Partida Rol por web

Mientras pensabas en las palabras de Maverick tuviste que reconocerte a ti mismo que no recordabas del pueblo ni lo mas remarcable. Habías llegado al galope tendido, en plena noche y con los marshalls pisandote los talones, y te habías refugiado en lo único edificio aun con luces encendidas que pudiste encontrar.

Sin embargo si que recordabas algo. Recordabas como los marshalls, al tiempo que te sacaban de allí maniatado, arrastraban el cuerpo sin vida de "El Chico", que había tenido la desgracia de pagar con su vida el haberte seguido en tu huida. Recordabas como se habían detenido para subirlo a una mula de carga antes de dirigirse hacia el cementerio, a la derecha, mientras a ti te llevaban en direccion contraria hacia la salida del pueblo.

¡A la derecha! No a la izquierda. Maverick tenía razón. Aquel saloon no era el mismo en el que "El Chico" y tu comenzasteis un tiroteo por vuestras vidas hace tres años. Aquel era el edificio de enfrente... la oficina del sheriff.

-¡Dios santo!, ¡no puede ser!-murmuró McReady mientras se echaba la mano a la cara-.

El rostro del veterano reflejaba frustración. Como si acabara de darse cuenta de algo fatídico. Se acercó a sus dos compañeros y les dijo algo.

-El Saloon ha cambiado de sitio...y creo que sé donde estaba antes. Ahí en frente,...en lo que ahora es la oficina del sheriff ¿Quién se lo hubiera imaginado? Esto lo cambia todo...o no. Podemos seguir adelante con el plan. Si Maverick se ocupa de esa turba, nosotros podemos intentar entrar en la oficina del Sherriff que con toda seguridad, habrá ido a ver qué sucede. Todo será que con la remodelación, no hallan encontrado los bonos y los hayan llevado a otro lado.
 

Lonegan se mordió por un momento la lengua por no enzarzarse en discusión con Maverick. Pero también porque sus últimas palabras habían puesto en marcha su memoria, que trataba de funcionar a pleno rendimiento rescatando detalles del pueblo en aquellos fatídicos días.

Se llevaban al Chico hacia el cementerio, a la derecha...  ¡A la derecha!

Levantó la mirada al edificio de enfrente, mientras las palabras de McReady confirmaban las conclusiones a las que él mismo acababa de llegar.

-Creo que tienes razón James, y la verdad que es muy irónico todo. Estamos a dos pasos de la oficina del sheriff, y no pienso irme de este maldito pueblo sin haber intentado todo lo que estuviera en mi mano para recuperar al menos algo de mi botín. Entraremos a echar un vistazo e intentar buscar un sótano lo más rápido posible. Y si resulta que ese bastardo de Foster está allí para recibirnos, pues podemos resolver otro tema pendiente...-Por un instante, vuelve a aparecer esa sonrisa lobuna en su rostro, pero continúa tratando de mirar a Pancho y Maverick.-Esto es algo personal, y entiendo que a vosotros dos no os importe una mierda. Quien se quiera quedar a ayudar será bienvenido. El que no, es libre de coger su caballo y abandonar el lugar. Vosotros decidís.

Aunque hablaba para los dos nuevos, paseó su mirada por los cuatro presentes. No es que dudara de Juanita o de James, pero quería comprobar en sus rostros que habían atendido a sus palabras y que comprendían todos los riesgos que entrañaba su plan.

Escucho con asombro el "discurso" de Michael, sobre todo porque no le pega a la imagen de despreocupado y juerguista que, hasta ahora tenía de él. Pero supongo que tiene sentido, al fin y al cabo, se jugaba el pescuezo...

Entonces James se acuerda de algo y nos suelta que, dónde tenemos que mirar es en la oficina del sheriff
"¿¿Justo hay que meterse en la boca del lobo??" pienso algo incrédula. Estoy a punto de decir algo cuando habla Jack. Mi Jack, el que es capaz de ir hasta el mismo infierno a por lo que cree suyo o por demostrar que puede, sin más.

-Yo estoy contigo. Ahora y siempre, ya lo sabes- Casi había olvidado lo que era estar con Jack, esa sensación de que merece la pena jugarte el alma en una sola carta...

James avanzaba por el pueblo con la naturalidad de quien podría haber vivido allí media vida. Lo hacía caminando cerca del centro de la calle principal. A fin de cuentas todos aquellos pueblos y él conocía unos pocos eran bien semejantes. No obstante iba mirando a un lado y a otro al tiempo que hacía un mental recuento de los edificios a ambos lados de la calle y de si se veía gente en ellos o no. Cuanta y de qué calidad.

Frente a él se alzaba la torre de la iglesia, si bien la puerta de ésta no era visible desde donde se encontraba. Pasó por delante de la oficina del sheriff y puso buena atención en echar un vistazo dentro. Si alguien le devolvía la mirada, se limitaría a sonreir y a saludar con el ala del sombrero. Al lado contrario se alzaba el saloon y no pudo evitar mirar hacia las ventanas de la parte superior en busca de una ansiosa Mary Elisabeth - Quizás - pensó - Ojalá, tan preciosa muchacha no pinta nada en este pueblo.

Más adelante vió la barbería y no pudo evitar sonreir de auténtica felicidad. Aquel sitio podía ser el último bastión en este pueblo de razón, higiene e incluso información. Sin duda aquella podía ser una buena fuente de información. Un hombre sólo se relajaba casi tanto como cuando yacía con una moza, cuando le afeitaban la barba y se permitía relajarse, cerrar los ojos y alejar las manos del revólver, la azada o las riendas. Desde luego, en cuanto se calmara la turbamulta, se acercaría por el local.

Al fijarte más detenidamente en el interior de la oficina del sheriff vistes a un hombre de grandes proporciones sentado en una silla en un extremo de la sala principal. Daba la impresión de pensar en sus propios asuntos y pensaste que no te había visto, pero aún así hicistes un gesto con el sombrero al irte, solo por si acaso.

Los edificios, así como su ocupación y propósito en el pueblo, no delataban el desaire que en estos momentos invadía el pueblo; y es que cuanto más te acercabas a la iglesia mejor podías escuchar un pequeño griterío proveniente de una multitud de alrededor de una docena de personas entre las que se mezclaban hombres, mujeres y niños. Los rostros más remarcables eran por un lado el párroco, fácil de distinguir por sus ropas, y el anciano que acababa de abandonar el saloon en pos del sheriff, ambos enfrentados en feroz discusión con la figura frente a ellos

En el otro extremo del conflicto estaba el sheriff, inconfundible por la estrella dorada al pecho, de buen porte y una expresión autoritaria que curiosamente recordaba a la del propio Lonegan, aunque sus rostros eran bien distintos. A ambos lados del sheriff se encontraban los dos gemelos mexicanos del saloon, ahora con la media estrella de ayudantes del sheriff pendida del pecho, y uno de ellos sosteniendo en sus manos un rifle, aunque tenía buen cuidado de apuntar con él hacia el cielo y mantener sus manos lejos del gatillo para no alterar a ya enbravecida turba.

En cuanto hicistes acto de presencia la multitud te vio, y el anciano de antes se puso a berrear hacia el sheriff algo que no entendistes al tiempo que te señalaba repetidamente con el dedo como un demente. El sheriff simplemente escuchaba pacientemente y se giró para observarte con una mirada cansada, pero evaluadora.

Finalmente parecía que estabais llegando a alguna parte con el destino de los bonos estatales, aunque irónicamente vuestro destino fuera literalmente una cárcel.

Mientras hablabais, Maverick desapareció definitivamente tras girar luego del último edificio de la calle principal en pos de la iglesia, en el momento en el que Lonegan ofrecía a los demás la opción de, o bien seguir adelante con la recuperación del ya reducido botín, o bien abandonar e irse.

-La duda ofende, amigo-contesta James, esbozando una sonrisa de satisfacción-No hemos venido aquí para nada ¿verdad? Y al fin y al cabo, ¿qué es allanar la oficina de un Sheriff después de profanar la tumba de un amigo? Venga, no se hable más. 

La cara de Lonegan esbozó una sonrisa, esta vez franca, tras escuchar los comentarios de Juanita y de James. No esperaba menos de ellos. Maverick parecía hacer caso omiso a su ofrecimiento, y seguía avanzando con su caballo en dirección a la iglesia.

Es libre de hacer lo que quiera, nada le ata, como al resto de nosotros. Si al menos nos sirviera de distracción...

Pero ahora lo importante era seguir con el plan, y cada segundo que pasara podía marcar la diferencia entre salir de allí con los bonos del estado, con grilletes en manos y pies, o directamente salir con los pies por delante.

-Entonces no se hable más, vayamos a la oficina y busquemos el sótano rápidamente.-Observó que el mexicano se había quedado todavía sin dar su opinión.-¿Pancho, vienes con nosotros? ¡Hay que decidirse ya!

Asiento en silencio cuando Jack dice que vayamos hacia allá.

Comenzamos a avanzar hacia la oficina del sheriff. En el silencio de la calle y con la intranquilidad de saber que en cualquier momento podrían descubrirnos, el ruido de las espuelas me parecen campanas de alarma. Intento hacer menos ruido.

Al llegar allí, lo primero que hago es asomarme a la ventana para intentar averiguar si hay alguien dentro...

Al igual que Maverick, Pancho no había recibido con mucho entusiasmo que Lonegan les reprochara su fracaso. Máxime cuando tampoco él había logrado recuperar el oro.

Por suerte, Maverick había dejado las cosas claras al pistolero, y con ello Pancho se dio por satisfecho.

En cierto modo, sintió también alivio al escuchar que habían buscado en el edificio equivocado, lo que significaba que aunque habían perdido el oro,  aún habría oportunidad de recuperar los bonos esos… aunque Pancho no entendía muy bien qué eran unos bonos y por qué eran tan valiosos. De hecho recordó que los tipos del banco habían mantenido a Lonegan vivo sólo para sonsacarle donde había escondido los dichosos bonos esos. Si no fuera por eso, hace tiempo que le habrían dado matarile.

Todo aquello le había mantenido pensativo demasiado tiempo. Y ahora tardaba en reaccionar. Tuvieron que dirigirse a él para salir de su ensimismamiento:

-Ah...si. Perdón.-

Comprobó que la botella nueva de tequila seguía ahí bajo su poncho antes de seguir platicando: - Oigan gringos. Pues entonces que me voy de aaaacá a echar un vistacito al tito Maverick, y me aseguro así que los paisanos no le frijoleen de alto del campanario, híjoleee.-

Sin más palabras, el mejicano salió como alma que lleva el diablo a recoger los dos caballos que había dejado frente al salón. Montó en uno de ellos y de seguido salió en pos de Maverick llevando al otro animal por las riendas.

Confiaba en la habilidad del jugador con las palabras, pero no lo suficiente para jugarse (valga la redundancia) el pellejo.

Además. La gente de campo tendía a ser muy simplona y cabezota (quien si no Pancho como ejemplo) y mejor sería que Maverick tuviera un caballo rápido a mano si las cosas se torcían con los lugareños.

Pancho saludó con el sombrero al pasar cabalgando junto a la banda de Lonegan.

James saludó a Pancho llevándose el dedo índice y corazón al sombrero y luego se encaminó hacia la oficina del Sheriff. 

Miró a un lado y al otro de la calle, se caló el sombrero y cruzó disimuladamente. Sin su guerrera azul y con el sombrero calado como lo llevaba, podría ser cualquiera así que lo mejor era comportarse como si nada extraño sucediese. 

LLegó hasta el edificio por el lado opuesto a Juanita y a su vez, sacó su rifle y miró por la ventana para comprobar si había alguien dentro, procurando no ser visto.

Maverick se fue acercando lentamente a la multitud observando las caras y las expresiones. Se le daba bien juzgar ambos.

A algunos ya los conocía: el joven ayudante del sheriff algo pasmado, los mejicanos que habían recibido a Pancho con los brazos abiertos y aquel inoportuno viejo que no paraba de berrear y repetir la misma perorata que ya soltara en el saloon.

A medida que se fue acercando, los rostros se fueron volviendo hacia él y muchas voces se fueron acallando. Expectantes. Atentas. No les iba a defraudar. Se adentró entre la multitud, directo hacia su centro, sin que nadie se lo impidiera o increpase. Como si nadie más existiera se acercó al sheriff, se tocó el ala del sombrero y extendió la mano abierta.

- Michael Maverick, a su servicio señor... sheriff - terminó por concluir - Ayudantes - dirigió otro saludo hacia el muchacho del saloon y hacia los mejicanos, a los que dirigió la mirada muy brevemente antes de volver el rostro hacia el sheriff - he oido de su terrible incidente. Sea el primero en saber cuanto lamento tan detestable suceso.

- Como ya sabe su ayudante, tienen ustedes todo mi apoyo. Pongo a su disposición todos mis recursos. Éstos son escasos - mostró las palmas de las manos, pues a fin de cuentas un hombre honrado no es más que el trabajo de sus manos, como bien pensarían todos aquellos pueblerinos - pero son todo suyos.

Era fácil sonar sincero, pues a fin de cuentas la mentira no era grande. Él no estaba en contra de aquella gente, ni pensaba jugársela. Además, eso de revolver tumbar era verdaderamente un gesto carente de toda elegancia, e incluso, de humanidad.

- No querría hurgar en las heridas de nadie, pero como ya saben sus ayudantes y algunos de los aqui presentes - miro en derredor, como si retara a que alguien contradijera sus siguientes palabras - he pasado toda la noche en el saloon y desconozco los detalles de lo acontecido - puso su mejor cara de inocencia y concluyó - salvo por los injustificados improperios que delante de todos el señor aqui presente me ha dirigido al sacarme de la cama - señalando al anciano como su colérico e injustificado acusador.

Cuando Maverick comenzó a hablar la muchedumbre aún continuaba derrochando saliva en su verborrea, pero a un gesto del sheriff la mayoría callaron y poco a poco se hizo el silencio para que el forastero pudiera terminar su declaración de intenciones. A mitad del discurso llegó Pancho guiando ambos caballos y montado sobre uno de ellos, pero el sheriff se mantenía impasible mientras Maverick hablaba y los pueblerinos le imitaron.

Cuando Maverick dejó de hablar comenzaron los murmullos y los pueblerinos compartían miradas acusadoras. El sheriff dejó que esto continuará con normalidad unos segundos, pero cuando se giró hacia la multitud con los brazos en jarra y ellos se percataron, todos volvieron a callar para escucharle.

 - Ya lo han oído. Estos hombres no tienen nada que ver. Uno de ellos pasó la noche en la otra punta del pueblo, y el otro custodiado por dos de mis hombres; Los hermanos Gonzales e Isaias Callaway ya han hablado en su favor, ¿o creen que no pueden fiarse de sus propios vecinos?

Ahí fuera hay auténticos bandidos y desalmados, a algunos de ellos les conocen bien y han visto sus caras. Y sin embargo, este hombre, después de acusarlo viene a ofrecer su ayuda de buena fe delante de todos ustedes.

Vuelvan a sus casas y recobren la calma. El profanador será atrapado y castigado por sus actos. -

la escena terminó de forma parecida a como había ocurrido en el saloon, los miembros de la multitud se miraban entre ellos o al suelo, algunos avergonzados, otros confusos; pero incluso el insultante anciano del saloon parecía verse derrotado en sus esfuerzos tras las frases del sheriff, y el párroco aparecía a vista de todos afectado y confuso. La multitud comenzó a disgregarse, y entonces el sheriff y los gemelos se acercaron a vosotros.

- Permitanme disculparme por lo ocurrido. En un pueblo pequeño como este la vida suele ser demasiado tranquila; incluso el más pequeño altercado desata el pánico y la rabia, y esta se propaga como una mecha encendida. - ofreció una mano a modo de saludo.

- Ben Foster, el sheriff local - tras él los gemelos sonreían, sobre todo a pancho, aunque también se les veía plenamente satisfechos con cómo había terminado todo - Me dicen que llegaron anoche, durante la tormenta. Hacía años que no se veía una igual. ¿Hacia donde se dirigen, si puede saberse? ¿Qué nuevas hay por los caminos? -

Con precaución, los tres os acercásteis lentamente hacia la oficina del sheriff. Tal vez aquél esfuerzo no era necesario; el altercado y la confusión reinante entre los pueblerinos podrían haber sido suficientes para descuidar el cuidado de la oficina del sheriff, pero al llegar cerca de la ventana os alegrásteis de haber tomado tales precauciones, porque sentado con las botas apoyadas sobre un escritorio y la mirada perdida había un gigantón barbudo que ni siquiera se percató de que le observaban a través de la ventana.

La sala que se veía a través de la ventana era grande y estaba prácticamente vacía, aparte del escritorio del sheriff, tras el cual descansaba un rifle en la pared dispuesto a mano para el gigantón, se veían algunas puertas en la pared opuesta a la entrada, y a un lado una escaleras que bajaban indudablemente a un sótano.

La identidad del gigantón era un misterio, pero de algo estabais seguros, sobre todos quienes le habíais visto de cerca en persona; no era el sheriff Foster.

- Señor Foster, un placer - dijo Michael estrechándole la mano con firmeza - y gracias por sus palabras.

- Como bien dice llegamos anoche en medio de la lluvia. La verdad es que nos vimos sorprendidos por el aguacero en medio de la noche y llegar a su pueblo justo entonces nos supuso un gran alivio... o eso creímos - añadió, por si el sheriff aún tenía dudas sobre ellos.

- Como le dije a su ayudante - Maverick no recordaba en realidad si había sido a éste o al barman, pero continuó con seguridad, sin el menor atisbo de duda en su voz - me dirijo a Tucson señor. Un largo camino en verdad. Asuntos de una herencia - se alisó las ropas mostrando su mejor imagen de caballero distinguido.

Antes de que Pancho pudiera estropear las cosas abriendo la boca Mavercik siguió hablando. Pero no sabía qué podía haber dicho éste a los hermanos Callaway y no se atrevió a hablar demasiado - mi compañero, aqui presente, es fruto de un afortunado encuentro en el camino. Como he dicho, el camino que tengo por delante y, viéndonos ambos decidímonos hacernos mutua compañía, por distintos que puedan parecer ser nuestros carácteres y apariencias.

Pancho observó con ojos incrédulos como Maverick se manejaba con el asunto.

Parecía que el gentilhombre se había dedicado a esto toda su vida. Eso si, Michael mentía mas que hablaba. 

Iba a añadir algo más a lo dicho por Maverick, pero cuando fue a abrir su bocaza este fulminó con la mirada al mejicano y siguió soltando su cháchara al sheriff.

El mejicano cayó en la cuenta que él le había soltado algo parecido a los dos gemelos Gonzalez en el saloon sobre una herencia, pero como estaba borracho en aquellos momentos, pues ahora no recordaba exactamente qué trola les había soltado. A saber. 

Esperaba, eso si (ay Jesusito de mi vida, no me falles) que o bien ambas historias cuadraran o que el sheriff no tratara el tema en deralle con los dos hermanos González.

-¡Eso mismo!- Soltó con ojos vidriosos Pancho tras la perorata del jugador. -¡Lo que el señor Maverick acaba de decir!- 

Tras esto, Pancho quedó con cara de bobo (la de siempre, vamos) y mirando a Maverick con gesto de circunstancia.