Partida Rol por web

La voz del hombre es profunda, ronca, como si su garganta no hubiera hablado en años. Despacio, las palabras salen con dificultad.

- Shauri, Clive, Paolo...

El cubo vibra de una forma que no habíais visto antes. Los colores invaden la sala, para luego atenuarse y casi desaparecer. Los destellos se tornan neutros, y el objeto parece paralizarse ante la voz que acabáis de escuchar.

- Veo que habéis traído a ******. 

El nombre, pronunciado en algo que no eran palabras, que ni siquiera podéis catalogar como un sonido conocido, a pesar de todo, os resulta conocido. Por alguna razón, sabéis que ha utilizado la palabra Futuro.

- No puedo decir que esté sorprendido. Pronto estarán unidos. Siento que algunos de vuestros compañeros no hayan llegado al final del camino. Pero si las cosas se hacen bien esta vez, sus muertes no habrán sido en vano.

El hombre da un paso adelante, de una forma que hiela vuestra sangre. Es como si sus pies se deslizaran por el suelo, como si su cuerpo a duras penas estuviera vivo. La impresión que tenéis ahora mismo es que esta persona no es más que un recipiente. Un recipiente por cuyos ojos se asomase el auténtico ser tras este rostro.

- Por motivos que no debo revelar no me está permitido daros voluntariamente ninguna información. Pero podré responder vuestras preguntas. Al fin y al cabo, es la única manera de acabar con el fatídico destino que os aguarda.

Y entonces, el hombre permanece en silencio. Las tenues luces del cubo reflejadas en su rostro hacen que parezca una proyección salida de las paredes del objeto, pero su voz es real y parece tan tangible como vosotros.

A Jeremy le hubiera gustado saber si realmente estas personas eran enemigos o amigos, pero quizá ésto hubiera supuesto la muerte. Cada vez se sentía más fuera de juego, peró recordó que debía dejarse llevar por los conocimientos de sus compañeros, y sobretodo de esos ojos que cada vez más le atraían.

Jeremy tuvo cierto tiempo para hacerse una idea global de la situación. Se sorprendió del ataque tan certero de Georgi y depositó en su mente una nota de "no meterse con el astronauta". Y se admiró del disparo de Helen. Pero habían más y tenía que hacer algo, ¿si no, porque se había quedado ahí?.

Se acercó rápidamente al grupo, maldiciendo por sus interiores el hecho de no tener una pistola. En seguida se percata de que queda un hombre sin herir, y  adivina que está a punto de sacar su arma, así que decide sacar su objeto y atacarlo por la parte más vulnerable.

Jeremy sabía que no tenía mucho tiempo. Helen había disparado desde la distancia y Georgi ya estaba al lado. Él tendría que ir deprisa. Se acercó rápidamente mientras se intentaba sacarse algo de un bolsillo interior. Era como un objeto macizo  y de forma rara.

Mientras corría miró lo que tenía en la mano - Maldición!, como funcionaba? - Se dijo, mientras un repentino malestar le recorria toda la médula. Cada vez tenia más cerca a su objetivo. El hombre no lo había visto ya que estaba entretenido en dejar el objeto en el suelo y sacarse algo desu costado, una pistola con toda seguridad.

Jeremy corrió mientras con la mano jugueteba con el objeto, lleguó a su objetivo y lo cogió de la solapa. Pensaba que aunque el objeto no se transformara como debia quizá un golpe en la sien o en la nuca podría da run resultado esperado. El hombre obrió los ojos al notar la mano encima y enseguida levantó su mano. Pero la mano de Jeremy iba mucho más rápido y con más inercia.

El objeto se transformó mientras la mano describia un arco y un punto rojo empezo a brillar en la punta del objeto. Éste se estrelló en la sien del hombre mientras Jeremy hacía que todo el calor que emitía el aparato entrase en la cabeza.

La primera reacción de Clive al ver a ese... ¿hombre? salir de la nada iba a ser huir en dirección opuesta. Lo más rápido posible. Sin embargo, algo le paralizaba en el sitio. Sus brazos, ateridos por cargar con el cubo, empiezan a temblar, mientras sus piernas se intentan rebelar contra su cuerpo para salir de este lugar. Entonces el hombre habla. Y Clive escucha, paralizado.

Nada tiene sentido en su cabeza. Parece como si todo estuviera situado de tal forma que ellos llegaran aquí, que recorrieran los eternos pasadizos de esta caverna, que se debatan por completar los desafíos que les propone y al final hacer... ¿qué?

El hombre parece conocerles. Aunque ya nada de eso le extraña. Llevan horas o días debatiéndose con el futuro, tratando de evitar muertes predichas por el objeto que reposa sobre sus brazos, y tratando de averiguar qué papel juega el tiempo en esta odisea. Que alguien desconocido, salido de la nada le conozca ya no supone nada comparado con lo vivido. Y sin embargo, algo se revuelve en su cabeza diciéndole que nada de esto tiene sentido.

Clive se hace consciente de que sus compañeros están igualmente mudos por la sorpresa. Y el hombre frente a ellos parece esperar preguntas. Mientras su cabeza despierta del sopor momentáneo, trata de poner sus ideas en orden.

- Bueno, podrías explicar quién eres y qué haces aquí, para empezar - dice tratando de mostrarse sereno, con bastante dificultad -. Por qué nosotros y qué es exactamente lo que está ocurriendo.

Y a pesar de querer conocer las respuestas, algo le dice que no va a recibir una contestación clara, si es que recibe alguna. Por otro lado, creer lo que le dice alguien que acaba de aparecer en mitad de la cueva solo porque sepa su nombre tampoco parece demasiado inteligente. "Por probar, que no quede", piensa con desesperanza. "Al fin y al cabo, ¿qué otra opción nos queda?"

Concentrado únicamente en transportar al cubo lo más rápidamente posible hacia un lugar incierto, Raf prefiere no sopesar qué consecuencias puede tener el sonido del disparo que acaban de escuchar. Tras detenerse por un momento en seco, decide inmediatamente reanudar la marcha hacia adelante, evitando que Clive y Paolo puedan siquiera dudar en retroceder. La decisión -para bien o para mal- estaba tomada y debían apechugar con ella.

La llegada a la habitación cuadrada les muestra otro de los mensajes de su amigo, mensaje que esta vez les avisa de que el éxito dependerá de una decisión que tendrán que tomar y que no hace más que acrecentar las dudas que Shauri tiene sobre si serán capaces -él en particular- de estar a la altura que las circunstancias le van a exigir. Nunca en su vida se ha sentido tan inseguro.

Sus dudas dejan paso al asombro que le produce la aparición de la figura humanoide que se desliza ante ellos. Instintivamente desvía su mirada hacia el cubo que sujeta entre sus manos y no le parece entrever ningún signo de ansiedad ni alarma por su parte, lo cual le tranquiliza algo. Escucha atentamente al recién llegado, pero parece que no está dispuesto a dar espontáneamente ninguna información. El científico indio tiene muchas preguntas y necesita de muchas aclaraciones, pero éstas se atropellan desordenadamente en su cabeza.

En medio de ese atropellón, Clive resuelve la situación resumiendo de forma concisa lo que le ronda por la cabeza, y se siente aliviado con la intervención de su compañero. Sin embargo, no puede dejar de añadir:

- ¿Qué tenemos que hacer para detener todo este infierno? ¿Dónde están los otros cubos? -no es que sea un gran aporte del científico indio, pero se siente ansioso por llegar al final del laberinto, preocupado por la falta de tiempo. Espera y desea que Helen y los demás hayan sido capaces de detener a quienes ya les pisan los talones, pero a cada momento se gira nervioso creyendo oir pasos que retumban por el pasillo.

La mano de Jeremy avanzó rápida como una serpiente que ataca a su presa, y la herramienta que sostenía comenzó a emitir una luz roja hacia la cabeza del hombre. El pobre desgraciado trató de escapar, zafarse del ataque de Jeremy, pero fue en vano. Un grito es todo lo que pudo emitir, mientras su cabeza hervía con furia. El calor del objeto de Jeremy derritió la piel, que inundó la sala con un desagradable olor. La cabeza del hombre se calentó, y antes de que la vida abandonará su cuerpo, el calor en el interior del cráneo hizo saltar su cabeza en pedazos. Sangre y restos del hombre se esparcieron por el suelo, dejando ante la vista de los presentes uno de los espectáculos más grotescos que la mente humana es capaz de imaginar.

Jeremy todavía no se ha recuperado de la sensación, un malestar que se extiende por su estómago y, peor aún, por su cabeza, cuando otro disparo suena en la sala. El último de los hombres que se acercaban por el pasillo ha reaccionado más rápido que sus compañeros, y ha disparado hacia el interior, tratando de alcanzar a alguno de los presentes. Se oye un gruñido de una persona, pero nadie parece caer al suelo abatido.

El hombre sonríe satisfecho, y por fin la luz le ilumina. Marc, conocido por todos los presentes en la sala salvo Smith, observa con curiosidad al grupo de personas que le planta cara, y su mirada acaba cayendo sobre Jeremy.

- Vaya, es curioso que volvamos a encontrarnos al final, Doctor. Aunque supongo que ese título es tan falso como todo lo demás, ¿no?

El hombre suena seguro de si mismo, a pesar de la inferioridad numérica. Su voz, por algún motivo, parece distinta a hace unos días.

- Es una lástima que hayas escogido al equipo perdedor. En unas horas, los que hemos sabido rodearnos de los aliados correctos tendremos nuestra merecida recompensa. Tú, sin embargo - dice mientras levanta el arma hacia Jeremy.

El disparo del arma de Helen, agazapada en el suelo, llega por sorpresa. La bala acierta de lleno el brazo de Marc, haciendo volar su arma por los aires. El hombre, sin embargo, no emite ningún grito. Tan solo mira con sorpresa su mano malherida, y la sangre que cae sobre el cuerpo de su compañero muerto. Alza la vista y observa a Helen, con una mirada que ha perdido todo atisbo de cordura. Intenta articular una palabra, pero ningún sonido sale de su boca. Entonces, la sangre que gotea se oscurece, mientras la herida en la mano parece desaparecer... al igual que la mano del hombre, que se cierra en una extremidad alargada y flexible, negra como el espacio exterior, densa como el lodo.

- ¿Lo veis? - dice con esa mirada carente de humanidad - Vosotros perdéis, nosotros ganamos.

El hombre os observa con sus ojos carentes de calor. Su voz rompe el silencio en cuanto Raf concluye su pregunta, a lo que el cubo reverbera como si cada matiz de los sonidos que emite este hombre actuaran sobre el mismo, como las ondas en un vaso de agua cerca de un altavoz.

- Interesante que lo más extraño de todo lo que habéis visto sea mi presencia aquí - dice con tranquilidad -. Soy alguien que no debería existir, cuyo tiempo pasó hace ya demasiado, que ha esperado al momento adecuado, en el lugar adecuado, para tratar de cambiar las cosas. Podría decirse que soy vuestro predecesor. Y allí donde nosotros no llegamos a tiempo, vosotros debéis prevalecer.

Detrás vuestra suena el grito más horrible que habéis escuchado jamás. Es como si la voz de la persona que acaba de gritar siguiera quejándose una vez la vida le ha sido arrebatada, y los ecos se repiten el grito una y otra vez en la sala. El hombre, sin embargo, no parece inmutarse por el desgarrador sonido. Y tras un momento planteándose como debería continuar, vuelve a hablar despacio. 

- No sabría decir por qué vosotros, salvo que sabía que ibais a ser vosotros. Todos los que estamos aquí hemos podido ver fragmentos del mañana, ¿verdad? - no hace falta que aclare esto. Es probablemente lo más sencillo de entender que ha dicho desde que ha aparecido -. Un tiempo fue engullido, destruido por aquellos que habéis conocido. Ellos buscan ser los únicos allí donde la luz llega, y nosotros intentamos detenerles. Sabíamos que eran demasiado fuertes, demasiados en número. Un enfrentamiento directo era una opción inviable, lo sabíamos. Había que atacarles de otra forma mucho más sofisticada. El conocimiento adquirido durante siglos quedó plasmado en esos tres cubos, era la cúspide de los logros de aquella civilización - dice mirando hacia Clive. Al parecer considera que eso responde a su pregunta -. Pudieron ser la salvación, pero era demasiado tarde. El tiempo no avanza en un único sentido, y no es fácil alterar el futuro. Pero pudimos enviar los tres cubos a otro destino. Otro lugar donde vimos que se juntarían. Ellos, por supuesto, seguirían a la Tríada. Tratarían de hacerse con los tres y los destruirían, evitando que pudieran ser utilizados por sus próximos rivales y eliminando toda amenaza existente contra ellos.

Ha usado otra palabra, sois conscientes de ello, pero por alguna razón habéis escuchado el nombre por el que conocéis a los tres cubos.

- Pero esta vez no llegarían a tiempo. O eso creímos ver. En esta ocasión habría alguna manera de cambiar el curso del tiempo.  Y algo es distinto. El futuro que vimos es distinto al presente. Y un pequeño cambio hará que el destino que se cierne sobre vosotros cambie. Habéis evitado algunos detalles, podéis también evitar lo que nosotros vimos. La tríada se juntará. Si no hacéis nada, es lo que vimos que ocurrirá. 

Detrás vuestra suena otro disparo. Sin embargo, esta vez ningún grito le sucede.

Los ojos de Jeremy se abrieron estupefactos al entender lo que había pasado. La explosión le había bañado en sangre y restos encefálicos. La bilis le llegó a la boca y tubo que hacer verdaderos esfuerzos para no vomitar. Dió gracias por no tener nada en el estomago, desde, lo que parecía, años.

Se recostó en la pared de la sala, lo que quizá le salvó de ser el objetivo de la siguiente bala. No tuvo tiempo de ver a quien le havía dado. la Persona que apareció en el pasillo, con la pistola aun humeante era nada menos que Marc. Curiosamente, en lo más hondo de su ser sabía que iba a pasar, y que no podía ser nadie más que él.

Estaba un poco cambiado, pero seguía teniendo su aire arrogante y prepotente. Cuando iba a contestarle, oye otro disparo. y más sangre aparece en escena. esta vez del brazo de Marc. Éste mira fijamente a Jeremy con una sonrisa fría, mientras su brazo se transforma.

Jeremy, recula un paso, con terror en sus ojos. - No, puede ser.... oooh.. no no no... - son sus pensamientos

Clive escucha la respuesta del hombre aparentando tranquilidad. El ruido que provenía de la sala que habían dejado atrás no le ayuda a mostrar calma, pero la decisión la habían tomado entre todos y no podía lamentarse por ello. Si se hubieran quedado allí, bien podía estar ahora el cubo en las manos equivocadas. Pero si sus compañeros no eran capaces de salir victoriosos... "No, mejor no pensar en eso ahora", piensa Clive mientras se centra de nuevo en el extraño ser... humano?

Cuando el hombre da por concluida su respuesta, Clive medita sobre ella un rato antes de continuar. Esta es una de esas situaciones en las que el tiempo y las condiciones en que se encuentran requieren ser directos. Y algo que el hombre ha dicho ha atraído especialmente su atención: "Y algo es distinto. El futuro que vimos es distinto al presente. Y un pequeño cambio hará que el destino que se cierne sobre vosotros cambie. Habéis evitado algunos detalles, podéis también evitar lo que nosotros vimos.".

Hace ya tiempo que Clive tiene claro que el tiempo juega un papel clave en este gran enigma, y de las palabras del hombre se traduce eso. Pero estas frases en particular le ha intrigado especialmente.

- Dices que algo es distinto. ¿El qué? ¿Qué es lo que vosotros visteis que ocurriría?

Por las palabras del hombre parece que o bien pase lo que pase va a ocurrir sin que ellos puedan hacer nada, o bien modificar los hechos es algo tan sencillo que deberían saber ya cómo hacerlo. Sin embargo, Clive está totalmente perdido a este respecto y espera que a lo largo de esta conversación tengan alguna pista de como hacerlo.