Partida Rol por web

Mientras embarcaban se preguntaba si habrían tomado la decisión correcta, desde hacía tiempo siempre meditaba demasiado sobre aquellas situaciones que no tenían una respuesta correcta. Casi agradeció el trabajo manual con los remos, apartaba aquellos pensamientos de su mente.

Cuando terminaron estaba cansado, y aunque hubiese querido comentar algo más con sus compañeros no se sentía muy hablador en aquél momento, y pensaba que los demás probablemente tampoco hasta por lo menos el día siguiente, por lo que simplemente permaneció un poco apartado mirando el cielo nocturno hasta que el cansancio se apoderó de él por completo y se echó a dormir.

A la mañana siguiente tampoco habló mucho, pues volvieron a situarse a los remos en cuanto se lo permitió el tiempo, y así permaneció hasta que llegaron a tierra. No se terminaba de acostumbrar a aquella ciudad, era simplemente demasiado grande, le hacía evocar la imagen de un gigantesco corral con todo el mundo apiñado en su interior.

Finalmente casi todos desaparecieron, seguramente pensando en la forma de gastar su parte del mísero botín para olvidar el desastre de aquella última expedición. Pensó en acercarse a una posada y refrescarse la garganta con cerveza o algo más fuerte, pero eso sería casi como una celebración y no era momento de celebraciones. Sus pensamientos volvieron a cómo pagar la deuda que tenían y decidió que necesitaba compartir sus inquietudes los demás.

- ¿Qué tendrá pensado Ívarr? Dudo que vaya a hablar con Ragnarsenn sin algo en mente, pero tampoco va a ser fácil de convencer. Al fin y al cabo, una deuda es una deuda.

Tú le conoces mejor que nadie Ishild ¿se te ocurre algo? -

  Después de la decepción, Uthred todavía sentía que su sangre bullía como si fuera la lava de un volcán. ¡Que los dioses protegan al próximo pueblo abodrita que Uthred visite! Da igual que sea el año que viene, o dentro de veinte años. Uthred matará a cada abodrita con que se cruce y reducirá a cenizas cada pueblo abodrita que encuentre. Tal es su desespero y la ira que le ha provocado la decepción del exiguo botín.

  Con esos pensamientos en la cabeza, y malos humores fermentando en su estómago, Uthred se pone a remar en su puesto. Las paladas del joven se acompasan a las del resto, pero cada empuje Uthred resuella como un toro cabreado antes de embestir. Tardará en olvidar aquello. No solo por la mancha que ha supuesto para el honor de estos guerreros, o la pérdida de buenos hombres, también por la situación en que se encuentra Ívarr y su tripulación con la deuda pendiente de sus cabezas.

  Ívar siempre tiene buenas ideas para salir de atolladeros como éste. Uthred rezó antes de dormirse y confió en el buen juicio de su capitán y compañero de armas. Por supuesto, sea cual sea la idea que tenga, o tengan que ir al mismo Helheim para hacer botín, Uthred secundará a Ívarr.

  El día llegó, y con el la vuelta a los remos. Dormir había ayudado a retirar parte del mal sabor de boca del día anterior y contribuyó a hacer desaparecer los humores que sus malos pensamientos y su rencor habían creado en su estómago, y Uthred se encontraba con mejor ánimo para remar. Con un ánimo decidido a aportar su granito de arena. Por fín llegaron a Heiðabýr, y el temor a la represalia de Gunnar creció. El joven no se marchó, como algunos, a gastar o guardar lo conseguido, que había sido exiguo. Se quedó con el grupo de rezagados, Bernt, Harald, Haakon e Ishild.

   - Sea lo que sea lo que Ívarr tenga pensado, yo le apoyaré. No es justo que él solo cargue con las represalias de Ragnarssen. Malditos abodritas...

Los escasos segundos que tardó Björn en mover negativamente su cabeza se me antojaron eternos pero lo peor fue que con ese leve gesto desmontaba toda mi esperanza de saldar nuestras obligaciones con Gunnar. Aun así, voto por la única solución que me parece razonable, que es la de volver a casa y las enigmáticas palabras de Ivarr acerca de una posible solución logran arrancarme una medio sonrisa desvaida que es más una mueca que otra cosa.

Sin una palabra más, recojo todo y me subo al barco. Asumo mi puesto en los remos y dejo que su monótono y rítmico movimiento haga de bálsamo para una cabeza en la que habitan demasiadas dudas, demasiadas preguntas...

Cuando por fín podemos confiar en los vientos, dejo mi remo y me tumbo en la oscuridad. El sueño tarda en llegar y cuando lo hace no es tranquilo. Por una parte, sueño con mi madre perdida, vuelvo a notar el dolor de la separación, la angustia de no volver a verla. Otra parte del sueño hace que nos vea volviendo sin nada que ofrecer a Gunnar, siendo alcanzados por la deshonra y expulsados, negados por nuestra gente y con ello privados de una muerte que pueda agradar a los dioses, por lo que vagaremos eternamente por las nieblas exteriores. Por fin, me despierto empapado en sudor, a pesar de la noche fría. Dado que no vuelvo a dormirme, el tiempo transcurre lentamente hasta que sale el sol.

El día siguiente no se diferencia mucho. No vuelvo a pronunciar palabra alguna, cosa que tampoco hacen mis compañeros. Se nota un humor sombrío en el barco que no estimula la charla. Cuando llegamos a puerto, permanezco en pie junto a mis compañeros, mientras veo a otros partir. Mi interés se centra en Ivarr - confío en que vaya a poner en práctica la solución que nos insinuó - pienso, aunque en mi interior no permito que la esperenza crezca demasiado.

Oigo como Haakon interpela a Ishild y permanezco atento a su respuesta...

El viaje de vuelta es cansado y tenso. Cada uno va sumido en sus propios pensamientos, y la triste realidad de su fracaso inunda todo el barco. No puedo dejar de pensar en las palabras de Ívarr. ¿Qué clase de solución tendrá en la cabeza el mercenario? Sé que probablemente trata de ayudar, pero no puedo dejar de mirarle con algo de suspicacia. Son tiempos duros, y quizás podría tener la tentación de hacer caer las culpas sobre alguien para librarse de su parte.

Cuando llegamos a puerto e Ívarr desaparece rápidamente, mis dudas no hacen más que aumentar. Escudriño con atención el rostro de Ishild mientras espero su respuesta. Tal vez sea el agotamiento acumulado de la expedición, pero algo en el gesto de la pareja me hace pensar que hay algo que no nos están contando. Me contengo para no revelar mis dudas en voz alta, al menos hasta que Ishild conteste a la pregunta.

Durante el viaje la misma duda que me asolaba a mi me rondaba la cabeza vi que a Haakon también pues se me acercó para formular en voz alta la pregunta que yo también tenía. 

- Desconozco los planes de mi marido - digo manteniendo el tono normal - Ya sabéis como se toma las cosas del barco y su rango de capitán. Si no lo comparte con sus hombres.. tampoco lo compartirá conmigo. Sólo ha mencionado que estemos tranquilos... tiene un plan.. - digo y no puedo evitar negar con la cabeza. No siempre los planes salen bien - Confiemos en él - digo intentando zanjar las dudas que puedan tener. 

Durante el viaje me mantengo en mis funciones y trato de no molestar mucho más a Ivarr. Cuando llegamos al puerto y veo que han desaparecido casi todos me quedo con los rezagados. La verdad es que tenía muchas ganas de volver a casa y ver de nuevo a mis hijos... y pensaba que Ivarr querría lo mismo pero no.. ha desaparecido. 

Me acerco a Haakon y al resto de compañeros.

- Tendríamos que acercarnos aunque fuera. No me convence la idea de que vaya sólo  ante Gunnar - digo y miro a mis compañeros.

La contestación de Ishild está sobre la mesa, el grupo, en el muelle, debe tomar una decisión: acompañarle hasta donde Gunnar y ver si Ívarr está allí o volver a casa con la familia. Todos pensáis en todas las opciones posibles, en las consecuencias de cada una. Pero, a la vez, la decepción de la campaña os hace desear volver con aquellos a quienes amáis.

   A diferencia de Ivárr e Ishild y los demás, a Uthred no le esperaba una amante esposa o un par de niños graciosos con mejillas sonrojadas. La casa de Uthred era pequeña, austera y cálida. Lo suficientemente grande como para permitirle vivir a él solo. A Uthred no le esperaba nadie, no tenia familia cercana en Heiðabýr. Su familia estaba lejos, y si le esperaban o no... solo el tiempo lo dirá.

  - Voy contigo, Ishild. Pero antes voy a coger una cosa de mi casa. ¿Nos vemos aquí o directamente en casa de Gunnar?

   Uthred también tenía algo en mente. Una nimiedad pero al menos pondría su saquito de arena. El joven esperó a que la mujer, y el resto, contestaran, antes de salir corriendo hacia su casa.

No desconfiaba de Ívarr, pero me sentía muy incómodo sin conocer los planes que tenía para nosotros. El ofrecimiento de acompañarle a presencia de Gunnar era tentador, pero lo que fuera que Ívarr tenía previsto, lo descubriría igualmente tanto si les acompañaba como si no, y Ívarr no necesitaba que lo persiguiéramos como niños asustados tras las faldas de su madre

- Id vosotros. Confiaré en él lo suficiente para dejarle a sus anchas, pero tampoco perderé él tiempo. Me encontraré con vosotros al anochecer. -

Intercambió con los demás unos pocos gestos y frases de despedida y se encaminó hacia la ciudad, perdiendose de vista entre la multitud del puerto.

La respuesta de Ishild parece sincera, aunque nunca se sabe. Aún así, el fracaso del viaje ha sido culpa de todos. Tanto si Ívarr pretende sacar alguna artimaña ante Gunnar como si busca cubrirnos las espaldas, debo estar junto a él. Mi familia podrá esperar unas horas más, y cuanto antes desaparezca la incógnita de la reacción del jarl mejor.

-Te acompaño.- Mi casa está fuera, en las afueras, no merece la pena ir para regresar tan rápido. Mi voz es conciliadora, aunque en mis ojos aún puede leerse algo de desconfianza. -Sea cual sea su plan, debemos estar con él.

Tras escuchar a todos mis compañeros, sopeso los pasos a seguir. Tampoco me espera nadie en casa, de manera que por ese lado no tengo ninguna prisa por volver, no tengo familia a la que abrazar ni nadie que me espere en mi pequeña casa casi en las afueras.

Quizás sea sensato el ir con Ivarr a ver a Gunnar, mostrando así que apoyamos a nuestro capitán y que estamos dispuestos a afrontar las consecuencias de nuestro fracaso y sin embargo...

Yo creo que no iré - digo con voz pausada y mirando a Ishild prosigo - Sabes que aprecio a Ivarr y que lo apoyo totalmente, pero me pareció entender que prefería negociar él en privado con Gunnar la forma de resarcirle, de manera que si ahora nos presentamos allí, podemos estropear los planes que tenga. Veo más sensato que nos retiremos a descansar y que nos reunamos más tarde con él para ver que ha resultado. Podemos quedar al anochecer como dice Haakon.

 - Podemos estropearle los planes de negociación a Ívarr... sí. - Respondió Uthred a su compañero de armas, Harald. - Pero si no vamos, le dejamos que él se sea quien negocie con Gunnar. Si la negociación surte efecto, no habrá mayores problemas, confiemos en Ívarr. Pero... ¿Confiamos en Gunnar? ¿Que pasaría si la negociación de Ívarr no va a buen puerto? Pues que Gunnar descargará su ira sobre Ívarr. Prefiero no dar por sentado que Gunnar estará receptivo, y por eso voy a apoyar a Ívar. Aunque solo sea con mi presencia. Si Gunnar descarga su ira, que también la descargue sobre mi. Esto no es diferente a un muro de escudos, compañeros. Si dejamos solo a cualquiera de los nuestros, dejamos abierta una brecha mortal.

   Uthred trató de convencer a sus compañeros, aunque claro... cada cual podía hacer lo que le viniera en gana y él no les reprocharía nada. No en vano, cada uno de los presentes han demostrado más valor que muchos otros hombres con los que Uthred se habia cruzado. Pero pretendía, antes de separarse y hacer lo que tuviera en mente hacer, conseguir el mayor número de hombres que apoyen a Ívarr, por si el resultado de la negociación no es satisfactoria.

No te digo que no tengas razón, Uthred, pero en ese caso quizás fuera mejor que Ishild fuese con Ivarr y que los demás permanezcamos cerca, dispuestos a apoyarlo en caso necesario, pero sin entrar directamente, para no interferir.

En el fondo a mí tampoco me gusta dejar solo a Ivarr, puesto que el fracaso es colectivo y no debe cargar unicamente él con la responsabilidad, pero algo me decía que Ivarr prefería una negociación más privada con Gunnar.

Te alejas del grupo que sigue discutiendo cuál será el siguiente paso y te introduces entre el bullicio de la gente. Andas como si un espíritu te estuviese poseyendo, pues tras andar unos segundos, en lo que sería el cruce de varias calles, te detienes dándote cuenta de que has comenzado a andar si un rumbo fijo, como si una fuerza te hubiese parado. En ese momento, piensas en las alternativas que tienes, mientras algunos viandantes te miran. Notas respeto en sus ojos. Saben que eres un thurl, y la gente suele tener una especie de miedo reverencial hacia aquellos en contacto con el mundo más allá del de los vivos.

Piensas en la multitud de lugares por los que podrías empezar. Podrías visitar a algunos conocidos tuyos en la ciudad, pero la mayoría son familiares de tus compañeros de viaje y das por hecho que serán ellos quienes se acerquen a ellos; piensas en que las tabernas son siempre un buen lugar donde reunir información, aunque son lugares atestados que te desagradan por tu naturaleza más solitaria; así mismo puedes volver al puerto a preguntar en los barcos o hasta la plaza del mercado donde quizás alguien te pueda dar alguna pista.

Cuatro opciones están en tu mano. Tuya es la decisión.

Las gaviotas surcan el cielo sobre el puerto, oteando en busca de algún resto que llevarse a la boca y llenar el buche. El sonido es ensordecedor, pero sois gente acostumbrada al ruído de estos ruidosos animales. Haakon hace un rato que os ha dejado y se ha perdido entre la marabunta de gente.

Los hombres se afanan en cargar o descargar sus barcos en función de si van a partir o vuelven de viaje. Los minutos pasan e Ishild se mantiene callada, como pensando en qué hacer. Seguís con las dudas. Uhtred desea pasar por casa antes, pues tiene una idea que quizás ayude al grupo, pero quizás pierda mucho tiempo en ir hasta su casa y volver. Harald sigue dudando de que interferir sea la mejor opción, pero pese a sus palabras, aún está con el grupo. Bernt se mantiene en segundo plano, esperando a ver qué decide el grupo para ponerse en marcha, ya que su decisión parece clara. Pero Ishild no les aclara gran cosa. El tiempo es importante, pero ¿y si os estáis preocupando sin razón? ¿Y si Ívarr tiene un gran plan?

Como veáis - digo mirando a todos.- Yo iré a donde Gunnar, aunque sea me mantendré cerca para asegurarme de que nada malo pasa. No queréis acompañarme lo agradeceré y sino entenderé que tenéis otros quehaceres - digo y sonrío - No tengo intención de meterme donde no se me ha invitado. Pero no puedo evitar estar preocupada. Me mantendré lejos.

Miro a Uthred y a Bernt. Luego miro al resto.

- Si tienes algo que recoger será mejor que vayas y vengas en cuanto antes Uthred - digo asintiendo con la cabeza - Yo me dirigiré donde está Ivar.. sin llegar a entrar.

  Dicho lo cual, Uhred asintió a Ishild y a los demás, dandose la vuelta y trotando hacia su casa. Por el día, la ciudad siempre estaba vibrante. Los comerciantes gritaban sus mercancías y sus ofertas para atraer a la clientela. Hombres y mujeres realizaban diferentes labores en sus propias casas y los artesanos se afanaban en sus quehaceres, sobresaliendo el olor de las curtidurias, apestando a toda la zona de su alrededor.

  Uthred vivía cerca de una fragua en una pequeña casita de una sola habitación, tenía un pequeño fuego en el centro, protegido por un pequeño murete de piedra para calentarse en las noches de invierno y cocinar; una mesa y un par de sillas de maderas. En un bahúl, Uthred guardaba sus mantas y utensilios de la casa, y en un par de barricas Uthred guardaba alimentos imperecederos, tales como granos o legumbres, o alimentos que resistieran meses sin perecer, como quesos redondos. También tenía lonchas y largos lomos de pescado ahumado y conservado en salazón. No era exquisito con la comida, y si queria comer algo fresco, no tenía más que ir donde algún amigo le invitara a comer. Siempre habia vecinos dispuestos y amables. La casa era una construcción baja y achaparrada. Como todas, era rectandular. Construida con madera, cuyas vigas gruesas eran enterradas a buena profundidad en la tierra para asegurarlas y cuyas paredes eran hechas de paneles de mimbres de sauces o avellanos, que se revestían de una mezcla de arcilla y estiercol para soportar la intemperie. Tenía un tejado triangular, con una abertura en el centro a modo de chimenea, hecho con el mismo material que las paredes y revestido de paja.

   El joven se acercó a un extremo de la casa, donde tenía el jergón donde dormía. Allí dejó parte de su equipaje y su escudo redondo. Luego levantó una de las irregulares losas de piedra, bajo el jergón, que hacian las veces de solera, y excavo bajo la piedra hasta dar con una bolsita. Aquel era el alijo de Uthred, donde el joven guardaba los restos de sus incursiones. Volvió a aplastar la tierra y a colocar la losa en su sitio, asegurandose de que no desentonara con el resto. Y marchó de allí.

Bien, yo te acompañaré también. Permaneceremos cerca por si necesita de nosotros pero le dejamos que negocie él tranquilamente.

Tras lo cual, me eché al hombro mi equipaje y acompañé a Ishild y a Bernt hasta las cercanías de la casa de Gunnar. Uthred nos dejó para ir a su casa a recoger algo y pensé en ir yo a la mía a dejar las cosas y luego volver, pero dado que vivía en las afueras, preferí no alejarme demasiado de momento.

Mientras esperábamos, decidí compartir con mis compañeros mis pensamientos - Creo que hacemos bien en dejar a Ivarr negociar a solas con Gunnar. Le será más fácil llegar a un acuerdo en privado que en público, porque creo que Gunnar sentirá la necesidad de aparecer en público más firme, para evitar que sientre precedente, que en una negociación más discreta.

La verdad es que no estaba totalmente seguro de que eso fuese cierto y no podía dejar de preguntarme que parte sería cierta y que parte sería deseo mío.

Entonces pensamos lo mismo Harald - le digo cuando termino de escuchar sus razones. 

Cuando llegamos a la casa de Gunnar observo todo el perímetro. Saludo con un gesto de cabeza a todo aquel que pueda saludarme  pero no me paro a hablar con nadie. Me mantengo siempre cerca de Harald y Bernt. 

- Será mejor que nos quedemos cerca.- digo mirando a mis acompañantes. Busco con la mirada  a Uthred esperando que haya llegado. 

Si el ambiente no parece tenso no tengo problema en acercarme a alguna de las personas que pase por allí y entablar una conversación normal y corriente sobre cualquier tema cotidiano. Si el ambiente parece tenso me mantengo atenta junto a mis compañeros.

Me mantengo al margen de la discusión del resto sobre las razones para acompañar a Ívarr o no hacerlo. Tengo clara mi opinión, y cada uno debe meditar la suya propia; me limito a deleitarme viendo caras conocidas en el puerto, mientras el resto aportan sus razones.

Cuando finalmente nos ponemos en marcha, avanzo cerca de Ishild. Cruzo algunas palabras con ella, comentando sobre esa casa en construcción o aquel conocido común. Ella ya sabe que son parco en palabras, así que la conversación no avanza demasiado desde ese punto.

Una vez hemos llegado a nuestro destino, me hago a un lado, dejando que sea la mujer de Ívarr quien tome la iniciativa. Me entretengo acariciando mi apreciada hacha. Si las cosas van mal, puede que tenga que deshacerme también de ella para reducir mi deuda, esperemos que eso no llegue a suceder.

En cuanto pueda hablar con Ishild sin otras personas cerca tanteo su opinión. -¿Cómo ves el ambiente?