Partida Rol por web

Esta vez no pensaba discutirle, lo que él hiciera le parecería bien. Respiraba con dificultad por los besos y la excitación que sentía, pero también prefería parar ahora. No estaban en un lugar adecuado, y aunque no quería pensar en ello, había pasado mucho miedo y estaba agotada. Así que esta vez no puso ninguna objeción, sonrió feliz y asintió con la cabeza. Después se acurrucó junto a él pero de espaldas y cerró los ojos.

Se durmieron así, juntos, con Kristoff abrazando a Darkylla por su espalda mientras esta se dejaba llevar por el sonido sosegado de su respiración y la calma después de la tormenta, relajada entre los brazos de su amado y con la sensación por fin de sentirse protegida.

Sin embargo, la cálida protección de Kristoff no podía alcanzar sus sueños donde después de tantas noches de tregua volvió a aparecer aquella presencia que empezaba a aborrecer, esta vez totalmente nítida, una hermosa mujer con una horrible mirada.

- Todo tiene un precio, Darkylla. Disfruta mientras puedas, nos veremos pronto fuera de tus sueños - dijo con una voz clara, suave y enérgica de una dulzura engañosa que supuraba veneno.

Esta vez Darkylla no se despertó, simplemente aquella presencia se desvaneció de su sueño, aunque la dejó intranquila y nerviosa, sumiéndola en agitados sueños en los que perseguía a Kristoff por el desierto.

Horas después, ambos se hallaban ante el fuego que Kristoff había vuelto a encender, desayunando en silencio, ella preocupada por su sueño, Kristoff con el entrecejo fruncido concentrado en algo que le mantenía abstraído del mundo exterior.

Si el día había sido duro y agotador, la noche había sido intranquila y poco regeneradora, con lo cual su humor y su paciencia estaban en un punto muy poco halagüeño.

Miraba el cuenco de gachas alternando con el fuego, apenas daba una cucharada de vez en cuando.

Agradeció que Kristoff no dijera nada, al menos al principio. Aunque después aquel silencio se le hizo insoportable, sin embargo no tenía ganas de hablar.

¿Quién sería aquella mujer? ¿De verdad la vería pronto? ¿Qué querría? ¿Qué haría?

Durante un buen rato aquel silencio fue creciendo a su alrededor, tan sólo cortado por el piafar de los caballos y el crepitar de las llamas, hasta el punto de que fue casi insoportable. Ambos eran conscientes de que algo pasaba por la mente del otro pero estaban tan inmersos en la suya propia que les resultaba casi impensable preguntar.

Por fin Kristoff decidió dar el primer paso para expresar lo que le preocupaba.

- Llevo desde que me he despertado pensando - empezó  con inquietud -. Intentando recordar lo que pasó ayer y repasando mis recuerdos para ver si había algo más que hubiera olvidado. Hay algo... algo que debería recordar pero por algún motivo no está ahí... y no lo entiendo - le dirigió una mirada rápida antes de devolverla de nuevo a las llamas -...no consigo recordar cuándo conocí a Minea. Mi primer recuerdo de ella es como si ya estuviera enamorado pero es... - no le gustaba hablar de aquello con Darkylla y menos sin comprenderlo -... no lo entiendo, es tan diferente a lo que siento por ti... como si lo sintiera aquí - se señaló la cabeza - en vez de aquí - y esta vez su mano fue hasta su corazón -. Tampoco sé qué me gustaba de ella, es que no recuerdo nada, ahora la siento como si fuera casi una desconocida. ¿De verdad le pedí matrimonio? Sólo recuerdo haber compartido una semana de mi vida con ella y apenas si nos vimos. Nada tiene sentido.

Darkylla no era muy inteligente, pero tampoco era tonta, un respingo dio en el asiento que tenía y casi se cae al fuego con el impulso. Menos mal que Kristoff tiró de sus ropas para evitarlo.

- ¡YA LO ENTIENDO! ¡KRISTOFF! exclamó mirándole, ni siquiera prestó atención a su cara de miedo cuando casi cae al fuego, ¡TE HAN HECHIZADO! dijo respirando con dificultad y mirándole fijamente, le miró como si estuviera observando su reacción, como si temiese haber dicho algo demasiado loco, demasiado imposible, pero estaba segura.

Los ojos de Kristoff se abrieron con perplejidad ante la idea de Darkylla, e, inmediatamente, una sonrisa incrédula empezó a dibujarse en su rostro. Pero apenas un segundo después ésta se heló en su cara, como si de repente tal posibilidad no le pareciera tan descabellada. Su frente se llenó de arrugas.

- ¿Hechizado, dices? - se llevó una mano al mentón, acariciándose los pelos de la barba, que llevaba una semana sin afeitarse -. Pero ¿cómo podría? No, Minea nunca... - se calló de repente, con su rostro pareciendo aún más preocupado que hacía un rato -...no lo sé. ¿Podría haberlo hecho? No lo sé - apoyó la cabeza sobre sus manos con frustración -. ¿Por qué no logro recordarlo? Si sólo pudiera... - dejó escapar un ruidito agobiado -. ¿Por qué lo habría hecho?

No te puedo decir por qué, tal vez para apartarte de allí, tal vez para quedarse tu reino, tal vez... solo por diversión, dijo tristemente, mientras se agachaba frente a él. Lo siento, pero tiene sentido, no lo recuerdas, ni a ella, y yo... le miró algo incómoda por lo que iba a decir... yo no habría tenido ninguna posibilidad si la amases de verdad a ella, de corazón, dijo poniendo su mano en el pecho del joven. ¿A cuál de las dos amas de verdad, Kristoff? Solo una es la respuesta.

Se quedó allí mirándole, triste y preocupada, pero sobretodo asustada de ser la opción rechazada, aun cuando creía que sabía lo que sentía el joven, aun así, los sentimientos eran algo muy complejo, algo que ni ella ni nadie podría comprender o controlar.

Era mejor dejarle espacio, así que se levantó lentamente para marcharse y dejarle pensar a solas.

Pero la mano de Kristoff sobre su muñeca la retuvo a la par que tiraba de ella y le daba un beso que cortaba el aliento.

-  Escúchame bien, Darkylla - dijo con intensidad, tan cerca de ella que podía contar cada una de sus pestañas -, no he jugado contigo en ningún momento. Desde el primer beso te escogí a ti, te quiero y ya te dije que quería casarme contigo, y te juro que lo voy a hacer a no ser que seas tú la que cambie de opinión, porque no deseo separarme de ti nunca, con Deuda de Vida o sin ella - apoyó la frente contra la de ella, pegados el uno al otro -. No tengo que tomar ninguna decisión porque no hay nada que decidir. Sólo te quiero a ti, ¿me oyes? A ti.

Darkylla sonrió y besó a Kristoff otra vez, quedándose ambos de nuevo sin aliento. Te quiero, Kristoff, dijo sonriente todavía. Averiguaremos qué te hizo esa... mujer... pero estoy segura que fue un hechizo, aunque eso quiere decir que... es una hechicera... o bruja o... ¡OH DIOS MÍO! Gritó moviéndose tan rápido y tan impulsivamente que casi vuelve a caerse al fuego.

El grito de su prometida le provocó tal respingo que esta vez no tuvo tiempo ni de ver como estaba a punto de caerse al suelo porque el que resbaló de la roca en la cual se sentaba fue él, dándose un buen golpe. Esbozó una mueca de dolor.

- ¿Qué? - preguntó algo temeroso por lo que hubiera podido descubrir Darkylla. Fuera como fuera, seguro que no era bueno.

- ¡MI SUEÑO! gritó mientras se caía de culo, quedando a escasos milímetros del fuego, ¡KRISTOFF! ¿Y SI ES LA MUJER DE MI SUEÑO? ¿Y SI SABE QUIÉN SOY? gritaba como si el joven estuviese muy lejos, aunque estaba a menos de un paso frente a ella. ¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH! ¿QUÉ VAMOS A HACER? ¡KRISTOOOOOFFFFFFFFFFF!

El joven no sabía si estaba alterándose más por ver a su amada en aquel estado, por el griterío o por sus palabras así que la sujetó por las muñecas con delicadeza y la miró de frente.

- Cálmate, por favor - dijo con firmeza pero sin reproche -. ¿De qué mujer me hablas? ¿Qué sueño?

La joven estaba muy alterada, pero trató de respirar profundamente, y se echó a sus brazos, ¿no te dije nada? Con la fiebre creo que te conté que tenía extraños sueños, anoche también, una mujer... se apartó para mirarle, me decía mi nombre y que no podía esconderme en ningún sitio, me encontraría, es como si me vigilara, me asustó mucho... ¿y si es... ella? ¡Kristoff! obviamente estaba asustada, apretó las manos de su amado, ¿cómo vamos a luchar contra una hechicera? ¿Y si me encuentra y me... ahogó sus palabras y se tensó con cara de pánico...

- Has estado soñando con una mujer que no conoces aunque ella sí - dedujo de su parloteo asustado -. ¿Y te amenaza? ¿Cómo es? ¿Hace algo más?

Kristoff se estaba esforzando por mantener la calma y mantenerse paciente con Darkylla pero la joven se lo estaba poniendo muy difícil porque si era cierto y ella era Minea, él había dejado a su padre con una bruja con oscuros propósitos, la cual le había convencido de que se lanzara en pos de esa loca empresa.

- Sí... si... titubeó... al principio era una voz... unos ojos malvados, pero anoche la vi, era una hermosa mujer... Kris... Kristoff... sabía que eso significaba mucho más que enfrentarse a un Dragón, y sabía que eso haría sufrir al joven, que ya la miraba mucho más que preocupado. Lo siento... yo... me amenazó... yo... estoy asustada.

Ella había ido en busca de aventuras y hermosos sueños, fantasías... nunca había pensado que los obstáculos que encontrara fueran de tal magnitud, se había mantenido pensando que el Dragón sería razonable y podrían convencerle, o tal vez... no... simplemente no quiso pensar en nada más... era demasiado buena, pensar en cosas tan horribles le era difícil, tendía a olvidarlas de su cabeza, era positiva, risueña, no pensaba en los problemas que le podían ocasionar sus actos o los de otras personas.

Pero lo único que halló en los ojos de Kristoff fue una gran turbación; estaba consternado por las palabras de ella y terriblemente preocupado.

- ¿Era rubia y con los ojos azules? ¿Con la piel más blanca que hayas visto nunca?* - se levantó, demasiado agitado y angustiado -. Hemos perdido demasiado tiempo - murmuró para sí con ansiedad -. Y ahora Ceniza no puede llevarme...Maldita sea...maldita, maldita sea.... - se paró un momento, como si estuviera bloqueado mientras miraba a su alrededor buscando una respuesta que no hallaba -. Nos vamos ya - dijo finalmente.

No parecía necesitar la respuesta de Darky, pero ella asintió a sus preguntas, levantándose con él, lo siento... yo... lo siento... se sentía terriblemente culpable por todo, asustada como estaba no sabía qué hacer, así que se volvió para comenzar a recoger las cosas y tropezó con su propio pie, las lágrimas inundaban de nuevo su rostro, sintiéndose la culpable del retraso, de la herida de Ceniza, de la turbación de Kristoff, cayó al suelo y esta vez no pudo evitar con la hoguera, que crepitó furiosa por ser interrumpida.

- ¡AHHHHHHH! gritó la joven al sentir el mordisco del calor en su brazo.

No tuvo tiempo de ayudarla, cuando se dio la vuelta ya se la encontró a un lado del fuego y sujetándose el brazo que empezaba a cubrírsele de ampollas por la cara externa del antebrazo.

- ¡Darkylla! - no necesitaba preguntar qué había pasado, miró a su alrededor algo desorientado pero reaccionó lo suficientemente rápido para encontrar un cubo de agua que tenían para los caballos, romper la superficie congelada y echarlo sobre el brazo de la chica, que notó un instantáneo alivio a pesar de que seguía doliéndole mucho. Los dedos de Kristoff se cerraron sobre el codo de la joven, que se hallaba en perfectas condiciones, y se puso a examinarle la herida -. Creo que será mejor que no te lo vende de momento, me parece que el contacto con algo sólo te lo irritará más - parecía agobiado y preocupado, pero no podía hacer nada. Le secó las lágrimas con suavidad -. Darkylla no puedes llorar y culparte por todo, no puedo pasarme la vida pidiéndote perdón ni quiero que tú te disculpes. No es culpa tuya nada de lo que pasa, si de verdad lo que pensamos es cierto es culpa de Minea y gracias a ti podemos reaccionar a tiempo. ¿No lo has pensado? Por eso te persigue en sueños, porque quizás por ti tengo una oportunidad. Te quiero, de verdad que te quiero más que a nada en el mundo - murmuró en voz baja mientras le acariciaba el pómulo con el pulgar -. Pero ahora tengo demasiados motivos de preocupación, no puedo preocuparme por ti a cada momento, tienes que ser fuerte y centrarte. Confío en ti y sé que puedes hacerlo, lo haremos juntos.

El brazo le dolía mucho pero no quería preocuparle. Gracias, lo... iba a disculparse, pero se cayó y bajó la cabeza. Sí, podemos hacerlo. Confía en mí. Yo... yo también te quiero.

La joven aguantó el dolor y se dispuso a recoger las cosas, tratando de no mover demasiado el brazo, porque cada vez que lo hacía le ardía la piel y hacía una mueca con la cara para aguantar el dolor.

Tengo que ser más fuerte, no puedo ser una molestia para él, pensó Darkylla.

- No hagas esfuerzos, ya lo hago yo - le dijo antes de darle un beso en la mejilla y ponerse a recoger con rapidez.

Menos de veinte minutos después Kristoff había recogido todo, había revisado la herida de Ceniza y se hallaban ambos sobre Estrella, a la cual se le habían retirado las alforjas para cargarlas sobre el caballo negro. El joven príncipe estaba sentado detrás pero era el que llevaba las riendas, de modo que Darkylla no tuviera que hacer esfuerzos con el brazo, que le ardía de forma insistente.

- Tampoco podemos dejar de cumplir la promesa a Mirn... ni podemos cabalgar, Estrella no lo aguantaría - durante un momento el joven apoyó la frente en el hombre de Darkylla, pero apenas duró cinco segundos antes de que volviera a erguirse y azuzara al caballo.