Partida Rol por web

Había algo dentro de Donovan que luchaba por salir, pero sabía que no sería una buena idea que eso ocurriera. Bullía en su estómago, y ascendía como una bala por su garganta hasta su boca, pero la parte más sensata del joven le decía que se mantuviera callado y no metiera la pata. Pero esa parte de su cerebro era muy pequeña comparada con la gigantesca sección que le decía "métete en líos". Así que, finalmente, se dejó llevar y abrió su bocaza.

- Joder, Montana - dijo, riendo levemente - ¿De qué anuncio de Marlboro te has escapado, tío?

Muy satisfecho consigo mismo de la broma que acababa de hacer, se encogió de hombros y se acercó al coche. Sabía cómo eran esas cosas: un gordo le ofrecería trabajo, y si no le cuajaba le diría que no. Luego él insistiría y obligaría a sus hombres a meterlo en el coche, pero él ya estaba preparado para cuando eso sucediera. Conectando mentalmente con la pared de ladrillos a su lado, se preparó para defenderse.

- Usted dirá, señor importante - dijo, cruzándose de brazos y mirando a la ventanilla.

Montana se mantuvo callado, pero parecía satisfecho con tu comentario.

Cuando miraste, viste que en el interior de la limusina había un hombre vestido de forma elegante y con un sombrero calado que impedía que se le viera bien la cara.

Sr. Donovan, es un placer conocerle- Por el tono de voz dirías que estaba contento.

Si es usted tan amable de subir al coche me gustaría proponerle un negocio

Durante unos segundos, Donovan se mantuvo en silencio, meditando qué respuesta dar al tipo que podía permitirse una limusina y contratar gente para que le hiciera el trabajo sucio. Años atrás él mismo había sido uno de esos tipos, pero aquello se había quedado atrás, y ahora era alguien nuevo. Pero había costumbres que costaba olvidar.

- Mientras no me ofrezca caramelos, tengo unos minutos para usted - respondió, metiéndose en el coche. Había decidido seguir usando el trato de educación que el hombre había tenido con él, así como tutearlo si el tipo con el sombrero calado lo hacía. Había que sentar las bases desde el principio.

Además, no tenía problemas en meterse en el coche. Él era una bestia de las junglas urbanas. ¿Meterlo en un vehículo de metal e intentar hacerle daño? Iba a ser muy divertido si eso es lo que iba a ocurrir.

Montana te abrió la puerta del vehículo para que pudieras subir, luego de que tu subieras, él se sentó en el asiento del copiloto.

Mi nombre es Mister Grande y me dedico a los negocios.- La presentación fue escueta y te recordó a la de Alcohólicos Anónimos o a uno de esos programas de salsa rosa.

¿Le podemos dejar en algún sitio? Así podremos aprovechar el viaje para hablar – Te preguntó

Mientras esperaba a que te pensaras el sitio donde quería que te llevaran, continuó con la presentación

Tengo varias empresas dedicadas tanto a la exportación e importación, como a la seguridad. No le voy a engañar, uno no llega a mi posición sin tener amigos poderosos y  ganarse algunos enemigos.- Hizo una pausa.

La limusina marchaba por las calles de la ciudad…

- Little Italy - dijo, casi sin pensárselo. Le parecía un lugar bastante apropiado, considerando que probablemente se metería en un asunto peliagudo. Terminar su viajecito en el barrio italoamericano por excelencia era como decir "no me asusta lo que me ofreces".

Importación y Exportación era una manera elegante de decir "soy un puñetero ladrón" y asuntos de Seguridad era el sobrenombre de "extorsión" así que, tal y como había pensado, el tipo era un Mike a lo New Amsterdam. ¿Cómo habría oído hablar de él? ¿Quizás alguien filtró información de la cárcel? Considerando que su habilidad no era nada habitual, la gente habría empezado a hablar de más.

- ¿Y qué lugar ocupa alguien como yo en sus negocios, señor Grande? - dijo, esbozando una sonrisa - No soy ningún forzudo ni ningún matón que pueda cubrir sus necesidades...

No seas modesto, he oído hablar de tus habilidades. Lo que yo busco no es un matón, sino un tipo con cabeza, alguien listo, que sepa resolver los posibles problemas que se presenten sin tener que recurrir a los puños.

Ya me entiendes, soy un hombre de negocios y tengo una reputación que mantener, lo que hacen mis hombres recae sobre mi.

Había pasado al tuteo, ya fuera a propósito o por un simple descuído, pero no iba a ser menos. Estaba claro que ese tipo le necesitaba a él, y eso le ponía en una posición privilegiada. Además, qué demonios, necesitaba dinero.

- La gente habla mucho, y si me pones de ejemplo, a veces tiene la boca demasiado grande - dijo, alzando la mano - A lo mejor te han dicho cosas sobre mí que no son ciertas. ¿Qué te han contado? No querría que nos hiciéramos perder el tiempo inútilmente...

Eres bueno, Donovan y muy  listo, cada vez estoy más convencido de que no me equivoco contigo.- El hombre sonrió, parecía contento

 Respondiendo a tu pregunta te diré que se que eres capaz de hacer cosas que la mayoría de la gente no es capaz de hacer, así mismo me han dicho que has tenido mala suerte, la que te ha conducido a una situación, digamos  que complicada.

Me gusta tratar bien a la gente que trabaja para mi y entre algunos de los beneficios de hacerlo sería el dejar de tener que dormir con un ojo abierto 

- Ah, señor Grande, a este paso me enamora - dijo, poniendo ojitos y fingiendo ser una joven de alguna obra del siglo pasado. Luego se quedó mirando por la ventana, como si quisiera darle emoción a la charla - Mira, digamos que soy alguien que necesita trabajo y le gusta cómo pinta la situación que me describes. Estar tranquilo por una vez en mucho tiempo te aseguro que me viene mejor que unos billetes recién planchados.

Pasó la mano por la tapicería, disfrutando de las sensaciones que emanaban de ella. Allí apestaba a amenazadas vacías, a preocupación y a violencia, pero sobre todo a serenidad. Ese tipo parecía muy seguro de sí mismo.

- Soy tu chico, señor Grande, y mi palabra es ley. Si tú me respetas y no intentas que nade con unos zapatos de cemento, te aseguro que mis manos son tuyas - dijo, pensando si aquellas palabras le acababan de condenar de por vida.

Mister Grande te tendió una mano - Tenemos un trato, Sr. Donovan.  

Una vez habíais cerrado el trato te miró como un padre miraría a su hijo

Esta noche empezarás a trabajar. Tengo que acudir a una fiesta en las Torres Fisk. Allí estarán  lo mejor de New Amsterdam. Así que quiero que Vayas a Moby´s,  una de las mejores sastrerías de la ciudad y di que vienes de mi parte, te atenderán bien. Se que con el poco tiempo con el que te aviso no podrá ser un traje a medida, pero tendrá que valer.

A media tarde te llamaré para que te reúnas conmigo,  te pondré al corriente de algunos detalles y luego acudiremos a la fiesta.

Montana te dará uno de los móviles de la empresa, debes estar  siempre localizable. Es uno de los gajes del oficio. 

- Sin problema, jefe - dijo, notando un sabor agridulce en la boca. Desde que había escapado de Mike y los suyos, no había vuelto a pronunciar esas palabras y no sabía qué sentir por ello. Le encantaba volver a estar en marcha, pero había algo dentro de él que quizás aspiraba a algo más. Pensó que había gente que quizás no podía elegir, al fin y al cabo.

Cuando le dejaron en Little Italy y Montana le dio el teléfono, ni siquiera se preocupó de revisarlo. Al fin y al cabo, era del trabajo y nada más. Se permitió dar un paseo por el barrio y quedó decepcionado por lo que vio. Tenía una idea muy romántica de aquella zona, pero supuso que las películas tendían a exagerar todo demasiado. Se tomó un sandwich de pastrami en una cafetería que le supo algo soso y se dejó invadir por las emociones que impregnaban los alrededores mientras degustaba un café corto de leche.

Cuando los aromas a preocupaciones, dudas y ambición le saturaron hasta la saciedad, se dejó caer por una sastrería para que le afeitaran a conciencia y luego tomó un taxi que apestaba a tabaco hasta la famosa sastrería. Estaba decidido a vestirse como un auténtico señor. Aunque al principio aquel sastre le miró como si fuera a quemarle el local de arriba a abajo, sólo tuvo que mencionar a Mister Grande para que le probara unos cuantos trajes que le quedaban que ni pintados. Incluso le satisfizo darse cuenta del nerviosismo que flotaba en el ambiente mientras el orondo dependiente se disculpaba de cuando en cuando por no poder hacerle un traje a medida.

Mientras esperaba a que Mister Grande le llamara, se preguntó si su buena suerte duraría mucho tiempo.

Aún no eran ni las 11 de la mañana y su día había sido bastante productivo, había encontrado trabajo, en una bolsa de Moby´s llevaba un traje de varios cientos de dólares y para acabar de bordar el día esa misma noche debía acudir a una fiesta con lo mejor de la alta sociedad de New Amsterdam

Decidió que era demasiado pronto para irse a casa a dormir la mona, pero no podía estar perdiendo el tiempo por ahí con un traje de cientos de dólares colgando de la mano. Sabía lo jugoso que podía ser y no querría arriesgarse a que le atracaran. Tomó el metro y volvió al cuartucho de Hell´s Kitchen preguntándose cuánto tiempo tardaría en largarse de aquel antro. Envolvió el traje cuidadosamente en la bolsa y lo escondió en el armario. Aunque había puesto un par de cerrojos adicionales cuando alquiló la habitación, estaba seguro de que alguien podría romperla con una buena patada.

Estaba claro que necesitaba mudarse a otro sitio, pero todavía no había comprobado si aquel negocio con el Señor Grande iba a salir bien. Estaba claro que a ese tipo le iban bien las cosas pero, ¿de qué pasta estaba hecho? Al menos el señor Marlboro no era uno de esos matones gigantescos de la Europa del este que sólo sabían gruñir y golpear, lo que decía mucho del tipo que lo había contratado. Pero esas cosas sólo podía descubrirlas de una forma: trabajando para él.

Tumbado sobre la cama soñando despierto, no se dio cuenta de que el sueño se le había apoderado del cuerpo hasta que fue demasiado tarde y cayó completamente dormido.

El sueño extraño y de alguna manera sabía que estaba en la Antártida

Hacía frio y estaba nevando. No se veían rastros de civilización por ningún sitio excepto por algunos carros blindados y un enorme avión.

Echo un vistazo a su alrededor y todo era blanco hasta donde alcanzaba la vista. Bueno, todo, todo no, 

En medio de ese enorme mas blanco había un agujero humeante

En ese momento ves llegar a un hombre alto y fuerte, vestido con un abrigo largo de cuero negro y con la cruz nazi en el brazo izquierdo. Pero lo que más te llama la atención de él es su fisionomía. Su cara esta descarnada y su piel parece pegada a su cráneo, que luce de un color rojo, como si fuese el mismo demonio.

Esperaba un ejercito o un dios, no esto - Dijo señalando hacia donde estabas

- ¿Pero qué... - alcanzó a decir Dónovan antes de que sus palabras decidieran dejar de salir de sus labios ante lo que veía.

¿Cómo había llegado hasta allí? De alguna manera, había acabado en la Antártida rodeado de soldados, pero no recordaba por qué. ¿Quizás él mismo era un soldado, y algún golpe en la cabeza le había hecho perder la memoria?

Extendió los dedos y vio cómo unos huidizos copos de nieve llegaban hasta sus dedos para luego desaparecer, fundidos por su calor corporal. Todo era extraño, pero a la vez, se sentía relajado, como si hubiera encontrado un sitio donde la gente le apreciaba por cómo era.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por la presencia de aquel extraño ser. Lejos de incomodarle, sus facciones le fascinaban, como si fuera un puzzle a medio recomponer que clamaba por las piezas que le faltaban. ¿Quién era él, y qué deseaba de él? Era como en aquellos sueños en los que todos y todo giraba en torno al soñador. ¿Acaso era aquello un sueño? ¿Cómo distinguir la realidad de la ficción?

Se giró, buscando a alguien detrás suya cuando el hombre vestido de uniforme señaló en su dirección, y luego le preguntó, extrañado.

- ¿Habla conmigo?

Si te escuchó no dio muestras de ello. El echo de que no te hubiera contestado no te ayudó a aclarar si esto era real o era un sueño, ni siquiera ayudaba a esclarecer que hacías aqui o como habías llegado

Por el tono de voz supiste que estaba enojado, hubiese sido imposible saberlo por los rasgos de su descarnado rostro.

No esto, esta cosa que no puede ser movida o usada. 

Me has traicionado -Le escupió a uno de los hombres que estaba a su lado. El hombre iba vestido como si fuera un monje