Partida Rol por web

Hécate las miró con la misma expresión sonriente, sonrisa que esta vez si alcanzaba sus ojos. Así era como debían comportarse las manadas... y así era como los líderes debían comportarse.

- Voy a buscar yo también algo de ropa...

Al decir eso salió hacía la tienda para coger unos pantalones, una camiseta, los zapatos y una gorra y volver donde estaban los demás. Lo bueno de eso es que tendría tambien algo de ropa dedicada para poder ir al instituto... no era toda la ropa que acabaría necesitando si quería poder cambiar sin problemas en caso de que allí ocurriese una emergencia, pero por algo se empieza,

Cuando Ashley le Dedicó la ropa a Kate se levantó sobre las cuatro patas y miró a una y otra alternativamente. Kate iba a estar preciosa paseando por Naperville como una mujer de las cavernas. Aunque la Theurge no parecía muy dispuesta. Ni Viviane. Ni Hécate. Y Ashley, por supuesto, ya le había puesto remedio remedio al asunto. Mujeres.

Hécate seguía sonriendo. Últimamente no dejaba de sonreír. Cuando las chicas se marcharon Donny volvió a forma homínida; no sabía si Ashley podría hacer el Rito con la ropa de todos. Especialmente si seguía dedicándoles las pieles.

Se metió las manos en los bolsillos y empezó a excavar en la nieve con el talón. Por suerte lo más seguro es que no tuvieran mucha ropa entre donde escoger.

11:45

Cuando Kate, Hécate y Viviane escogieron ropa, entre Ashley y Donny se la dedicaron. Después buscaron una cuerda para usarla a modo de collar con Edgar y ya estuvieron listos para correr a la ciudad.

Cambiaron a Lupus y comprobaron que el Rito había funcionado, pues la ropa, en lugar de saltar en pedazos, se unía a su pelaje en forma de mancha. Salieron a la carrera procurando que nadie se percatase de que se habían marchado, aunque sabían que antes o después todos lo sabrían. Pero Dom se había encargado de ello.

Atravesaron el bosque de pinos saltando entre los montones de nieve virgen, aspirando el olor de los conejos que corrían al notar su presencia. Nunca habían llegado tan lejos en forma lupina, pues siempre los habían llevado y traido en coche. Pero la sensación de libertad era mejor que un subidón de droga.

Cuando llegaron a la linde del bosque fue momento de cambiar. Los cinco pasaron a Homínido y ataron la cuerda alrededor del cuello y la boca de Edgar (no fuese que alguien les llamara la atención) y se acercaron al centro. Para casi todos, la primera vez que venían a Naperville en un mes.

Ashley parecía muy contenta de haber regresado, pero se echó la capucha y procuró que nadie la viese.

-¿Y ahora qué? ¿Vamos al comedor social de la iglesia? -inquirió la Philodox.

Kate se aseguró de que el improvisado collar de Edgar estuviera bien atado, pero que no le resultara demasiado molesto. Estaba segura de que sería un fastidio para el muchacho llevar algo así puesto, pero había sido su decisión y ella se había comprometido a actuar en consecuencia.

Le sonrió con amabilidad, mientras le rascaba detrás de las orejas, intentando infundirle ánimos ante la larga tarde que le esperaba en aquella forma.

Después se incorporó, todavía maravillada por que toda la ropa que llevaba puesta había llegado intacta y observó desde la linde del bosque la ciudad.

- Algo me dice que el comedor social de la Iglesia puede ser un lugar, pero no el correcto. - Comentó, frunciendo el ceño. - La manada urbana son Roehuesos, pero no son indigentes. Como nosotros, sabrán dónde buscar su propia comida, y tendrán su propia guarida, ¿ no? - Miró a sus compañeros, pensativa. - Si tuvierais que tener una guarida en la ciudad y que esta pasara más o menos desapercibida... ¿Dónde la haríais? 

Al parecer Ashley tenía la solución para el transporte de prendas de vestir, algo que a él no le parecía muy complicado pero que a los demás sí. Se ve que sabía cómo dedicar prendas u objetos para que cambiasen de forma junto a ellos, y para demostrarlo le dedicó las pieles que llevaba Kate. El chico no pudo evitar reír.

- Gran idea, Ashley. Seguro que esas pieles eran la primera opción de Kate en cuanto a prendas que dedicar. ¡Yaba-daba-duuuu!

Evidentemente, la Theurge quiso que se le dedicase un conjunto de ropa más normal en lugar del traje de Red Sonja, y Viviane y Hécate se sumaron a la petición. Sorprendentemente, Donny demostró que también conocía ese ritual y colaboró con la animadora en el proceso de dedicar. Una vez todas estuvieron listas, se hicieron con una cuerda y Edgar entró en su tienda, dejó allí sus ropas hechas con pieles y se transformó. De los cachorros, era probablemente el que cambiaba menos a menudo. No terminaba de sentirse cómodo en ninguna otea forma que en la suya propia, aunque no era estúpido y conocía las ventajas de cada una. Por mucho que le gustase estar en homínido, no usaría esa forma cuando tuviesen que correr mucho, ni cuando tuviese que pelear contra alguno de esos bichos del Wyrm... si es que alguna vez llegaban a ver uno siquiera.

Ya convertido en lobo, se dirigió hacia el lugar de reunión con los demás y echaron a correr por el bosque. A medida que abandonaban la seguridad del túmulo y los alrededores, a medida que se acercaban a Naperville, Edgar fue notando una inquietud en su interior. Una inquietud por su familia, por pensar que estaban en ese lugar donde la Tejedora era tan fuerte, por saber cómo estaban, cómo habían encajado su desaparición... Echó a correr más deprisa, intentando que la salvaje sensación de libertad que le invadía ahogase esas ideas.

Llegaron al límite del bosque y los demás recuperaron su forma homínida. Les miró con envidia, bajando las orejas y la cola, triste. Pero era mejor eso que quedarse en el clan mientras ellos iban a hacer su primera misión como manada. Mucho mejor. Así que trató de animarse. Dejó que le atasen con la cuerda a modo de collar y de bozal, pero asegurándose de que éste estuviese lo suficientemente suelto para que pudiese hablarles en idioma garou, o fingir algún ladrido para disimular. Hacer de perro era un poco humillante, pero se lo tomó como si fuese un papel más en sus clases de interpretación. Tenía que actuar como un perro, hacer creer a todo el que lo viese que era un perro. Roles mucho más complejos había interpretado con éxito, así que... Se dejó rascar por Kate, frotando su cabeza contra la mano de la chica, y moviendo la cola, como haría un can de verdad. Cuando esta retiró la mano, soltó un ladrido. No le convenció, e intentó un par de veces más hasta que logró uno con tono de perro amistoso, que no asustaría a los niños ni atraería atención indeseada sobre ellos.

Llegaron a las primeras calles de Naperville, las más cercanas al bosque. Notar el asfalto bajo las almohadillas de sus pies lobunos era extraño... Cuando preguntaron sobre dónde empezar, volvió la cabeza hacia ellos y  les habló en lengua garou. Para cualquier transeúnte sonaría a ruidos animales, pero aun así intentó hablar poco, para que no les pareciese raro.

- Vamos al parque. - se limitó a decir.

La carrera fue estupenda, pero tener que buscar a Tony a pie en Naperville no le hacía ninguna gracia. Aunque sabían dónde vivían, el parque no estaba precisamente a un tiro de piedra de donde se encontraban. Naperville no era pequeño. Se abrochó la cazadora mientras Edgar protagonizaba un espectáculo bastante lamentable.

Cuando Kate intervino Donny se giró con una ceja levantada y la incredulidad escrita en la cara. No le parecía que hubiera muchos más sitios donde conseguir una comida caliente. Contenedores de basura y ratas aparte.

Llegaron a los primeros edificios y Donny pisó la acera y el asfalto como si fueran suelo sagrado, y respiró el humo de los tubos de escape como el olor de un asado recién hecho. Bajó los ojos para mirar a Edgar. Ya quería ir con los otros perros.

-Mejor que nos pongamos ya en marcha. La manada urbana vive en el parque y está a tomar por culo andando. Es una pena que no dejen subir perros en los autobuses.

Imitó a Ashley y se puso la capucha, aunque no iban a pasar cerca de su barrio.

-Tampoco es como si lleváramos dinero... -murmuró Ashley, aunque miró a sus compañeros con la ceja levantada-. ¿O sí?

A juzgar por la pinta de su abrigo, no era como si la animadora fuese a sacarse una cartera llena de pasta de uno de sus bolsillos. No parecía ser la misma de antes. Ella nunca habría vestido algo que no fuese de marca. O que tuviese esos lamparones de grasa, al menos. Grasa o sangre vieja.

Kate sonrió tristemente al responder.

- Ni un maldito centavo. - Respondió. - Rara vez lo tenía antes, y no he vuelto a ver uno desde navidad... Así que en marcha, ¿no?

Pensar en Navidad hizo que no pudiera contener más un pensamiento que, desde el momento en el que Dom Paso-sin-prisa les había dicho que bajaran a la ciudad había estado luchando por mantener alejado. Estaban en Naperville, después de un mes desde la ultima vez que estuvo allí. Y se moría de ganas de ver a su madre, que ahora estaba más cerca de lo que hacía semanas que lo había estado.

Quizá podría ir a verla cuando acabaran con el encargo. No, IRÍA a verla cuando acabaran con el encargo. Apenas sabía de ella por lo que Ismene y otras Furias le contaban, de forma más vaga de lo que ella querría, y aunque en el fondo de su corazón no se sentía digna de hacerlo por todo el daño que le había causado... se moría por verla, estar cerca de ella y dejarse abrazar por Sarah. Casi le dolía lo mucho que la echaba de menos, tanto como el sentimiento de culpabilidad que pesaba en ella.

Quería ver por si misma si realmente estaba bien. Si se estaba recuperando como decían quizá ir a verla le alegrara el día y la animara.

"O quizá no... quizá deberías volver al clan sin perturbarla más, sin molestar la poca paz que quizá haya encontrado ahora que te has alejado y no tiene que sufrir el recuerdo constante de ese malnacido que eres tú..." - Se dijo a sí misma. Suspiró profundamente, indecisa, deseosa de que se pusieran en marcha cuanto antes.

A Donny le quedaba algo de dinero de antes de ir a vivir al clan, pero no se le había ocurrido traerlo. Tampoco hubiera podido transportarlo en forma lupus sin una bolsa o algo así, aun con la ropa Dedicada. No dijo nada al respecto porque no tenía sentido seguir lamentándose por ese tema.

-Pues a Burlington Square -dijo, y empezó a andar.

Andar por la calle rodeado de gente era un alivio. Un cambio de paisaje, por lo menos. Un hombre le echó el humo del cigarro en la cara y se sintió en casa, aunque no conocía apenas aquella zona de la ciudad. No recordaba haber estado por ahí más de una vez o dos. Ni siquiera le importaba la estampa que ofrecían cinco adolescentes andrajosos con un lobo atado con una cuerda. Llevaba demasiado tiempo viviendo en el clan.

No hablaba mucho, para variar. Estaba preparándose para volver a ver a Tony. No tenía ganas de ir a pedirle un fetiche, como si fuera un trabajo escolar, especialmente porque le parecía recordar que no era el tipo más equilibrado del lugar. Aunque después de unos meses en el clan no rechazaría un lingotazo.

Viviane se vistió y, dado que le iban a dedicar la ropa, escogió algo decente para ir por la ciudad dentro de lo que se había traído. Estaba limpio, así que tenía menos aspecto de vagabunda que el resto.

Cuando llegaron más que alegrarse pareció entristecer. Lo echaba de menos, todo. Desde el tráfico de por la mañana hasta los bares de fiesta, y eso incluía el humo de los cigarros. Llevaba casi dos meses sin fumar y aunque ya no lo llevaba tan mal, volver allí hizo que le entrasen muchas ganas. Vio pasar a un hombre fumando y sus ojos lo siguieron debatiéndose internamente entre pedirle un cigarrillo o no. Luego recordó que no tenía precisamente muy bien aspecto y se le quitaron los ánimos (aunque no las ganas). Metió las manos en los bolsillos del chaquetón y se encogió ligeramente mirando el suelo mientras caminaban hacia el parque donde debía estar la manada de Roehuesos.

No tenía dinero, ni vehículo, ni nada por el estilo, así que se limitó a negar con la cabeza y seguir a Donny. Tampoco tenía muchas ganas de andar. Y lo más gracioso sería la cara que se les iba a quedar al pasar por delante del primer restaurante.

 Una vez llegaron a la ciudad y cambiaron de forma, Hécate lo miraba todo atenta. Daba igual cuantas veces estuviese en la ciudad, todavía todo tenía ese aire de "nuevo" para ella que hacía que no quisiese perderse detalle alguno. Escuchó como decidían ir al parque y echó a andar junto a los demás. En su fuero interno se preguntaba porque les habían encargado a ellos que fuesen a buscarlos, aunque suponía que se trataba de algún otro tipo de prueba. También se preguntaba como les recibirían... aunque sabía como la tratarían a ella: mal. Sólo esperaba que eso no les hiciese tratar mal a su manada... inconscientemente gruñó ante ese pensamiento.

A dos calles del parque distinguieron una figura extraña. En un callejón, con un polvoriento abrigo dos o tres tallas más grande que él, había un chico de unos quince años. Tenía una gorra calada hasta las orejas y expelía un olor semejante al de los cubos de basura en los que buceaba. Pero lo más sorprendente era su cara. Cualquier novato habría dicho que estaba en forma de Glabro, pues tenía demasiado pelo como para ser humano. Una densa capa le cubria el rostro, apenas distinguible bajo ella.

En ese momento estaba lamiendo los restos una lata de sopa de tomate como lo habría hecho un perro: con total despreocupación por el estado de su lengua. Tenia el pelo que le rodeaba la boca teñido de rojo, como si hubiese mordido a alguien y se hubiese bebido su sangre. Al levantar la vista y reparar en los lobeznos, se guardó la lata como si ellos fuesen a quitársela. Olfateó en su dirección y frunció el ceño.

-¿Quiénes sois?

Kate observó al muchacho que tenían delante con cierta sorpresa y curiosidad. No era mucho más alto que ella, pero sin embargo tanto pelo resultaba desconcertante... Se preguntó qué podía haberle pasado al chico para que tuviera esa cara, o si sería un metis, ya que sí parecía evidente que era un garou: la posición del cuerpo, sus gestos, la forma de olisquear el aire...

Echó un vistazo a los demás, que como si de un grupo de amigos (con un perro) se tratara, habían llegado allí de forma casi causal, como si dieran un paseo, aunque aquello no pudiera estar más lejos de la verdad. Decidió que alguien tendría que dar el primer paso... y esta vez Edgar no estaba en la mejor posición para hacerlo.

Respirando profundamente se adelantó medio paso y decidió presentarse.

- Mi nombre es Kate, y estos son Viviane, Ahsley, Donny, Hécate y Edgar. - dijo, señalandolos uno a uno mientras les nombraba, esperando que no se tomaran a mal aquella presentación global. Súbitamente se le ocurrió que era un problema que no tuvieran un nombre como manada (aunque de hecho todavía no lo eran), ya que hubiera simplificado mucho aquel trámite. - Estamos buscando a Tony Encuentra-muchas-cosas, pues necesitamos hablar con él.

Había intentando imprimir en sus palabras un tono cordial y formal, aunque no estaba del todo segura si sería adecuado, pero apostaba a que en todo caso haría más bien que mal.

Entornó los ojos para ver quién era el que estaba hurgando en los cubos de basura y se llevó una sorpresa tremenda. Esperaba que fuera el tal Óscar, aunque si él fuera un humano normal con esas pintas tampoco iría al colegio. Ya había oído hablar en el clan de él, pero no se había parado a imaginarlo. Parecía un furby.

Así que ése era el hijo de Tony. Menuda familia. La verdad es que Hécate era afortunada. Lo de tener tantísimo pelo todo el rato debía estar bien en invierno, cuando había noches que Donny dormía en el suelo en su forma de lupus para resguardarse del frío, pero en verano debía estar todo el rato con la lengua fuera. Hablando de eso, ¿sudaría? Igual jadeaba.

Por suerte Kate le rescató de sus propios pensamientos. Donny resopló al escuchar hablar a la Theurge. ¿Tenía que ser tan... cursi? Metió las manos en los bolsillos de la chaqueta y esperó a que el metis respondiera. Si es que era un metis. O un garou, para empezar. Aunque si no era un garou que le hablaran cinco adolescentes con pinta de vagabundos locos no le iba a quitar el sueño de todos modos.

-Eres Óscar, ¿no? -preguntó, sólo para asegurarse. Estaba bastante convencido de que lo era-. Venimos del clan.

 Hécate miró al chico en silencio, la cabeza ladeada mientras le observaba. Cuando les habló se colocó instintivamente de forma que pudiese proteger a su manada en caso de ataque del desconocido. No tenía ni idea de quien era, pero por su pinta parecía garou... y nunca estaba de más tomar precauciones con aquellos que no se conocía, no fuera que se pusiesen territoriales.

Viviane, todavía con las manos en los bolsillos, miró fijamente desde una segunda posición al desconocido. Alzó las cejas con cierta sorpresa por su aspecto, pero no comentó nada. Con Hécate era suficiente. Entonces la Theurge tomó la palabra, aunque le pareció que hubiese sido más apropiado que lo hiciese Edgard o Ashley, y de una manera menos rimbombante. Ella no, desde luego. A ella no se le daba muy bien entablar relaciones.

Como ya se habían presentado y ya habían dicho el por qué de su visita, la Ragabash echó un vistazo al callejón arrugando la nariz por el olor, y también el aspecto de aquello. Vivir en la ciudad no tenía que estar tan mal, pero no en aquellas condiciones, rodeado de basura y rebañando latas de comida. Prefería el Túmulo a pesar del frío.

Edgar siguió a los demás con resignación en su forma lobuna. No dijo nada la mayor parte del recorrido, manteniendo la cabeza baja y no mirando directamente a ningún otro peatón para que no le cogiesen miedo y alguien montase un jaleo. Sus ojos, sin embargo, reseguían las calles cada vez que pasaba por un lugar conocido, esperando ver allí a su madre, o su hermana. En más de una ocasión pensó en pegar un tirón para escaparse del agarre de Kate y echar a correr hacia su casa. Quería saber cómo estaban, cómo llevaban su desaparición. Quería saber si le echaban tanto de menos como él a ellos. Si seguían con esperanzas de volver a verle o ya le daban por muerto.

Perdido en sus pensamientos, notó la tensión de la cuerda en su cuello cuando el grupo se detuvo de golpe. Les miró, luego siguió sus miradas hasta un callejón cercano. Había allí un tipo extraño, compitiendo con él por el título del más peludo de la calle. Edgar se acercó tanto como le permitía la correa, quedando entre Kate y el extraño. No hizo ningún gesto amenazante, sólo esperó con las orejas levantadas, atento. Lo más probable era que ese hombre no fuese una amenaza, pero si lo era, y dado que ninguno de ellos tenía armas, era el único que estaba en una forma mejor que la homínida para pelear. Probablemente Donny era más peligroso en homínido que Edgar en Lupus o incluso en Glabro, pero no iba a sentarse y dejar que el ahroun hiciese todo el trabajo.

Al acercarse, tuvo que sacudir la cabeza. El hombre, el callejón, y los cubos de basura removidos juntaban sus emanaciones y creaban una ola de olor putrefacto que le aturdió. Seguro que sus compañeros de manada lo estaban oliendo también, pero para él, con el sentido del olfato de un lobo, era un pequeño infierno. Sin embargo, no retrocedió, siguió vigilando al apestoso, al que Donny llamó "Oscar". ¿Es que el chico negro conocía a todo el mundo o qué?

El chico tiro la lata a su espalda y se rascó la cara como si una pulga se la estuviese recorriendo.

-No sé dónde está mi padre -dijo, y se encogió de hombros-. A esta hora suele rondar el cine Shelby, para colarse en la sesión de la mañana.

Se sacó de un bolsillo una botella de agua mineral vieja, rellenada con un líquido parecido al vino tinto. La abrió y la ofreció.

-¿Un trago? Es zumo de mora.

Ashley se echó hacia atrás cuando la señaló con la botella.

-¡Dios! Tienes que estar de broma. Antes bebería de un tazón de perro que de eso. ¿En el fondo de qué contenedor te lo has encontrado? -Ahora, teatralmente, se tocó la frente y habló en alto para sí-. ¡De todas las Tribus... Roehuesos! ¡Habría tolerado hasta Wendigo!

-Cállate -la cortó con su voz de Ahroun malo.

Había enrojecido debajo de la capucha. Era la primera vez que se dirigía a Ashley desde que había llegado. Tony no había sido muy amable con él, era verdad, pero le había ayudado y no estaba bien dejar que se metieran con su familia. De todos modos no miró a la Philodox; siguió mirando a Óscar.

-Bueno, pues gracias -le dijo. Giró la cabeza para mirar a los otros, pensando que si se daba prisa igual no se armaba un cisco-. ¿Vamos al cine?