Partida Rol por web

Félix observo con sorna como los inquisidores comenzaron a abordarlos. 

Y mira que decían que eran gallinas.

Al parecer la pelea se llevaría acabo en el Anima. Félix desenvaino su main-gauche; aquel que junto con su estoque hacia una pareja letal. Se coloco en una posición defensiva y mientras azuzaba a los enemigos que tenían en frente.

- Vamos perros peleen o vuelvan por donde vinieron con la cola entra las patas. -

Con un grito de guerra más propio de un oso que de un ser humano, Sandoval se lanza al combate en cuanto el capitán inquisidor pone un pie sobre los tablones de la nave. Salta desde lo alto de los sacos en los que se había apostado con los ojos inyectados en sangre, apartando de un empujón al compañero que se encontraba en su linea de ataque. Su objetivo era claro, estaba al alcance de su mano y la venganza no conocía demora.

La enorme masa de Sandoval se cierne sobre el enemigo e inmediatamente descarga dos potentes tajos con sus cuchillos de cocina, que silban al cortar el aire, buscando hacer manar la sangre del odiado representante de la Iglesia Theana.

Bubua sale corriendo hacia el grupo de lacayos de la inquisición parándose en las escaleras.

-No pasareis de aquí. Grita mientras su porra repleta de pinchos silva por el aire en busca de su primera victima, los clavos y pinchos rasgan las ropas de su oponente sin llegar a tocar la carne.

De repente se oscurece el cielo cuando miráis hacia arriba Veis el cuerpo de Sandoval volando y tapando los pocos rayos de sol, los dos cuchillos que porta en las manos son lo único que brilla en tan impresionante estampa.

Al final cae junto al Capitán de la inquisición, primero el cuchillo de la derecha que silva rasgando las ropas del capitán seguido de un golpe con la mano izquierda que corta el aire de abajo hacia arriba para cortar parte del pecho del capitán salpicando de sangre el rostro de el gran cocinero, que en un gesto automático relame las gotas que han caído cerca de la comisura de sus labios.

El capitán de la inquisición parece venirse abajo durante unos instantes reflejados en una mueca de dolor pero…

-Infame foca, ballena, muerte… Grita en su desesperación el capitán mientras levanta su gran hacha en busca de Sandoval.

El hacha del capitán inquisidor prueba las carnes hermosas de Sandoval que, sorprendido, baja la mirada hacia la recién abierta herida que tiene en su pecho. La sangre manaba con fuerza, pues Sandoval tenía mucha vitalidad, salpicando la armadura del inquisidor y a los que a su alrededor se encontraban.

Pero lejos de venirse abajo, acostumbrado al dolor como estaba, estalla en carcajadas.

- ¡Vas a necesitar mucho mas que eso para tumbarbe, perro sarnoso!

Los gritos de los secuaces se confundían con el viento que rugía cada vez más fuerte, a la vez que nuevas flechas silbaban por el cielo en busca de los mástiles donde terminaron por clavarse.

Un nuevo grupo de inquisidores se balanceo por el aire con ayuda de las cuerdas que estaban atadas a las flechas en busca del firme de La Anima.

Pero solo uno llego a las maderas del barco, los otros 3 fueron arrastrados por el viento y terminaron cayendo al mar donde rápidamente la madre océano los engullo, mientras trataban de levantar los brazos en busca de algo o alguien que nunca lo rescataría y gritaban.

-Ayudggghh!!!

Mientras tanto y como si la muerte de aquellos dos hombres fuese insignificante en comparación a lo que tendría que llegar, las velas se sacudían como gritándose las unas a las otras en una autentica imagen de lo que acontecía en aquel desierto azul.

Héctor apunta al capitán mientras se desliza por la cuerda para llegar a la otra nave, pero tarda demasiado y cuando quiere disparar el capitán ya está enzarzado en combate con sus compañeros. Apostado detrás de los sacos busca otro objetivo y dirige en cañon de su pistola a uno de los marinos de la proa de la embarcación de la inquisición.

De todos los tipejos de la Inquisición que habían saltado al barco, sólo uno había llegado. Mis compañeros se ocuparían de él como es debido. Pero su salto me dió una idea.

Sin despegarme del timón, grito a la tripulación—. Agarraos al asiento, señoritas. ¡Este va a ser un viaje movidito! ¡Si quieren guerra, que vengan a por ella!

Después, me preparo. En cuanto comiencen a saltar, moveré el barco hacia un lateral, haciendo que más de esos perros de la Inquisición caigan al agua para no volver a salir.

En La Anima el movimiento se acrecentaba a cada segundo, ninguno de los piratas quería perder la oportunidad de derramar sangre, por su parte los inquisidores no estaban dispuestos a caer ante aquella panda de malolientes.

Bubua se posiciono frente a las escaleras gritando que nadie pasaría por ellas mientras hacia silbar en círculos su gran porra por encima de su cabeza.

Las gruesas piernas de Sandoval se tensan y flexionan para impulsarse con fuerzas por los aires en busca de una posición cercana al Capitán Inquisidor.

Este desprevenido no ve venir al gran cocinero que sin ningún miramiento le asesta dos rápidas cuchilladas, que dan lugar a las primeras manchas de sangre pero el Capitán no parece ser un hombre que se venga abajo por un par de cortes y se la devuelve a Sandoval con la misma moneda, dejando caer su gran hacha sobre las carnes del cocinero que mira perplejo la herida provocada en su pecho y manchaba de color carmesí su camisa blanca, como si el dolor lo engrandeciese mas aun que su propio tamaño Sandoval estallo en unas sonoras carcajadas que abrían puesto a temblar al mismísimo Esteban Verdugo Jefe supremo de La Inquisición.

Mientras en el otro barco los secuaces Inquisidores seguían buscando la forma de abordar La Anima, cuatro de ellos dispararon sus ballestas que cruzaron el cielo en busca de los mástiles y travesaños, pero solo uno tuvo en mente el aire que ahora soplaba con mas fuerza y  llego al firme del navío pirata.

Héctor cubierto tras unos sacos llenos de maíz apuntaba al Capitán Inquisidor pero justo antes de apretar el gatillo se dio cuenta de la dificultad de disparar al Capitán de la inquisición que estaba trabado en combate con Sandoval y Samael, girando su brazo en el ultimo instante la bala de su pistola se desvío rozando a un grupo de secuaces que ya estaban preparándose en la proa del barco para abordar a La Anima.

Mientras agarrado fuertemente al timón Boquerón observaba la refriega, al ver la mala suerte de los tres inquisidores que terminaron engullidos por la madre océano, su mente empezó a funcionar a gran velocidad y una sonrisa maquiavélica se formo por debajo de su espesa barba.

Nuevamente las flechas de los secuaces recorren el cielo y tras ellas los inquisidores.

Algunos son abatidos por las pistolas de los piratas otros no logran acertar con su ballesta mientras otros terminan en la mar como anteriormente pasara con sus compañeros.

Tan solo dos de ellos parece que vayan a conseguir llegar a los tablones de madera que forman el suelo de La Anima.

Cuando veo que los perros inquisitoriales agarran las cuerdas para saltar, es cuando ejecuto la maniobra. Más tarde haría que llegase alguno, pero si lo hago lo suficientemente pronto nadie se lo esperará.

Con toda mi maestría en esto de navegar, giro el timón, para que el barco se aleje lo suficiente como para que ningún siervo de la Inquisición llegue a nuestro barco.

El resultado no se hace esperar, y los gritos y el chapoteo en el agua me indican que he tenido éxito.

El movimiento brusco  de Boquerón consiguió su propósito de hacer caer a los inquisidores al mar pero… No fue la única consecuencia.

El grupo de inquisidores que estaban en la proa del barco rodó por el suelo al perder el equilibrio y como ellos bubua rodó escaleras abajo.

-Maldita sea…

Se oyó gritar al vigía mientras rodaba escaleras abajo.

-Jajaja. Hijo agarrante fuerte nuestro timonel tiene muy malas pulgas. Grito Samael.

El brusco movimiento del barco sorprende a Héctor que es "empujado" de costado hacia los sacos que le parapetaban. Al intentar mover su pierna para mantener equilibrio sus pie chocan entre si, y cae al suelo de morros después de rebotar contra los materiales que antes le protegían.

Con un rugido sordo, el enorme corpachón de Sandoval se estrella contra la cubierta de madera, evidenciando el poco tiempo que llevaba navegando al ser incapaz de mantener el equilibrio ante la rápida maniobra del piloto.

después de un tiempo a bordo de la narval me iba acostumbrando a los vaivenes ora a estribor ora a babor. Aunque tenía deseos de agarrarme a algún lado conseguía deslizarme lo menos posible.

Pero en el ultimo instante su mano se movió instintivamente para agarrar un cabo y perdió el equilibrio cayendo al suelo.

A pesar de su buen equilibrio Félix no esperaba un viraje tan brusco del barco y término cayendo al suelo sin más remedio.

-Maldita sea Boquerón podrías avisar… Fue lo único que acertó a decir mientras caía junto a Sandoval.