Partida Rol por web

Se volvió y le miró con sorpresa. Sorpresa e incredulidad. Recordaba haber soñado con ser un lobo desde...  desde siempre. De vez en cuando, de crío. Cuando se despertaba tenía miedo si el sueño había sido sangriento. A veces, si en el sueño había marcado su territorio, al despertar se había meado en la cama. Otras, si se había asustado mucho, se hacía pis al despertarse.

Según se hacía mayor se meaba menos y soñaba más. Había dejado de contarle a su madre con qué soñaba, y nadie más había preguntado. La gente no solía preguntarle cómo estaba, de todas maneras, salvo la consejera estudiantil. No es que nunca (ninguna de las tres veces que había hablado con ella) le hubiera contado demasiado de su vida, pero a nadie le habría extrañado que un chico de dieciséis años estuviera enfadado. Salía en la tele todo el rato. Nunca había sabido identificarse con los adolescentes problemáticos de los programas de televisión, pero también aquello era normal, decían.

-¿De qué estás hablando? -le preguntó, ya sin el tono condescendiente que había usado hasta entonces. Ahora era hostil.

-De lo que has oído -respondió el mendigo, levantándose y sonando también hostil-. ¿Crees que me asustas, niño? Cuando tú aún mamabas de la teta de tu madre yo estaba luchando a brazo partido contra monstruos más grandes y más apestosos que tú.

No se amedrentó; al contrario. Aseguró los pies descalzos en el suelo, firmes, y se plantó frente a Tony decidido a que las cosas salieran a su manera. Donny no se asustaba de vagabundo borracho diez centímetros más bajo que él. Doce. Quince. Cuando espiró hizo un ruido que sonó como un gruñido.

-¡Joder!- dijo con una voz que no era suya al verse la mano. Las uñas le crecían poco a poco, pero lo bastante rápido para que fuera perceptible a simple vista.

Ahí estaba otra vez. Lo sentía igual que lo había sentido otras veces, en su pecho, agitándose, luchando por liberarse. Sólo que esta vez la verdad pesaba como una losa: no había nada de normal ni "de la edad" en aquello. No era inseguridad lo que estaba sintiendo en ese momento, era miedo, miedo de verdad porque ya no sólo sabía que le había pasado malo, algo inexplicable. Ahora era testigo.

Y no solamente era miedo. El enfado, el desafío de Tony, esas cosas se le habían juntado dentro, en el brazo, y estaba deseando levantarlo para darle un zarpa... puñetazo. No quería volver a ver las tripas de nadie, no quería volver a estar en el McDonalds, y el miedo y la ira se juntaban y le impedían pensar con claridad.

Tony también creció. Su jersey crujió cuando sus músculos se hicieron más grandes, los dientes le sobresalieron por los labio y el vello corporal se espesó. Sus ojos se volvieron lobunos y brillaron inyectados en sangre.

-¡Inténtalo, cachorro! ¡Inténtalo! Te pondré los dientes en la garganta antes de que digas mierda.

Retrocedió el doble de alterado que cuando sólo cambiaba él. Levantó los brazos para asegurar distancia entre Tony y él. El cambio se detuvo mientras Donny contenía la respiración, y mientras miraba a Tony con una mezcla de miedo, furia y súplica.

Los cambios se invirtieron mucho más lentamente de lo que se habían producido.

-Así está mejor -farfulló Tony, volviendo a ser humano lentamente-. ¿Te lo crees ahora? Sí, ¿no? Pues acompáñame. Tenemos que llevarte al Clan.

Hizo un gesto y se fue en dirección opuesta.