Partida Rol por web

La visión de la biblioteca le resulto totalmente fascinante, sin duda su madre se sentiría realmente celosa de aquella maravillosa estancia. No solo destacaba por la magnificencia de su arquitectura con aquellos impresionantes techos abovedados si no por la cantidad de ejemplares que cubrían las dos alturas de estanterías.

Se acerco a una de las estanterías y comenzó a recorrer la estancia acariciando los libros con las yemas de los dedos suavemente, sintiendo el tacto del cuero encuadernado. Sin duda aquel lugar iba a convertirse en su favorito. Tras dar un vistazo general al lugar anotando mentalmente alguno de los ejemplares que sin duda regresaría para estudiar más tarde se concentro en la tarea que le había llevado allí.

Sentía curiosidad por descubrir más acerca del desaparecido Marques, su padrino siempre le decía que la manera de esconder algo que no quieres que nadie encuentre es hacerlo a plena vista. Y eso estaba buscando ella en la biblioteca, algo que pudiera querer esconder su pariente y que nadie fuera a buscar en un lugar como aquel. 

Las estanterías se extendían frente a Prudence, resultaría complicado rebuscar entre los libros con tan poco tiempo, era cierto, puesto que aún quedaba la comida, a la que la llamarían dentro de poco tiempo.
Siendo así la joven decidió apostar por una búsqueda medianamente superficial y se diriio a los últimos estantes, desde los cuales empezaba a buscar, en los estantes que más cerca estaban del suelo y por encima de su cabeza, si eran cosa que el marques buscaría habría cierto efecto, puesto que eran partes que a pesar del cuidado recibido tendían a acumular polvo, no así los libros y cuadernos que se movían, los cuales terminarían siendo siempre un tanto llamativos, no tendrían polvo.
Confiando en ello continuo su búsqueda un tanto apurada, cuando entre movimiento y movimiento, mirada y mirada, toque y toque, yendo ya por la quinta estantería buscada, se encontró con algo interesante o no tanto, un libro de título más bien sencillo y poco llamativo “storia-dell-agricoltura” decía por encima, como único título en letras doradas sobre el cuero verde que constituía su tapa y no habría llamado atención de no ser por ser el único libro limpio de polvo en una fila de libros más bien olvidada de la biblioteca, estaban cerca a la pared.
Debía ser eso lo que ella buscaba, paso los dedos por encima de las aparentes hojas yentonces noto una cosa.
Madera.

Lionel observo atentamente a Edgard mientras este hablaba, asintiendo un tanto y pareciendo pensativo, un poco preocupado. Y hubiere seguido así de no ser por las últimas palabras de su interlocutor, entonces su paso se congelo y miro alrededor preocupado, su expresión controlada se perdió, y en su mirada asomo un rasgo de turbación, ese rasgo de desmiente cualquier negativa antes de salir, el final de sus palabras solo servía para hacerle sospechar. -Es... –suspiro y hablo sin mirar a Edgard- temo que me llego una carta antes de salir en camino aquí… si le mando a usted lo mismo que a mí decir que lo habría considerado loco no le sorprenderá, contaba una historia demasiado horrible para mí –termino al fin – pero desde que he llegado aquí parece haber algo incluso peor que lo que él dijo –miro de vuelta a Edgard -¿desea verla? Puedo hacérsela llegar, está escrita para mí pero quizá usted pueda entenderla incluso mejor, no creo que mi tía haya recibido nada más, de haberlo hecho no habría venido… creo yo.

- ¡Oh! - suspiro Pridence cuando se dio cuenta de aquel minusculo detalle.

Al principio se quedo quieta con la mano sobre el "libro" barajando las posibilidades. Miro a su alrededor asegurandose que nadie habia entrado y que la puerta permaneciera aun cerrada antes de atreverse a tirar del libro llevada por su insaciable curiosidad. 

No estaba segura de lo que sucederia pero en su hogar habia objetos asi, estos daban acceso a los laberinticos pasajes que recorrian el lugar, quiza se equivocaba y solo fuera una manera de ocultar algo. Esperaba no estar haciendose falsas ilusiones y obtener algo.

El objeto cayo al suelo con un sonido seco y hueco, no era la entrada a un pasaje como Prudence había pensado sino una caja... Una caja de madera haciendose pasar por un libro.

Releí la carta intentando encontrarle sentido, me recosté en el sofá con la mirada perdida, con las últimas palabras resonando en mi cabeza:
"Busca los diarios"
¿Qué diarios? ¿De qué diablos se trataba todo aquello? ¿Qué era lo que se debía pagar?

Todo me sonaba una locura, pero a la par, tal y cómo estaban transcurriendo las cosas, se me tornaba demasiado real.

Lirio, tenía que hablar con ella de una vez por todas, ella conocía al Marqués, y estaba seguro que me ocultaba información. No podía demorar la charla ni un minuto más.

Me levanté, doblé la carta y la metí en el bolsillo del pantalón, me volví a poner la chaqueta y salí de mi habitación con cautela, en dirección a la habitación de enfrente, la de Lirio.

Suavemente, aguantando un poco la ansiedad que tenía, llamé a su puerta.

La puerta se abrió casi enseguida y frente a tus ojos apareció Lirio, estaba preciosa con un hermoso –y escotado- vestido azul haciendo juego con sus ojos.
-Lord Wellington –sonrió de manera agradable, pareciendo aliviada – Adelante –dijo, antes de cerrar la puerta, parecía un tanto calmada pero sus ojos brillaban extrañamente -esta habitación la eligió Kimberlein, tiene un sentido del humor bastante particular , por favor tome asiento– te comenta, acomodándose y mirándote - pensaba ir a verle en un momento, pero veo que ha tenido la idea antes que yo –sonríe, es un poco evidente que quiere contarte algo, pero que puede permitirse escucharte.

Levemente decepcionada se agacho a recoger la caja, maldiciendose al mismo tiempo por haberla dejado caer al suelo provocando semejante ruido. Una vez con la caja en sus manos giro dirigiendose a uno de los asientos que estaba proximo a ella acomodandose en el.

Dejo la caja reposar sobre su regazo unos instantes acariciando la tapa, pasados unos instantes se decidio por fin a abrirla.

Al detenerse su interlocutor, Edgar volteó para mirarle con expresión apacible. Asintió a las palabras de Lionel, brindándole una sonrisa reconfortante.

-No tema, amigo mio. Cuando menos, por el momento. Aunque nos hallemos ante un misterio de sombría condición, el temor no servirá en beneficio de nadie. Tendría mi más sincero agradecimiento de permitirme tener acceso a dicha misiva. E insisto en que no ha de preocuparse en demasía, pues confío en que, por medio de la templanza unida al buen juicio, será posible desentrañar las incógnitas que nublan esta reunión.

El eco de la caída se escuchó unos segundos más, amplificado el sonido por el ambiente cerrado en el que se hallaba, aun así nadie acudió lo que fue un alivio.

Pero cuando al fin Prudence se decidió a abrir aquel bonito material, y lo hizo, encontró en el interior de la caja un enrollado de hojas atados con una cinta roja y al lado de las hojas un aro de bodas, sin dudas femenino y sin lugar a dudas… familiar. 

En ese momento la puerta de la biblioteca se abrió, dando paso al ama de llaves, que dirigió sus ojos a la joven dama.

-Mi lady -dijo sencillamente a modo de saludo, tenía una voz impersonal - Debería subir a prepararse, la comida estará servida en quince minutos y su excelencia posiblemente vaya a buscarla pronto.  

El joven asintió pareciendo aliviado en cierto modo, y miro en tu dirección unos segundos después,

-Se la haré llegar tras el almuerzo –prometió, serenamente antes de mirar al frente –Espero que podamos desentrañar todo esto muy pronto, sería bueno que así fuera. -comento pensativamente antes de mirar hacía una esquina, donde un reloj se movía de un lado a otro -¿Creé usted que deberíamos volver? Si ellos siguen el horario de Tristan, la comida sera pronto, ...

El señor Jeckings inclino la cabeza levemente.

-Me alegra ser de ayuda, señora -contesto , antes de mirar a un reloj que estaba en una esquina y decir -aun faltán quince minutos, quizá desee a su habitación si lo ve necesario...  con su permiso -hizo una ultima inclinación de cabeza, antes de retirarse de la habitación, tenía que asegurarse de que las cosas para la comida estuvieran perfectas..  

Cuando el ama de llaves entro alzo la vista con naturalidad mientras cerraba la tapa de la caja como si se tratara de un libro. 

- Gracias - dijo como única respuesta.

En cuanto volvió a cerrar la puerta al retirarse se levanto con la caja en sus manos. No estaba segura si sería buena idea llevarse la caja con ella pero quería examinar el contenido de las hojas y la alianza. Había estado a punto de cogerla cuando la ama de llaves apareció en la biblioteca y aun sentía la necesidad de hacerlo. Así que tras una larga y profunda respiración tomo bajo su brazo la caja y regreso a su habitación.

Aún quedaban quince minutos para la comida, el señor Jeckings abandono la sala insinuando que podía volver a mi habitación. La verdad, después de lo que me acababa de ocurrir allí no tenia ganas de volver a estar sóla en el dormitorio, así que decidí descubrir un poco más de la casa.

Acabe mi te y salí tranquilamente del recibidor, caminando con calma hacia el comedor mientras me detenía en los pasillos observando cualquier obra de arte que me llamara la atención.

Hube de contener el aliento al ver a Lirio frente a mí, tan hermosa como estaba.

-Señorita Beaumont- Hice una leve reverencia y entré.

Me senté frente a ella, aunque mi postura no era cómoda, las piernas abiertas, el cuerpo algo echado hacia delante y las manos en tensión sobre mis rodillas, no encontraba la manera de empezar la conversación, mi cerebro seguía resisitiéndose a admitir todo lo ocurrido.

Mi cabeza permanecía gacha mientras empecé a hablar
-Yo… desde que llegué… - dudaba cómo empezar, hasta que decidí ir al grano -¡oh! Al diablo con todo- erguí la cabeza y la miré directamente a los ojos – Señorita Beaumont… Lirio… Sepa usted que no soy de los que creen en supercherías o tonterías sobre el más allá, pero desde que hemos llegado, no han dejado de acontecer sucesos a los que, por más que lo intento, no les encuentro explicación: susurros fantasmales, ese frío anormal, la constante presencia de alguien a mi lado… - levanté las cejas - y sé que usted lo ha sentido también.-

Inhalé profundamente, crucé las manos sobre mi regazo y continué.
-Y si bien no quiero creer que me oculta información a sabiendas, no intente negarme que sabe usted que está pasando, o, como mínimo, que tiene cierta idea de con qué estamos tratando, ya sea de este mundo o no…

Dejé la frase en el aire, incitándola a hablar.

-Ningún caballero puede recurrir como es debido a su intelecto con un estómago vacío, y jamás me perdonaría faltar a una oportunidad para saciar apetito alguno sin causar controversia ante mis pares-asintió alegre, juzgando adecuado considerar resuelto el asunto por el momento y no inquietar más al muchacho-. O, lo que es honroso en igual medida, hallar nuevas formas de causarla-rectificó con una sonrisa, inclinándose hacia el felino para invitarlo a acomodarse en su brazo libre.

El felino maullo al ver el brazo extendido de Edgard, un único maullido y no parecía tener mas intención que eso, entonces se acomodo, pasando una y otra pata sobre el brazo de Edgard hasta al fin, subirse bien a él, y acomodarse hundiendo un par de garras en la ropa del caballero que lo llevaría, miraba inteligente a su alrededor. 

El joven, que había visto aquello y sonreía por las palabras de Forrester, volvio a hablar.

-Volvamos entonces- palabras sencillas, pediría a alguna doncella de la casa o al mayordomo que llevara la carta si su tía se mostraba insistente en contar con su presencia. 

Y así se retrocedio en sus pasos.

Los pasillos eran amplios y se permitían albergar bastantes obras, fue así que mientras Anabelle caminaba por los pasillos pudo ver numerosos cuadros, sin duda originales y de buen gusto, la mayoría cumplía con los exquisitos y recargados gustos comunes de la clase alta inglesa.

Algunos cuadros, en cambio, habrían de pertenecer a esas nuevas escuelas que parecían ser simplemente pintura lanzada sobre el lienzo, pero cada quien gastaba en lo que podía.

Había bonitos espejos de marco dorado en algunos pasillos, y cada esquina tenía el obligado jarrón de flores bien a la vista para adornar con algo de perfume natural los recargados pasillos del Lynd.

Continuaba Anabelle su paseo cuando a su paso apareció Terrence de la Croix, traía una sonrisa cortes, aunque parecía más bien distraído, puesto que al verla pareció sorprendido aunque no por ello menos amable. 

-Señora Hughes, que sorpresa ¿va al comedor?- pregunto. 

Prudence llego a su habitación sin contratiempo alguno, debido al tamaño de la casa era a veces posible cruzar u par de pasillos sin toparse con ningún sirviente, pudo acomodar el falso libro, que ya tendría tiempo de leer, en donde mejor le pareció y solo hubo de esperar unos minutos antes de que un toque viniera, de vuelta a su puerta, la duquesa, sin duda. 

Acomodada en el divan color crema frente tuyo, Lirio te escucho atentamente y sin interrumpir ninguna palabras tuya, parecía pensativa, aunque a cada intención de hablar parpadeaba para detenerse, supo mantener tu mirada bastante bien.

-Si, lo he sentido -contesto al final - por favor, tiene usted que creerme, al igual que usted no... no creo en supercherias, soy una mujer londinense, siempre pensé que las historias de Tristan eran eso, solo historias, pero yo... - aunque su expresión era tranquila, podía notarse la tormenta en sus ojos, ese saber si por algún azar has tenido algo que ver con la desgracia de alguien a quien quieres, ese no estar seguro de haber actuado bien y temer que ya sea tarde- comencé a sospechar cuando el desapareció y no vino a verme como había prometido, le diré lo que sé, pero no creo que sea la historia completa -tomo un respiro y parándose camino por la habitación mientras hablaba, era evidente que estar sentada no podía -no debo repetir que esto no debe salir de aquí, porque la historia empieza con un secreto que arruinaría la reputación de los Lyndbrooke para siempre y que lo que sé es el resultado de las historia de Tristan la última vez que vino a verme. 

-El marques, mi ... padre... asesino al padre de Tristan... y también a su madre- aunque miraba desde su posición, en cierto modo pálida -  debía de odiarle, demasiado para su propio bien, y se lo confeso en un arranque de crueldad a mi primo... Tristan quiso asesinarle en aquel momento y el cielo sabe que debería haberlo hecho, pero entonces... un ser salido de pesadillas, una mujer tan hermosa como terrible apareció ante él... y tomo al márques por el cuello y lo mato, tras gritar acusaciones que nadie en esta casa habría entendido -sacudió sus manos, como tratando de recordar -ella dijo...- entonces lo notaste, una vez más aquel frio y la sombra acercandose a Lirio, y entonces las palabras.

"tú, tú maldita vivora nacida de los huevos de ese demonio has de morir -Era la voz de Lirio, no había duda, pero también... caída leve en el tono, esa maldad latente bajo la superficie y que Lirio de repente pareciera mas palida que nunca, la voz contenía emociones que no podían ser suyas - vosotros sangre infame me lo habéis quitado y pagaréis, tu tiempo ha acabado... conde Brooke, ha acabado y como los otros que comparten tu sangre tu también morirás..."

El frió se fue tan pronto las palabras cesaron, pero Lirio estuvo a punto de tropezar, se llevo una mano al pecho y parpadeo como tratando de ubicar algo que ya se había ido lejos para esos momentos. 

-La mujer desapareció y al poco tiempo, Tristan fue declarado nuevo marques... -te miraba y parecía que podía ponerse a llorar- y al poco tiempo ella volvió con él, anunciándole que el viviría como nuevo márques pero que ella volvería para quitarle la vida tal y como lo había hecho con los otros antes que él... que pagarían por lo que un antepasado le había hecho a ella... al enviarla a la hoguera -sus ojos comenzaban a brillar- era una historia digna de un loco, pensé que Tristan había caído victima de esos influjos que someten a veces la voluntad de los hombres, yo... hasta hoy no había sentido que podía ser verdad-volvió a sentarse en el divan, mostrando al fin que el estar en ese lugar era quizás mucho más doloroso de lo que habría creído uno al principio- dijo que había hecho un trato con esa mujer, tras una historia casi demencial que ella le había contado, de devolverle y liberar lo que se le había hecho, a cambio de que ella dejara de alterar la vida de los Lyndbrooke, no era que le preocupara su propia vida, que también, sino que a veces ese ser... esa mujer... extendía su poder e influencia a otros hijos de la sangre Brooke, han sido condes desde hace siglos , piense en todos los familiares que han de tener y las muertes, le mostró todo eso y Tristan siempre ha creído en su propia fuerza... y hoy en el salón, cuando todos se asustaron yo... yo le he visto... sé que esta vivo, pero Dios mio - poco a poco había perdido su propio control , se cubrio el rostro con ambas manos para ahogar un sollozo - creo que le falta poco para morir.