Partida Rol por web

Gunnar se mantiene en silencio durante unos buenos segundos que se te hacen eternos. Empiezas a odiar que no te contesten con soltura e inmediatamente. Finalmente, su cabeza empieza a negar. Sigues sin tener dudas de que todo el tiempo en el que parece haber estado dándole vueltas es una pantomima. Aunque también puede ser que estés viendo lo que quieres ver, forzando el destino que de alguna manera deseas.

No. Es imposible. Sentencia sin añadir más. Esperas unos segundos, de nuevo interminables. Cuando te dispones por fin a protestar, Gunnar continúa hablando. Me es imposible alargar más el plazo, porque ya lo he alargado demasiado. Ívarr era un hombre de palabra y confío en que el resto también lo seáis. Quiero lo que me debéis para mañana. Sin falta. Os concedo un día más, pero quiero mi dinero. Y calla. Su silencio te resulta una losa

Al ver que no te mueves, Gunnar dice: Tengo más gente a la que atender y creo que ya he dejado claro mis deseos. Mañana a esta misma hora quiero mi dinero.

Valiente pedazo de escoria - pienso, mientras me aproximo a mi compañero y poso mi mano sobre su hombro. Espero que este gesto le ayude a recordar que estamos aquí por una misión más trascendente. Cuando la completemos estaré encantado de acompañarle a reventarle la cabeza a este payaso.

Os lo agradecemos mi señor, pero no es necesario. Nos retiramos ya. - me atrevo a hablar. No sé si Erik tendrá temple para despedirse de él sin mayores altercados.

- Es muy amable por su parte, mi Jarl.- dijo Erik haciendo gala de una templanza casi imposible en tales circustancias.- Mas como sabeis soy herrero, no mendigo...- contuvo las ganas de seguir por ese camino pero vio a su hermana temblar.- Y aun asi os pido algo que valoraria mas de un tesoro. Permitir a mi madre una visita con su hija, vuestra esposa... Con el fin de reforzar los lazos familiares que se detoriaron hace tiempo.

Esperare su decision.- dijo bajando la cabeza a modo de saludo respetuoso. Espero que le dieran la dispensa y se dispuso a salir junto con su compañero.

Aprieto los dientes tratando de contener la rabia. El precio es ridículo, y le cerveza repugnante, pero la misión que tenemos es más importante que esos detalles. Aunque hago lo posible por ocultar mi malestar, mi expresión revela claramente que me duele amargamente entregar la moneda que le tiendo al tabernero. Uthred continúa en silencio. ¿Será una táctica diplomática? Por un momento me planteo emprezar la conversación, pero no tendría sentido, él es mucho más experimentado en estos asuntos, y temo estropear esta fuente de información.

Noté como se me secaba la gargante. La exigencia de Gunnar era excesiva para todos nosotros, una condena a muerte a manos de las frías garras del invierno. Solo ahora veía claramente al verdadero Gunnar como el hombre egoista y avaricioso que ahora se mostraba ante mí. No le había tomado ni un minuto sentenciar el peor destino posible para más de una docena de personas, si contábamos familiares y al resto de hombres y mujeres que nos habían acompañado en la expedición.

Apreté con fuerza el bastón en mi mano derecha. Quería gritarle que aquello era una locura, que cargaría con el destino de familias enteras sobre su conciencia, pero no llegué a decir nada. Vi tan claro como el agua que ese hombre se guiaba por la ley del oro y el beneficio personal, y que por muy despreciables que pudieran parecerme sus actos no incumplía ninguna ley de los hombres.

Sin embargo algo había cambiado para mi, hasta este momento había confiado en Gunnar, tomándole por un hombre de honor, no volvería a caer en ese error. Asentí con la cabeza sin decir una palabra y me dispuse a abandonar la casa de Gunnar en un silencio que ocultaba mi rabia. Tenía que reunirme con los demás en las puertas de la ciudad, y sabía que a ninguno le gustaría lo que les iba a decir.

Es una extraña petición la que me haces, Erik. Podéis venir a visitarnos cuando queráis. Dice Sigmund con fingida cordialidad. El tono de su voz y el fuego de sus ojos, acompañada de una sonrisa maligna, no deja mucho a la imaginación. El odio que siente Sigmund por Erik es evidente y no ha ocultado en ningún momento su deseo de humillarle a cada oportunidad. Quizás algún día, con la ayuda de los dioses, el herrero pueda resarcir sus ganas de venganza.

Asleif continúa sin atreverse a levantar la mirada del suelo y Raga sigue mirándoos con cara de asco. Los guardias se mantienen ajenos a todo lo que allí ha pasado.

Ahora, retiráos. Dice sin más y se acomoda algo más en su trono de madera cubierto con pieles.

Comenzáis a marcharos, conteniendo vuestra rabia. Llegáis a la calle y nada más salir, Erik lanza un terrible grito de rabia. Su cara cambia al instante. Sigue cabreado, pero se le nota descargado.

Björn se mantiene tras vosotros, como cuidándoos las espaldas o, simplemente, esperando a que hagáis algo. Al mercenario el precio de la cerveza o el sabor de la misma no parece importarle demasiado y continúa bebiendo como si nada fuese con él.

Mientras, en la sala los gritos continúan: sea por júbilo por la victoria o por rabia por perder las últimas monedas. La suerte es una amante esquiva y mientras en un momento te llena de gozo, pronto puede abandonarte en pos de nuevos objetivos a los que beneficiar. Durante un tiempo.

Observáis que pese a que la gente que allí hay no es rica, las cifras que se manejan son considerables y pensáis en que Ívarr no estaba tan equivocado después de todo. Un poco de suerte podría haberos facilitado mucho las cosas. Incluso hasta el punto de haber vivido de forma algo más despreocupada.

Sales de la lujosa casa de Gunnar, no sin antes despedirte de los hombres y mujeres que esperan en la sala destinada a tal fin que te miran, una vez más, con reverencia y temor a partes iguales.

En la puerta, el guardia de la puerta se despide de ti de forma cordial. Tu estado anímico te hace preguntarte si su despedida es una especie de mofa hacia ti o si simplemente ha intentado ser educado. Después de todo, estás enfadado y quizás simplemente estás siendo negativo.

Tus pasos te hacen llegar pronto al centro de la plaza que se encuentra delante de la casa del mercader donde te detienes, preguntándote por cuál sería tu siguiente paso.

Queria patear algo, una piedra en el camino me sirvio como leve descargo. Me pase las manos por el pelo retirandolo y queriendo apartar ademas la ira antes de hablar.- Los dioses no lo quieren tanto cuando me lo ponen en el camino de esta manera.- un gruñio cabreado salio de mi gargante antes de un profundo resoplo.

- Se lo que vas a decirme, Harald, no hemos sacado nada de lo que necesitamos pero confia en mi. Esa puesta en escena... nos esperaban. Sabian que vendriamos con preguntas y no hacerselas le dara la sensacion de que somos aun mas idiotas de lo que piensan. Al pasar delante de un arbol sacudi un puñetazo que hizo temblar cada una de sus ramas, dejandome el puño raspado y adolorido pero eso no importo.- ¿Oiste lo que dijo? El solo se rodea de hombres de armas, segun lo conozco juraria que son asesinos y hombres con menos excrupulos que el mismo. En este momento mi cabeza me dice tiene un plan, que parte del cual es aplastarme pero su mano esta detras de todo esto. Es posible que mi madre pueda sacar algo a mi hermana, si el miedo le permite alzar su vista del suelo en algun momento.

Una vez fuera de la casa de detuve unos segundos, tanto para respirar aire fresco como para meditar sobre lo que acababa de ocurrir. La parte más sensata y menos emocional de mi juicio me decía que era incorrecto malpensar de Gunnar y que estaba cometiendo una equivocación, pero mis sentimientos me decían que Gunnar no era de fiar, y aquello era más difícil de ignorar.

Estaba en una encrucijada, aunque la ira y frustración que sentía hacia Gunnar no remitían ni un ápice me veía incapaz de decidir qué era correcto y qué estaba equivocado.

Decidí echarme a andar hacia las puertas de la ciudad rápidamente esperando que el breve paseo me calmase y fuera capaz de pensar con claridad.

Erik, ya sabes que confío plenamente en tí. - la verdad es que no sé si habremos logrado algo, tal y como afirma mi compañero. Mi confianza en él es total, pero no puedo dejar de sentirme exceptico con respecto a lo logrado. Da igual, ya está hecho y poco más podiamos hacer sin descubrir más lo que sabemos o provocar un enfrentamiento. - Ya he podido comprobar por mi mismo que tipo de sabandija es, veremos que sacamos de todo esto.

¿Y ahora qué? ¿Tienes alguna idea de algo que podamos hacer o nos vamos a esperar a los demás a la puerta? tal y como quedamos.  A mí no se me ocurre nada más de momento.

   No me sorprendí ante el precio de la cerveza ni la ínfima calidad de la bebida. Miré en rededor y, como la tarde pasada, habia hombres consumiendo este asqueroso liquido y gastandose sus jornales en apuestas. Apuestas que seguramente estarían trucadas. Traté de ocultar mi desdén tras una máscara de tranquilidad y me encaré al dueño.

  - Buen hombre... Mis amigos han venido a escuchar la historia del desafortunado capitán que encontró la muerte en el callejón trasero de su local. - No me ando con rodeos. Yo nunca fui diplomático, no supe enrevesar las palabras como podían hacer otros. - Digame, ¿con quien estuvo jugando?

  Al tiempo que pregunté, me giré para ver si mis preguntan llamaban la atención. Incluso... nos era conveniente llamar un poco la atención y así ver las reacciones de los presentes por si alguien hace un movimiento sospechoso que le pueda delatar.

Moviendo la cabeza hice el gesto de negar. No se me ocurria nada mas que ir con mis compañeros, llevando las manos vacias. Podia haber preguntado por la muerte de su compañero pero tal cosa habria puesto la sombra de sus sospechas alertando al Jarl. Habia que ir despacio, golpe a golpe...

-Volvamos.- gruñi aceptando la idea de reunirme nuevamente con mis compañeros.
 

Muy bien, en marcha. - Erik parece haber agotado todas sus ganas de hablar y yo también de manera que, dado que no se nos ocurre nada mejor, nos ponemos en marcha hacia el punto de reunión con los demás.

Acompañando a las palabras de Uthred, apoyo mi mano en el mango del hacha que llevo al cinto. Mientras mi compañero mira alrededor, buscando reacciones a sus palabras, yo mantengo la vista fija en el camarero, tratando de leer en su rostro si realmente sabe algo o no sobre el problema que nos ocupa.

Gracias Jora pero ahora mismo lo único que me queda de ivar a parte de mis hijos es mi dolor - digo intentando sonreir. - Lo llevo lo mejor que puedo por ellos. 

Agradezco que mande a la mujer a por la comida, la verdad es que no me apetecía nada ir al mercado. Sonrío cuando se pone a limpiar y me dispongo a ayudar poniendo a su disposición lo que necesite. 

- Jora, creo que debería ir a invitar al resto de mujeres, no creo que deba demorar eso mucho más. -la miro - Hay alguna mujer que creas que deba invitar? - le digo aceptando sugerencias. 

Comenzáis a andar desde el lugar donde os encontrábais en silencio, sin prestar atención a lo que ocurría a vuestro alrededor, pensando en todo lo que ha ido ocurriendo desde que salísteis de casa de Ishild. Os preguntáis lo que habrá descubierto el resto, si es que han descubierto algo, si habrán tenido más o menos suerte que vosotros... preguntas. Preguntas y más preguntas. ¿Tendréis respuestas para ellas?

Un perro ladrá a Erik y Harald cuando pasan junto a un callejón que les saca durante unos segundos de su ensimismamiento y silencio, pero ignoran al animal que sigue ladrando, incapaz de moverse de su lugar por estar atado, hasta que estos doblan la esquina y salen de su ángulo de visión.

Harald por su parte se tropieza una y otra vez con gentes que atestan la calle que se dirije a casa de Gunnar. El invierno está cada vez más cerca. Se puede sentir en el ambiente. Las caras son largas. La cosecha no ha sido buena y no os caben muchas dudas de que las partidas que han ido de expedición no han sido mucho más afortunadas que vosotros.

Por fin llegáis al punto de reunión, fuera de las murallas. Erik y Harald llegan para ver a un Haakon que descansa sobre una roca que recibe un rayo de luz por entre un claro en el cielo mayormente nublado. Ni rastro del resto.

Ya le dije, señor, lo que ví la otra vez. Dice el tabernero. Quizás en las mesas alguien sepa algo más, pero siento no seros de mucha más ayuda. Las palabras del hombre que se ocupa de servir parecen ser reales. Al menos no os resultan sospechosas.

En las mesas, la gente sigue a sus cosas. Algunos se levantan y van dejando sitios a otros que se sientan. Los primeros, satisfechos de sus resultados. O todo lo contrario. Los segundos, tentados a probar suerte y cambiar su fortuna con apenas unos movimientos de muñeca.

Björn observa junto a vosotros en ocasiones, pero se concentra más en la cerveza que en vuestra misión. El tabernero sigue limpiando jarras al ver que no le hacéis más preguntas. En la puerta, el gigante impide entrar a otra persona con dureza, pero se muestra amable con los que abandonan la taberna. Pese a lo enfadados que pueden estar algunos que pierden dinero, por mucho que maldigan, ninguno se atreve a contestar de mala manera a la amable despedida del portero. Parece que es un hombre temido. Su altura y corpulencia no es hacen extrañaros.

Invita a las mujeres que han combatido con vosotros y a las esposas de los varones que también han servido bajo el mando de tu marido. No creo que debieras invitar a mucha más gente. Además, la gente que acude a invitaciones sin conocer a quien les invita suelen ser gorrones y gente de mala vida. Dice Jora con semblante serio, especialmente al finalizar su respuesta, aunque en sus ojos notas respeto y cariño. Un cariño que presupones debido a su situación como viuda que ambas compartís.

Yo me quedaré con Ragna aquí, si te parece bien e iré preparando el resto de cosas. ¿Verdad, hija mía? Dice la mujer dirigiéndose a la muchacha pecosa que asiente con alegría. Vete, Ishild. Vete e invita a tus amigas y ofréceles tu hospitalidad.

Uff, lo que daría por estar en mi bosque - tanta gente me agobia, acostumbrado como estoy a mi vida solitaria. Recordando otros casos, compruebo que no hayan usado los tropiezos para quitarme nada valioso.

Cuando llegamos y vemos a Haakon, me dirijo inmediatamente a él: Veo que no somos los primeros en llegar. ¿has averiguado algo?. Nosotros no hemos logrado sacar nada en claro - miro de reojo a Erik - de momento...