Partida Rol por web

La brusca respuesta de Grechko pilla por sorpresa a Paolo aunque quizás tenga razón, por que tenían que dar más explicaciones de lo ocurrido.

Hubert, como dice mi amigo ruso no creo que nosotros podamos o debamos darte más pruebas de las que tú ofreces. Nosotros te ofrecemos una posibilidad, cógela o déjala escapar. 

El hombre duda una y otra vez de vosotros. Se gira y parece ir a marcharse cuando da media vuelta y se adentra en el vehículo. Sabe que en el fondo tenéis razón. Sabe que confiar en vosotros es lo único que tiene, pues en el bosque probablemente moriría de hambre, si es que no le encuentran primero. Una vez dentro bloquea su puerta con el cerrojo, como si eso le fuera a mantener a salvo de lo que pudiera haber en el exterior.

- Supongo que no tengo otra opción - dice más para él que para vosotros -. Aunque no se si seré muy de ayuda. Conozco los alrededores, y el pueblo cercano. En unos treinta minutos podríais estar allí y llenar el depósito. Para llegar, debéis saber qué desvío tomar. Si no, no saldréis de las pistas del bosque.

Mientras Saint pone el vehículo en marcha, Hubert mira hacia atrás. Juraríais que una trémula luz titila entre los árboles del bosque, pero no podéis asegurar si es vuestra imaginación. El comandante acelera y no echa la vista atrás. Hubert mira el interior del vehículo con suspicacia.

- ¿Este es uno de los transportes del sótano? Tienen un sistema de GPS de seguimiento. Usted está en lo cierto - dice hacia la apreciación de Georgi de abandonar el coche cuanto antes -. Pero a donde vamos, la única manera de hacerse con uno es robándolo. El lugar más cercano donde conseguir transporte legalmente está a varias horas. Y quizá eso es dé el tiempo suficiente...

Una vez todos dentro del vehículo las palabras de Hubert no parecía más que confirmar que esto todavía no había acabado y que todavía debería tomar decisiones en contra de su sentido de la responsabilidad. Un escalofrío recorre la espalda de Paolo cuando la luz que aparece en el bosque parece ir tras ellos, era mejor no mirar más atrás.

Pero, donde estamos Hubert?? En que lugar nos encontramos, ya que nosotros no sabemos ni siquiera en que parte de Estados Unidos hemos ido a parar.

En cuanto al vehículo habrá que observar el pueblo a donde vamos, por que en este país lo policías no dudan en disparar a unos desconocidos que intentan hacerse con un coche en su tranquilo pueblo. Quizás en vez de robarlo convendría enterarse si hay algún autobús o si queremos un vehículo mejor acercarse a una granja, no creeis??

Hubert se aferra al lateral del vehículo, mientras observa el bosque que os rodea. La oscuridad de la noche otorga ese aire de silencio que en otra ocasión hubiera resultado agradable, pero en este momento es muy inquietante. La voz trémula del hombre, agotado por el cansancio, rompe el silencio tras la pregunta de Paolo.

- Estamos en la Costa Este, en uno de los profundos bosques del norte. El pueblo al que llegamos es bastante tranquilo. No es como Texas, donde cada hogar tiene varias armas, pero es cierto que un robo nos supondría contar con la policía buscándonos. Una vez en la 295 podemos ir dirección sur hacia Portland. Nos llevaría algo más de una hora. Desde allí tenemos autobuses a la mayoría de grandes ciudades.

Pasais sobre un puente de madera que hace vibrar todo el vehículo. Debajo vuestra, un río baja cargado de agua. El traqueteo del automóvil tensa a Hubert, que se calma una vez volvéis al asfalto. Tras dudar un instante, prosigue.

- Yo tengo algo ahorrado en la cuenta corriente, aunque debería ir a mi casa en Portland a por mi tarjeta. Podríamos sacar alguna chatarra que ande de un desguace por poco dinero.

-Olvidalo. Tu casa estará vigilada.- dijo Georgi mientras el coche inciaba la marcha  y agregaba -Dinos qué camino debemos tomar.-

Pensando en lo que dice Georgi, Paolo comienza a ver que pronto tendrán un problema que deben salvar de alguna manera.

Georgi, puedo estar de acuerdo contigo en el hecho de que la casa de Hubert este vigilada, pero debemos pensar que pronto vamos a tener un problema grave con los recursos económicos.

No tenemos ningún tipo de efectivo ni tarjetas, y estamos muy lejos de nuestras casas como para conseguir a alguien que pueda prestarnos algo.

Creo que debemos tomar en cuenta la posibilidad de conseguir algo de efectivo aunque sea a riesgo de ponerles en nuestra pista. 

-Mmmmm... habrá que ir con cuidado.- respondió el médico  -Pero servirá también para ver hasta dónde llegan.-

Tras un rato discutiendo, llegáis a la conclusión de que, aunque peligroso, necesitáis dinero para poder continuar. Siguiendo las indicaciones de Hubert, conseguís por fin salir del bosque. La carretera está casi vacía, y durante un largo rato vuestras luces son las únicas que iluminan el asfalto. A través de vías en mucho mejor estado que la que habéis recorrido dentro del bosque trazáis el camino que os lleva a la casa de Hubert.

Os lleva alrededor de una hora llegar hasta allí. Localizada en un barrio residencial de Portland, la casa de Hubert es modesta, pero completa. Tiene un pequeño jardín frontal, con un vehículo aparcado frente a una puerta de garaje. El edificio tiene dos plantas, y está bastante cuidado. En el interior no hay ninguna luz encendida.

El barrio permanece en una oscuridad absoluta: ninguna farola rompe el manto de la noche, y salvo alguna casa, cuya entrada está iluminada por un farol, las estrellas parcialmente cubiertas por las nubes son la única fuente de luz ahora mismo.

Saint aparca el vehículo en el otro extremo de la manzana, detiene el motor y apaga las luces.

- Creo que lo más inteligente es dejar el vehículo aquí. Yo me quedaré aquí dentro preparado para poner el coche en marcha y salir todos disparados si alguien aparece. Hubert - dice mirando al científico -, tú guiarás a mis compañeros en el interior, pues nadie más conoce tu casa ni dónde guardas el dinero.

El ex-comandante baja la ventanilla del vehículo y asoma ligeramente la cabeza. El barrio está sumido en una tranquilidad absoluta. La mayoría de la gente descansa en su cama, ajena a lo que ocurre en el exterior. En la distancia, un perro aburrido ladra de vez en cuando.

- Id lo más rápidamente posible, tratando de permanecer ocultos por la oscuridad. Y no bajéis la guardia en ningún momento.

Al decir esto último mira de reojo al cansado científico, del cual evidentemente no se fía todavía. Despacio, vuelve a subir la ventana del vehículo, dejando tan solo una rendija que permite reciclar el aire del interior.

-¿Esto está siempre tan oscuro?- pregunta Georgi a Hubert y, antes de que el científico le responda pregunta algo que le parece de mayor importancia -¿Tienes armas en tu casa?-

Ea vayamos para allá. - Paolo se baja del vehículo y se dispone a avanzar aprovechando la oscuridad como en sus años mozos. El italiano espera a que le acompañen sus compañeros observando los alrededores.

Hubert sale despacio del vehículo. Él no parece sorprendido de la oscuridad de la calle, y anda con paso seguro.

- Es así todos los días. Es lo que me gustaba de este barrio: la tranquilidad, y poder usar el telescopio las noches sin nubes.

Despacio, os guía por la acera del barrio, de cemento basto y cubierta por algunas hojas caídas. La ligera brisa las levanta a intervalos y las hace danzar a vuestro alrededor, mientras el roce de estas contra el cemento rompe el absoluto silencio de la noche.

Según os acercáis a la residencia del científico, Hubert comienza a reducir el paso, manteniéndose alerta. Temeroso de una posible emboscada, mira a izquierda y derecha antes de abrir la cerradura. Con parsimonia, introduce la llave en el cerrojo y la hace girar, para luego abrir la puerta.

En el interior de la casa la oscuridad es más pronunciada. Sin una sola luz encendida, difícilmente podéis ver dónde pisáis. Una vez cerráis la puerta, el hombre tantea una mesa y coge algo. Enciende una pequeña linterna que reposaba cerca de la entrada, la cual probablemente debía usar para ver en el exterior.

- Supongo que encender luces ahora no es lo adecuado - dice, justificando su acción. En cuanto tenéis algo de luz, podéis observar el hogar del hombre. Es acogedor, amueblado con gusto y con piezas que no parecen baratas. Su sueldo en el centro de investigación debía ser bastante alto.

Hubert sube a la segunda planta y entra en su habitación, un cuarto amplio con una enorme cama. Rebusca en una mesita de caoba y saca un tarjetero de allí.

- Aquí están. Volvamos al coche cuanto antes.

Al final, todo ha sido sencillo. Demasiado sencillo.

Descendiendo las escaleras, la luz de la linterna parece atenuarse, como si las baterías se agotaran rápidamente. Para cuando pisáis sobre el suelo de la planta baja, la luz es tan tenue que difícilmente os podéis ver los unos a los otros. El científico golpea la linterna con una mano, pero no parece sacar nada de luz. En unos instantes, a pesar de que podéis ver un ligero destello provenir de la mano del hombre, difícilmente ilumina el entorno, causándoos la impresión de estar en un vacío negro, donde el único sonido que podéis escuchar es el de vuestros pasos.

- Demonios... - la voz de Hubert sueña nerviosa, como si algo le tuviera más preocupado que una linterna sin energía -. ¿Estáis aquí?

Quizá sea el efecto de la oscuridad, pero incluso su voz parece apagada, como si se hubiera alejado demasiado de vosotros.

-No os separéis ni vayáis gritando como niñitas. que cada uno se las apañe para llegar a la puerta y nos encontramos allí.- dijo Georgi en un murmurllo tratando de imponer un poco de calma y pensamiento militar, por lo que agrega -Todos, en voz baja, id diciendo lo que haceis, asi si hay peligro los otros lo sabremos.- 

Y dicho esto trató de aguzar al máximo el oído mientras trataba de orientarse en la oscuridad camino de la puerta de salida.

Ante las palabras de Georgi, Paolo asintió instintivamente como esperando que alguien le viera realizar el gesto. Pero tenía razón no era momento de perder la calma, quizás lo que estaba ocurriendo era únicamente una mala pasada del destino y nada más debía preocuparles. Sino pronto sabría si algo les esperaba tras la oscuridad.

Tienes razón avancemos con calma. ¿Hubert estas de acuerdo? Vayamos con calma y alcancemos la puerta lo antes posible.

Os movéis con torpeza en la oscuridad, y descubrís que llegar hasta la puerta no ha sido nada fácil. Es como si además de no ver nada, todo el lugar diera vueltas y os desorientara constantemente. Varias veces habéis acabado contra una pared cuando creíais estar junto a la puerta. Al final, sin embargo, conseguís agruparos los tres en la salida de la casa.

Cuando Hubert abre, lo que os aguarda fuera no es para nada mejor. Esperabais que en el exterior la luz de las estrellas o los faroles de las otras casas os sacaran de la oscuridad que reinaba en el interior de la casa de Hubert. Sin embargo, aquí todo parece incluso más oscuro y amenazador.

Se ha alzado un viento que silba entre los edificios y los árboles y parece colarse hasta vuestros huesos. El cielo permanece totalmente negro, como si las nubes hubieran cubierto todos los astros. Y las luces de las demás residencias, al igual que la linterna de Hubert, parecen pequeñas luciérnagas que difícilmente pueden iluminar más allá del soporte que las sostiene.

En la distancia, no sabéis si hacia el frente o la izquierda, os parece escuchar la voz de Saint, acallada por el viento, llamándoos.

-No se que coño está pasando... pero esa mierda del espacio seguro tiene algo que ver...- murmuró un malhumorado Georgi mientras trataba de orientarse a duras penas y hacía esfuerzos por no marearse.

Las lejanas palabras de Saint parecen perdidas en la oscuridad, pero sin saber como Paolo esta seguro de que sabe que hacer en estos momentos.

Georgi, no es momento de preocuparse de eso. Parece que Saint no este llamando para salir de aqui, vayamos tras él y salgamos de aquí. Este lugar comienza a helarme la sangre y más tiempo aquí es más posibilidad que nos descubrar ... si no lo han hecho ya. Seguidme!!!