Sant Rafel de les Roques es una pequeña villa de pescadores en algún punto indefinido de la costa catalana, con su puerto, sus barquitos pesqueros, sus atarazanas, su plaza de mercado, su iglesia, dedicada, cómo no, a San Rafael, y situada fuera del pueblo. Multitud de casitas apelotonadas sin sentido y algunas dispersas por el interior. Su señor vive en la corte del Rey de Sicilia, por lo que el pobre castillo, que no es más que una torre grande del tiempo de los moros, quedó a cargo del senescal, que oficia de poco más que recaudador de impuestos, con una escasa guardia de cuatro soldados y un escriba que le lleve las cuentas.