Partida Rol por web

 Hécate se removió inquieta. Era cierto que su... maldición hacía que no fuese buena idea que esos humanos la viesen, aunque le inquietaba el que hubiesen llegado hasta ahí sin que nadie repararse en ellos... Además, sentía una gran curiosidad por el cuaderno.

Observó como Viviane caminaba hacía los chicos, mientras vigilaba por si acaso. No creía en las casualidades, lo que la hacía estar especialmente alerta.

-Mierda, tío, ésa es la madre seguro -murmuró Tiffany dando un paso hacia atrás-. Coño, Erik, déjalo en paz y vámonos antes de que se nos eche la manada encima.

Erik dejó de forcejear con el cepo, pero no parecía tan asustado como Tiffany. Tragó saliva y miró a la loba atentamente.

-No es su madre, es demasiado joven y este lobezno debe de rondar el año o el año y medio. Las lobas no paren hijos hasta que tienen dos años, y no lo hacen para nada si no son las hembras alfas. Y esta es demasiado joven...

 Hécate no pudo evitar soltar una pequeña risa al oir el comentario de la chica que, cualquiera que lo oyese y no entendiese el garou, podría tomar perfectamente como un gruñido.

A la loba no le sentó bien ninguna de las dos afirmaciones. La primera porque no era madre, y la segunda porque el chico aquel parecía saber demasiado. Había que sacarles de allí, pero si hacía algún comportameinto extraño acabaría anotado en ese maldito cuaderno. Optó por seguir avanzando hacia el cachorro atrapado en posición defensiva, esperando que les llegase una pizca de sensatez y se fuesen.

-Pues por mí como si es su hermana -rezongó Tiffany-. No hemos venido a encararnos con los lobos, sino a estudiar la reserva. ¿O no? ¡Vamos, Liu, que no tengo ganas de líos!

La chica gótica echó a andar hacia el sur, a la carretera, pero Erik se quedó mirando a Viviane a los ojos.

Erik sacó lentamente la cámara de su bolsillo. Se acercó el visor al ojo y empezó a sacar fotos, moviendo la rueda del carrete con rapidez para hacer una sucesión. Era una de esas cámaras de cartón de usar y tirar, de color morado y un estampado hortera.

 Hécate decidió tratar de hacer ruido sin que llegasen a verla, a ver si así los asustaba. Su idea era que pareciese que había más lobos con ellas y hacer que la chica arrastrase al muchacho lejos de allí.

Erik bajó la cámara y se la guardó en un bolsillo. Se afianzó la mochila en el hombro y empezó a caminar hacia atrás hasta que se unió a Tiffany.

Viviane gruñó de nuevo y saltó hacia ellos agradeciendo el apoyo de Hécate en la retaguardia.

 Hécate siguió prestando atención a sus alrededores por si algún otro humano rondaba cerca, mientras hablaba a Viviane con los gruñidos y ladridos del idioma garou.

- Hay que conseguir esa camara y el cuaderno...

La Ragabash escuchó lo que decía Hécate, e interiormente le dio la razón, así que se dirigió hacia Tiffany para tirarle el cuaderno de las manos.

-La cámara -le dijo en un gruñido a Hécate. Seguramente podría alcanzar a Erick cuando saliese corriendo, pero no iba a arriesgarse a perderle de vista.

En cuanto la loba se encaró a Tiffany, la chica soltó un grito y echó a correr. Al ser acosada por ella trató de quitársela de encima dándole con el cuaderno que llevaba en la mano, y no le fue difícil a Viviane arrancárselo sin hacerle daño. Sin cuaderno, ahora Tiffany corrió todavía más deprisa, de un modo que Viviane no había visto nunca. Tiffany era de las que solía librarse de gimnasia diciendo que le dolía un tobillo o que tenía la regla.

Casi le resultó hasta divertido correr detrás de Tiffany, y cuando logró arrebatarle el cuaderno sólo la persiguió unos metros más para asegurarse de que se iba. Cómo corría la cabrona, aunque ella también lo habría hecho en su situación.

Con una pata medio escondió en cuaderno entre las hojas del suelo y volvió al trote para bloquear la retirada de Erick mientras Hécate le quitaba la cámara. Si encima le daba por sacar fotos a la metis iban apañados.

 Hécate trató de salir detras de Eric de manera que este no pudiese enfocarla bien, tratando de engancharle de los pantalones con intención de romperlos y que callese la camara. Ya era mala suerte que en vez de echarla en la mochila se la hubiese guardado en el bolsillo... mientras esperaba que Viviane consiguiese el cuaderno para que pudiese ayudarla.

Con un rápido tirón, los afilados dientes de Hécate rasgaron la tela de los vaqueros. La cámara cayó al suelo sin llegar a romperse, amortiguado el golpe por la hierba.

Kate, junto a Edgar, se habian quedado rezagados, y observaron la escena en silencio, retirados, sin estorbar a Viviane y a Hécate mientras recuperaban la cámara y el cuaderno, comentando en susurros la jugada. La chica (creía recordarla del instituto) salió corriendo fácilmente, pero el asiático parecía otro cantar. Quizá habría que hacer acto de presencia para disuadirlo.

- Nuestro turno. - Susurró Kate a Edgar, mientras se ponía de pie y profería un aullido corto y amenazador, para acto seguido descender hasta donde se encontraba el lobezno y anteponerse entre él y el chico, con el pelo erizado y gruñendo en garou. - Lárgate, ahora.

Si Edgar se unía a ellos, serían una espeluznante visión de cuatro lobos defendiendo a un cachorro de un desconocido, y quizá Hécate tuviera ocasión de esconderse de nuevo para que aquel chico no pudiera fijarse en la metis.

Edgar asintió cuando Kate dio la señal de actuar. Dejó que ella se posicionase junto al cachorro y entonces apareció él, con un andar tan majestuoso como supo fingir, deteniéndose encima de un montículo para mirar fijamente al chico asiático y a continuación soltar un largo aullido, alzando el morro hacia el cielo. Luego bajó del montículo de un salto, y empezó a moverse en un círculo alrededor de Erik. Esperaba que, si tanto sabía de lobos, no fuese tan estúpido como para dejar que unos le rodeasen, y menos si había aparecido un macho.

Erik soltó un grito, tropezó en la hierba húmeda y dio con los morros en el suelo. Pero no perdió un momento en levantarse y salir corriendo hacia el punto que era ya Tiffany.

 Hécate esperó a que estuviesen lejos para volverse hacía donde yacía la camara de fotos, mirandola curiosa.

- Deberíamos informar a los ancianos de todo esto.

Su tono era decidido y, por primera vez, no daba lugar a réplica. El que unos desconocidos estuviesen tomando fotos y curioseando por ahí podía, potencialmente, poner en peligro al clan. Además, estaba la cuestión del cepo.