Partida Rol por web

La ducha me supo  a gloria bendita. Aquel invierno en las calles estaba siendo bastante duro y no había tenido ocasión de ducharme desde la llegada del frío. Así pues la disfruté todo lo que pude. Tras secarme, me puse aquella especie de traje de baño que habían dejado para mí, comprobando al instante que se ajustaba a mi cuerpo como si de una segunda piel se tratase. Era realmente cómodo y no me quedaba nada mal.

La cama era realmente cómoda y... ¿hacía cuanto que no me sentía tan bien? No me dio tiempo a pensar en mucho más, puesto que enseguida mis ojos se cerraron, dejando paso a un reparador y confortable descanso, el cual se vió interrumpido por el sonido de una fuerte alarma. Salté de la cama y me vestí deprisa, cogiendo mi inseparable mochila antes de salir de mi cuarto. Una vez en el pasillo, corrí buscando a los demás, guiada por mi olfato, aunque es Silva quien me indica hacia donde ir usando la megafonía.

No tardo en escuchar al vasco, quejándose de la situación con su peculiar sentido del humor y me guío por su voz, alcanzándole en poco tiempo. Copio la manera de ponerme el paracaidas del vasco, puesto que es la primera vez que uso uno y me pregunto si, cambiando de forma, no aguantaría la caída mejor que con esa cosa. - Es más... ¿y si el miedo me hace cambiar? - Trillo ya estaba listo a nuestra llegada.

- Espero que Silva tenga a mano lo que sea que me doblegue en caso de que me transforme y no os reconozca... - Dije respondiendo a las palabras del muerto, esperando la señal para saltar.

Otro bandazo de aire mueve la aeronave varios metros a la izquierda, provocando que algunos miembros de la tripulación caigan al suelo. Por suerte el piloto tira de pericia y sangre fría y tras un descenso bastante rápido y peligroso al estar las cumbres de las montañas demasiado cerca logra enderezar la aeronave y colocarla para que las rachas de viento no le afecten demasiado.

Por megafonía se escucha:

- T menos 60. Acercándonos a zona para salto. Descenso de 30 grados en curso. El lanzamiento será con paracaídas ya que no es posible descender la nave sin ponerla en riesgo.

Una luz roja se enciende, y tras unos gestos de Silva lo seguís hasta la zona de salto. Podéis ver como por la rampa que se ha abierto en el fuselaje se lanzan el equipo que usaréis en la misión. Son cuatro cajas en total de gran tamaño donde seguramente vayan las motos de nieve y el resto de vuestro equipo.

Luego la luz se pone en verde y Silva grita:

- Es la hora...contad hasta cinco y abrid el paracaídas tirando de esta anilla o ésta. - os explica brevemente.

Es el primero en lanzarse, la altura es considerable ya que no se ha podido descender más. A los cinco o seis segundos veis que se abre su paracaídas. Parece que funcionan bien.

A pesar de los años que ha pasado en su nueva forma, la emoción que transmité la gravedad es de esos instintos difíciles de ignorar. Trillo, con el paracaidas bien sujeto, se acerca a la puerta y salta detrás de Silva. Tampoco es tanta altura, pero si cayera a plomo, a saber a que distancia quedaría del punto de encuentro, así que tira de la anilla sin más, frenando su caída y dirigiendo el artilugio para seguir a Silva.

Aitor era de los que con el peligro puede que proteste, se queje, lance impropierios... pero por dentro se crece. Disfruta con el peligro de manera bastante poco sana. Así que cuando apareció por la rampa, llevaba un rictus de "me lo voy a pasar de miedo" que tiraba de espaldas. No importaba la falta de seguridad de la aeronave, la falta de clases de uso de paracaídas o las múltiples y variadas formas de morir o sufrir daños que entrañaba el saltar aceleradamente de un vehículo aéreo en marcha, él estaba tan feliz.

─Ala, pues... ─dijo simplemente de manera muy vasca justo antes de lanzarse al vacío.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco... seis... ─contó mentalmente antes de abrir el paracaídas, adelantando a todos sus compañeros en un descenso potencialmente mortal.

El zeppeling se zarandeaba sin piedad, sobre todo para aquellos que calleron al suelo tras la última sacudida. Pero no había tiempo para mirar hacia atrás. Silva nos guió corriendo a la zona de salto. Debíamos salir de allí cuanto antes, junto con nuestro equipo. El viento hacía aquello más peligroso de lo que realmente era y mirando hacia abajo, me volví a plantear el saltar como bestia en lugar de hacerlo como persona. - ¿Y si algo fallaba? - El miedo es libre de viajar por donde quiere.

Tras escuchar las explicaciones pertinentes, busqué ambas anillas para tenerlas a manos. - Saltar, contar hasta cinco, tirar anilla. Saltar, contar hasta cinco, tirar anilla. Saltar... - Iba repitiendo en mi cabeza, como si aquello fuese un nuevo mantra. Era la primera vez que iba a hacer aquella locura y no estaba segura de nada. Entonces Silva saltó, seguido por Trillo y el vasco. Quedaba yo en el zeppelin y no hacía más que observar como caían y se abrían sus paracaidas. Incluso los de las cajas con el material funcionaban. - ¿Por qué iba a fallar el mío?

Y salté. La sensación de caída fue indescriptible. Era como si mi cabeza y mi estómago se hubiesen quedado en el zeppelin y solo bajase mi cuerpo. - Saltar... contar hasta cinco y... ¿y las anillas? - La inercia de la caída, que mi cabeza siguiese en lo alto del zeppelin y los nervios, no acertaba a encontrar ninguna de las dos anillas. Cuando la localicé con mi mano, tiré de ella sin contar ni nada. De haberlo hecho, seguramente iría ya por el 10. El paracaídas se abrió y sentí el tirón en mi espalda, frenando drásticamente mi caída. En ese mismo momento, sentí como mi cabeza y mi estómago volvían a su sitio.

Más tranquila, observé las vistas que pude desde aquella altura, olvidándome de que en algún momento, llegaría a tierra y nadie me había dicho como descender con aquella cosa.

Saltáis de la aeronave y notáis de inmediato la fuerza del viento. Sobre todo Gastelu que nota como una racha lo lanza a varias decenas de metros del resto. Tras unos segundos tiráis de la anilla y descendéis de manera controlada aunque no suave como os gustaría, pero por suerte la nieve cubre el suelo y amortigua la caída. Todos estáis sanos y salvo...pero veis que Gastelu no está con vosotros aunque por suerte no ha aterrizado demasiado lejos. Tras diez minutos aparece con el paracaídas a la espalda y con cara de haber llevado un susto de muerte al lanzarse.

- ¿Todos de una pieza? - pregunta Silva - Creo que hemos aterrizado a cierta distancia de las cajas de material, tendremos que caminar hasta ellas a no ser que Gastelu se saque algo de la manga...

Trillo se desabrochó el paracaidas, más incomodo que otra cosa, y dió un vistazo alrededor. Las cajas llevaban una luz de posición así que debería poder verlas entre los árboles. Se agachó un poco y saltó por encima de las copas de los árboles para buscar la luz. Aterrizó levantando una pequeña nube de nieve.

- Es por ahí, no muy lejos- aseguró, señalando hacia las cajas.- Me avanzo- añadió, antes de saltar por encima de las copas de los árboles, esta vez en trayectoria lateral.

─¡Raquetas para todos! Bueno, el que sepa esquiar, que lo diga, que le doy esquís en vez de raquetas... ─exclamó y razonó el vasco─ Supongo que podría crear una moto de nieve y que estire de nosotros, pero hará mucho ruido y no sé si nos conviene...

Bien pensado, dadas las rachas de viento imperantes sobre ellos, difícilmente nadie escucharía nada más que a unos pocos metros, si no se trataba de una explosión potente. Bien podían hacer pesar más la rapidez que la discreción, al menos de momento. Lo dejaba a la elección del jefe de grupo.

Y entonces Trillo dio un salto inmenso.

─¡La ostia... parece una pulga el muy cabrón! ─confesó con su habitual falta de tacto.

Al final logro controlar mi miedo y empiezo a sentirme bien, disfrutando de aquel vuelo en paracaídas, justo cuando alcanzo tierra. O más bien, nieve. Miré a mi alrededor y luego hacia el cielo. No me importaría repetir aquel salto, aunque de alguna manera sabía que eso no volvería a pasar.

El bosque se alzaba frente a nosotros y nos faltaba el vasco, quien había salido volando hacia algún sitio, lejos de nuestro lado. Pero en lo que logré recoger el paracaídas y coseguí quitarme todo aquello del cuerpo, Gastelu apareció entre nosotros y el muerto nos hizo una bonita exhibición de uno de sus poderes, saltando como jamás he visto nunca saltar a alguien. Casi embobada, miré como el hombre ascendía, casi como si volase, para luego descender y formar aquella bonita explosión de nieve al impactar con el suelo. No dije nada, puesto que el vasco ya se encargó de ello y no me apetecía volver a tener otro roce con aquel hombre sin vida.

- ¿Raquetas? - Pregunté con curiosidad mirando a Gastelu. Sabía lo que eran los esquís, aunque jamás los había usado, pero la únicas raquetas que conocía eran las de tenis y no me veía usando aquello para caminar por allí. - Mi parte más salvaje me está pidiendo a gritos salir... creo que lo más... oportuno sería que nos moviésemos ya. No quisiera empezar una fiesta antes de tiempo. - Dije a los presentes. - Aunque si pudiese controlar mi cambio... un trineo... no nos vendría mal. Iríamos rápidos y en silencio. - Miré a Silva. No es que me gustase hacer de perro de tiro, pero la idea no era descabellada del todo y nos haría ir más deprisa. - Incluso nos sobrarían las motos para llegar hasta la antena.

Trillo demuestra su utilidad al momento de tocar tierra, de varios saltos recoge el equipo y lo acerca. Entre el equipamiento que se lanzó hay varias motos de nieve y el material solicitado (explosivos, armamento, ropa de abrigo de repuesto, víveres, etc...). Así que tras vestiros adecuadamente para resistir el frío, aunque uno de vosotros no lo sienta pero para disimular y no llamar la atención de algún ojo enemigo.

Silva con un mapa de la zona hace cálculos y os indica.

- De momento no nos hemos alejado apenas del punto de salto, por lo que los planes van perfectos militarmente hablando... - dice sonriendo a pesar del intenso frío - ...nos acercaremos a cinco kilómetros de la torre y luego iremos andando, nos vendrán bien las raquetas que nos proporcione Gastelu. Está nevando así que la nieve cubrirá nuestras huellas llegado el momento de alejarnos de la zona. ¿Alguna duda?

Cada uno se monta en su moto de nieve, Silva va delante liderando al grupo, os desplazaréis en fila india para evitar dejar demasiado rastro.

- Yo... tengo un problema... No se conducir estas cosas. No he llevado una moto en mi vida, menos aún una de nieve. ¿Realmente es necesario que lleve yo una? - Pregunté al ver aquellas cosas frente a mí y como algunos de ellos se preparaban para subir en ellas, mientras recogía mis cosas y me abrigaba un poco más. Cuando cambiase de piel, el frío no sería un problema, puesto que mi corazón bombearía con tanta fuerza que mi temperatura corporal se dispararía durante un tiempo. Pero con mi forma normal, era otra historia.

Una vez todos listos, seguí mirando mi moto asignada con preocupación. A pesar de las instrucciones que me habían dado, lo veía demasiado peligroso para subirme y acelerar como si no hubiese mañana, siguiendo al resto. En mi cabeza aún resonaba mi idea de hacer de perro de tiro, llevándoles en un trineo hasta nuestro destino.

Lo que decía Silva sonaba bastante coherente a Gastelu, así que no puso objeción alguna a su plan. Es más, ni siquiera hizo algún apunte sarcástico, probablemente porque no se llevaba mal con él. No parecía muy facha, o al menos mucho menos de lo que estaba acostumbrado a tener que sufrir estos últimos tiempos.

Mujer-lobo, jefe de expedición y no-muerto… Estaba claro que el vasco era el miembro más frágil del grupo y aunque él mismo se comportaba como si fuera invulnerable, la realidad distaba mucho de ello. Dejó que alguien siguiera a Silva y se colocó a continuación, ni el primero ni el último, bien protegido. Aunque… eso ya se vería.

Y entonces intervino Cristina, la mujer-lobo, que no sabía montar en moto. ¡Pero bueno! ¿Qué clase de muchacha no monta en moto con su novio para contrariar a sus padres? Bueno, dado el plantel de personas raras que éramos, casi mejor no preguntar.

─Sube conmigo, mujer, yo te llevo ─dijo Gastelu con su característico acento a la vez que palmeaba el asiento de su moto─ Y no te preocupes, que tengo novia vasca y como me propasara contigo me mata. Buena es la Ainhara para esas cosas...

Trillo se rascó la cabeza. La verdad es que su experiéncia con los vehiculos era muy irregular. Había conducido maquinaria pesada hacía muchos años, pero en sus tiempos era una cosa sumamente complicada y delicada. Había visto gente conducir en aquella época. No había que cebar motores, ni comprobar aceites ni embragar con cuidado. Incluso había coches que se conducían solos. Se montó en la moto cerrando la comitiva y arrancó. No parecía muy dificil, las marchas eran sencillas, el gas iba solo y un panel indicaba todo lo demás. Mientras no hubiera que haerle mantenimiento, la moto iba bastante sola.

Al final una de las motos no será de utilidad por lo que decidís esconderla en la nieve por si al regresar hiciera falta, ya que las averías y accidentes pueden ocurrir en misiones de esta índole.

Silva encabeza la comitiva, luego Gastelu acompañado de Cristina y por último Trillo que a pesar de no estar acostumbrado a este tipo de vehículo se adaptó perfectamente ya que no eran excesivamente complicados de manejar.

Os acercáis a vuestro destino a buen ritmo, de momento no ha habido ningún contratiempo. La noche es tranquila aunque muy fría, el viento que antes arreciaba donde aterrizasteis ahora es menos fuerte, parece que la tormenta se ha desplazado un poco dándoos un respiro que agradecéis ya que así es más sencillo pilotar una motonieve.

Me agarré a la cintura del vasco, tras subirme en aquel cacharro, para arrepentirme minutos después de no haber cogido "mi moto". Parecía sencilla de llevar pero lo que más me gustaba era disfrutar del frío aire en mi cara y la sensación de libertad que me daba aquello. Por un momento creí que la bestia que contengo, fuese salir a disfrutar de aquello también. Pero por fortuna no ocurrió y el viaje se terminó sin ningún percance.

Al llegar me bajo de aquel caballo de metal y olfateo el aire, mientras que agudizo mis sentidos, buscando algo que no deba estar allí, como nosotros. En silencio, voy girando lentamente sobre mi misma, permitiendo que mis sentidos controlen todo el entorno, a la espera de las nuevas instrucciones de Silva.

A lo lejos divisáis una especie de humareda, es en la dirección de la torre que debéis asaltar. En la noche y a pesar de la oscuridad se puede ver el reflejo de alguna llama y la humareda que esta levanta y se entrecorta con la luz de la luna.

Tus sentidos son más finos que los de tus compañeros, más animales sería una mejor respuesta. Observas que en la dirección hacia la cual os dirigís hay un incendio y una gran humareda. Sin duda se trata de la torre que está ardiendo en llamas, tarea que deberíais de haber realizado vosotros pero parece ser que alguien se os ha adelantado. 

Notas como unas ligeras sombras pasan cruzando sobre el reflejo de la luz lunar en un pestañeo. Se mueven velozmente pero sin apenas hacer ruido. Adaptas tus ojos a su velocidad y puedes ver como tres figuras humanoides se alejan de la torre, el problema es que alguna de ellas os podría divisar si tú has podido y puede que no sean amistosos.