Partida Rol por web

Mientras, del otro lado del río endemoniado, la rivalidad entre Portaestandarte y el Último Inmortal cumplía un nuevo capítulo. El campeón del Triplete azuzó a su caballo hasta que en un gran salto al vacío volaron jinete y montura juntos.

¡NOOOOOO!

Sin tiempo para frenar a su caballo, Portaestandarte usó su propia espada para degollar al animal al galope. El cadáver del caballo perdió el compás del paso, inclinando su cuerpo hacia delante. Sus patas delanteras se arrastraron por el suelo levantando una polvareda, mientras acompañaba a Portaestandarte deslizándose hacia el abismo. La tierra les detuvo a ambos antes de que alcanzasen el cielo. Portaestandarte estaba contrariado.

¡ÚLTIMO INMORTAAAAAAAAAL!

El Pelotón de la Caballería también libraba su lucha, por lo menos los pocos que estaban allí. Por eso el Cabo Kallmall había tocado reagrupamiento hacía unos minutos: delataba su posición a los demás grupos en los que se había dividido el Pelotón tras haber empujado a los Fantasmas a la emboscada de Portaestandarte.

Y aunque la mayoría de los jinetes persiguieron a los Fantasmas que torcieron hacia el oeste, Bastarda y Mecadio dirigieron sus caballos en dirección al río, para ayudar al hijo de Portaestandarte contra los tres enemigos que le atacaban.

El arco era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo después de conocer a Rastrojo. ¿Cómo no se había hecho con uno antes? Atacaba desde la seguridad que le daba la distancia. Las flechas eran rápidas y silenciosas. Tan solo el chasquido del arco al recobrar su forma natural y un ligero silbido al surcar la flecha el aire, tan tímido y quedo como el mismo Sabandija, anunciaba su llegada. Un aguijón penetrante y doloroso que provocaba una gran impotencia en sus víctimas al no poder devolver el golpe. Tenía ganas de reír, de desparramarse por el suelo en una sonora carcajada interminable. Sabandija el Cazador de Hombres, quizá no Inmortal pero Intocable. Con aquella magnífica arma podía soñar con no volver a sufrir dolor alguno.

Gruñó por lo bajo. Mediastintas desapareció bajo el agua, solo el esfuerzo de Campaña había hecho que el carro se salvara, Portaestandarte estaba librando su particular vendetta y ahora unos irredentos se disponían a matar a sus compañeros y amigos. Matagatos parecía libre de las atenciones de aquellos fantasmas. Pero era cosa de tiempo que todo se complicara.

-Voy a ayudarlos, hembra mía -dijo a Khadesa antes de avanzar hacia la posición de su cuñado y de su mejor amigo. Sacamantecas era harina de otro costal.

Aunque él no había conseguido empujar el carro en solitario, con la ayuda de Campaña pronto fue posible. Por desgracia, los problemas no acababan allí. Uno de los rufianes había "volado" río abajo, Preocupado parecía necesitar atención sanitaria, y dos enemigos se les echaron encima. Demasiadas cosas a la vez, así que el oscuro optó por ocuparse de la más cercana. Con un gruñido de furia, desenvainó sus dos armas y atacó a uno de aquellos enemigos con ellas. 

Preocupado escupió algo de agua que había tragado es intentó recuperar el aliento, pero respirar le costaba y le dolía, el golpe con la roca debía haber sido peor que lo que pensaba y el guerrero ni siquiera podía levantarse. Pero estaban en medio de un ataque y sabía que sus enemigos no tendrían contemplaciones, no podía entretener a Matagatos.

-No... Vete, ayúdalos, estaré bien, solo necesito coger aliento.

Quizás necesitara algo más que eso, pero no era el momento oportuno para andar con tonterías e Ikharus sería más útil en la lucha. Él intentaría aguantar vivo a que sus compañeros resolvieran aquel asalto.

-Espíritus de la naturaleza, dadme fuerza para seguir vivo si es vuestra voluntad, si no llevadme con vosotros a las llanuras infinitas.

Una vez que había ayudado a mover el carro, Campaña se centró de nuevo en los enemigos. Agarrando su alabarda con ambas manos y colocando los pies con firmeza dentro del agua, se dispuso a atacar con todas sus fuerzas al Fantasma que acababa de intentar herirle. Por desgracia para él, Campaña llevaba su imponente armadura, iba a ser necesario mucho más que esa birria de ataque para herirle.

No, Preocupado. No te preocupes por eso. Me quedaré a tu lado...

Rastrojo se arrodilló junto al soldado de infantería y sacó un ramillete de hierbas que empezó a agitar en el aire. Invocaba a los espíritus, sin dejar de hablar de manera chamánica.

¡Ahú, ahú!

¡Espiritú!

¿Dónde estás tú?

Cura a... ehm... Preocupado-terminó el conjuro, sin lograr rimar.

Las heridas del K'Hlata no remitían. En muchos aspectos, la magia chamánica es un placebo, no cura si el paciente no cree lo suficiente en ella. Ahora, para mantenerse con vida, Preocupado solo podía contar consigo mismo, y creer que seguiría con vida.

Mientras tanto, la enclenque Bimbawa se montaba en el caballo robado a Usurero y se alejaba del carro haciendo que los cascos salpicasen en el agua a medida que se internaba de nuevo en el río.

De igual modo ocurría en la orilla opuesta. Allí se añadían al combate los jinetes Bastarda y Mecadio.

¡Vaya mierda! ¡¿Se puede saber qué están haciendo aquí los jodidos Hostiga-bebés?! Os imaginaba más al sur, joder...

Matagatos, con la colaboración de una flecha de Sabandija, dieron cuenta de uno de los Fantasmas Irredentos, que quedó sentado sobre su silla e inclinado sobre las crines de su montura.

Otro de los Fantasmas, sin ninguna herida, machacaba sin compasión a Sacamantecas, que como un acantilado ante el mar, se mantenía firme, sin retroceder jamás.

Campaña, de un fuerte tajo de la Svraisse*, casi mata al tercer Fantasma. Tratando de no ser un blanco tan sencillo, empieza a mover a su caballo para poder esquivar el siguiente golpe, pero no es tan buen jinete como para hacer eso. Lo único que logra es cansarse más.

En estas, Ponzoña llega hasta el combate.

Ponzoña se situó junto a Campaña, dispuesto a ayudarle aunque fue bastante inútil en el proceso, ya que su maza solo silbó junto a la oreja del jinete.

-¡Boñiga de babosa! -juró, insultando al fantasma.

No había necesidad de insultar o amedrentar a aquellos tipos, ya estaban muertos aunque no lo supieran aún. Matagatos descargó sus espadas, esta vez contra el otro jinete, que había sobrevivido. Aunque no por mucho, si podía evitarlo. Tampoco se molestó en responder a la caballería aún. Ya habría tiempo para eso, o para seguir callado y dejar que Rastrojo se las viera con el primer pelotón. 

Otro Fantasma caía bajo su certera puntería. Sus cuerpos inertes serían llevados por el río y engullidos por la catarata como le había pasado a Mediastintas. Echó un ojo hacia la posición de Rastrojo que parecía hacerse cargo de Preocupado. Ya sólo quedaba que los demás cruzaran el río que se había cobrado cara su osadía. ¿Merecía todo aquello la pena por una puta? Tensó otra flecha en el arco por si hiciera falta su ayuda con el último de los Fantasmas.

Tras ver caer al tarado de Mediastintas engullido por el río no puedo menos que sonreír para mí mismo. Un problema menos del que preocuparme. 

Pero ahora tengo frente a mí a otro chalado de una especie distinta. Me ataca, me golpea y logra enfurecerme. Es hora de que le devuelva golpe por golpe y acabe con su vida pronto.

La llegada de Rastrojo y el conjuro chamánico que este recitó fueron un bálsamo para el infante que creía ciegamente en el poder chamánico y en los espíritus. Sin tener ninguna evidencia física de recuperación Preocupado se sentía mejor sabiendo que un enviado de los espíritus benignos había acudido en su ayuda. Ahora no podía perder mucho tiempo pues se estaba desarrollando una batalla y como buen integrante del pelotón de infantería estaba acostumbrado a dar la cara ante cualquier enfrentamiento. Intentó levantarse.

-Gracias Rastrojo, creo que tus poderes han funcionando y los espíritus benignos han tenido a bien sanarme. Me encuentro mucho mejor y con fuerzas para defendernos. Quédate aquí y no te acerques a ninguno de esos jinetes, son muy peligrosos. Yo me encargaré que no puedan hacerte daño.

Intentó coger con fuerza su escudo y su lanza y plantar cara al enemigo más cercano si era posible, pero siempre interponiendo su figura ante cualquier enemigo que pretendiera atacar al chamán.

¡Eh! ¿A quién llamas boñiga de babosa, maldito saco de mierda?-dijo a Ponzoña, diéndose por aludida.

El Cabo Matagatos dió muerte al rival de Campaña en sus narices, arrebatándole toda la gloria y diversión a su primo, y ganándole por la mano a Ponzoña, en lo que casi era una competición entre ellos a ver quién tenía el arma más larga.

Al último de los Fantasmas que habían acudido al río lo eliminaron entre Sacamantecas y Sabandija. De los tres caballos que pertenecieron al enemigo, Bastarda llevó las manos a las riendas de uno.

Me llevo a este caballo estúpido. Portaestandarte necesitará uno ahora que ha mandado al suyo a la jodida tumba. Vosotros haced la mierda que queráis con las demás monturas, no es asunto mío.

Con solo el peso del escudo. Preocupado se desequilibró. Por mucha fé que tuviese, era obvio que la magia de los espíritus aún no habían tenido tiempo de surtir efecto. Cayó en brazos de Ikharus y Rastrojo, que le volvieron a tumbar.

Tranquilo... Tranquilo, Preocupado, aún no estás bien. Espera... Es la primera vez que tengo que curar una lesión interna. Es posible que la magia no penetre bajo la piel. Se me ocurre que quizás...

Rastrojo sacó un cuchillo y practicó una dolorosísima, irregular, poco precisa y punzante incisión en el torso de Preocupado. Después, de un modo nada científico, abanicó con la mano el aire en torno a la herida para que la magia del conjuro que no había curado al K'Hlata entrase en su organismo. Preocupado no se encontraba nada bien. Estaba mareado, y la boca le sabía a cobre, como si al tratar de respirar algo de su sangre le llegase a la lengua.

Rastrojo... ¿Estás seguro de que eso le va a ayudar?

Ikharus empezó a mirar con preocupación el tono pálido que se le estaba poniendo a Preocupado en las mejillas. No le importaba lo que Rastrojo dijese al respecto: un K'Hlata no debería estar así de blanco.

¡CABO MATAGAAAAAATOS! ¡NECESITAMOS UN MÉDICOOOO!

Matagatos tenía a Hechizado lo suficientemente cerca como para montar y cruzar el río para acudir a la llamada. También había quedado un caballo para Ponzoña, y otro para Campaña, así que los tres podrían ir hasta la orilla que quisiesen. Por allí se acercó a lomos de uno de los caballos de Usurero la joven Bimbawa, quedando lo suficientemente cerca como para que Sacamantecas se subiese detrás.

¡Esperad! ¡No podéis marcharos!-dijo a Bastarda y a Mecadio-¡Estamos en una misión importantísima para el destino de la Compañía! ¡Tenéis que escucharme! ¡No podemos hacer esto sin ayuda! ¡Los Esclavistas de la Linde se han llevado a Elefanta! ¡La han secuestrado!

Mecadio tiró de las riendas hacia la derecha, hasta darles la espalda y encarar la orilla. Mecadio siguió a Bastarda, para llevar a Portaestandarte el caballo capturado a los Fantasmas Irredentos. Portaestandarte seguía arrodillado ante el precipicio, en silencio junto a su montura degollada, con la sensación de que le habían vuelto a arrebatar una gloria que era suya. Quizás por la voz aguda de Bimbawa, miró en dirección al río. Los ojos de Portaestandarte se clavaron en su hijo, para luego rehuír el cruce de miradas y volver a otear desde lo alto del precipicio en busca del Último Inmortal. Nunca fue un padre muy hablador.

¡Por favor! Por favor... ayuda...

Aquello había terminado. Y la misión de la caballería, a juzgar por la actitud de Portaestandarte, también. Seguramente su padre se quedaría un rato allí, mirando hacia abajo, con la esperanza de ver al Último Inmortal y calculando si podría sobrevivir a la caída en caso de tirarse a por él. Pero el cabo tenía otras cosas que hacer, cosa que dejó muy clara el grito de Ikharus. Rápidamente se subió a Hechizado y avanzó hacia Preocupado y Rastrojo.

-¿¡Pero qué diablos estás haciendo!?-exclamó cuando llegó al lado del herido, bajando rápidamente para intentar arreglar aquel estropicio, aunque sin mucho éxito de momento. 

-¡Te ayudo! - Le gritó a su medio hermano acercándose.

No era curandera, ni siquiera era buena con las curas básicas, pero lo que acababa de ver de Rastrojo sobre el pobre Preocupado superaba con creces todo lo que había visto hasta ahora de curas fracasadas. El K'Hlata iba a tener muchas razones para hacer honor a su nombre.

-Suelo tener suerte en estas... cosas -Mintió.- Deja que haga, hum, compresión, mientras tú, eh, lo arreglas.