Partida Rol por web

Con sus 46000 acres de robles y nogales, Green Ridge ostenta la reluciente medalla de plata entre los inmensos bosques estatales de Maryland. Inmerso en la provincia Ridge and Valley, en plena cadena montañosa de Allegheny. La altitud varía de 180 metros en el plácido río Potomac hasta los casi setecientos metros en Town Hill. Disfrute de magníficas vistas panorámicas desde los miradores Banners, Logroll, Monte Guerrero y El Sin Nombre. Rico en historia, el bosque sirvió de emplazamiento para Altos Hornos Carroll, originalmente construidos como parte de una próspera y moderna serrería en el segundo cuarto del Siglo XIX.

El bosque estatal de Green Ridge ofrece a sus visitantes un sosegado retiro, idóneo para escapar del bullicio urbano. Cuenta con cien puntos oficiales de acampada, rutas para senderismo y bicicleta, tranquilos paseos en barca por el Potomac y algunas zonas autorizadas para pesca deportiva...

El sábado 20 de noviembre de 2010 a las 19:12 pm, diez personas se reúnen a 22 millas al este de Cumberland, en la salida 64 de la I-68, en pleno Condado de Allegany. El ambiente es húmedo, pese a que el nivel de precipitaciones es el más bajo del estado de Maryland, y la tranquilidad de la que presume cada folleto y cartel de cuantos se pueden encontrar en oficinas de turismo, pueblos y carreteras, en noviembre se vuelve una quietud mortecina, inquietante aún cuando no se provenga del ajetreo de la ciudad.

Los diez invitados guardan silencio. Ninguno de ellos esperaba encontrar a los demás allí. Las invitaciones, para las que evidentemente se ha empleado una plantilla, tan sólo difieren en los nombres anotados en ellas...

Mr. A. Silverstone
Mr. Z. Sullivan
Mr. D. Beauty
Dr. D. Bledsoe y mrs.
Ms. L. Stockton
Mr. R. Jackson
Mr. Y. Blisen
Mr. T. Halleck
Ms. K. Denbrough
Mr. S. Eberhard

Todas son citadas exactamente a las 19:12 PM en este lugar:

para ser rescatados de la estresante rutina moderna por Mr. Roderick Mallowan, con motivo de su trigésimo tercer cumpleaños. La invitación promete alojamiento por una noche, cena, baile y juegos y tradicional desayuno inglés como despedida el domingo.

Los vehículos descansan en el aparcamiento a casi medio kilómetro del punto de reunión. La banda sonora del lugar haría las delicias de un buen ornitólogo.

Un cuatro por cuatro gastado pero de una limpieza insultante se detiene frente a los diez desconocidos. De él baja una mujer de unos treinta y muchos o cuarenta y pocos. Su aire es enérigo, lo cuál se refuerza por el hecho de que su físico se encuentre caminando de puntillas por la fina cuerda entre delgadez y raquitismo. Viste un conjunto de cazadora y pantalón vaqueros y lleva bajo el brazo izquierdo un pequeño tablero con pinzas que sujeta algunos folios llenos de anotaciones y tachaduras.

Se planta ante los diez desconocidos, se yergue y, aplastando el tablero contra sus menudos pechos, se lleva la mano derecha a la sien en un saludo marcial.

Buenas tardes, damas y caballeros... -miro la primera hoja del tablero entornando los ojos- y doctor -muestro una sonrisa serena, afable pero nada exagerada-. Bienvenidos a Green Ridge, donde el tiempo se detiene y el progreso es tan sólo espiritual.

Sacudo la cabeza y suelto una risita.

Miren, ahora viene un discurso de dos folios repleto de humor inglés que, francamente, no logro cazar. Se lo ahorraré si, a cambio, ustedes hacen ver que lo he leído frente a Mr. Mallowan. Si les pregunta, simplemente asientan y digan "todo lo que ha dicho es cierto". Es lo que quiere oír.

Asiento con resolución.

Bien, mi nombre es Brooke Davenport y soy... bueno, digamos que trato de canalizar el entusiasmo de Mr. Mallowan en un fin de semana estimulante. Aunque es cliente de mi empresa de organización, es la primera vez que trabajo con él, y he de decir que ha supuesto todo un reto. Para empezar y como pueden ver, la zona repele la gran mayoría de coches, por tanto imaginen lo que ha costado subir hasta allí a todo mi equipo de cátering.

Sacudo la cabeza de nuevo.

Pero basta de estrés para ustedes. Déjenlo todo en mis manos, pongan la mente en blanco y traten de disfrutar. Por favor, si van subiendo al coche... -consulto mi reloj de pulsera-. Mr. Mallowan tiene cierta manía con los horarios, como ya habrán deducido por la singular hora de la cita. Por favor, antes de subir, entréguenme sus invitaciones para que pueda tacharles de la lista. Lamentablemente no hay sitio para todos, así que tendré que dar dos viajes y...

Frunzo el ceño.

Un momento... -cuento a los invitados- ... y diez. Pero... esperaba a once en este grupo. Me falta uno. ¿Quién falta?

Chloe es una de las primeras en llegar. Lleva una mochila pequeña al hombro, y un par de sobres en la otra. Se baja de un singular vehículo y lo mira una última vez antes de alejarse. Parece que le tiene cariño. Parecía bastante nuevo.

Lo cierra y se aparta para reunirse con los demás. Espera paciente, aunque con cara de pocos amigos, apoyada en una pared, con la mochila a sus pies, y los sobres aún en una mano. Se notaba a leguas que no le gustaba perder el tiempo.

Finalmente alguien hace acto de presencia y se reincorpora acercándose a ella.

La escucha, e incluso se le escapa una leve risa en forma de bufido, divertida por su actitud al pasar de decir el discurso. Ya por eso le había caído bien. Se lo agradecía. Ante la última pregunta, ella levanta una ceja y observa a los demás. Ni idea, ella no conocía a nadie. No dice nada, era tontería preocuparse con eso cuando se podría resolver fácilmente pasando lista al entregar las invitaciones...

Llego al punto de encuentro un poco más tarde de lo acordado. Todo por culpa del estado de las últimas carreteras, me habían ralentizado más de la cuenta. Con la música de Metallica de fondo subo la ventanilla y me bajo de mi chevrolet impala, toda una joya, sobre todo después de instalarle algunos de los productos más modernos del mercado.

Mientras me guardo las llaves en el bolsillo de mi chaqueta y saco la mochila con mis pertenencias observo de reojo. Ya hay una joven, algo impaciente por su posición, sin dirigirle ninguna palabra me apoyo levemente en el capó de mi coche y espero.

Poco a poco el aparcamiento se va llenando, hasta que aparece un cuatro por cuatro a medio kilómetro y nos acercamos, de él se baja una mujer. Después de dar una breve bienvenida pide las invitaciones rebusco en la mochila y se la entrego a la mujer. Ante la última pregunta no respondo, total, que faltara una persona no sería nada insufrible.

¿Perdón? ¿He entendido que nos va a apiñar en ese trasto como si fuéramos adolescentes de farra? -me ajusto el nudo de la corbata y carraspeo-. Esto es una vergüenza. Me niego, ¿me oye? ME NIEGO.

Estoy de acuerdo con este señor. Esperaba algo más de... clase por parte de Mr. Mallowan.

 Llego al aparcamiento al volante de mi Mustang GT del 67

Derrapo al tirando del freno de mano y dejando el coche perfectamente aparcado, al lado del recién llegado Impala que tuve que soportar durante el camino, con su ritmo demasiado lento, y su música que, aunque me gustaba, no me apetecía que se me mezclase con la clase de Angus Young. Tras derrapar al entrar en el aparcamiento levanto una humareda y dejo el coche perfectamente aparcado saliendo con una chupa heavy de cuero, que combina con mis pantalones y mi camiseta, ambos negros., que me coloco sin cerrar la cremallera ni el cinto. Me pongo mis Ray Ban de montura sencilla y lentes negros y me dirijo a donde nos dijeron, a poco mas de 500 metros, saliendo de entre el humo creado por el derrape de mi coche.

Cuando llego esta allí una mujer muy guapa de unos aproximadamente 23 o 24 años, y un hombre bastante fornido, el cual reconozco como el conductor del Impala que antes vi salir del coche mientras aparcaba. Deduzco que la mujer de 23 años es la propietaria del todoterreno rojo que estaba en el aparcamiento.

Me quedo allí esperando mientras llegan mas gente, y cuando ya estamos diez al poco rato se presenta una mujer madura pero de enérgico carácter y simpática sonrisa. Escucho su broma sobre el humor inglés y esbozo una pequeña sonrisa, mientras observo sus movimientos de cabeza. Pienso que puede ser una muestra de nerviosismo, seguramente porque todo le ha de salir perfecto o Mr. Mallowan estará descontento con sus servicios y prescindirá de ellos para la próxima ocasión, y no puede permitirse el lujo de perder tales ingresos. Cuando menciona que tendrá que hacer dos viajes, pienso en  ofrecerme a ayudar llevando a la gente necesaria, en mi coche hay espacio para 5, justamente la mitad de los que somos. Tras mencionar que falta una persona, lo cual me extraña ligeramente y me molesta un poco esa falta de puntualidad, realizo en voz alta la oferta que tenia pensada, acrecentada por las quejas de un señor regordete y de una señora de unos treinta y pocos.

- Señorita Brook, si usted aceptase, y para agilizar mas las cosas, y si el camino hasta donde tenga usted que acercarnos no es intransitable para un Mustang del 67 (bien preparado por cierto), podría ofrecer mis servicios para ayudarle. No me sería ninguna molestia, así que acepte, se lo ruego - y aguardo por su respuesta.

Bla-bla-bla-bla-blaaaaaa ¿y qué esperaban? ¿Un jet privado? Suerte que no dé yo la fiesta... les hubiera hecho subir en bici -miro a la morsa bigotuda-. Que a ALGUNOS no les vendría mal.

Me adelanto y entrego mi invitación a la tía del tablero.

Ahí tiene, Terrence Halleck. Pero ni mi abuela me llama así -abro la puerta de copiloto del cuatro por cuatro y meto una pierna. Me vuelvo hacia los demás invitados y arqueo las cejas-. Ah, eh... sí, como soy el primero, me pido delante.

Me subo al coche, cierro la puerta y me froto las manos.

Brooke aguanta con estoicismo las protestas de los dos mayores del grupo. Después revisa las notas y está a punto de hablar cuando el enérgico Terry Halleck interviene. Toma la invitación, asiente educadamente y, sacando un boli de la parte superior de su tablero de pinzas, tacha algo de la primera hoja.

Después escucha atentamente al señor Blisen.

 Carraspeo y digo en voz alta.

- Bueno, supongo que ya no contamos con Terrence - y hago especial hincapié en pronunciar ese nombre y no un diminutivo - y supongo que por cuestión... de espacio, sería mejor que usted - y me dirijo al hombre gordo con bigote - fuese en el todoterreno también... Pero mi oferta sigue en pie... - pongo las manos extendidas hacia los lados en clara señal de disposición.

Agradezco la oferta, pero... bueno, no va a poder ser. Ya verá usted mismo por qué, señor Blisen...

Me dirijo a los dos maduros con voz sosegada.

Mr. Mallowan fue muy claro en sus instrucciones. Tengo entendido que la invitación sugería abandonar el estrés urbano y abrazar la vida rural, ¿verdad? Créanme, le conozco de hace un par de semanas y ya puego asegurarles que me extraña que no les haya mandado un carro con mulas.

Me cruzo de brazos, apoyando el tablero contra el pecho y dando unos golpecitos con el boli en el borde.

No obstante, si quieren retirarse aún están a tiempo. Yo misma les disculparé frente a Mr. Mallowan.

 - De acuerdo, sea pues... En ese caso veremos quien va primero en el coche... Lo podríamos echar a suertes... ¡Incluido tu, amigo Terrence, capullo! - alzo un poco la voz para que el tal Terence que se sentó ya en el asiento delantero del cuatro por cuatro me escuche. Mis palabras hacia el muestran, a propósito, un claramente fingido sentimiento de hostilidad, y se puede percibir fácilmente que solo tienen por objetivo irritarlo un poco. - Vamos... ¡no me hagas sacarte del coche Terrier!¡Veeeen, chico bueno! - sigo burlándome de el tratándolo como si fuese un perro faldero durante un rato.

No sin antes retocarme el maquillaje me bajo de mi última adquisicion, un Porsche Boxster Spyder color blanco. Vestida con una gran sonrisa, un traje de Armani de corte clasico pero del mismo color que el coche y una pequeña maleta de mano de Louis Vuitton. Me encamino hacia el grupo de gente.

Escucho con atención las quejas de la gente mientras me fijo en el resto de invitados. Al parecer tendremos que ir todos en el mismo coche. Espero con una ligera sonrisa en los labios y actitud algo distante a que la señorita Brooke se dirija a mi para pedirme la invitación, la guarde en el interior de mi agenda, asi que abro mi bolso y la busco.

Cuando llegue al aparcamiento en mi viejo plymouth,

  lo primero que hice, fue apagar la radio del coche, salí de él, dejando la puerta abierta y sentarme en el capo mientras llegaban mis compañeros de finde semana al parecer.

Al escuchar las quejas sobre el medio de transporte, decidí volver al coche, quitar las llave, coge el maletín y la maleta que llevaba junto a mi chaqueta y cerrarlo tras de mi. Al instante me dirigí hacia la señorita Davenport,

 hola, soy el doctor Bledsoe, creo que se ha mencionado que falta alguien y esa persona es mi compañera, la cual no ha podido venir por problemas personales.

Tras lo cual me dirijo al 4x4 y me monto en la parte de atrás, esperando que mis compañeros hagan lo mismo

Alan tras de haber hecho un viaje agotador para ir a donde el Sr. Mallowan, se baja de su convertible era una de adquisiones mas preciadas, no lo habia comprado hace mucho hace exactamente un mes ya que su ultimo largometraje habia sido un exito, y le habia alcanzado para esta gran joya:

lo estaciono y los aseguro, saco una maleta de viaje recordo lo que decia la invitacion

Cita:

habia traido solo necesario para la noche y pues claro su portatil, nunca se sabe  cuando se presentara una oportunidad de empleo asi que no la olvidava nunca cuando se iba de viaje.

vio el tramo que tenia que subir no le costo mucho trabajo ya que estaba acostumbrado para muchas de sus peliculas habia tenido que utilizar paisajes naturales para los escenarios claro subir todo el equipo de filmacion hasta alla no habia sido tarea facil,  cuando llego se dio cuenta de que habia mas personas alli , y detras de mi llegaron otras para hacer un total de 10 personas,  pense que esto iba a esta repleto una persona de la magnitud de Mr. Mallowan, y en su cumpleaños quien no queria ir a su fiesta si deberia ser una de las mejores, bah se dijo  asi mismo de seguro ya estan adentro despues de unos pocos minutos llego una agradable señora, despues de un breve discurso y de como no ibamos a llegar la casa del Sr., no se preocupo en lo mas minimo, el paisaje era demaciado agradable el aire puro que se respiraba era sublime, escucho la revuelta entre dos de los invitados, y luego la propuesta de otro de ellos, la respuesta de la señora fue negativa explicando por que se deberian seguir las reglas impuestas, despues de escuchar aquella revuelta, se dirijio a la señora y le entrego su invitacion para que tachara su nombre, si no es mucha molestia me gustaria quedarme al segundo turno, quiera disfrutar un poco mas de este sublime paisaje. mostrando  una amplia sonrisa terminando de hablar     

Yo voy ahora, chaval. Tú puedes ir en este monoplaza -levanto el dedo medio de la mano y lo saco por la ventanilla, enseñándoselo a Yenan.

Brooke Davenport engancha el boli en el tablero de pinzas y respira hondo, como una profesora de primaria al inicio de una excursión.

A ver, por favor. ¿Qué les parece si usamos algo de esa anticuada caballerosidad y dejamos pasar a las damas primero? -al sonreír, los ojos se me achinan un poco-. Bueno, y al señor Halleck, ya que dio el primer paso.

Cuento de nuevo a los invitados y repaso la lista.

Miss Stockton, miss Denbrough y mrs. Bledsoe -miro a las tres mujeres en el grupo-. Hum, disculpen, acérquense las tres, por favor. Si es que usted -digo a la más mayor, con una educada sonrisa- no se lo ha pensado mejor. Le aseguro que este cuatro por cuatro es de lo mejorcito del mercado.