Partida Rol por web

-Es de plata, muy antiguo y valioso.  Tiene un hechizo urdido en él que confiere protección a quien lo viste y desgracia a quien lo sigue- respondió el mago luego de su exhaustivo análisis -Lo siento por ti arquero- terminó.  Luego se giró hacia Lomak -¿Qué hacemos?- preguntó aguardando su consejo

Podriamos explorar los alrededores y buscar una segunda entrada. musitó el enano. Era razonablemente posible que la hubiera pero también que estuviera obstruida por algun derrumbamiento o por raices de arboles. 

Pero quizás perdamos un tiempo valioso. Entremos. dijo decidido. 

Yo iré primero. Prestar atención donde poneis los pies. ¿Quien tiene las antorchas? preguntó al recordar que en su mochila solo llevaba unas cuantas velas. 

Busco las antorchas en mi equipaje mientras el enano habla.

Ya estoy en ello grandulón. Yo también creo que debemos entrar. Si hay mas cosas como ese brazalete, deben estar dentro de ese oscuro y húmedo lugar...

Digo mientras comienzo a encender una antorcha para alumbrarnos dentro de la cueva.

Rongar no tardó en preparar su arco para entrar, estar dispuesto a tirar y cargar la siguiente, sin dejar de mirar desconfiado al mago. - Vale, pues si es malo seguirlo, ves el último. Mientras, para si pensaba. Cuando ya no necesites el brazo, recuperaré la pulsera.

Ante las palabras del arquero Solomon se giró pero no vio a nadie allí.  ¿Qué habría querido decir aquel tipo conque vea al ultimo?  No lo entendía muy bien, se encogió de hombros y se apostó en la segunda línea, quería tener la espalda cubierta por si el anterior dueño del brazalete volvía.

Ante la mirada estupefacta de Rongar, y suponía de sorpresa de los demás (no los podía mirar por lo pasmado que quedó) el arco se rompe en sus manos, justo en la primera comprobación. Las láminas de madera y los tendónes que las unían, saltan como si de un trasto viejo se tratase. Al caer todo al seulo se ve que no es mala madera, que los tendones seguían aceitados y parecía más un montón de juguetes de un niño, por el desorden, que un arma.

Rongar de agacha, saca su daga, y da unos golpecitos con la guarda, asta que se asegura ¿Estará comprobando que no quema? Tras ganar confianza, guarda el machete, desmonta la cuerda, olvidando del resto de trozos y se pone en pié, mientras se la lía en la muñeca izquierda. - Bueno, ya tengo pulsiera, como tú. ¿Vámos?

Su rostro era impasible, incluso denotava una pizca de alegría. ¿Estaría contento por haberse librado del arco?

Espero que quedase chulo. Gracias por recordarlo. Espero que si encontramos un arco, me lo dejen a mi.

Gracias.

Un pasaje estrecho pasados los dólmenes desciende hacia la tierra, lo suficientemente estrecho para que tengáis que deslizaros de lado pegados a las paredes para poder pasar al interior. El aire es húmedo y frío, cargado con el aroma de la descomposición. Puedes ver unas heridas blancas y escabrosas en la superficie de las raíces del tejo que atraviesan el techo sobre vosotros. 

-¿Que son estas marcas?.- el enano intentó examinar más de cerca las marcas en las raices que crecían en el techo. El aroma a descomposición le hicieron pensar que quizás algún animal pudiera estar usando esto de guarida. Quizás un oso o un gato salvaje. 

Rongar, en silencio, saca su daga otra vez, y se aproxima para ver lo que los demás. Se acerca y observa con detenimiento, pero con poca esperanza de ver o descubrir algo, aúnque su mayor estatura, que la del enano, igual le aproximaba más al objetivo a vislumbrar.

Me meto dentro de la cueva antorcha en una mano, espada en la otra. Miro las heridas de las raices sin darle mayor importancia.

Tal vez alguien estuvo peleando aquí y daño las raíces al sacudir las armas.