Partida Rol por web

La velada acabó alargándose unas horas más cuando la cena terminó. Al final Leopoldo fue el último en irse. Esperó hasta el último momento para encender la pipa y inundar el vagón con ese aroma añejo tan característico de su tabaco. Aunque la compañía no le resultaba incomoda, ciertamente el doctor disfrutaba mejor la soledad mientras se perdía en sus pensamientos. – Demasiados años han pasado ya “Mein Fürer” – pensó mientras instintivamente llevó su mano hasta el omoplato derecho.

La melancolía llenó los sueños del alemán como hacía tiempo que no pasaba. La Berlín joven de cuando estudiaba en la Escuela Técnica Superior. El Tercer Reich y sus inicios con el mundo de lo paranormal que acabaría desembocando con el estudio de los metahumanos. Recuerdos cada vez más lejanos y difuminados que vagaban por su mente… recuerdos de su primera juventud antes del accidente.

- Un café solo, por favor – pidió Leopoldo al entrar en el vagón – y un par de tostadas con mantequilla, gracias – comentó al ver el desayuno de su compañera – buenos días a todos – acabó saludando a los presentes cuando tomó asiento.

Tras desayunar y recoger su equipaje un par de vehículos de la empresa del ferrocarril os trasladan a la estación de Garé de l'Est; desde la cual tomaréis el Orient Express.

El tren de lujo se muestra reluciente en la estación. Para acceder hay que pasar por un control de seguridad, y podéis ver que requisan los aparatos electrónicos ya que los dueños de la empresa quieren que en su fiesta no haya exclusivas (según os comenta De La Cierva, el evento lo cubrirán paparazzis contratados por la propia empresa, así que la fotografía de invitados, etc...). Incluso los vagones llevan inhibidores de radiofrecuencias, sólo funcionando en un vagón especial de comunicaciones donde se dispone de terminales con acceso a la red.

El equipaje de mano pasa un control bastante exhaustivo, os retiran todo artefacto que pueda ser utilizado para transmitir información. El otro se revisa menos minuciosamente pero se indica que no intente utilizar ninguna forma de contacto que no sean las facilitadas por la empresa.

De la Cierva os comenta en confianza y casi susurando:

- He logrado que parte de mi equipaje vaya directamente a mi vagón particular, por lo que he logrado colar munición para su armamento... - dice refiriéndose al capitán Azor - así como otro equipamiento en caso de que se rompa algún vial...y la ropa especial para que pueda ir elegante y a la vez desaparecer... - dice a Ballesteros. - Eso sí, por favor. El traje no es a prueba de balas ni de cuchillos, para que tuviera un aspecto elegante y pudiera llevarlo en las cenas ya que se exige etiqueta hemos tenido que obviar ciertos materiales. El tejido coherente no es barato la verdad...¿Alguna pregunta antes de subir y regresar a los años dorados de este tren?

El lujo que acompañaba a aquel viaje en tren, que sería aderezado por el artificial traslado a otra época con menor tecnología que distrajera del paisaje, me llevó a añorar otros tiempos, otra vida diferente. Quizás no tanto una vida que hubiera vivido, como la vida que podría haber tenido si las cosas hubieran sido distintas. Si no me hubiera dejado deslumbrar por el brillo de la alta sociedad madrileña, buscando ascender en la escala social. Eso era lo que añoraba, una vida tranquila, sencilla, donde quizás ser feliz como parecían serlo las personas humildes a las que veía a diario.

En cualquier caso, en aquel ambiente de lujo me movía como pez en el agua, a fuerza de costumbre. Observé en silencio cómo era necesario entregar dispositivos electrónicos, así como el resto de medidas de seguridad, y me volví hacia De La Cierva cuando comenzó a impartir instrucciones.

Parece que lo tiene todo bien estudiado... -Alabé la planificación de nuestro anfitrión, antes de entrar en materia- Pero dígame. Comentó que el motivo de mi presencia en este viaje, oficialmente por supuesto, era la celebración de una exhibición de vuelo. ¿Cuándo y dónde estaría prevista?

Al trasladarnos a aquella otra estación y detenernos frente al lujoso tren, no pude evitar quedarme mirando este con absoluta admiración. Era precioso, una auténtica obra de arte de la ingeniería, además de trasladarme a la famosa novela de Agatha Christie que había leído en más de una ocasión. Nuevamente tenía aquella sensación de estar rodeada de lujos de los que realmente no podía disfrutar.

No es más que atrezzo de un tenebroso entramado.

Antes de pasar el control de seguridad comencé a ponerme algo nerviosa. Me había asegurado de no dejar nada comprometedor en mi equipaje de mano, dejando todo mi equipo en otra maleta, pero aunque De la Cierva nos había dicho que no habría problema para disponer de nuestro equipo, no estaba del todo tranquila viendo cómo se revisaba el equipaje.

Por suerte nada sucedió. El dinero continuaba teniendo el mismo poder de siempre y no había traidores en las inmediaciones.

Escuché lo que nuestro anfitrión tenía que decirnos, nada que me afectara directamente, para después ofrecernos resolver nuestras dudas; ante lo que el Señor Díaz se pronunció. Este quería concretar los detalles de su presencia allí, y por lo tanto, también de la mía.

- Efectivamente, estaría bien saber eso, así como cualquier otro detalle por el que la prensa pueda preguntarnos. - añadí, antes de volver a mirar brevemente el imponente tren. - Cuando termine la ronda de preguntas... ¿Cree que podrá conseguir que alguien me saque una foto con el tren de fondo? - me atreví finalmente a preguntar a De la Cierva, no sin algo de vergüenza, la cual tiñó ligeramente mis mejillas.

- Me tomo en serio mi parte del trabajo, y en esta ocasión no puedo fallar. - dice tranquilamente, luego viendo que le preguntan por la actuación del Capitán Azor decide comentar un poco cómo será - La exhibición será en Suiza, concretamente la noche del 25 de Diciembre a las doce de la noche. Habrá una sesión de fuegos artificiales y luego será efectuará un pequeño programa de vuelo. Unas acrobacias y un ejercicio de puntería contra unos enemigos simulados. Cosa sencilla para usted, y un momento perfecto de distracción si no tenemos éxito en el tren.

Ante los comentarios de Azucena el millonario responde:

- La prensa no les hará preguntas comprometidas, además toda pregunta que les pudieran hacer pasaría un filtro...el mío. Digamos que soy el patrocinador del Capitán Azor durante estas fiestas. - Luego escucha la petición de la foto y sonriendo añade - ...se la saco yo sin ningún problema si es necesario, pero... - hace un gesto a un joven que pasa cerca del tren caracterizado como un periodista de los años 20 aunque con una cámara digital y le pregunta en francés mientras deposita un billete en la mano del joven - ¿Podría si es tan amable sacarle una foto a la joven con el tren de fondo? Muchas gracias. 

El joven se dedica a sacaros fotos de sobra para llenar un book entero de fotos a todos los integrantes del equipo. Posteriormente con otro billete de por medio la tarjeta de memoria pasa de las manos del fotógrafo a las del millonario.

Finalmente todos accedéis al lujoso tren y os dirigís a vuestros dormitorios asignados. El señor Ballesteros y el doctor compartirán habitáculo (Cabin Suites interconectadas). Mientras que el capitán Azor dispone de una pequeña suite (Suite) con un habitáculo adjunto donde estará instalada Azucena (Cabin Suite). En cambio Juan de la Cierva posee una de las suite presidenciales (Grand Suites: Budapest).

Vuestro objetivo está instalado en otra de las Grand Suites, la Venice. No estáis ninguno en el mismo vagón pero todos debéis pasar por ese vagón para ir al vagón-spa y para ir a los diferentes vagones restaurante.

De La Cierva os indica que a partir de las 13 horas comienza el horario del restaurante y la idea es que os reunáis en uno de ellos para comentar el plan de actuación. Se ruega etiqueta ya que no está permitida la ropa sport.

La planificación no coincidía con aquella prerrogativa que había pretendido incorporar a nuestros posibles planes. El vuelo de exhibición estaba planeado para nuestra estancia en Suiza, y no durante el trayecto, algo que retrasaba un poco las cosas. No obstante, no todo estaba perdido. Se me ocurrían excusas con las que podía crear una coartada adecuada para hacer del vuelo del Capitán Azor una distracción adecuada.

Aún así, se trataba tan sólo de una posibilidad.

De La Cierva no tardó en mitigar las aparentes preocupaciones de Ruiz respecto a la prensa, gracias a los diversos filtros que debían pasar las preguntas que realizarían. Aquel hombre lo tenía todo atado y bien atado, y con ello dejaba patente la profesionalidad que cabía esperar de un Grande de España. De hecho, incluso se encargó gentilmente de que un fotógrafo hiciera una foto a la señorita Ruiz, ya que parecía hacerle tanta ilusión. Tras ésta, se ocupó de sacarnos fotografías a todos, algunas individuales, otras en grupo como la comitiva que acompañaba a la figura pública española a realizar aquella exhibición, la pantomima como imagen del Régimen que había estado realizando durante tanto tiempo y creía haber dejado atrás.

Acceder a aquel tren suponía todo un viaje en el tiempo, lleno de un encanto que no costaba disfrutar a pesar de estar enfrascados en una misión. Era como verse inmerso en aquel clásico de la literatura de Agatha Christie, en una simulación, adentrarse en la versión cinematográfica. Fuimos acomodados en nuestros compartimentos, estando mi suite junto a la cabin suite de mi “secretaria”.

Señorita Ruiz. –Llamé la atención de la agente, antes de separarnos para acceder cada uno a su dormitorio. Eché un vistazo alrededor, para asegurarme de que no había otros pasajeros en las cercanías- Sería conveniente que acudiera al vagón restaurante en compañía de mi secretaria, en lugar de vernos allí. ¿No le parece? –Sugerí con seriedad, cuidando mis palabras- ¿Le parece que llame a su puerta a eso de… la una menos diez?

El doctor había conseguido pasar medianamente inadvertido, dejando a sus compañeros y sobre todo a De La Cierva acaparar con la atención de los medios y curiosos que se iban cruzando por el camino. Sin actuar de forma esquiva, iba dejando algo de espacio con el grupo, se despistaba con las maletas o simplemente permanecía ausente y pensativo, prestando una atención mínima a las conversaciones que iban surgiendo.

Pero el desdén de Leopoldo estaba directamente ligado con su preocupación sobre el éxito o fracaso de la misión y haciendo alarde de unos nervios de acero, permanecía impasible ante una ansiedad que iba creciendo en su interior.

Observaba esa magnifica locomotora sin admirarla. Veía claramente la calidad de cada detalle, toto el esfuerzo y dinero invertidos para lograr ese viaje de lujos por el pasado, pero no podía disfrutarlos.

- Nos vemos a la hora acordada – dijo secamente al grupo mientras se dirigía al camarote seguramente a leerse de nuevo el ensayo del doctor Ocaña y empezar los preparativos para lograr contener de forma segura el virus si llegase el caso.

Tras darnos las explicaciones oportunas, el Señor De la Cierva accedió a mi petición, haciendo ostentación de su posición y fortuna. Lo que no debía ser más que una simple foto de recuerdo se convirtió en toda una sesión fotográfica, una que quedó a recaudo de nuestro anfitrión a cambio de algunos billetes. No era la primera vez que me codeaba con gente con grandes recursos, si bien tampoco era lo habitual en mi vida, pero nunca me dejaban de sorprender aquel tipo acciones.

Le agradecí a De la Cierva que me consiguiera aquella foto antes de subir al tren, comprobando que su interior era tan espectacular como el exterior. No tuve mucho tiempo de admirar este, pues el hombre tenía indicaciones que darnos antes de dejarnos retirarnos a nuestras respectivas habitaciones. Nos informó de qué compartimento nos correspondía a cada uno, así como el que ocuparía el llamado Sombra, para finalmente citarnos a la hora de la comida.

Antes de entrar en la cabin suite que se me había asignado, el Señor Ruiz llamó mi atención, sugiriendo que acudiéramos juntos a la comida dado que mi papel era el de ser su secretaria. Sin duda aquel era un buen detalle, uno que había pasado por alto.

- Está en todo. Me alegra que sea así. - dije con una pequeña sonrisa. - A menos diez está bien. Si necesita algo ya sabe dónde encontrarme. - añadí, dispuesta a entrar en mi compartimento tras la respuesta del jefe de equipo.

Al entrar en vuestros dormitorios podéis regresar a los dorados años 20. Es un viaje en el tiempo que en parte os agrada, aunque por otra os aterra. La tecnología actual no estará disponible para cumplir la misión aunque gracias a vuestras habilidades tenéis ventaja para cumplirla.

Las armas en principio están prohibidas aunque si De La Cierva ha sido capaz de colar equipamiento es posible que vuestro objetivo lo haya logrado también por lo que deberéis actuar con sumo cuidado.

En vuestra habitación encontráis un plano esquemático del tren:

Locomotoras: posee 2 locomotoras en la parte delantera. 

Vagón de Comunicaciones: 1, justo tras las cabinas. Posee conexiones de radio, telégrafo y satélite. Es donde está el principal inhibidor de frecuencias de móvil.

Vagones de personal: 4 (Cabinas dobles: situados al principio del tren, tras el vagón de comunicaciones).

Vagones restaurante: 3 (Hay tres restaurantes: Côte d'Azur, Etoile du Nord y L'Oriental).

Vagones cocina: 3 (uno para cada restaurante).

Vagón Piano Bar: 1 (con un pianista disponible en todo momento). En el centro del tren.

Vagón Spa: 2 (poseen bañeras de hidromasaje de mármol, servicio de peluquería, barbería, manicura, pedicura y masaje). Situados antes de las habitaciones.

Vagón Boutique: 1 (Situado al lado de los vagones Spa). Posibilidad de comprar ropa (dividido en señora y caballero). Sastre de emergencia.

Vagón Champán: 1 (Lalique). Dividido en un bar de champán y una parte con juegos de mesa y lectura.

Vagones Dormitorio: 20.

Vagón Equipaje: 3 situados al final del tren, no se puede acceder a ellos. Posee inhibidores de radiofrecuencia.

Al llegar a tu compartimento encuentras la caja donde se guarda tu armadura de combate. Todo está en perfecto estado, debajo del la cama encuentras algo más escondida el maletín del arma. Con dos cargadores de munición ocultos en unos envoltorios que simulaban ser regalos de bienvenida. A su lado una tarjeta con la letra de De La Cierva que dice:

Úsalos sabiamente. No he podido traer más. De todas formas en el hotel tendría una caja entera por si las cosas no salen bien aquí.  

 El magnate está en todo y eso os ayuda, la logística es una de las tareas más importantes de una misión y no tener que preocuparse de ella ayuda mucho.

Llega la hora de la cena, todos de etiqueta. Vuestro aspecto debe ser impecable para causar buena impresión, según os han comentado hay famosos en el tren. Y entre vosotros hay un par de celebridades, ya que el señor de La Cierva es conocido a nivel europeo al igual que el Capitán Azor.

Cuando os reunís todos para ir juntos al comedor ya que entre compatriotas es habitual escucháis un leve ruido en el techo del tren, nadie se ha percatado aunque por alguna razón vosotros sí. Seguramente porque estáis en tensión debido a la misión, puede que no sea nada...pero tenéis que comprobarlo.

Debido a tu dispositivo puedes escuchar nítidamente el ruido, claramente es una persona caminando por el techo con un equipo de sujeción ya que notas la succión de las ventosas que utiliza para no salir volando ya que la velocidad del tren es de al menos sesenta kilómetros hora.

Escuchas sonidos que sin duda son de un humano sobre el techo del vagón.

Acudí al vagón restaurante en compañía de mi "secretaria", la agente Ruiz. Tal como habíamos acordado, pasé a llamar a su puerta diez minutos antes de la hora acordada para la reunión, debidamente arreglado para la ocasión. Ya había hecho inventario del equipo que descansaba en mi compartimento, asegurándome de que todo estuviera en correctas condiciones. Había incluso valorado la posibilidad de llevar conmigo a Tizona, pero finalmente había desechado la idea. Con aquella indumentaria, existía la posibilidad de que alguien notase el bulto bajo mi americana, y no veía verdadera necesidad de acudir armado, por el momento.

Sin embargo, algo me hizo dudar de si aquella decisión había sido acertada. Apenas acabábamos de reunirnos con los demás en la mesa, tras pasar cuidadosamente entre tanta gente congregada en aquel vagón y los estrechos pasillos que llevaban a él, cuando alcé mi mirada al techo del vagón. No me hizo falta preguntar para ser consciente de que no había sido el único en percibirlo. Un sonido en el techo del vagón, y en el estado de alerta en que nos encontrábamos no cabía la posibilidad de sencillamente ignorarlo. Podían ser mil cosas, muchas de ellas sin importancia alguna. Pero existía la posibilidad de que se tratase de algo importante.

Caballeros... señorita... -Comencé a decir con disimulo, pasando una servilleta por mis labios con disimulo, antes de depositarla sobre la mesa- ...me temo que tendrán que disculparme. Parece que tengo trabajo. -Me excusé, recordando que, tal como De La Cierva había comentado al dar comienzo a aquella misión, la seguridad del equipo era mi responsabilidad. Y la forma más directa de conocer la naturaleza y el posible riesgo que suponía aquel ruido, era subir allí arriba.

Tras una ardua contienda en combate singular... el hombre contra el satén, Germán Ballesteros hizo aparición en el vagón restaurante acordado para la cena con un flamante lazo negro en su pulcra camisa blanca. El bibliotecario acostumbraba a llevar trajes a diario... baratos, por supuesto, pero sus andares revelaban que aquellas prendas no le eran del todo desconocidas a su enjuta fisonomía. Sin embargo aquella hechura... aquella calidad infinitamente superior a la que él acostumbraba a portar le hacía sentirse algo encorsetado. Por un instante pensó si, en acabar la misión, permitirían que conservase aquellos trapos. Le complacería verlos colgados junto a sus levitas de baratillo en el armario de su apartamento. Por otro lado, ¿en qué otra ocasón podría lucirlos? Obviamente nunca jamás con lo que tanto daba si aquello regresaba a donde quisiera que el Régimen consevaba aquellos trapos o si lo hacía en su propia maleta rumbo a Madrid.

- Buenas noches. Vaya, esto es... espectacular. - comentó conforme se sentó a la mesa admirado de tanta opulencia. Realmente Germán era amigo del buen comer y del buen beber y por su frente cruzó frecuentemente un pensamiento de "a esto me sería fácil acostumbrarme".

Son pasos de hombre, pero ligero. No es un hombre pesado, o se mueve con mucha soltura. El tren viaja al menos a 70 kilómetros por hora por lo que debe usar algún equipo de sujeción al techo o tener alguna habilidad especial.

Acudir vestida de etiqueta cuando no era una invitada más, no resultaba algo sencillo. Debía marcar una diferencia, pues debía ser una empleada a ojos de los demás, y terminé por concluir que aquello sería algo que recaería más en mi comportamiento que en mi vestimenta; si bien el escoger un atuendo que no fuera muy llamativo ayudaría, aunque para alguien de origen humilde como yo, todo atuendo de etiqueta resultaba llamativo.

Opté por un vestido de corte recto, ceñido pero no en demasía, de manga tres cuartos y cuello redondo, cuya falda terminaba algo más abajo de las rodillas. Era de color gris jaspeado, con una cinta decorativa de color negro que rodeaba mi cintura y mostraba un lazo a un lado, un discreto ornamento a juego con los zapatos de tacón mate y la carpeta de cuero negro que decidí portar, renunciando a llevar un bolso de mano.

Terminaba de arreglar mi cabello, recogiendo un lado de mi melena hacia atrás, cuando escuché que alguien llamaba a la puerta. Por la hora, debía de tratarse del Señor Díaz, cosa que comprobé tras preguntar de quién se trataba; saliendo rauda tras ponerme la única bisutería que llevaría, unos pendientes redondos de obsidiana, y guardar una pluma en el interior de la carpeta.

Tras saludar a mi "jefe" caminé un paso por detrás de él, terminando por reunirnos con el resto. Íbamos rumbo al comedor cuando advertí algo en el techo del vagón, escuchando de forma nítida lo que fuera sucedía. Antes de poder decir nada al respecto, Díaz comenzó a disculparse para ir a ver qué sucedía. El líder del equipo parecía haber oído algo, pero no sabía el qué, con lo que le detuve antes de que se fuera.

-Una persona caminando en el techo. Usa un equipo de sujeción de ventosas. - le susurré al oído antes de que se marchara. - Estaré escuchando, avise si necesita ayuda. - añadí sin dejar de prestar atención a lo que sucedía fuera, dispuesa a seguir los pasos del Señor Díaz.

El millonario no parece escuchar lo que sucede en el techo. Asiente cuando Álvaro se levanta y se dirige disimuladamente a sus aposentos para cambiarse y poder inspeccionar el techo del tren. Azucena escucha claramente lo que sucede, parece que es un hombre con equipos de sujeción. ¿Un polizón? Eso puede significar muchas cosas, que haya otro agente con la misma misión.

- Me da que un tercer interesado ha entrado en juego. Señorita Ruiz, usted quédese aquí ya que con su capacidad puede comentarnos lo que sucede en el techo. Señor Ballesteros, usted acompañe al capitán. Su capacidad creo que le permitirá ver el techo del tren y podrá informar de a qué se enfrenta al señor Díaz antes de que se enfunde el traje y luego informarnos a nosotros. - mira a Azucena y le pregunta - ¿Puede determinar la dirección del individuo? tengo miedo que se dirija a una zona que no podamos inspeccionar, lo que me preocuparía la verdad. Doctor, usted de momento manténgase en alerta. No creo que sea un ataque o un intento de robo. Simplemente creo que están intentado acceder al tren de manera furtiva...