Partida Rol por web

Abres los ojos pesadamente y compruebas tu estado. Tal y como lo imaginabas, estabas acostado exactamente en la misma posición que cuando te dormiste, sin moverte un solo centímetro en todo tu sueño. Te habían dicho que los vástagos se convertían en cadáveres durmientes durante el día, pero querías comprobar que era cierto que no se movían para nada. Al parecer sí.

Te levantaste de la mullida cama donde estabas acostado y miraste a tu alrededor. Si bien el lecho donde pasabas tus días era bastante cómodo, la habitación en sí necesitaba un revoque. La humedad era notoria y en ciertas partes la pintura verde estaba descolorida, donde no se había caído a pedazos, y los pocos muebles que había parecían estar ahí puramente para tapar manchas de humedad, la cual se había extendido a estos. No sabías si en algún momento te acostumbrarías a esa visión de decadencia en la que vivías.

Saliste al pasillo del departamento después de vestirte. Era una casa totalmente vacía, con las instalaciones de gas y agua sin funcionar, y con las paredes en igual de condiciones que las de tu habitación. Lo único digno de mención era el balconcito que daba vista a la avenida Juramento por el living de la casa. Cruzando la calle, de la acera de enfrente, podías ver el Museo Histórico Sarmiento, la Segunda Capilla Tremere de Buenos Aires, y la razón por la que vivías ahí. Este edificio era un piso franco del clan, y contaba con un acceso a la cloaca que conectaba el mismo con la capilla.

Miraste por el balcón antes de terminar tus preparaciones para salir, y oh, ansiabas por poner un pie fuera de ese dos ambientes mal cuidado, y escuchaste los numerosos autos pasar por Juramento, especialmente esa esquina, que es particularmente transitada, especialmente tan temprano, solo eran las ocho y media de la noche. Tenías que empezar a ir encaminándote hacia la biblioteca de la capilla, en el museo, para reportar a sire.

Estando en el balcón, aún sin creerme 100% el estado con el cual tendría que tener toda mi inmortal existencia, puse mis ideas en claro y me calmé; mientras la brisa chocaba con mi cara, vi la Segunda Capilla Tremere, y recordé que tenía que ir cuando antes para reportarme con mi Sire.
Bajé como bien pude del apartamento y del edificio, tratando de no hacer el más mínimo contacto con las putrefactas paredes que hacían juego con una estructura fea y antigua del edificio en si. Una vez en la calle, tomé aire fresco, suspirando por lo que me iba a esperar en aquella Capilla, y fui directamente hacia allí, no sin antes disfrutar del hermoso sonido de los autos, las personas que pasaban en la otra calle; era liberador, ya que no podía poner un pie en la calle en todo el día por mi salud, esta era mi única oportunidad de aprovechar mis minutos afuera, siendo algo "normal", pero claro, el trayecto era corto, 1 calle era la que separaba la residencia de los Tremere de la Capilla de los mismos, así que sin demorarme, caminé hasta la entrada y aprecié la hermosa estructura de una de las bases del clan disfrazada de un museo; entré rápidamente y contemple la gigantesca recepción, pero no me entretuve demasiado, serían vistas que iba a ver de seguro una y otra vez, así que me dirigí directamente a la biblioteca, donde esperaría mi sire, para reportarme y escuchar lo que tenía para mi

Entras al museo como quien lo posee. Después de todo, técnicamente tu estirpe eran los dueños. Bueno, en realidad el estado, pero nadie sabía que había un grupo de chupasangres viviendo ahí, usando un símbolo del barrio de Belgrano como su sancta sanctorum. De alguna forma sabías que si las logias masónicas de Buenos Aires se enteraran de esto les daría un paro epiléptico de envidia.

La recepcionista no hace señas de reconocer tu existencia. Simplemente pasas sin pagar la entrada y no mucha gente se fija en vos. Debía tener alguna clase de hechizo o ritual para que las cosas pasen así, pero no estabas seguro. Ahora que te habían introducido a este mundo, y por cómo funcionaban las cosas en este lugar, todo te parecía magia.

Pasas por las salas dedicadas a Domingo Faustino Sarmiento y te diriges hacia una puerta que reza “solo personal autorizado”, que es la sala de archivos, donde esta vez el guardia de seguridad sí te reconoce, y te sonríe y saluda, mientras abres la puerta. El lugar está lleno gabinetes y archivadores, cubiertos con densas capas de de polvo, no fue limpiado en décadas por lo que te parece, de hecho estabas seguro que si te metías por los pasillos laterales encontrarías densas telas de araña. Pero ahora mismo simplemente doblaste a la izquierda en el tercer y anteúltimo pasillo y te metiste por otra puerta de roble. Ante ti se abrió un descanso que llevaba a unas escaleras que bajaba al sótano. Una vez que las caminaste, estuviste en la Segunda Capilla Tremere de Buenos Aires, más concretamente en el recibidor de la misma.

El lugar estaba bien decorado, nada que ver al piso franco al otro lado de la calle. Los colores marrones, de la madera, y rojos, de la alfombra y otros detalles, predominaban fuertemente. A la derecha podrías ir al salón principal de la capilla, si seguías hacia el frente tendrías las habitaciones, y a la izquierda tenías la biblioteca. Entraste por ahí y te encontraste con una pequeña sala donde se guardaban alrededor de 300 libros de diferentes asignaturas. Sabías que alrededor de 50 eran de conocimiento oculto, e incluso que al menos 25 no eran charlatanerías. O al menos eso decía tu sire, la cual se encontraba de pie, al lado de uno de los estantes, con un libro en mano que se titulaba “The Origins of the War of 1914 by Luigi Albertini”. —Es increíble como los mortales se las arreglan sin ayuda para conducir el mundo a ciertos acontecimientos, ¿no? — Te pregunta con una sonrisa irónica al verte.

-Hablas como si nunca fuiste una mortal, ¿No naciste como humana?-

Dije con mucha curiosidad en mi ser, pero más que nada era una pregunta para evitar la misma contestación de la anterior, parecía ofensiva, dirigiéndose a lo que algún día fui, un humano mortal y en cierto sentido, la manera de dirigirse a ellos aún no lo toleraba del todo, pese a que en ese momento realmente no sabía en que bando estaba. Sin esperar la contestación de ella, dado a que realmente no me interesaba, solo quería escapar de el cuestionamiento anterior, analicé la portada de su libro, y decidí dirigirme a ella de nuevo con lo siguiente:

-¿Con que el origen de la primera guerra mundial eh? Mmmm...Luigi Albertini, espero que no haya escrito la patraña de que se desencadenó por el asesinato de Francisco Fernando de Austria; digo, pese a que fue así, creo que fue obvio que no fue acto de un individuo, si no del egoísmo y avaricia de muchas naciones poderosas. Me pregunto si ustedes los Vastagos han participado en esa guerra como en la segunda, sería...curioso jajajja.-

Refugiándome entre risas, busqué una respuesta concreta a mi pregunta, quería saber cuanta influencia tenían los Vástagos en general en el mundo, ya que ahora soy uno de ellos, quería saber contra que me enfrentaría si algo malo sucediese; el mundo normal es peligroso, y ahora sabiendo de la existencia vampírica y que yo soy uno de ellos, no me hace sentir más cómodo mi lugar en el mundo. Una vez concluí mi respuesta, me giré, mirando a los enormes estantes de libros, disimuladamente intentando identificar algún libro importante y deducir si tendría algún tipo de información de los vampiros en esa era, necesitaba saber, quería sentirme seguro en mi medio, aunque por ahora solo trataba de acomodarme lo más posible.

Desvías la mirada después de hacer tus comentarios, buscando libros específicos por el lugar. Sin embargo, de alguna, sientes los ojos de tu sire, Tatiana, clavados en tu nuca, lo que casi te hace arrepentirte de haber abierto la boca de esa forma. Pasan un par de segundos incómodos, en los cuales finges estar interesado en una copia del Malleus Maleficarum que encuentras en el lugar. Finalmente, la mujer rompe la tensión.

—Todos nacimos como humanos. — Te dice de forma cortante. —Después de todo, no nos podemos reproducir como vástagos. — Hace una corta pausa en la que pone una mueca. —Y la obra de Albertini es un gran documento de historia, no hables así del mismo. — Comenta volviéndolo a poner en su lugar. —Para responder a tu pregunta, casi ningún vástago participó en la política que llevó a la primera o a la segunda guerra. De hecho, ambos conflictos fueron en contra de todos nuestros intereses. Pocas cosas pueden matar a un vampiro, y las bombas cayendo de forma aleatoria sobre ciudades es una de ellas. De hecho, muchos huyeron de Europa en cuanto tuvieron la oportunidad, dejando cientos de años de planes y actividad atrás. —

—En fin. Te cité hoy porque tenemos una cita. Nos vamos a encontrar con un grupo de personas hoy. — Comenta como si nada.

Mirando el libro, letra por letra, sin apartar ni un milímetro la mirada, dado a que sabía que ella estaba clavando su ojos en mi nuca, no quería girarme, no podría aguantar la tensión del momento, hasta que mi Sire rompió el hielo diciendome varias cosas de los vástagos y haciéndome referencia de sus nulas participaciones en las guerras, pero, muy lejos de decir algo coherente y serio, decidí, o mejor dicho, se me salió la primera estupidez que cruzó en mi mente.

-Los vástagos...Osea, nosotros, ¿No nos podemos reproducir? Y como hacen para aguantarse las ganas jajajaja...ja...ja...- Decía riéndome con potencia y desapareciendo lentamente gracias a que...Joder no hizo ni puta gracia obviamente.

Estaba nervioso, no se como se iría a tomar mi Sire esa pregunta, pero decidí ignorar completamente lo que dije y proseguir con el tema.

-Emmm...No digo que el autor es malo, solo que si escribió lo que dije, no debe de ser muy ilustrado...¡Pero tranquila! En ningún momento dije que es mal escritor...-

No se quien era el autor, y tampoco me interesaba, solo fue una de mis tantas preguntas random que se me ocurría en momentos como este, aunque fue bueno obtener la información de que los Vástagos no son todos agresivos, o al menos la gran mayoría en ese momento no lo era, parecían gente con mas humanidad que muchas personas que conozco yo...
Tras maquinar la situación de la sociedad vampírica y que clase de "personas" me encontraré en ella, se me vino en la cabeza lo último que dijo, pero que por eso no deja de ser lo más importante; y es que...¿Una visita? ¿De quien?.

-¿Una cita? Jeh, wo no vayas tan rápido...Es mentira...No me mates por favor...Pero enserio, ¿Quién nos visitará? Espero que no sea alguien importante, no me puse guapo con las cosas que tengo en mi habitación- Decía con tono sarcástico dado a que mi habitación...Bueno...Es un basurero con cama.

En todo caso, en mi cabeza solo cabía la incertidumbre de quien podría ser el que vendría, o mejor dicho quienes...Desde que soy Vástago no paran de sorprenderme las cosas que suceden a mi alrededor, y solo esperaba que este grupo de vampiros supongo, no me de una sorpresa fatídica.

—No, no podemos. — Dice cuando le preguntas sobre la reproducción, ignorando tus bromas. —El único fluido que poseemos es sangre, así que… se complica. — Tampoco hace caso a lo que decías sobre el libro que andaba leyendo, y simplemente pone una expresión de “Dios los cría…”.

—No nos van a venir a visitar, casi nadie de afuera es permitido dentro de la capilla, y nadie fuera del clan conoce la ubicación de los pisos franco. — Hace una pausa, la cual usa para acercarse un poco a vos. —No, vamos a ir nosotros a Floresta, donde nos esperan. — Eso hace que levantes una ceja. El barrio de Floresta queda en zona sur, y no es una zona particularmente bonita, por lo que te sorprende que tengan asuntos que atender por ahí. —Y tranquilizate. — Dice poniendo una mano en tu hombro. —No te voy a matar. Te aprecio un poco más de lo que parece. — Eso de educar a alguien por meses hacía que te encariñes y todo.

Pero hasta ahí llegó la bondad. Acto seguido retiró su mano de tu hombro y te dijo que si querías podías sacar el Malleus Maleficarum de la biblioteca —pero cuidalo con tu alma, o ahí sí vas a estar en problemas. —.

-Así que solo tenemos sangre, ¿Eh? Eso explicaría el porque no se me ...ejem...-

Pese a que mi preguntar haya sido más que nada producto de mi estupidez, me decepcionó saber que mi órgano reproductivo iba a estar eternamente "dormido"...Vamos, no mas sexo para toda la eternidad ¿Cómo alguien puede vivir sin eso? Dios mio.

Mientras mi Sire se me acercaba, pude escuchar que teníamos que ir a Floresta, ese barrio un poco...cutre en pocas palabras ¿Que haríamos en un lugar como ese? ¿Que clase de personas podríamos encontrarnos ahí? y ¿Qué clase de negocios o conversación tendría que ejecutarse en un lugar apartado y olvidado como es Floresta? Muchas preguntas que decidí no decir, de seguro se responderán con el tiempo, solo guardé silencio para esperar en un futuro saber de que se trata...o no vamos, estamos hablando de mi por favor.

-¿Floresta? ¿Enserio? Que carajo vamos a hacer ahí,¿Tan importante...o no, es el tema para ir ahí?...Esto se vuelve cada vez más loco.-

Una vez ella se me acercó, puso su mano en mi hombro, y me dedicó ese "Halago" me sentí más seguro, al menos mi Sire sentía aprecio por mi, como yo por ella, pero decidí guardar silencio, muchas bromas y sarcasmo por unas horas, a lo que después de escuchar de ella que podía quedarme el libro, lo agarre entre mis manos con más fuerza; y preguntando, luego de la amenaza por si perdía ese libro, lo siguiente:

-¿Tan importante es este libro para ti?...¿Qué tiene de especial? Acaso...¿Acaso lo que dice acá es cierto?-

Mirando con gestos evidente de curiosidad, mis ojos solo tenían en mente al libro, ya que este trataba sobre los vástagos, si este era real o al menos algunas factores del mismo son verídicos, tendría una gran fuente de información de los mismos a mi alcance...

Esperando las respuestas de mi Sire, me acerqué a la puerta de salida, esperando a ella para ir a Floresta dado que no sabía bien el camino.

—Sí, hay que ir. — Te menciona tu sire acompañándote hacia la puerta de la habitación. —Y realmente no es que el Malleus tenga algo importante, es solo un tratado sobre la caza de brujas escrito y usado por la inquisición para identificar y quemar a sus víctimas. No es ni de lejos el mejor libro sobre ocultismo, pero es un gran lugar donde empezar, vas a encontrar cosas que son ciertas entre todo el palabrerío que tiene. — Tatiana hizo una pausa. —No, es importante porque es viejo y porque técnicamente yo soy la que la está sacando de la biblioteca para prestártelo, ya que los chiquillos no tienen permiso para llevarse libros de la capilla, por lo que me estás haciendo responsable frente al Regente. —

Sabías a qué se refería. Si bien tu sire no te mataría porque le caías bien, no estabas entéramente seguro de que el Regente sea igual. No porque sea un déspota, sino porque Gustavo Burwick, máxima autoridad de la Segunda Capilla Tremere de Buenos Aires, era un fanático total de las reglas y la seguridad, con una mirada de acero permanente, y con una adoración por la pirámide, la jerarquía interna del clan. Realmente no querrías ir contra él ni encontrártelo en un mal día, y todavía recuerdas aquella noche en la que te abrazaron y despertaste en la cama de piedra, frente a él, quien hizo de maestro de ceremonias en el ritual donde tuviste que beber su sangre en un cáliz.

En eso pensabas mientras salías de la Capilla junto con tu sire, con el Malleus bajo tu brazo, bien resguardado, hacia la calle. —¿Vamos en tu auto en el mio? — Preguntó Tatiana.

- Me hago cargo.- Le digo a Tatiana para que no se preocupase del libro, aunque en realidad el preocupado era yo. Aún estaba reciente mi llegada al clan y no era bueno permitirme fallos. Prefería no saber qué le ocurren a los vástagos que decepcionan a sus sires.

Introduzco el libro en el maletero de mi coche.

- Si no te importa, conduzco yo.- Me siento en el lugar del conductor e instintivamente, reflejo de mi anterior vida, me pongo el cinturón. Me doy cuenta de que es algo ridículo proteger tu no-vida cuando me mira mi acompañante.- Ehh...Ya sabes, las multas...- Intento no parecer tonto de remate.- Procuro parecer un ciudadano ejemplar. Fijate que pago impuestos y todo.

Tatiana asintió y te siguió al auto, dejándote marcar el camino. Lo tenías aparcado frente al piso franco de la Capilla. Subiste junto con tu sire y te pusiste el cinturón de seguridad automáticamente, a lo que diste explicaciones a tu sire, la cual te recibió con una sonrisa, divertida con tus excusas, antes de imitar tu gesto y ponerse su propio cinturón. —Un choque a sesenta kilómetros por hora no es algo que alguien, ni siquiera un vástago, pueda tomarse a la ligera. — Te recordó, y era cierto, salir volando por el parabrisas no era tu idea de diversión.

La mujer te guió por las calles de la capital. Todavía había algo de tránsito en el área, era temprano. Desde Libertador hasta la avenida Rivadavia, no dejaba de haber un caudal constante, aunque tolerable, de vehículos en las calles. Buenos Aires era una ciudad que dormía tarde. Cuando llegaste al barrio de Floresta, sin embargo, todo pareció callarse repentinamente. Los edificios iban haciéndose más chicos hasta que todos eran negocios y casas de una planta, con primer piso mucho como mucho. La calle tenía esa sensación de poca amabilidad pero desértico a la vez, sin un alma a la vista pero algo te decía que si te ponías a caminar por fuera de la avenida era probable que te asalten. La verdad no te sorprendía para nada. Habías escuchado ya de Floresta y su nefasta reputación, por lo que lo único que estaba pasando era que confirmabas tus sospechas.

Finalmente llegás al lugar indicado, a media cuadra de Rivadavia. Te encontrabas enfrente de lo que parecía haber sido alguna clase de negocio nocturno, ya sea bar o boliche, deshabilitado y medio destruido, con algunas ventanas de vidrio rajadas, y un cartel que rezaba "T(ilegible)ing", y en la puerta había letreros de "clausurado". Chequearías la dirección para saber si estabas bien, si no fuese porque entre todos los autos estacionados en frente del edificio, había un Mercedes Benz gris del que se estaban bajando dos tipos bien vestidos. Al verlos tu sire te dio un codazo para que prestes atención.

—Ese es Franco Rivadavia, del clan Ventrue. A su lado debe estar su chiquillo. — Te susurró mientras estacionabas cerca.

Abro los ojos y me quedo paralizado unos segundos. Siempre me cuesta discernir si me he despertado de un sueño, si estoy todavía en él o en qué lugar estoy. Una vez comprobado que sigo siendo un vástago Tremere y que por tanto la noche es mi aliada, me levanto para comenzar las tareas encomendadas por la Príncipe.

Me arreglo y adecento dispuesto a coger el coche para desplazarme a Floresta, y en concreto al local medio ruinoso donde tuvimos la primera reunión. Confío en qué el resto aparezca, al menos Ramiro que quedé explícitamente con él.

Subes al auto, donde encuentras que todavía tenés el libro de Malleus Maleficarum que sacaste ayer de la capilla en el asiento del acompañante, y emprendes el viaje hacia el bajo flores.

El barrio está igual que ayer, con una pinta horrenda, decadente, y oscura, y tu dominio y el de tus compañeros neonatos seguía justo como lo dejaron: cayéndose a pedasos. Al entrar descubriste que aún no llegaba nadie.

En fin...Al final he llegado el primero.

En cierta manera, no me gusta el barrio. Sin duda en mi anterior vida ni se me habría ocurrido pasar por aquí, a no ser que acompañase a algún político a buscar votos bien escoltado por guardaespaldas; creo que sería un lugar peligroso para gente como yo.

Al menos antes.

Visto que Floresta no me ofrece gran cosa, saco el Malleus Maleficarum para echarle un ojo. Siempre es interesante cultivarse un poco y ganar en conocimiento, más que nada porque la no-vida se puede hacer larga y duradera, por tanto hay que esforzarse en avanzar y subir escalones en el clan. En mi anterior vida podía quedarme tranquilamente analizando a políticos desde una posición cómoda lejos de la acción, pero aquí estoy metido de lleno en el centro del meollo, asi que más vale ponerse las pilas.