Partida Rol por web

Cuando los hombres de Josef llevaron a cabo aquel peculiar “entierro barquero”, Ysella se mantuvo al lado de Renate, consolándola. A continuación, escuchó al capitán y la moza mientras hablaban sobre el futuro de la embarcación liberada. “O no entiendo bien las costumbres del río o esto es carta blanca para la piratería”, se dijo. “¿Cómo pueden distinguir a un pirata de río que se ha apoderado de una barca de alguien que simplemente se la encontró a la deriva?” Iba a expresar sus reparos, pero entonces Josef les ofreció el barco y Renate, ayuda para gobernarlo. Ysella abrió mucho los ojos y brevemente lanzó una mirada llena de sorpresa a sus compañeros.

—Supongo que... —comenzó titubeante— ...que sí podríamos sacarle partido: podríamos buscar a algún pariente de los Segel y pedir una recompensa... O venderla, en cualquier caso.

“Y mientras, usarla para buscar a nuestros amigos.” La enana, evidentemente, no se veía en el negocio del transporte fluvial, pero no quería dejar pasar la oportunidad de conseguir dinero y dejar en paz al pobre Josef.

—Renate, tú no sabrás dónde tenía parientes el señor Segel, ¿verdad? —preguntó levantando la cabeza hacia la muchacha—. ¿A dónde os dirigíais?

Mmmmm, Dieter el pirata, me deleito unos instantes con la imagen que me hago en la cabeza...

- A mi no me parece mala idea, si volvemos con otro barco no levantaríamos sospechas ¿no?

- Lo que sea con tal de abandonar cuanto antes cualquier tipo de embarcación para poner los pies en suelo firme. - digo mientras me encamino a la superficie para despejarla de los cadáveres de los engendros esos.

Ysella ayudaría a su congénere, pero antes quería atar todos los cabos. La pregunta de Dieter era lo que necesitaba para expresar sus propias dudas.

—El problema no es “volver con otro barco” —respondió Ysella antes de que Renate le contestara a sus preguntas—, porque no vamos a “volver” a ningún lado, ¿no? —No creía que ninguno de sus compañeros quisiera volver a Bögenhafen.— El problema será cuando alguien identifique la barcaza y nos acuse de haberlo asaltado y matado a los Segel: ¿cómo probaremos que somos inocentes?

- No sé si tenían parientes- dijo Renate-Ibamos a Weissbruck, allí nos disponiamos a vender la lana

Finalmente decidis quedaros con el barco así no dependeriais de Jossef por si en vuestras aventuras teníais que salir nuevamente corriendo y por mar. Así que os despedís de Jossef, veis que el elfo Iraváel se queda con Jossef, mientras que Vehirön decide acompañaros. Renate os explica como manejar el barco para que podáis ayudarla en caso de ser necesario, aunque ella sabe manejarse muy bien, es solo una mujer para manejar un barco tan grande ella sola.

Durante el día que necesitais para llegar a Weissbruck os encontrais un pesquero, sin detener el barco Renate pide noticias y habla con el hombre, es gracias a eso que os enterais de que el Príncipe de la Corona Wolfgang Holswignauer, herededo del trono, está prisionero en su propio castillo por orden del Emperador. También corre otra noticia, los mercaderes de Marienburgo están etiquetando el brandy bretoniano como "producto de Sudenland" para tratar de romper el embargo a las importaciones impuesto por los Recaudadores del Emperador.

Finalmente llegáis al puerto

Weissbuck, un lugar al que no vas desde hace muchisimo tiempo, pero en donde tienes una buena amiga, Elvyra es una boticaria amiga tuya, siempre a intentado que aprendas su profesión, pero nunca tenías tiempo y siempre le dabas largas, ahora estás en su ciudad, quizás puedas verla mientras esteis en la ciudad

"Sigues como el otro día, Weissbruck", pensó divertida la enana. Los cuatro ya lo conocían de vista: habían pasado junto a él durante el viaje de Altdorf a Bögenhafen. "Y ahora llegamos en nuestro propio barco: ¿qué te parece?" Ysella, todavía recelosa, había terminado por aceptar: si Josef decía que hacerse con la nave era lo usual, no iba a dudar de su palabra. De este modo, se había despedido deseándole lo mejor y manifestándose en deuda con él. Al final, no le había explicado nada de la acontecido en Bögenhafen, pero, bueno: cuanto menos supiera, mejor para el capitán. Él tampoco había preguntado, lo que Ysella había entendido como un gesto de complicidad.

Después de ayudar a Renate con las amarras de la embarcación, la enana recordó a sus compañeros el plan de acción que ya les había comentado la noche anterior:

—Sigo pensando que deberíamos vender la lana e informar a las autoridades... ¿Qué opináis? Puedo ocuparme yo, si tenéis cosas que hacer —añadió, rezando para que al menos uno fuera con ella.

Era algo que había expuesto en un momento de privacidad con sus tres compañeros en la barcaza sin nombre: en su opinión, debían deshacerse del barco tan rápida y honestamente como les fuera posible, dando parte a la ley y avisando a la familia de Segel. Si las noticias de lo ocurrido en Bögenhafen y la descripción del grupo llegaba a Weissbruck, lo peor que podían hacer era parecer unos piratas. Vender la lana, en cambio, era razonable: les permitiría cubrir los costes de amarre de los muelles de Weissbruck. Salvo lo de Bögenhafen, había explicado el plan también a Renate y el elfo.

—Luego podemos comer, vender lo que nos sobre y visitar a Elvyra —indicó, sin desembarcar todavía.

Elvyra era una boticaria amiga suya: habían vivido en la misma ciudad unos años atrás y aún mantenían el contacto. “Quizás tenga algo que nos ayude con tus heridas, Alrik”, había dicho la cirujana cuando les había hablado de ella, aún en el Belibeli.

Vladimir estuvo triste al despedirse de Josef, pues gracias a el habían logrado sobrevivir un tiempo mas. Con lo del barco estaba dispuesto a aceptar los consejos de este y de Renate. Tal vez con la mujer pudieran hacer algo mas.

Mientras atendía a esta con las instrucciones que daba, escucho a Ysella referirse a lo que podrían hacer.

- No creo que tengamos problemas. Vender la lana me parece adecuado, sacaremos algo para continuar sobreviviendo y si a su vez encontramos un nuevo cargamento que transportar podamos evitar lo que sucedió con Teugen. - Comento el Sacerdote. - Yo te acompañare a lo de la venta. Tal vez Renate pueda indicarnos un buen lugar para venderla.

Tal vez si decidían ponerse un propósito tuvieran realmente éxito en algo mas que hacer. La visita a esa amiga de la enana podría darles una nueva perspectiva de todos aquellos rumores que se escuchaban por la zona.

Durante el viaje intento también hablar con el hermético Vehlrön, me presento formalmente, y trato de conocerle un poco mejor. También estuve todo el trayecto atento a las tareas y explicaciones de Renate, esperando que alguna de ellas traspasase mi dura mollera, cuando finalmente llegamos a nuestro destino.

Barracuda, Sirena golfante, Lebrel, Sargón, La Lola, eran algunos de los nombres que barajaba para el barco, pero parecía el único del grupo preocupado por tal menester.

- Si, si, vender la lana, eso está bien, yujuu, una tarea digna de unos aventureros osados y atrevidos como nosotros, - digo, dejando clara mi posición, al respecto.

- Me llama más la atención, - digo, y bajo un poco el tono al continuar - el tema ese del contrabando de Brandy, mucho mejor dinero creo que podremos hacer, o a una mala, cogernos una borrachera épica.

- No se chicos, - termino diciendo, mientras con un gesto de mis brazos abarco el Sin nombre, - ¡tenemos un jodido barco! Pensemos a lo grande.

Ysella estaba cogiendo su zurrón de instrumental quirúrgico, con el que iba a todas partes, cuando Dieter habló.

—¿En serio, Dieter? ¿Preferirías tirar la lana al río? —preguntó la enana, burlona, levantado una ceja—. En ese caso, creo que Vlad, Alrik y yo nos repartiremos los beneficios —añadió, y lanzó una mirada divertida a Vlad mientras se ajustaba la daga al cinto.

Había aparecido sobre la mesa otra cuestión más peliaguda: al parecer, Dieter y Vlad querían quedarse la barcaza. Ysella, en cambio, no sólo quería deshacerse de ella para evitar problemas: también pensaba en la familia de los Segel, que tal vez necesitaran aquella embarcación para vivir. “Luego.” Trataría ese tema después de vender la lana, a la hora comer.

¡¿Dejarme fuera?! - Bueno, tampoco es eso, - digo, para a continuación añadir con una leve sonrisa - ¿de cuanto dinero estamos hablando?

Este pequeño grupo tan dispar eran los únicos en los que Dieter confiaba. Había luchado con ellos en más de una escaramuza, y habían demostrado ser de confianza, por lo menos los enanos y el sacerdote. Hacía tiempo que no podía decir eso de nadie. Desde que marchara de Talabecland, en sus correría como bandido y salteador, siempre se había juntado con gente de poco fiar, cortagargantas que a la mínima, te apuñalaban por la espalda para quedarse tus botas.

No, no iban a deshacerse de él tan facilmente. 

- Bueno, está bien, iré con vosotros. - trato de parecer contrariado,- Alguien tiene que cubriros el trasero. 

Además no tengo ni idea de como se usa un barco de esos, es demasiado complicado.

Era hora de tomar una nueva decisión, o quedarse con Josef en el Berebeli o dirigirse hacia Weissbruck en la nueva embarcación.

Finalmente Vehirön opto por abandonar el Berebeli, no tendría mayor repercusión en su viaje, puesto que ya hacía meses que caminaba por El Imperio sin un rumbo fijo, tratando de dar con una nueva señal que le vuelva a colocar en su cometido, además andaba escaso de monedas y la idea de vender la mercancía encontrada en la embarcación le resultaba más tentadora, no podría llegar muy lejos sin dinero.

Sin apenas intercambiar palabras con el resto de pasajeros de la nueva barcaza en la que viajaban, trato de ojear a Renata en sus tareas al mando de la embarcación, a pesar de que Vehirön no tenía ningún interés en aprender el oficio de marinero, siempre era buen momento para aprender cosas nuevas, nunca se sabe si en un futuro se puede aprovechar lo aprendido.

-Mi nombre es Vehirön,...- respondí a la sanadora enana y al humano Dieter ante su acoso de preguntas mientras comíamos -...Vehirön Daelanu, nacido en una de las aldeas Asrais del Salón de la Corte de Orión, situado en el Claro del Rey, en las entrañas de Athel Loren.-

Tras una breve pausa, continué respondiendo a sus preguntas -Pertenezco a una de las camarillas encargadas de proteger Athel Loren y de mantener alejada cualquier amenaza que se atreva a dañar el bosque.- Vehirön se queda en silencio durante unos instantes, un rostro serio y triste se adueña de él.

-Mi Camarilla fue aniquilada por una numerosa horda de Hombres Bestia cerca de Anmyr, la Fortaleza Marchita, en la emboscada fue robado un objeto de importante valor para la protección de Athel Loren, el cual debíamos proteger hasta que fuera puesta bajo la protección de Lord Araloth el Audaz, gobernador de Talsyn, las Arboledas de la Eternidad. Los tres únicos supervivientes de la camarilla fuimos culpados y como castigo fuimos expulsados del Salón hasta volver a encontrar dicho objeto, un medallón que los Asrai conocemos como La Sangre de Morghur...- "¡O morir en el intento!" pensé. -De este modo, mis "hermanos" y yo abandonemos Athel Loren, nuestros primeros rastreos nos llevaron hasta tierras bretonianas y tras varios enfrentamientos con Hombres Bestias y seguidores del Caos, dimos con un nombre, Erzbet Gutman, ¿Por casualidad lo conocéis?...- pregunta a Dieter e Ysella, -...se trata de un poderoso Chaman que intenta usar el medallón para emprender un ritual que renazca a Cyanathair el Corruptor,...- ¿Por casualidad lo conocéis?..- una nueva pausa para masticar un pedazo de pan y esperar si alguno de los presentes pudiera conocer al tal Erzbet, ante el silencio prosiguió -...desde entonces, los tres nos separemos y cogimos diferentes caminos en busca de algún indicio sobre el paradero de ese preciado objeto o de ese maldito chaman, sin embargo ahora, desde hace varias semanas, no consigo ninguna pista que me devuelvan al camino de la búsqueda que llevamos a cabo.-

Con el objetivo de conocer un poco mejor a aquel elfo que se les había unido -al menos, temporalmente-, Ysella pensaba aprovechar la comida para preguntarle lo básico: su nombre, su ocupación, su destino... Cuál será la sorpresa de la enana cuando el tal Vehirön les cuente una alucinante historia de medallones mágicos, hombres-bestia, chamanes malvados, trágicos exilios, poderosos reyes y lugares con los que la humilde barbera-cirujana no ha soñado jamás. Ella atenderá tan boquiabierta que incluso se le caerá al suelo un pedazo medio masticado del bollo de carne que habrá comprado. Cuando el guerrero termine, los nombres impronunciables se estarán agolpando en su pequeña cabeza. Aturdida, Ysella sólo podrá negar con la cabeza a la pregunta del elfo: no, nunca ha oído hablar de ningún "Erzbet Gutman".

—Hm... Siempre podemos preguntarle a mi amiga Elvyra —será lo único que acierte a decir, aturdida.

- Como si me importara una mierda que cojones haces aquí elfo del demonio. - pienso malhumorado por el hecho de seguir en una barcaza en medio del río.

- Haced lo que os venga en gana. - digo al fin. Pero hacedlo rápido. - añado exhasperado por la tardanza en decidir que hacemos. Cuanto antes pongamos los pies en tierra firme mejor.

Después de pasaros casi toda la mañana descargando la lana, encontrais a un mercader que os la compra, ganáis 17 coronas de oro por ella. Ysella aprovechó para preguntar por los Segel, pero el mercader no los conocia. Finalmente con ganas de descansar un poco os dirigis hacia la casa de la amiga de Ysella

No teneis problemas en encontrar la casa de Elvura, es un edificio de calidad razonable al nordeste de la Posada del Hombre Feliz. La casa de Elvyra es una sencilla construcción de dos pisos. Es una encantadora casa rural, bien cuidada y recién pintada, adornada con jardineras con flores e hierbas. Pero al llegar veis que unas de las ventanas esta rota y los contenidos de la jardinera están desparramados y rotos en la calle

A Ysella le frustró no poder encontrar a alguien que supiera de algún pariente de los Segel, pero no perdió la esperanza: tarde o temprano lo encontraría.

Después de una mañana de ajetreo y tras comer algo por el camino, la enana llevó a sus compañeros a la dirección donde su amiga Elvyra le había dicho que vivía. “Vaya”, se dijo sorprendida cuando vio la suntuosa casa. “Al parecer, mi querida amiga sí que ha prosperado”, reconoció con cierta vergüenza: a ella no le había ido tan bien. Al acercarse y ver los destrozos, dejó ese tema para luego: allí pasaba algo raro.

—¿Q-qué pasa aquí...? —susurró a sus compañeros, seguramente más curtidos que ella en situaciones de ese estilo.

Sacamos unas monedas por la lana. Ojalá hubieran sido más pero ... menos da una piedra.

Al llegar a la casa de la amiga de Ysella obervo que hay un ristal roto así como una jardinera.

Me encojo de hombros ante la pregunta de mi compañera y preparo las armas.

- Veamos que nos encontramos ahí adentro. - digo acercándome a la puerta.

Mientras vendemos la lana en el mercado yo curioseo y pregunto a los mercaderes y tenderos para enterarme de más rumores útiles.

Cuando Ysella reparte el dinero de la venta, sonrío alegre, - si que ha salido bien este viaje por el río.

Al llegar a la casa de su amiga, y ver como está la ventana, comienzo a montar el arco, y a mirar en derredor por si alguien se estuviera comportando de manera extraña.  

Los restos de la jardinera, ¿están esparcidos de dentro a fuera, o de fuera a dentro?.

-Parece que tu amiga ya tiene visita...