Partida Rol por web

The Headless Girl and Blind Boy

0.0 Theatrum orbis terrarum

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22/06/2014, 00:50
Narrador

Todo aquello era suyo. Las montañas, los árboles, los ríos, las nubes que sobrevolaban su cabeza y aquella gran esfera que se apagaba y encendía. Todo era suyo porque no había nadie más.

La Niña vivía en una cabaña, porque según recordaba siempre había vivido allí. Nunca llovía, ni hacía mal tiempo. No había depredadores de los que defenderse ni otros como ella que pudieran desearla ningún mal. Siempre había vivido allí, sí, ¿pero desde cuando?

El mundo que conocía era pequeño. Si salía de mañana cruzando el puente, al atardecer era capaz de llegar a casa caminando por las montañas. No se cansaba si corría, no sentía dolor si se caía, parecía casi un mundo burbuja hecho para una niña enferma, una ilustración colgada del ala infantil de un hospital con un cuento escrito pegado al dibujo. Pero no, todo aquello era real, La Niña realmente existía.

La Niña tiene un peluche en su cabaña. Recordaba haber tenido a Trapos desde siempre, parecía un búho, porque para ella un búho era lo que pudiera parecerse a Trapos; era un búho porque sonaba bien llamarle búho, parecía lo correcto.

La Niña es muy feliz en su cabaña. Sale por las mañanas cuando la esfera que pende en el cielo reluce y vuelve cuando se apaga.

No tiene memorias, si trata de recordar lo más que llega es a dos días atrás y si fuerza, empieza a dolerle la cabeza y se aleja un par más, justo el momento en que la puerta se abrió por última vez.

Enfrente de su cabaña hay un árbol, distinto a todos los demás. Tiene una puerta tallada en su madera, pero La Niña no puede abrirla.

Notas de juego

Datos básicos:

Puedes ponerle nombre a la niña, pero cada día se olvidará de qué nombre se puso.

No existen bichos ni animales, es un mundo en el que solo existe ella y su peluche, un ser inanimado al que a ella le gusta poner voz para no sentirse sola.

Tu cabeza está bien enroscada en tu cuello, seguramente si tratas de arrancarla morirás, ¿no querríamos eso, verdad?

La partida tendrá una línea base, pero todo depende de cuanto estés dispuesta a crear.

Éste es tu inicio.

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22/06/2014, 01:10
Narrador

Según han ido pasando los días, el Sol -así era como La Niña llamaba aquella esfera, sonaba bien- parecía ir menguando, como la Luna en un mundo distinto, quizás más real o solo fantasioso. Una mancha oscura que día a día crecía un poquito, tan tan poquito que apenas se percibía. No era de extrañar que una niña que no recuerda el ayer no pudiera apreciarlo.

La noche llegó con la oscuridad. Y la noche fue como todas las noches, carente de sueños. La Niña cenó, habló un poco con Trapos antes de irse a la cama y durmió como un ángel.


La esfera repentinamente se alumbró. Era una nuevo día, un día igual, ¿o no?

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24/06/2014, 14:47
La Niña

Un día después de otro día después de uno igual. La Niña no sabía lo que era el tiempo. Su vida era una postal, cada día igual al anterior por lo que no tenía sentido para ella -por eso no se le había ocurrido- medir la sucesión de una jornada a la siguiente. Si todo era inmutable, todo era eterno y el tiempo... el tiempo no tenía cabida allí.

Se levantó como cada mañana y tomó un poco de fruta junto a Trapos, su fiel compañero. Tenía un ojo medio salido y la tela que recubría el relleno se veía gastada, como si hubiera pasado por infinidades de manos antes de llegar a ella. Pero, al igual que la Niña, Trapos era inmutable. Aquel hilo que sostenía el ojo no llegaba a soltarse y la tela desgastada por el roce, no sufría desgarrones. Era un mundo estático, pero a la Niña no le importaba. Después de todo, era su mundo.

Como cada mañana, luego del desayuno salió a vivir aventuras. Correteó por el jardín que reodeaba su casa, persiguiendo mariposas de colores. Observó en lo alto -para ella, dos metros por encima del suelo era "lo alto"- el vuelo de un colibrí y como cada mañana, aunque ella no lo sabía, comenzó a perseguirlo, dejándose arrastrar hacia donde él la llevara.

Siguiendo por un estrecho camino, llegó hasta las orillas del lago -su océano- y se sentó en la orilla para contemplar su imagen.

-Sofía... -pronunció en un murmullo-. Soy Sofía, ¿verdad Trapos? -era curioso que no pudiera recordar cual era su nombre, pero sí que no olvidara que su búho (claramente, aquel muñeco con brazos y piernas cilíndricas, cuerpo amorfo y rostro con orejitas era un búho para ella) se llamaba Trapos ni que era un búho.

-Sofía me gusta, suena bien. Tengo que ser Sofía ¿no? -la preocupación pasó pronto. Aquellas dudas existenciales no solían durar demasiado y la Niña dejaba atrás las tribulaciones para dar paso a los juegos y las alegrías.

Abandonó el lago y siguió recorriendo su mundo. Anduvo por un pequeño bosque de abetos buscando nidos de ardillas y robó un pedazo de panal a unas abejas trabajadoras que encontró en un anciano roble, un poco más lejos. Degustando la sabrosa miel, corrió con Trapos bajo el brazo hasta el riachuelo que bajaba de su pequeña cadena montañosa. A la tarde iría a explorar sus cavernas y alcanzar alguna de sus cimas, pero ahora era tiempo de volver a la casa pues tenía que comer.

No es que sintiera realmente el hambre -en un lugar donde el tiempo no importa, cosas como el apetito no tienen sentido- pero la costumbre arraigada en ella, sin saber por qué, la compelía a volver a su cabaña y tomar algunas nueces, pasas y otras conservas que gardaba en un armario (armario que por cierto, nunca se vaciaba).

Al regresar, se paró frente al árbol de la puerta y lo observó. Atado a él estaba la palabra "recuerdos", pero aquello ponía mal a la Niña, la hacía sentir enferma. Ella, que podía caer de un barranco y terminar sin raspones, o que podía nadar en el lago al atardecer y no pillar un resfrío, cada vez que intentaba recordar, su cabeza parecía estallar.

Miró el árbol con atención, miró la puerta tallada en él y extendió su pequeña manito, queriendo rozar el picaporte que se insinuaba entre la corteza. Enseguida quitó la mano y la escondió detrás de la espalda. La Niña no podía abrir esa puerta. Aquella puerta era sinónimo de dolor.

Siguió de largo, siguiendo su rutina. El sol, esa esfera brillante que cada día colgaba del cielo y cada noche desaparecía, fue haciendose cada vez más pequeño, hasta que sólo quedó la oscuridad salpicada por estrellas.

Aquel era su toque de queda. Otra vez la compulsión de dejar los juegos, tomar algo de alimento y volver a la cama, a esperar que su vida volviera a comenzar cuando sus ojos volvieran a abrirse y la esfera brillante ocupara su lugar en el cielo.

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Se levantó como cada mañana y tomó un poco de fruta junto a Trapos, su fiel compañero. Tenía un ojo medio salido y la tela que recubría el relleno se veía gastada, como si hubiera pasado por infinidades de manos antes de llegar a ella. Pero, al igual que la Niña, Trapos era inmutable. Aquel hilo que sostenía el ojo no llegaba a soltarse y la tela desgastada por el roce, no sufría desgarrones. Era un mundo estático, pero a la Niña no le importaba. Después de todo, era su mundo.

Como cada mañana, luego del desayuno salió a vivir aventuras. Correteó por el jardín que reodeaba su casa, persiguiendo mariposas de colores. Observó en lo alto -para ella, dos metros por encima del suelo era "lo alto"- el vuelo de un colibrí y como cada mañana, aunque ella no lo sabía, comenzó a perseguirlo, dejándose arrastrar hacia donde él la llevara.

Siguiendo por un estrecho camino, llegó hasta las orillas del lago -su océano- y se sentó en la orilla para contemplar su imagen.

-Mercedes... -pronunció en un murmullo-. Soy Mercedes, ¿verdad Trapos?...

Notas de juego

Cita:

Tu cabeza está bien enroscada en tu cuello, seguramente si tratas de arrancarla morirás, ¿no querríamos eso, verdad?

Para nada! seguirá allí hasta que el guión lo disponga ;)

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25/06/2014, 00:41
Narrador

Todos los días eran iguales, de eso no había ninguna duda. Un observador externo quizás podría apreciar sutiles diferencias, pero lo que estaba claro era que desde los ojos de la cría, el tiempo era cíclico. ¿O no?

-Toc, toc- sonó.

El sonido rebotó por árboles, rocas y nubes, hasta llegar a Mercedes, que acababa de bautizarse de nuevo, como tantos días antes, tantos renaceres...

-Toc, toc- volvió a retumbar.

Solo de un lugar podía proceder.

La puerta del árbol brillaba y una palabra parecía formarse en su corteza: "Ábreme" Menos mal que aquello era tan solo una sensación y no una verdadera palabra, porque ¿qué utilidad tenía una niña sin memoria que supiera leer?

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28/06/2014, 21:13
La Niña

El sonido la extrañó más no la sobresaltó. La Niña -que por aquel entonces se creía Mercedes- no conocía el miedo. Su mundo era seguro para ella, allí se encontraba a salvo.

Buscó con la vista el origen de aquellos golpes y sus ojos la llevaron a detectar la puerta dibujada en el árbol. Con lentitud, abandonó lo que estaba haciendo y comenzó a avanzar hacia allí.

-Toc, toc -unos pasitos saltarines la acercaron hasta el árbol insistente-. Toc, toc.

Allí la  Niña lo supo. Esta vez, cuando su manito quisiera tomar el picaporte tallado, la puerta no la rechazaría sino que se abriría para ella, llevándola hacia algún lugar mágico dónde poder vivir nuevas aventuras, como veces anteriores aunque ella no pudiera recordar.

-Trapos, estás listo? el árbol nos espera para jugar -con alegría,  la fugaz Mercedes giró el picaporte y cruzó el umbral.

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29/06/2014, 00:09
Narrador

Ay, sana inocencia, niñez eterna que recorre los andurriales de su mundo día tras día en un continuo sinsentido. Imaginando, maravillando con lo que pueda haber más allá de las nubes, al otro lado de la puerta secreta y al final de sus recuerdos, la cría sueña con aventuras, recurre a invenciones propias como si las ideas llegaran a ella de manera divina y se creyera poseedora de un vasto jardín repleto de maravillas. Pero no, no es así, la niña no entiende que nada cambiará. Todo siempre fue, es y será.

Mercedes trató de avanzar y chocó contra un cristal.

No, no, pequeña, por aquí no se puede salir. Solo tus palabras encontrarán los resquicios adecuados, puede que algún día seas incluso capaz de ver a través, pero tu cuerpo nunca pasará.

Una ligera risa, carente de maldad, más bien infantil y caprichosa surge de lo alto del árbol. Las hojas mecidas al viento, sí, eso debe ser.

El cristal detrás de la puerta se oscurece, tornándose negro alquitrán.

-Espejo, espejito mágico, ¿quién es la más mala del reino?- la voz es dulce y su rica tonada transmite toques otoñales, colorida... y muerta, pues en el fondo la niña conoce, la niña recurre a todo para contestar lo que ella solo sabe, pues para eso está, para ser preguntada y responder, día tras día, hasta la eternidad.

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01/07/2014, 15:16
La Niña

La ilusión se transformó en dolor y rabia. Ella no podía recordar que cada vez que la puerta la había llamado había sucedido lo mismo. El sabor amargo del desengaño la llenó por completo cuando su naricita respingona chocó contra aquella barrera infranqueable y la abertura se tornó negra como una noche sin estrellas. La maravillosa oportunidad de ver otras tierras, vivir otras aventuras, conocer algo más allá de su rutina había sido arrancada de cuajo y escocía mucho. Sobre todo en los ojos.

La niña no derramó ni una lágrima. Aunque hubiera querido, no tuvo tiempo. Una voz terrosa, ocre, reververó en el aire de la mañana, llenando los sentidos de Mercedes. Alguien la interrogaba, la estaba poniendo a prueba. Pero... ¿quién?

La curiosidad pudo más que su desazón. Tal vez el portal se hubiera cerrado antes de que pudiera atravesarlo, pero alguien que antes no estaba, ahora se encontraba allí, escondido entre las hojas del añoso árbol.

-Es una pregunta difícil -la niña respondió con el peso del esfuerzo por encontrar una respuesta adecuada-. ¿Qué opinas, Trapos? ¿Quién podrá ser?

Levantó la vista, buscando al dueño o dueña de aquella voz musical pero no pudo encontrar a nadie. ¿Su imaginación le estaba jugando una mala pasada? No. Aquella voz había sido real. Aquella voz buscaba la respuesta que anidaba en su corazón, pero que se resistía a atravesar su garganta.

Con miedo, dejando que las palabras surgieran temblorosas, la Niña respondió. -La más... mala... ¿soy yo?

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01/07/2014, 22:52
Narrador

-Soy yo, soy yo- repitió la voz al otro lado del cristal ahumado, con una ligera inflexión como si sopesase aquella respuesta, como si tratara de trocarla en lo que realmente esperaba escuchar. -Sí, claro que sí, soy yo, ¡soy yo! ¡Al fin!-

Antes de que la puerta del árbol volviera a cerrarse, la neblina oscura se dispersó y a través del espacio, del tiempo y posiblemente de la imaginación, el cristal, transparente ahora, mostró una figura de espaldas, de una joven de largos cabellos del color del sol y enfrente suya una sala repleta de hornacinas con cabezas, cada una más bella que la anterior y todas sobre cojines coloridos repletos de brocados. Pero la puerta se cerró. Lo que había tras el espejo era una historia para otro momento.

La puerta volvía a estar unida al árbol, un simple pomo sobresaliendo como si a la corteza le hubiera salido una seta deforme. Volvería a abrirse, por supuesto, pues todo es cíclico, pero la niña habrá olvidado para entonces.

-------------

La gran esfera palpitó en la lejanía, como si una bombilla anunciase su inminente muerte. Aquella era la señal de que la noche estaba a punto de llegar y la niña debía estar en cama para cuando la luz se apagase del todo.

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06/07/2014, 22:25
La Niña

La otra voz resonó en sus oídos como un eco lejano de su propia voz. La niña la sentía familiar, pero no tenía recuerdos a cuales atarla por lo que aquellas sensaciones quedaron apartadas a un lado.

Sus retinas se llenaron de imágenes. Por un pequeño instante, las nieblas que cubrían el cristal que no la dejaba ingresar en el mundo dentro del árbol se dispersaron y lo que vio allí la llenó de temor y de asombro a partes iguales.

¿Quién era aquella muchacha de cabellos color del sol y figura esbelta? ¿Por qué tenía todas aquellas hermosas cabezas reposando en cojines? Por un momento, la Niña creyó ver que una de ellas le guiñaba un ojo. Pero las nieblas que habían corrido sus cortinas, volvieron a su lugar, tornándose oscuras nuevamente y privándola de comprobar aquella visión, dejándola sin poder deleitarse con tanta belleza ni estremecerse frente a aquel horror.

-¿Por qué me hizo eso, Trapos? Yo quería ir a jugar... yo quería conocerla -el pesar teñía su voz. ¿Cuántas veces habría pasado la Niña por lo mismo? ¿Qué cruel broma del destino era aquel mundo inmóvil, suspendido en el tiempo?

-A veces... a veces quisiera que hubiera alguien más con nosotros. A veces... a veces me siento muy sola -una brisa cálida se llevó consigo su lamento y con él, su desazón. Lo bueno de que la Niña no pudiera recordar, era que fácilmente olvidaba aquello que la lastimaba. Pronto, su corazón volvía a estar liviano como una pluma y su alma volvía a sonreír.

-Vamos Trapos, la cama nos espera. Ya se agota la energía del sol, mañana volveremos a jugar.

Salticando por su jardín, la Niña alcanzó su cabaña y comenzó a repetir el ritual de cada noche hasta el momento de ir a dormir.

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07/07/2014, 12:17
Narrador

Viento del este y niebla gris,
anuncian que viene, lo que ha de venir.
No me imagino, qué ira a suceder,
mas lo que ahora pase, ya pasó otra vez.
*

 

 

Al cerrarse la puerta de la cabaña, la esfera reluciente a la que la niña había decidido llamar sol, expiró, como si a un fluorescente se le acabase de estropear su cebador, la esfera mantuvo un ligero brillo que se fue difuminando hasta sumir el mundo en penumbra. Aún había luz, pues las ventanas de la cabaña derramaban una luminosidad cálida a su alrededor; candiles que uno a uno fueron apagándose y con un soplido todo tornó en oscuridad, dejando a la niña tendida en su catre en un estado de semiinconsciencia -o así debía ser- mientras Trapos velaba su falta de sueños.

Pero aquella noche sí que hubo sueños, puede que incluso los hubiera todas las anteriores, ¿quién sabe?


En otro lugar, en otro tiempo, una joven trataba de alcanzar a nuestra solitaria niña. Tras tanto tiempo finalmente consiguió vencer la barrera, aunque solo consiguiera que su voz llegase a ella.


La mente de la niña se encendió, su sinapsis comenzó su labor antes de tiempo y su falta de sueños pasó a una duermevela inquieta, donde vio imágenes, sitios y personajes que nunca había visto. No recordaría nada de aquello, pero la pequeña soñó, al final libre de su cárcel.

Soñó con serpientes que comían elefantes y parecían sombreros; soñó con seres altos de piel blanca y con piel lisa sobre sus cuencas, dientes de sierra y manos con ojos; soñó con una miríada de espejos que le devolvían reflejos eternos, inabarcables, como los días que debía llevar asolas; soñó con camas voladoras, dinosaurios y dioses nórdicos, óperas y centros comerciales.

Uno de los sueños fue algo más largo:

Abrió una puerta con un símbolo que asemejaba una pluma estilográfica. El sonido llegó nada más girar el pomo.

Un piano ocupaba la mayor parte de la estancia. Una habitación cuadrada, sin adornos, cama ni sillas. Enfrente del piano una niña de catorce años tocaba con dos manos que entre ellas sumaban catorce dedos. Cada tecla del piano tenía inscrita una letra del abecedario y ese es la razón por la que la música de la niña resultaba tan peculiar.

¿Qué estás escribiendo?, se oyó proveniente de detrás, donde una niña de cabellos castaños largos acababa de entrar.

Mamá me ha dicho que le gustó mi última carta, dijo la pianista sin levantar la vista del teclado. Y papá quiere que también escriba a mi hermanita. No sé por qué, ella no sabe leer.

Sus dedos ágiles sobre las piezas de marfil devolvían sonidos que no concordaban pero que para ella y para la niña que acababa de entrar a la habitación tenía no solo sentido sino además un ritmo verdadero, proveniente del corazón.

Les gustará mucho, apreció la pequeña.

La música levantó la vista, guiñando su único ojo que ocupaba el centro de una frente despejada. Sí, rió.

Se sucedieron imágenes, historias, momentos ocurridos tiempo atrás y cosas que ocurrirán. Hasta que una voz cercenó el torrente de libertad, el vuelo de la niña que trataba de alcanzar su sol particular se detuvo.

Las palabras llegaban en tono melodioso, como si una sirena cantase y la atrajese. -Luz, sublímate, ilumina su mente. Oscuridad, difumínate y vuelve a mi, deja marchar a la cría. La pena se ha cumplido, todo pasó una vez y ha vuelto a pasar, déjala marchar-


Cuando el día finalmente volvió a llegar, la esfera no se había iluminado. Al salir de la cabaña, la niño vio una luz que flotaba erráticamente.

Notas de juego

*Mary Poppins

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07/07/2014, 14:14
Fira

-Hola- saludó la luz cuando la niña se acercó. Finalmente se había posado en una rama y su trasero iluminaba todo, haciendo que los árboles soltasen sombras tenebrosas.

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10/07/2014, 14:44
La Niña

Aquella noche llegó como cada vez. La esfera solar se extinguió, parpadeando un poco en forma agónica, casi anunciando que su hora había llegado. Pero esto la Niña no lo entendió. Para ella, cada noche era una nueva noche. Sin recuerdos de lo que ocurría entre una y otra vez que aquella esfera extinguía su luz, no podía distinguir cambios, si es que los había.

Cerró los ojos, aferrando a Trapos, buscando caer en aquella inconsciencia que separaba la vigilia de la tierra de los sueños y aguardó. Aguardó expectante a las nuevas que pudiera traerle el reposo.

El sueño llegó confuso. Si alguna vez había experimentado algo parecido, ella no lo sabía. Se adentró en un desierto contenido en un papel, donde pudo ver a un niño rubio que intentaba explicar a un hombre vestido de manera extraña que lo esencial era invisible a los ojos, algo que para la niña era obvio pero que el adulto no lograba aprehender, mientras ambos esperaban la llegada del amanecer en forma de serpiente. Avanzó a través de laberintos sombríos, dibujando puertas que le permitieran pasar de un lado a otro y que la pusieran a salvo de aquellos horribles seres que la miraban con sus manos y que querían adueñarse de su voluntad. Incursionó en el aire, volando a lomos de una serpiente alada, dejando atrás reinos fantásticos y tortugas parlantes. Navegó los siete mares de la mano del señor del trueno y se perdió en su imagen infinita mientras intentaba atravesar millones de espejos.

La Niña soñó y soñó, y aunque todos aquellos sueños se perderían al llegar la mañana, su corazón guardaría aquellas sensaciones más allá de que no pudiera recordarlas.

Uno de aquellos sueños, sin embargo, dejó una impronta más profunda. La habitación era austera y la chica que tocaba el piano de letras, irreal. Había otra niña, más pequeña que la primera pero igual de intangible para ella, que sólo podía mirar. Las niñas hablaban de madre, de padre, de familia. Aquello activó una fibra en su interior. Ella estaba sola, solo Trapos le hacía compañía, mientras que aquellas niñas se tenían la una a la otra y las dos, tenían a sus padres que velaban por ellas.

Ojalá fueran mis hermanas, pensó con melancolía. En ese momento, más que nunca, se daba cuenta de lo que representaba su soledad y cuanto pesaba en su espíritu. Dichosa ella, que al otro día no podría recordar o su pena sería infinita.

-Una carta... qué dirán esas palabras?-. La Niña podía sentirlas a medida que la pianista las iba formando pero no lograba comprenderlas. -No sé leer, como la otra hermana... seguro que ella podría jugar conmigo y ambas... ambas podríamos pedir a las mayores que nos enseñaran a entender la melodía.

El sueño se fue desdibujando a medida que el tiempo transcurría. La hora de la mañana había llegado y el reloj biológico de la niña indicaba que tocaba despertar.

Con somnolencia, estiró sus bracitos para desperezarse y tras saludar a Trapos inició su rutina, sintiendo que algo era diferente pero sin poder recordar que las mañanas anteriores, una esfera brillante y amarilla había adornado el cielo, esperándola.

Tras desayunar, abandonó su cabaña para comenzar sus juegos, iluminada por una tenue luz que no permanecía quieta en el firmamento si no, que bailaba al son de una música que ella no podía escuchar.

Con curiosidad, se acercó hasta ella y se llenó de asombro al ver que la luz podía hablar.

-Hola! -respondió con alegría la Niña-. ¿Quién eres? Él es Trapos y yo... -el rostro de la Niña adoptó un gesto pensativo, esforzándose por hallar su identidad-. Yo me llamo Azul.

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11/07/2014, 01:10
Fira

La luz que sale del abdomen de la luciérnaga es de un tono amarillo pálido y parece mantener su brillo constante.

- Somos Fira, niña de nombre variable -

Una pequeña luz que pasa,

sube hacia arriba con prisa,

somos pequeñas luces.

Somos eternas ahí fuera,

y aquí abajo estamos ahora,

somos pequeñas luces.

La cancioncilla pareció sonar dentro de la cabeza de la niña. No procedía de Fira, o no directamente.

- El día llegó para que seamos libres. ¿Estás preparada?-

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14/07/2014, 15:03
La Niña

-Niña de nombre variable? por qué me llamas así? -Azul preguntó sin entender. Las palabras de la luciérnaga hicieron eco en su cabeza, misteriosas, invitándola a recordar algo que ella ni siquiera sabía que estaba allí. Se esforzó por encontrar el significado a la frase, sintiendo que algo se le escapaba, pero el dolor que atravesó su frente fue muy fuerte como para continuar. Estaba intentando recordar, traspasar la barrera de lo prohibido para ella y aquello la lastimaba. Frustrada, lo dejó.

-Somos libres. Hay mucho espacio para andar y jugar... No lo ves? -la penumbra dibujaba sombras en su rostro inocente mientras hablaba con ingenuidad-. ¿O es un nuevo juego el que me propones? ¿Jugamos, Trapos? Yo creo que sí. Puede ser divertido.

-Vamos Fira! estamos preparados para ser libres.

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14/07/2014, 23:17
Fira

-Porque al igual que nosotros lo somos todo, tú eres todo- fue la réplica de la luciérnaga. Azul era una individualidad y en ese mundo no existían las individualidades. La niña no pertenecía allí. El colibrí era la representación de todos los colibrís, no podía morir porque de aquel colibrí bebían todos los demás colibríes que poblaban los mundos a lo ancho del tiempo y del espacio. Y lo mismo pasaba con las piedras, los árboles y cada uno de los distintos peces del río. Todo aquel mundo era un todo.

-Coge la llave y ve, iremos contigo-

Una llave de cobre empezó a materializarse sobre el corazón de la niña, como si fuera de ahí de donde surgía. Luminosa y cálida al tacto, un cordel de cuero fino surgió alrededor del cuello de la pequeña, soportando el peso de una llave ligera y brillante.

Fira revoloteó en vuelo caótico hasta llegar al árbol de paso, donde se posó en una rama.

-Ve, y te seguiremos, niña Azul-

Al irse acercando la chica, aparecería un ojo en la puerta, del tamaño justo de la llave.

-Ve-

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18/07/2014, 15:18
La Niña

La Niña intentó aprehender las palabras de Fira, pero una cuestión tan filosófica como aquella escapaba a su entendimiento. Ella siempre había sido una, única, así como todo lo que la rodeaba, incluido Trapos. ¿Cómo iba a ser un todo?

-No entiendo... hablas raro Fira, la luz que dice ser todas las luces -pero aunque se encontraba bastante perdida por la extraña conversación, la situación le resultaba excitante. Como si algo dentro de ella supiera que fuera de su burbuja existía otro mundo y que aquella luciérnaga podía mostrárselo.

-¿Llave? ¿Cuál llave? -miró hacia los lados cuando la luciérnaga le dio las indicaciones, buscando la llave sin encontrarla, hasta que sintió una cálida caricia sobre su corazón. Dirigió la mirada hacia allí y encontró lo que buscaba. Magia, pensó la Niña sin saber por qué aquella palabra de significado desconocido había aflorado en su pensamiento.

Tomó la llave con reverencia, temiendo que se desmenuzara cuando sus dedos la rozaran, pero aquello no ocurrió. La llave permaneció entera, vibrante entre sus dedos que ya buscaban donde encajarla.

La luciérnaga volvió a dar indicaciones. -¿Dónde? -preguntó la niña, aunque en el fondo lo sabía.

La puerta del árbol que hasta aquel día había permanecido cerrada para ella, era la destinataria de la llave. ¡Por fin esa promesa de libertad comenzaba a cobrar forma! El pecho de la Niña subió y bajó agitadamente. Un eco de momentos vividos durante eones le apretujaba el corazón, llenándola de temor y desesperanza. Aunque no lo recordara conscientemente, cada célula de su cuerpecito sabía que hasta aquel entonces la puerta había sido infranqueable. ¿Por qué aquella vez debería ser distinta?

Levantó sus grandes ojos y miró a la luciérnaga con intensidad. La luz era símbolo de esperanza, las palabras, urgiéndola a concretar la acción, promesa de que aquella vez, aquella vez sí sería "la" vez.

Con la ilusión reflejada en la mirada y con manos temblorosas por la emoción, la niña acercó la llave hasta la cerradura que se iba dibujando a medida que la distancia se acortaba.

La encajó y luego la giró.

Por último, aguardó. 

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20/07/2014, 00:03
Fira

-Wendel, no seas celoso y ábrete al fin-cantó la luciernaga con voz de mando, su abdomen refulgía soltando destellos, sabiendo lo que iba a pasar a continuación y esperándolo con alegría.

Una figura apareció en la corteza del árbol, debajo de su piel, como si pertenecería a la planta. Se dibujaba el contorno de una figura menuda que se movía con ligereza, haciendo que a su paso la corteza se removiese para dejarle pasar. De rama en rama y finalmente hasta inflar levemente la puerta con su corporeidad. Pareció sacar una llave que encajó desde el otro lado y giró. La puerta se abrió y detrás no había nadie. Wendel, el abridor de puertas, había dejado de existir en aquel mundo.

Una lámina plateada, como de mercurio derretido temblaba bajo el umbral, palpitaba con la misma cadencia con la que refulgía Fira.

-Hay muchos mundos ahí fuera. Te esperan grandes aventuras. Encontrarás amigos, otros te harán sus enemigos, conocerás el pesar pero también la alegría. Descubrirás tu destino. Ya ha transcurrido demasiado tiempo y va siendo el momento. Ve ahora o te quedarás aquí para siempre-

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23/07/2014, 15:45
La Niña

Wendel. La Niña saboreó el nombre desconocido imaginando a su portador, al poder que éste tenía, a la oportunidad que gracias a él y a Fira ella podría tener, y le gustó. Wendel. Lo recordaría -o al menos esa era su intención- por si otra vez tenía que atravesar alguna puerta.

Con expectación aguardó a que la puerta hubiera terminado de abrirse. Sus manitos aferraban a Trapos con fuerza, sus delicados dientes mordisqueaban su labio inferior. Sus ojos, sus enormes ojos, permanecían fijos, casi hipnotizados en la abertura que iba perfilándose en el tronco del árbol.

Cuando aquella puerta no fue más que una lámina ondulante y refulgente, la Niña miró con alegría a la luciérnaga. -Gracias Fira! esto... no sé por qué, pero siento que hace mucho que quería esto... ¡Vamos Trapos! ya hemos escuchado a la pequeña luz parlante. ¡Nuevas y maravillosas aventuras nos esperan! Hay mundos por conocer y el tiempo corre... No hagamos esperar a Wendel!

Con alegría, estirando primero una mano y luego acompañando aquel movimiento con pasos ansiosos, la Niña que aquel día se llamaba Azul, atravesó la lámina de luz dispuesta a conocer qué era lo que la aguardaba más allá de su pequeña burbuja perfecta.

Notas de juego

He estado medio enferma, por eso no posteé antes. Mil disculpas :)

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25/07/2014, 23:21
Narrador

La sustancia mística saltó al ansiado contacto de la niña. Tantas eras solo permitiendo el paso de voz e imagen... Al fin era capaz de degustar algo más, la vida, la inocencia, el todo, sintiéndose completa al fin.

Alejándonos del escenario, el árbol va reduciéndose de tamaño, dejándonos ver la soledad de aquella puerta mágica. La cabaña entra en enfoque pero también se va haciendo más pequeña, hasta que entran en escena las montañas, el gran lago que la niña llamaba su océano y todo aquello entra en un solo encuadre. Un mundo redondo, independiente, alejado de cualquier tamiz del universo, único, son su propia flora y fauna y que ahora desde lejos se ve tan pequeño, tan poca cosa. Sobre este mundo cargado de vida, de inocencia, recuerdos olvidados y nunca recordados flota una esfera de cristal con una abertura en su parte superior. Aquel sol, que la niña decidió llamar y que se describió como una simple esfera, se ve hueca, totalmente apagada, pues la luz que debía iluminarla se encuentra allá abajo, alumbrando la marcha de la niña de los mil nombres y dando su vida a cambio. Como tantas otras Firas antes que ella, que alumbraron a la eterna joven día tras día durante una eternidad. Una pequeña montaña se puede ver en la esfera de cristal: son los cuerpos de cada Fira que fue, cada Fira que existió, cada Fira que dio su vida, que se amontonan una vez expira, en un ciclo de renaceres y muertes que al fin ha sido roto.

Pero la penumbra que nos permite atestiguar todo esto desde la distancia, la magia que flota y nos ayuda a descubrir va oscureciéndose, echándonos del teatro de la vida y escupiéndonos en otro sitio donde nuestra atención se verá recompensada.

Notas de juego

Fin de prólogo