Twin Pines Mall

El centro comercial de Hill Valley. Aquí puedes encontrar la mayoría de las tiendas, el cine y el mejor gimnasio de la zona.

Lo que no encuentres en su interior, podrás localizarlo en las calles que lo rodean. Desde la cadena de Supermecados S-Mart (idea de Raddamantis), donde atienden los empleados mejor cualificados.

La casa de reparaciones y chapuzas, con el mejor manitas de la ciudad no está lejos del Twin Pines Mall. Así como el mejor taller mecánico de la zona: ^The A _Team

Restaurantes, gran variedad de tiendas, joyerías, tiendas de ropa, de regalos.. etc..
Su lema: Si existe, en Twin Pines Mall seguro que lo encuentras.

A esas horas había poca gente en las tiendas, la mayoría estaba comiendo o terminando de comer en algunos locales del Centro Comercial. Para tu agrado, era bastante más grande de lo que realmente esperabas encontrar. Por las calles de Hill Valley se podían encontrar diversos tipos de comercios, pero todos comunes: bares, restaurantes, pequeños supermercados... alguna tienda de todo un poco etc. Pero en Twin Pines Mall era donde se encontraba todo más centralizado y con más variedad de artículos.

Pero pasaras por donde pasaras, las noticias de la fiesta del bosque, los muertos y heridos, así como el accidente de Ryan King y su posterior fallecimiento o bien las reacciones de las familias, eran el tema estrella del lugar. No había nadie con quien te cruzases que no estuviese hablando sobre ello.

Respiré ligeramente tranquila al cruzar las puertas de Twin Pines Mall, al menos esta gente no vivían en la época de los dinosaurios o peor. Algunas de las tiendas más útiles, o que yo encontraba más útiles, también estaban allí y eso me tranquilizaba. No es como si yo me pasara el puto día de compras, pero saber que necesitas algo y no poder tenerlo al instante era frustrante.

A mi alrededor todo el mundo hablaba sobre el accidente y toda la mierda del bosque, intenté mirar escaparates y escuchar algo más al respecto. Porque yo en el bosque no recordaba haber visto nada raro, aparte del accidente al volver. Y no es que me importara una mierda la vida de los demás, pero no me gustaba ser la que no se enteraba de nada tampoco. Así que fui escaparate por escaparate escuchando de bocas ajenas todo lo que pudiera recopilar y luego fui por un batido de chocolate. Lo hubiera pedido con un chorreón de ron, si tuviera un buen carnet falso, claro.

Básicamente era todo lo mismo, tan solo variaban el número de víctimas, de heridos o asistentes. En claro sacaste que, de haberos quedado unos diez o quince minutos más, seguramente os hubiera tocado correr por el bosque para huír de la policía y la redada. Ya sabías que el todoterreno volcado era el de Ryan King, cuyo vehículo, dependiendo de las versiones, estaba más o menos destrozado o que incluso, iban hasta cuatro chicas más con él.

Estaba claro que de los rumores locales no se podía fiar nadie. También se hablaba de que una pequeña mafia había montado aquello para dar salida a sus propias drogas y captar nuevos clientes. Otros especulaban con la posibilidad de que un loco millonario quisiera hacer una matanza allí mismo con todos aquellos chicos bebidos y drogados. Estaba claro que la gente de Hill Valley se aburría mucho y pensaba demasiado.

Aunque tu también estabas un tanto ausente cuando tropezaste con aquel hombre, el cual salía de una tienda de ropa, con una maleta con ruedas y la ropa lucía nueva. De no ser por su velocidad de reacción, hubieras acabado en el suelo. Su primera reacción fue ser brusco y grosero contigo, pero se contuvo y dibujó una sonrisa antes de hablarte. - Vaya, perdón. ¿Estás bien? - su voz sonaba amable, te soltó cuando vio que estabas en equilibrio. - Creo que debería mirar por donde ando...

- No serás de por aquí, ¿verdad? Verás... acabo de llegar y, estoy un tanto perdido. Busco la residencia de los Garlan. No te sonará, ¿verdad? Tienen a un chico más o menos de tu edad. Jaydren se llama.

Me sobresalté cuando me choqué con aquel tipo. Lo primero que salió de mi boca no fueron palabras amables, cosas del pronto adolescente.

-Me cago en la puta…- solté con disgusto, porque me había manchado la camiseta de puto batido de chocolate. Tenía que volver a casa a cambiarme antes de que alguien lo viera y me pusieran algún mote. Ya me lo estaba imaginando, “shitty” Violet y las bromas al respecto sobre cómo me gustaban las mierdas en el pecho. Y si estaba pensando en ello es porque yo de ver algo así e ir con Holly seguramente lo haría. Gritar por la calle y provocar al personal era divertido.

Al ver al tipo sonreír solo levanté una mano, como aceptando sus disculpas pero seguía de mal humor. –Soy nueva en la ciudad, pero hablas del chico guay de la clase supongo… Ni idea de dónde vive. Si buscas a alguna tía de esas con pintas de -zorras- de... animadora seguramente te puedan dar más señas- miré alrededor, porque yo estaba segura que se había tirado al club de animadoras del instituto. Los tipos así era lo que hacían, por eso eran populares, ¿no? –Busca a alguna morena o rubia patilarga con culo de animadora y seguramente te pueda dar más indicaciones que yo- busqué mientras un pañuelo entre mis bolsillos para limpiar los chorretones de chocolate.

- ¡Oh vaya! - Exclamó el hombre al ver que te había manchado la ropa con tu propio batido de chocolate. - De verdad, cuanto lo lamento. - Dijo y se miró a si mismo, por si le había salpicado algo a él también.

- Por favor, permíteme que te compre algo de ropa, al menos para que puedas seguir por aquí y, por supuesto, pagarte un batido nuevo. Es lo menos que puedo hacer por este tropiezo. - Te dijo con voz amable, eludiendo por completo tu recomendación de que buscase chicas con pintas de "animadora" a quienes preguntar. Miró la hora antes de seguir hablando. - No creo que a mi familia le importe mucho que me retrase un poco más...

Mi alarma de viejo pervertido empezó a sonar de inmediato cuando me ofreció ropa y otro batido. Todas las alarmas empezaron a sonar, no me molaba nada el rollo de que buscara a alguien de mi edad y encima pretendiera ser mi colegui. Es decir, ¿quién compraba ropa a otra persona por un percance así?

-Eh… Sí, mira no. No te molestes y tal, pero yo ya me iba a casa- tiré los restos de batido a cualquier papelera cercana. –Además, si tu familia te espera, no les hagas esperar. No hay nada peor que llegar tarde, mis profes de mi antiguo instituto decían que era de gente poco seria y a no tomar en cuenta.

Di un par de pasos hacia atrás, tratando de darle a entender que no quería estar más con él de forma físicamente visible.

-Suerte en tu búsqueda… Y tal- añadí sin mucho interés. Le despedí de forma desinteresada con la mano y fui para los baños a tratar de limpiar aquel caos que era el puñetero batido de chocolate.

- Perdón, no era mi intención molestarte. - Dijo al fin tratando así de disculparse alzando ambas manos hacia arriba mientras te sonreía. - Me habían hablado de la buena hospitalidad de Hill Valley... y ya veo que es cierta. - Se notaba la ironía en sus palabras.

Agarró el asa de la maleta con la mano. - Que tengas suerte con la mancha de chocolate. No sale con facilidad. - No perdió la sonrisa en ningún momento. - Te diría como se quita bien pero... creo que no te interesa. Buenas tardes.

Y tras estas palabras, el hombre se marchó a la salida del centro comercial.
 

Arqueé una ceja a modo de incredulidad cuando dijo lo de la hospitalidad de este agujero de mierda. Yo no era de aquí, así que me importaba un cojón lo que dijera. Encima el tipo se las da de entendido con cómo quitar las manchas de chocolate, como si quisiera oírlo. Si la puta mancha no salía me compraría otra camiseta.

Pringado...

Pensé sacándole el dedo corazón a sus espaldas y seguí con mi camino. Menudo cabronazo espeluznante que quiere invitar a adolescentes a ropa y batidos. Seguro que era un puto pedófilo, las calles últimamente estaban llenas de enfermos mentales. Debía ser la tele o el internet que no afectaba bien a todo el mundo. O las putas ondas, vivir rodeados de tantas ondas debía afectarnos de alguna manera seguro.

Me encaminé a alguna tienda con pintas de vender ropa guay y no la mierda para animadoras que había visto por todas partes. Al menos me compraría otra muda para no pasearme con la mancha de chocolate por todas partes.

Encontraste una tiendecita con ropa bastante original y no muy cara, al menos para la fortuna que estabas acostumbrada a manejar y la ropa que solías comprar, aquello te parecía incluso ofensivo. El local olía a incienso y podías verlo encendido tras el mostrador donde estaba la caja.

Mirando con curiosidad más que por otra cosa, diste con una prenda acorde con tu estilo y con tu gusto. Además no parecía ser de muy mala calidad a pesar del precio tan bajo que tenía. Tras salir de la tienda miraste la hora. Eran las cinco de la tarde pasadas. Al menos el tipo aquel había desaparecio de tu vista y, seguramente del Centro Comercial, aunque eso no podías asegurarlo.

Aproveché el paseo para comprar algunos atuendos a mi gusto, complementos y cosas que aunque no me costaran una pasta como debieran en otros sitios, me gustaban. A veces el dinero no lo era todo, que me lo dijeran a mí. Mi felicidad se basaba en una copa de vino y un porro, a lo que si añadíamos un polvo de vez en cuando me contentaba para pasar el día.

La camiseta que llevaba me la cambié por razones obvias. Metí la sucia en una bolsa vacía, esperando que la chacha tuviera buena mano para el chocolate. Una a tono con mi humor de normal:

Al final, sin saber qué más hacer, acabo dirigiéndome al hospital a ver qué se cuece allí. Más por cotilleo que por conozca a nadie ahí de los muertos o afectados o lo que sea. 

Diana tardaría en olvidar el abrazo de despedida que le dio la ex de Jay en el hospital ni las palabras que la susurró al oído: "Cuídale mucho, no hay nadie mejor en este mundo que él, créeme."

Tal y como dijo Jay, no tardó en alcanzaros en el centro comercial. Era día laborable y los autobuses aún funcionaban bien, cumpliendo sus horarios sin casi retrasos. Os encontrásteis con gente del instituto, incluidos Mandy, Trish y Fred, quienes no parecían haber perdido el tiempo y estar seleccionando a sus "nuevos amigos". Por fortuna estaban todos demasiado ocupados como para veros pasar por delante suyo.

Teníais casi todas las compras hechas, quizás deberíais dar un repaso por si os dejábais algo. Quizás un simple mechero o algo para beber o comer os podría chafar parte de la vigilia.

El centro comercial tenía actividad, para ser día laborable. En cierto modo, y después de todo lo que había pasado, me costaba aceptar que para algunos la vida siguiese como si nada. Incluso había quien se dedicaba a buscarse nuevos amigos, como Fred, Mandy y Trish, a quienes nos cruzamos por la galería. Incluso dudé si acercarme o no, no por tratar de arreglar nada entre ellos y yo, sino por Tommy. Se suponía que ellos también eran sus amigos, ¿no? ¿No se merecían saberlo? A pesar de que yo no les considerase buenos amigos, siquiera buenas personas algunos de ellos, lo importante no era yo o lo que yo pensase. Lo importante era Tommy, lo que a él le hiciera más fácil... Por suerte, no me vieron y pasaron de largo, y aquella idea se me fue rápidamente de la cabeza. Puede que merecieran saber lo que pasaba, pero no tenía que ser necesariamente yo quien se lo dijera. 

Nos dedicamos a hacer las compras para la vigilia, que curiosamente resultaba mucho más simple que organizar una fiesta. Al fin y al cabo, no se necesitaban muchas cosas. Cogimos unas cajas de velas, y unos protectores circulares de cartulina para que nadie se quemase con la cera. También compramos un par de cuadernos de dedicatorias, de pasta dura y con funda, que las chicas me ayudaron a elegir. Quería que fueran bonitos, pero formales, y me resultaba tremendamente difícil elegir algo así, sabiendo a qué estaban destinados. La gente podría escribir notas de pésame, de apoyo y buenos deseos, para entregar posteriormente a las familias de los fallecidos. Me tendría que encargar personalmente. Después de leer las noticias en el móvil, tuve que regresar a la tienda y comprar un tercer cuaderno. Para Ryan.

Bueno, sólo nos queda coger unas cajas de botellines de agua, y quizás un mechero o una cajita de ellos para ir encendiendo las velas. -Comenté. Era posible que Amber tuviera uno, pero como era muy probable que hubiera que usarlo mucho, no me parecía adecuado usarlo y que se le gastase- ¿Se os ocurre algo m...? J-joder... -Me detuve, boquiabierto, mirando la pantalla de mi móvil, y sin ser capaz de decir nada les enseñé la noticia que me habían pasado por Facebook en la propia pantalla. La noche anterior, el sheriff había encontrado varios fusiles sobre el escenario de la fiesta. Estaban montados allí, como si hubieran pretendido... No, no quería pensar en esa posibilidad. Lo que había sucedido ya era lo bastante grave.

El abrazo que me dio Shyl y las palabras que me susurró sobre Jayden se me quedaron grabadas. No me cabía la menor duda de que así era, a pesar del poco tiempo que hacía que conocía a Jay, pero la verdad era que en ese periodo ya me había demostrado mucho más que otras personas. Incluso ahora, con lo mal que debía estar pasándolo, se dedicaba a preparar una vigilia; pudiendo haberlo dejado a cargo de cualquier otra persona dadas las circunstancias.

Pero no, él no era así, y cuando se reunió con Amber y conmigo en el centro comercial las palabras de su mejor amiga volvieron a retumbar en mi mente. Le cuidaría, claro que lo haría, podía estar tranquila por eso.

El lugar estaba bastante concurrido a pesar de ser día laborable, y pudimos incluso ver a aquellos que eran, o habían sido, del grupo de Jayden. Este no dijo nada al respecto, así que yo tampoco lo hice, dedicándonos a comprar lo necesario para la vigilia. Por suerte a Jay se le daban muy bien ese tipo de cosas, y no tardamos en tenerlo casi todo.

Jayden comentó lo que nos faltaba, queriendo saber si se nos ocurría alguna cosa más, cuando se sorprendió al ver algo en su móvil. Entonces nos lo mostró, aquella noticia de Facebook que me dejó helada. Miré en seguida a Amber, intuyendo que a ella le pasaría lo mismo. Joder, aquello parecía salido de una película de suspense o terror.

- ¿P-pero…? – terminé por decir. - ¿Q-quién dejaría allí algo así? Y… ¿P-para qué? – aquella era la verdadera cuestión, la que más miedo daba, sentimiento que mis ojos transmitían claramente. – Será mejor que ni pensemos en ello de momento… ¿N-no os parece? – sugerí, antes de cambiar de tema. – ¿Pañuelos de papel? Quizás vendrían bien… - comenté acerca de lo que podía faltarnos por comprar, pasando del temor a la tristeza por la perspectiva de gente llorando en aquella vigilia.

Todo esto es demasiado…

Amber parecía seguir en su mundo. No había hablado mucho en ese tiempo que pasasteis juntos en el centro comercial, aunque si ayudaba con la compra y proponía alguna cosa. Por supuesto no soltaba el móvil. Seguía enfrascada en aquella partida interminable que era incapaz de dejar. Sin percatarse de lo que estabais hablando en ese momento, tuerce el gesto de su rostro un segundo antes de que su móvil comience a sonar.

- Esperad... es mi padre... - Anuncia extrañada por la llamada de este. Amber se alejó unos pasos para no molestaros con  la llamada. - ¡Venga ya!¡No me lo puedo creer!- Exclamó la joven un tanto alterada. - ¡No me hagas esto!¡Seré la única que no vaya!¡Papá! - Su mirada lo decía todo. Colgó de mala gana y caminó hacia vosotros. 

- Tengo que volver a casa. - Anunció bastante molesta. - Mi padre ha visto las noticias y... no quiere que esté de noche en la calle hasta que se empiecen a aclarar un poco las cosas. Lo siento. Os veré mañana...

Abatida y malhumorada, Amber comenzó a caminar hacia la parada del autobús, para regresar a casa cuanto antes.

La noticia publicada en las redes sociales nos había sentado como un jarro de agua fría. Por más que Diana planteó preguntas acerca de ello, no supe qué responder. No entendía nada, o no lo quería entender. Lo único que se me ocurría era demasiado rocambolesco, una maldita locura. No era capaz de creer que alguien estuviera allí esperando con esas armas con la intención de cazar a los lobos que nos habían atacado en el bosque. Porque eso, además, podía significar que la propia fiesta se había convocado para eso, y que los asistentes eramos únicamente un cebo.

¿Qué clase de psicópata haría algo así?

No, no podía ser, así que siguiendo el consejo de Diana dejé de pensar en ello, tratando de centrarme de nuevo en la preparación de la vigilia. Pero entonces Amber recibió una llamada y resultó que debía irse de inmediato, porque su padre le imponía un toque de queda.

No te preocupes, Amber, visto lo visto es normal que tenga miedo. -Traté de tranquilizar a la chica- Al menos, se preocupa por ti. -Yo podría haber muerto en la fiesta y mi madre aún no se habría enterado- Mañana nos vemos en clase.

Me despedí de la chica con dos besos, dejando que se alejase hacia la parada del autobús, y suspiré al quedarnos solos, Diana y yo. Todo estaba siendo demasiado abrumador, más propio de una película o un libro que de la vida real. Y yo sólo quería recuperar eso, mi vida. Una vida de verdad, normal, con sus pequeñas cosas. Y poder disfrutarla con Diana.

Pañuelos de papel. -Recordé, pasando el brazo sobre los hombros de Diana y atrayéndola hacia mí- Los cogemos y nos vamos, ¿vale? -Sugerí, terminando por abrazarme a ella- Estos días están siendo una locura. Creo que eres lo único bueno que me ha pasado...

Sábado, 18 de septiembre. 9:20 aprox.

Serían cerca de las 9:20 cuando llegaste al centro comercial, el cual estaba muy tranquilo. Se notaba que la noche pasada y la anterior habían pasado factura a la ciudad. A esa hora, los más madrugadores, solían acercarse allí a hacer la compra semanal, pero esta vez parecía que pocos érais los que os habíais levantando temprano en aquel resacoso día.

El parking estaba casi vacío y los pocos que se habían levantado a comprar, caminaban cabizbajos y negando con la cabeza. El dolor y la muerte se habían instalado en Hill Valley y parecía que no quería abandonarla.

Tu coche seguía en el mismo lugar donde lo habías dejado.

El centro comercial tenía una lúgubre mezcla de inactividad y falta de voluntad. La poca gente con la que me crucé seguía afectada por lo sucedido la noche anterior, ya fuera directamente, a través de conocidos o por las noticias. Estaba claro que no era día para la alegría, mucho menos a esas horas tan tempranas para un fin de semana.

En cuanto bajé del autobús tuve que atender el móvil, pues el hermanastro de mi prima me preguntaba por ella. Apenas cruzamos un par de mensajes, con los que quedé aún más agobiado de lo que ya estaba antes. ¿Y si a ella también le había pasado algo? "Las desgracias nunca vienen solas", había oído más de una vez, y parecía cumplirse.

Al menos, mi coche seguía donde lo había dejado. Lo abrí y me senté al volante, tardando unos minutos en poner el motor en marcha. Necesitaba unos instantes para procesarlo todo. Todo lo antiguo y lo nuevo. Conecté el equipo de música y dejé que sonase la primera canción que eligiera el sistema aleatorio, cerrando los ojos mientras la canción se adueñaba del habitáculo del coche. Finalmente, arranqué y me decidí a salir de aquel garaje, con destino la casa de Diana.