Partida Rol por web

Asintió. ¿Almacenes y bares por la zona, sin tener que explorar? No era lo mejor que podía encontrar, pero amigo, le valía. Mucho mejor y menos arriesgado que su "plan" de ir mirando edificio por edificio hasta encontrar un lugar seguro desde el que operar por la zona.

 -¿Qué vamos a hacer?

Se rascó la cabeza.

-Bueno... salir ahora de noche, no. Podemos empujar el mueble para asegurar un poco la puerta por si quieren entrar y quedarnos aquí esta noche, después de asegurar el sitio y mirar si queda algo.

Asintió, comprensivo. Era difícil no odiar a los caminantes: uno creía que se acostumbraba como telón de fondo, pero entonces había encontronazo y todo cobraba horrible vida de nuevo.

-¿Los maricos? Los llaman caminantes. O los llamaba así un colega que dijo que había entrado en contacto con los Estados Unidos -se encogió de hombros y mostró las manos, entendiendo que no tenía ni idea de si era verdad o no- Caminantes y vagos. Ya sabes, los que simplemente andan... ahí.

Empezó a mover el mueble haciendo el menos ruido posible para ponerlo en la puerta.
 

                Corrieron el mueble, Gasera y la chica que no quiso estarse quieta, lo más que pudieron hasta bloquear mejor la puerta. Lourdes en ese momento, cuando se sintió realmente segura, cambió su rostro con una expresión de alivio total.

                -Al menos sé que dormiremos bien esta noche. No… no sabía eso de cómo los llamaban y eso. Pensar que hasta hace poco eran personas, como tú, como yo; tenían familia que perdieron, gente que se convirtió en lo que ellos luego serían. No… no quiero que eso me pase.

                Un gruñido interrumpió las palabras de la joven, provenía de su estómago. -¿Tienes algo que comer? He andado todo el día y…

                Respecto a dormir había un solo dormitorio. Podían compartirlo o elegir otra habitación alguno de ellos. La chica no parecía temer a Gasera, y él sabía que estaban viviendo épocas en donde ser mujer… y bonita, podía ser algo terrible. Lourdes era afortunada.

Pensar que hasta hace poco eran personas, como tú, como yo; tenían familia que perdieron, gente que se convirtió en lo que ellos luego serían

Uno deja de pensar en eso, con el tiempo, con unas cuantas veces. No sienten ni padecen: sólo comen. Al principio no puedes dejar de preguntarte eso, pero... luego...

-Pues eso. La mayoría son caminantes, y los otros son de los que no se mueven a no ser que te acerques. Pero igual atraen a los otros si empiezan -explicó, con lo que sabía... que no era mucho.

Abrió los cajones de la entrada para ver si había algo: no habría nada, pero por mirar nunca se perdía nada. Hizo un gesto con la cabeza a Lourdes para ir hacia la casa.

-Tengo algo, pero vamos a asegurar las ventanas y las habitaciones por si hay alguna sorpresa fea y a ver si podemos sacar alguna coseta, ¿vale?

Con respecto a dormir, iban a dormir juntos. Seguía siendo más seguro el número a la hora de compartir habitación, y no es que hubiera otra cosa: no había visto un sofá ni nada.

                No había mucho en los cajones. La cuestión era revisar de nuevo por si las dudas. En general el departamento estaba seguro. Las ventanas que daban a la calle se hallaban en un tercer piso por lo que no había riesgos de que los muertos entraran por allí. La única puerta de entrada a este departamento estaba cerrada y trabada con el mueble.

                Lourdes igual ayudó en la faena y consiguieron dar con una cocina bastante cómoda. Cuatro sillas bordeando una mesa circular, una nevera vacía pero sin olor a podrido (al menos no había nada descompuesto dentro), una alacena con dos paquetes de galletas y café instantáeno, servilletas de papel, y otras cosas.

                -¿Puedo preparar café? –inquirió la chica. De paso abrió uno de los paquetes de galletas y se devoró dos. Eran de chocolate y relleno de crema. Gasera probó una y sabían muy bien.

                -Quiero comer algo caliente… pero gracias si una encuentra cualquier cosa. Al menos voy a dormir segura esta noche. Extraño eso… simplemente dormir…

Ni latas ni nada.

Luego dicen que la gente no estaba preparada para esto, pero cuando entras a las casas casi nunca ves latas, ni bolsas. La gente se llevó todo lo portable posible y se fue cuando las cosas estaban mal... posiblemente entre cientos de cadáveres haya tiradas bolsas con buena comida que no se podían aprovechar.

 -¿Puedo preparar café?

-Seguro -dijo sin mirar mientras seguía abriendo alacenas- Sabes... a unos cuantos kilómetros de aquí hay un cuartelillo. La Guardia Civil podría tener hornillos. Y armas, quizá. Pero si vamos seguramente esté o arrasado o copado.

Se llevó una a la boca. ¡Oreos! Oreos de mercadillo, pero, oreos. Aquello era un banquete de rey, sólo comparado con la tarde de hacía semana y media en que rebuscando encontró un paquete de donuts.

-...todo se fue a la mierda rápido, eh -dijo, desviando un momento la atención de la alacena, en la que hasta hacía un segundo andaba tanteando para ver si quedaba algo al fondo- Estaba trabajando en el Decatlón cuando todo empezó. No fue tan rápido... seguimos yendo unos días, hasta que, bueno, decidimos que ya no volver.

             Tomaron café, charlaron. Casi parecía una tarde normal, a menos que te asomaras por la ventana y vieras a esas cosas deambulando. Pero por el momento tenían el derecho a tratar de ser normales. Lo de la guardia civil le pareció una buena idea a Lourdes.

              -Podemos intentarlo mañana. Digo, uno cree que los lugares están vacíos o que todo mundo ya se ha llevado lo importante, sin embargo con el grupo hemos encontrado ese cine. Tenía las máquinas de dulces, el lugar de atención en donde te venden palomitas de maíz y gaseosas, etc, intactos. No nos fuimos a buscar provisiones antes porque teníamos las nuestras y las del cine. Y estaba como nuevo. Los tipos, los dueños digo, lo habían cerrado bien antes de escapar.

            Así, entre charla y consejo, se hizo la noche. Ambos se dispusieron a dormir en el mismo cuarto. Lourdes confiaba en el chico, si hubiera querido hacerle algo ya lo habría intentado. Ella tomó la cama y él tiró unas frazadas en el suelo. La noche asomó tranquila, llena de estrellas. Los ruidos fuera de la puerta habían cesado, todo era un tranquilo silencio. Por lo pronto estaban a salvo.

            -Buenas noches Gasera -dijo la mujer y cerró los ojos. Ni bien se durmió el hombre aprovechó para ir a la sala y tirarse en uno de los sillones. Así podría dormir con paz, porque el suelo no era nada cómodo.

           Mañana sería otro día...

             Amaneció y a Gasera lo despertó el aroma de café con leche. Era Lourdes que estaba a su lado ofreciéndole una taza. - Yo tenía algo de leche en polvo entre mis suplementos, me parece que podemos usarla para celebrar el habernos encontrado. ¿Sí? Toma, cortado al estilo mío.

           Le tendió la taza y ella tomó otra. Gasera le hizo un lugar en el sofá de manera que la chica se pudo sentar a su lado.

           -Gracias por ser un buen tío. No sabes con las cosas que me he encontrado estos días... pero había algo en tus ojos -dio un sorbo a su taza -que me decía que podía confiar en ti. Que no me habías salvado para cobrarte en especies, si entiendes a lo que voy.

           El chico lo suponía. Era difícil ser un sobreviviente en estos tiempos y si eras mujer, la cosa se ponía peor. Si eras una chica bonita como ella, mejor ni imaginar. Debería ahora desayunar con ella y disfrutar este momento de paz antes de salir a la calle de nuevo a buscar esos lugares de los que habían hablado.

A Gasera nunca le había gustado el café.

¿Ahora? Aquel mejunje le sabía a gloria. Una gloria que acompañó con un par de galletas de chocolate y se convirtió en un placer de los que uno pensaba que habían desaparecido de este mundo.

-¿Hay muchos de esos? -preguntó- Yendo en grupo, habría imaginado que la gente sería menos... ya sabes... gente. Y no te preocupes por lo de ser buen tío.

Recordó una escena a la luz de una hoguera improvisada, con el hacha. Recordó hacía unas horas, cuando había dejado que los caminantes se entretuvieran con los otros dos saqueadores. Sí. Un buen tío.

-Tengo que pasarme por el baño, a ver si aquí no se llevaron todo lo utilizable antes de salir -comentó- Así que, erais como veinte. ¿Estabais juntos cuando empezó todo? ¿Familia, amigos, conocidos?

              Lourdes le respondió sobre si había muchos de esos, de esos tipos que ya han perdido la humanidad. –Sí. Digo…  antes también había. Los veías en los noticieros como residuos de la sociedad: pedófilos, violadores, criminales. Sólo que en la sociedad de antes podían ocultarse poco, porque en general, tarde o temprano, terminarían siendo atrapados.

                Ella deja las tazas en el fregadero y las lava con la mínima agua indispensable.

                -Ahora no necesitan esconderse, el mundo es un caos. No hay ley…

                Gasera fue al baño a recoger lo que pudiera servir. En el botiquín había una pasta dental, una caja de aspirinas (quedaban unas 10) y unas gotas para el estómago. Puso todo en su mochila, cuando volvió Lourdes había acabado con los platos.

                -Éramos un grupo de vecinos y conocidos y luego se fue agregando gente. Sí… algunos murieron, sí… bueno, estoy lista. ¿Vamos? No hay muertos cerca, al menos no veo ninguno.

El chico, Gasera, no había pensado en eso.

Había visto gente... mala. El pánico y la necesidad y el terror es lo que tienen. Pero hasta la gente mala había ido en equipo. La gente mala sabía lo que les convenía. Si no, a menos que fueran muy muy listos o muy muy hábiles, pronto serían gente mala y muerta, y entonces sólo muertos vivientes.

-No hay apenas nada en el cuarto de baño -sacudió la cabeza- Parece que nadie en esta ciudad guardaba un botiq- ¿Estás fregando?

Preguntó.

-¿Por qué?

                Ella se da vuelta de golpe, asustada, haciendo caer una taza que se destroza contra el suelo. Luego de unos segundos que a los dos se le hacen eternos, por si aparece un caminante, recién contesta: -Es que… quiero llevarme las tazas. Bueno ahora una, ¿ves el dibujo? Es para una niña del grupo. Quería hacerle un regalo…

                Lourdes muestra la taza. Es una de Hello Kitty, hasta ahora a Gasera ni le había importado el diseño. La verdad era que parecía mona para una niña. Esos detalles se olvidaban cuando estabas con la mierda hasta el cuello.

                -Perdona… yo… lo siento. ¿Vamos ya?

                La chica guardó la taza que quedaba sana y se preparó para salir cuando el joven diera el visto bueno.

Luisra no supo que decir por unos segundos.

-Ah... -dijo, como si eso lo aclarara todo- Claro. Buena idea.

No se le hubiera ocurrido ni en un millón de años. Tampoco había visto muchos niños, o muchos... o, nadie que fuera muy pequeño. Pensó en los vasos de nocilla que utilizaba en su casa, y que hubiera venido bien encontrar una, así tendrían comida y vaso; pensó en que la gente había decidido llevarse la nocilla como artículo de primera necesidad, viendo que no había en ningún sitio.

Una vez empiezas a pensar en cosas, se te ocurren las más curiosas.

Y entonces vienen los caminantes. Se acabó por hoy.

-Si hay agua... ¿llevas alguna botella o algo que puedas llenar? -dijo- Voy a asomarme a las ventanas para ver si hay mucho caminante abajo: si toca prepárate para subir y ver si podemos seguir por los tejados.

                Al final salieron del departamento. Esperar más sería ridículo porque: no habían más muertos en la puerta al momento, y además, tenían un montón de horas sol para aprovechar. El chico tenía planeado ir a un centro de la guardia civil, si quedaba de camino. Lourdes buscaba un local con comida. Respecto al agua, la chica le aseguró que ya tenía su botella llena.

                -Pastillas depuradoras de agua, ¿sabes de dónde se obtienen? Son esas que cuando las colocas en agua contaminada la dejan potable. Debería buscar de esas porque agua no falta, pero a veces está contaminada o turbia.

                Bajaban las escaleras mientras ella preguntaba eso.

                -Mira el bar…

                La persiana del bar de enfrente estaba semi abierta y muchos muertos ingresaban. A lo lejos se veía un cruce de calles bastante despejado.

                -Por ahí está el mercado que busco… era una de las opciones si el bar estaba… tú sabes, comprometido.

                Podían ir corriendo directamente o usar los numerosos vehículos que estaban despatarrados por la calle para su cobertura.

Al no haber muertos en las inmediaciones, Gasera no perdió tiempo en que bajaran. No sabían muy bien dónde ir: la idea de acercarse a la Guardia Civil podía no estar mal, ya que encontrarían a) recursos y/o b) un grupo de supervivientes bien provistos. Que fueran picoletos... buenno... no todo podía ser perfecto.

-¿Pastillas depuradoras de agua?

Puso cara de no haber oído de eso en la vida, con el consiguiente cejado y morrito incluso. Nunca había oído hablar de eso, ni había ninguna situación en la q- ¡espera!

-¡Ah! -la comprensión súbita le vino- ¿El Micropur? Sí, claro, en el Decatlón vendían. Pero no sé si es buena idea ir.

Siguieron bajando, con Gasera sin dar más explicaciones sobre por qué creía eso a menos que alguien lo preguntase. Cuando llegaron a la calle todo estaba despejado... excepto el bar, lleno de caminantes que entraban (¿¡habían encontrado algo fresco!?). Lourdes, que al parecer conocía un poco la zona, le señaló hacia el mercado.

-Coño, en una intersección grande -dijo Gasera, que veía eso como "suicidio asistido"- Vamos poco a poco y lo comprobamos antes de cruzar, lo que menos queremos es que nos pispen.

                Gasera le dijo una información a Lourdes de dónde, posiblemente, hubiera ese tipo de pastillas. Luego miró la calle, se preguntó si se habría dejado algo fresco en el local, pero tampoco era cuestión de ir a averiguarlo. Previno a la chica de ir con cuidado hacia el mercado. Comenzaron a caminar, pasando entre auto a auto, deteniéndose justo antes de ser vistos. De ahí a un poste, y luego al siguiente.

                En la intersección, a una cuadra estaba la entrada a un almacén. Lourdes se apuró a llegar a un poste y Gasera la siguió. De ahí pasaron a la calle de enfrente. Por ahora todo venía bien. Siguieron caminando, esta vez corriendo agachados porque no tenían forma de cubrirse hasta que alcanzaron una esquina. Se pusieron contra la pared.

                -Es ahí –dijo ella en un hilo de voz. Gasera asomó la cabeza y vio la entrada a un almacén con una puerta doble de vidrio reforzado y un cartel que decía:

“Miércoles de descuento”.

                Desde donde estaban a la puerta habían unos quince  metros que habría que cubrir corriendo al descubierto porque nada había para cubrirse de aquí a allí.