán en vosotros y podremos rodearles con fuego, Duncan, Thomas, encargaos de eso, coge mi acero y pedernal y haced fuego - La orden se la doy a Duncan y a Thomas lo miro y le doy el acero y el pedernal, espero que el guerrero de la casa enemiga sepa que ahora no hay lugar para discusiones ni rencillas.

Miro al resto con la mujer en mis manos todavía, no voy a soltarla.

- Vámonos, crearán fuego y podremos detenerlos, conmigo - marcho hacia el bosque con la extraña mujer en mis brazos bien cubierta por la capa.

Barkas palidecio una vez mas. Por que Martin se empeñaba en arrastrarlo a la linea de fuego? Queria quedarse sin maestre? Aun asi, se hizo el duro y, aunque le temblaban las rodillas, no protesto.

- Bueno, algo es algo. Darren, me llamo Barkas y soy un humilde maestre. Confio en ti para neutralizar a ese advenedizo. Yo te dare apoyo con la ballesta. Vamos, deprisa.  Los demas dependen de nosotros.

Thomas sabía que la situación era difícil. Debían de actuar con celeridad si querían sobrevivir a la situación. Pero aún así la situación no se había tornado catastrófica, o al menos no tanto para tener que obedecer al pie de la letra lo que un desconocido tuviera que decirles. No iba con el carácter del guerrero obedecer a extraños.

Su mirada se dirigió a Darren, y con unas breves palabras le hizo saber su opinión respecto al plan del desconocido, con un grito se lo hizo saber. -Tienes razón, la oscuridad aguarda horrores-.A las palabras le siguió una negativa con la cabeza. Thomas esperaba que el fiel Darren entendiese que era una insensatez introducirse sin mas en el castillo abandonando a sus compañeros.

Aún así y tanto pensaba que debían de usar el fuego así que cogió el pedernal que le ofrecía para tal objetivo y rechazo la espada. Le haría mas falta a él. Ya solo quedaba esperar el devenir de los acontecimientos y ver si el plan daba los frutos esperados. Thomas en su interior esperaba que Anna siguiera su instinto de acompañar a los heridos al bosque y así no dejase a la hechicera en manos del desconocido.

Parecía que Leroi aparte de un finolis elegante, también sabía poner los huevos sobre la mesa. Comenzaba a entender por qué a su hermana le caía bien. Aunque eso no era prueba de nada y no tenía por qué caerme bien.

Me gustaba más la compañía de la joven dama. Sin duda su rostro sería el mejor recuerdo de este mundo antes de abandonarlo -dijo sin mirar al joven extraño de pelo plateado mientras tensaba el arco con dos flechas en la cuerda.

El fuego refulgía en sus ojos grises como estanques. Procuraba no mirar las llamas para no perder visión nocturna, pero eso dificultaba su capacidad de disparo.

Soltó las saetas. Cada una dirigida a la cabeza de un engendro diferente. Había tantos y estaba tan juntos que lo difícil era fallar.

Si te vas a quedar mucho tiempo te contaré un truco -dijo sin más mientras se agachaba a recoger otras dos flechas. Corta las cuerdas, Son muñecos... marionetas. Sin cuerdas se deshacen y si quemamos las cuerdas acabaremos con ellos. Por cierto... vuestra bastarda parece conocer al viejo que está detrás de todo esto. Un tal... Qyburn.

Espero que no le tengáis aprecio pues voy a acabar con su vida.

Un brillo de odio apareció en sus ojos. Aunque bien podría haber sido el destello de las llamas

Greta llevaba ya rato absorta en sus miedos, las palabras de Emir no le llegaban al cerebro, se encontraba paralizada, cuando el perfecto empujón de llamada de atención apareció. Al principio, Livia le pareció desesperada, pero cuando se percató de la situación en la que se encontraban, obedeció lo que la Dama le ordenaba. Corriendo con toda la velocidad que las piernas temblorosas le permitían y sin expresar palabra alguna, se dirigió a la fortaleza, siempre con su mano colocada encima del puño de su espada, sin desenvainar, y los ojos abiertos como platos; a estas alturas podría ocurrir cualquier cosa y debía estar lo más preparada posible.

Ser Darren escucho y observo la reacción de Thomas ante al ordenes que daba aquel hombre. Parecía que su compañero de armas era de su misma opinión.

-Barkas tu señor te enviá a la muerte. Dijo Darren dejando clara su postura una vez mas.

-Lo siento Ser pero yo no sirvo a la casa Blackford y no soy ningún loco. No pienso internarme allí dentro sin estar preparado y mucho menos con un desconocido... El caballero camino hacia el hombre con paso firme.

-Le rogaría que me entregara a la mujer. No es su responsabilidad protegerla. Ademas  así usted mismo podrá acompañar a ese tal Barkas y acabar con ese al que buscan.  El caballero hablo en todo momento en un tono educado, guardando las formas. Se coloco junto al hombre esperando que depositara en sus brazos a la sacerdotisa para después dirigirse hacia el bosque.