Partida Rol por web

Tras el pequeño sobresalto por lo dicho por aquel hombre terminamos de comer y partimos de nuevo. La lluvia no cae con tanta fuerza por lo que podemos avanzar tranquilamente y tras haber comido y bebido decentemente me encuentro mucho más animado por lo que se me hace ameno el viaje.

- Compañeros...viene gente montada... - aviso mientras los observo detenidamente. Los caballos no me asustan pero anocheciendo y estando en un camino siempre me muestro cauto. Al fin y al cabo pueden ser bandoleros.

Busco por si acaso un punto alto desde donde disparar con mi arco corto o poder parapetarme mientras cubro a los míos. Por si acaso me separo un par de metros de mis compañeros y les digo:

- En caso de peligro salimos del camino y buscamos un punto alto...

Compañía en un camino no siempre significa cosas funestas. A cuántos viajeros habré acompañado en mis viajes, unidos por algún destino común, y aprendí de ellos bellas lecciones y anécdotas divertidas. 

Ojalá estos viajeros fuesen de los que aportan cosas en lugar de quitárnoslas.

-Es seguro que nos habrán visto, yendo a caballo por un camino. Si intentamos escondernos seguro que llamamos más su atención. Puede que sean bandoleros, pero es más probable que sean solo viajeros en busca quizá de la posada que conocimos.. Por si acaso, como Mut recomienda, tomemos precauciones. 

Por si acaso comienzo a concentrarme en silencio, ralentizando el paso, pero sin detenerme.

En cuanto el hobbit dio aviso de su avistamiento, Gusanoblanco cogió la delgada lanza que llevaba colgando en su espalda y la sujetó con las dos manos por delante de él.

En su casa y en su poblado siempre se había hablado con odio de los rohirrim y también de los gondorianos, y los caballos eran sin duda un animal terriblemente asociados con todos ellos como bestia de batalla.

Wyrmir no tenía claro cómo actuar y observó lo que hacían sus compañeros. Cuando vio que estos no estaban “en pie de guerra”, consiguió relajarse un poco. Finalmente dio un paso hacia atrás y esperó a ver como se desenvolvían los demás.

Iba Eruiel abstraída en sus pensamientos cuando el pequeño kuduk habló y, ante su advertencia, la perendhil alzó la mirada. Jinetes... Las armaduras refulgían bajo las últimas luces del día y la muchacha reconoció en su factura la mano de los herreros rohirrim. ¡Eorlingas!, exclamó para sí y, decidida, se adelantó a sus compañeros y avanzó un buen trecho para contemplar con más detalle a los jinetes.

¿Eran acaso esos jinetes parte de un éored? Y esos caballos ¿eran mearas?

Eruiel entrecerró los párpados y escrutó a los recién llegados, al tiempo que alzaba las manos hacia sus labios formando un cuerno. Y recitó, en la lengua de los rohirrim, unos antiguos versos con los cuales los guerreros eorlingas se reconocían entre sí:

Hwæt we eorlin
in geardagum, þeod cyninga
þrym gefrunon, hu ða æþelingas ellen
fremedon...*

Y, con el corazón dando brincos en su pecho, aguardó la respuesta.

Aquellos jinetes se fueron acercando. Pronto os disteis cuenta de que portaban curiosos yelmos adornados y caísteis en la cuenta de que se trataban de Rohirrim. No era habitual encontrarlos tan al sur, pero tampoco lo más extraño del mundo.

Fuera de sus dominios se pusieron en fila de a uno por el camino. Iban a pasar sin decir ni mu, aunque sin quitaron el ojo de encima. Quizá lo que más les llamó la atención fue el pequeño Mut y bueno, la variedad racial del grupo.

Tampoco había tiempo para más salvo que alguno de vosotros dijera algo. Lo que estaba claro es que estos no eran lugareños.

Euiel identificó la raza de los caballos. La verdad es que tenían un porte vigoroso y eran preciosos. Además de les comienza a hablar en un idioma que solo Wyrmir entiende un poco.

- Bealdan wigan ar.

Responden a las palabras de la muchacha.

Detienen el paso casi llegando a vuestra altura. Y el primero de ellos se dirige de nuevo a Euriel en aquel idioma. Lo que está claro es que la actitud no es hostil en cualquier caso, aunque miran de una forma extraña a Mut.

Identificas que se hablan en rohirrico. Y entiendes palabras sientas. Euriel dice cosas de...

“lanzas eorlingas” “reyes” “gloria y guerreros”... Pero tienes la sensación de que está recitando como una especie de versos a los que los caballeros responden no se qué de “guerreros”

A continuación le responden algo de “Eorlingas” y “Pelos” cuando miran al pequeño Mut.

En rohírrico.

- Curioso aspecto para alguien que habla tan bien el idioma de los Eorlingas. Igual de curiosa como la composición de vuestro grupo de viajeros. ¿Qué es ese pequeño ser peludo? Dice mirando al mediano – Sin duda les había llamado la atención y tenían curiosidad.

Semejaba al menos que no eran belicosos, cosa que me hizo relajarme más e intentar parecer amable inclinando mi cabeza a modo de saludo silencioso.

Ellos y Erudiel parecían entenderse en un idioma para mí desconocido, cosa que me recordó haber descuidado últimamente mis estudios de lenguas.

Eran muchas y variadas en las que podía comunicarme, pero otras aún me eran desconocidas. Siendo viajero de mundo, era algo útil el saber y entender qué nos dicen los demás.

Escuché atento y vigilante lo que ocurría entre ellos. Ojalá pudiésemos continuar pronto nuestro camino con tranquilidad.

De momento las lanzas no se cruzarían, eso estaba claro. Pero el montañés no lograba sacudirse de encima todos los miedos que años y años de odio entre pueblos le habían infundido contra los caballeros Rohirrim. Sus nudillos emblanquecían por la fuerza con la que sujetaba su lanza.

Wyrmir hizo un esfuerzo para calmarse y se dedicó por el momento a contemplar –y admirar- las fabulosas protecciones con las que cubrían sus cuerpos y los de sus preciados caballos. Eran unos trabajos que ni el mejor artesano de su aldea hubiera conseguido igualar jamás. ¡Cuántas cosas tenían sus gentes que mejorar antes de volver a expandirse! –pensó con cierta amargura.

Si bien no había atinado inicialmente a sacar mi arma al igual que mis compañeros, no por eso dejo de mantenerme alerta frente a cualquier situación que acompañara a los jinetes que se acercan por el camino. "Tal vez son lugareños que regresan, tal vez aventureros en busca del destino como nosotros", pensaba hacía un instante antes de dejar paso a mis cavilaciones cuando me concentro en sus pertrechos. Bien ataviados se hallan y eso me hubiese preocupado si no fuera por la intervención de la joven Eruiel que pronta se lanza a hablarles.

Con extrañeza escucho las palabras de la muchacha y la respuesta que los sujetos le brindan. El hablar es diferente de las lenguas que he conocido, aunque su acento trae en mi recuerdos del buen Hador Eoras, del altercado al que nos vimos sometidos en las montañas y del camino recorrido juntos.

Me relajo aunque mantengo mi vista firme en los jinetes, y sólo intento comunicarme a través de algún que otro saludo, asintiendo con la cabeza al cruzar miradas con los hombres.

"- Bien, será cuestión de aguardar un momento, descansar y luego seguir viaje. Quizás Eruiel obtenga novedades sobre la ruta y la zona donde nos dirigimos- comento a mis compañeros mientras me muevo hacia un costado del camino buscando donde tomar asiento".

Parece que la dama Eruiel es capaz de entenderse con ellos, lo que me alegra ya que así evitaríamos un enfrentamiento si fueran belicosos. De todas formas noto la tensión de algunos de mis compañeros ante su presencia por lo que de momento me mantendré en alerta por si las moscas.

Aún así me alejo un par de pasos más de ellos ya que montados en sus caballos son como gigantes salidos de los cuentos que me contaban al calor de las hogueras cuando era pequeño.

- Si consigue información será bueno, de todas formas amigos míos seguiré en alerta...son hombres armados y me sacan unos diez cabezas al menos... - sonrío al decir esto último.

Eruiel sonrió exultante cuando los guerreros corearon en respuesta a sus palabras, tal y como ella lo esperaba, y su corazón latió al son de un redoble de tambores que solo ella escuchaba. Innúmeros recuerdos se agolparon en su memoria. Amadas remembranzas de su infancia. Su mirada recorrió de punta a punta el aguerrido grupo de rohirrím y se detuvo con deleite en la contemplación de las nobles bestias que montaban. Mearas, como los que criaban en Eþelþrymm. Su abuela Beadohilde afirmaba que eran los mejores de Aldbühr y de todo el Folde Este. Y tanto era así que el anterior mariscal Éomund (muerto dos años atrás en feroz combate contra las huestes del Oscuro) solo montaba los mearas que Beadohilde elegía especialmente para él.

Mearas blancos como el legendario Felaróf...

Contaba Æsc, en una de sus muchas historias, que Felaróf era un hermoso potro blanco y de salvaje temple que fue capturado cerca de las fuentes del Anduin por Léod de los éothéod, el padre de Eorl. El potro creció hasta hacerse un caballo fuerte y orgulloso. Una criatura indomable, según el decir de quienes lo habían contemplado con sus propios ojos. Pese a las advertencias, Léod intentó la doma por si mismo y conoció la muerte en ese intento. Fue cuando Eorl, que por entonces contaba con la misma edad que Eruiel, juró vengar a su padre. En este empeño persiguió largo tiempo al meara, pero cuando al fin lo tuvo a su alcance no lo mató con el arco como esperaban sus compañeros, si no que se acercó a él, le dio el nombre Felaróf y le exigió su servicio de por vida para saldar con su libertad la deuda de sangre adquirida. Felaróf, que entendía el lenguaje de los eorlingas, consintió.

Desde entonces, Eorl lo montó sin bocado ni brida, pero el caballo solo se dejó montar por él. Así lucharon juntos en muchas y muy terribles batallas. Felaróf murió en la batalla de El Páramo, junto con su amo Eorl, con el que fue enterrado con honores en el primer montículo del linaje de los reyes de la Marca, cerca de las puertas de Edoras.

El rohir que iba al frente del grupo, se detuvo frente a Eruiel.

—Min betstu gewill to þe —exclamó la perendhil y, confiada, avanzó unos pasos hacia el jinete.

Mientras conversaban, las miradas del ambos se detuvieron en Mutfast. Eruiel sonreía. Ni el tono de sus palabras, ni los gestos o miradas de uno u otra denotaron hostilidad alguna. Apenas un atisbo de mera curiosidad en el guerrero. Finalmente, con un ademán, la muchacha señaló el camino que los rohirrím habían recorrido con anterioridad.

Ante la pregunta del eorlinga, Eruiel volteó la mirada hacia Mutfast y sonrió.
—Es un kûd-dûkan, un 'morador de agujeros' —respondió en rohirrico: —Los kûd-dûkan habitan la Comarca, allende las Torres de la Niebla, en Eriador. Son gente pacífica y afable. Cierto que muy raro es verlos tan lejos de su tierra... Como raro es encontrar a un éored en tan meridionales tierras —agregó con una media sonrisa. Pero nada indagó al respecto, ya que sería una gran indiscreción hacerlo porque los eorlingas eran muy reservados, y más aún en tierras extrañas.

Pero sí inquirió sobre lo que cualquier viajero se informaría:

—Veo que desandasteis el mismo camino que muy pronto hollarán nuestros pies, ¿qué podriais advertirnos sobre el mismo? ¿Habeis visto u oído algo que pueda interesarnos? ¿Acaso habéis sufrido algún incidente? ¿Creéis queel camino es transitable para unos simples caminantes? Tened a bien informarme, buen hombre. Y ¡Por Béma! Bienhadados sois por tan regias monturas. —elogió.

- No. Muy loco ha de estar alguien para osar atacarnos – Más que una bravata, era toda una realidad con todo el metal que llevaban encima. Un grupo Rohir siempre era algo que impresionaba un poco. Con esto daban a entender que no habían tenido ningún percance por el camino ni tenían nada de lo que advertir.

También te dio la impresión de que no querían explicar mucho de su viaje, pero no sabían de nada que os pudiera interesar ni tenían motivo para pensar que el camino no era transitable para vosotros.

Dada la hora que era y que no solían gustar del uso de posadas. Y también que debiste de caerles bien (la fluidez de tu idioma sin dida contribuyó en gran medida) Te propuso la posibilidad de que esta noche vuestro grupo acampara juntos. Esto último (lo de acampar juntos) lo comentó en Oestron por si alguno de tus compañeros de viaje tenía algo que alegar.

Nunca hubo la sensación de tensión, pero las posturas de los Rohirrim se fue relajando más y más según Eruiel seguí hablando con ellos.

En un momento dado, aunque seguía hablando con ella el cabecilla, comenzó a hacerlo en Oestron entendible a todos. Le ofreció la posibilidad de acampar esta noche juntos. Pues ya eran horas de ir pensando en ello (el sol ya estaba cerca de ocultarse). Y además los caballeros no tenían costumbre de hacerlo en posadas, solían preferir su grupo cerrado. Estaba claro que esta noche estaban pensando en hacer una excepción, seguramente influenciados por vuestra compañera.

La joven perendhil miró a sus compañeros, pero ante todo a Wyrmir. Conocía la animadversión que el dunlendino le profesaba a los rohirrím, pero estos no se habían mostrado hostiles ante su presencia y a Eruiel le complacía este encuentro. Quizá alguno de los eorlingas se dirigiera a Aldbühr y pudiera acercarle una esquela a Beadohilde, la abuela de Eruiel. Además, la muchacha deseaba conocer las nuevas que los guerreros podían brindarles en su largo derrotero por las meridionales tierras de Gondor.

Y estaba el hecho de que pasarían una noche tranquila. ¿Quién, en su sano juicio, osaría atacar a un aguerrido y muy bien pertrechado grupo de eorlingas?

Eruiel se acercó a Wyrmir y:

—¿Estás de acuerdo? —susurró.

La noche se acerca y es hora de encender una hoguera y prepararnos para pasar la noche al raso, no es mala opción si logramos encontrar un sitio seco y con una buena hoguera y algo para comer la noche será agradable.

Me cuelgo el arco y me preparo para hablar:

- Si vamos a acampar es preferible hacerlo rápido, hay que buscar un sitio que no esté húmedo y conseguir leña para encender una hoguera. Y si hay algo de luz no me vendría mal forrajear a ver si hay setas y plantas comestibles y preparar una sopa calentita que nos sentará bien a todos.

Echo un vistazo a nuestro alrededor en busca de un sitio que nos pueda servir. Cerca de los árboles es la mejor opción, el problema es encontrar madera poco húmeda pero la corteza de los árboles frondosos y las ramas caídas a su alrededor nos servirán perfectamente.